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El Precio de la Redención

El Precio de la Redención

Status: Terminada
Genre:CEO / Venganza / Aventura de una noche / Mujer poderosa / Mafia / Embarazo no planeado / Romance de oficina / Romance oscuro / Completas
Popularitas:4
Nilai: 5
nombre de autor: Amanda Ferrer

Luigi Pavini es un hombre consumido por la oscuridad: un CEO implacable de una gigantesca farmacéutica y, en las sombras, el temido Don de la mafia italiana. Desde la trágica muerte de su esposa y sus dos hijos, se convirtió en una fortaleza inquebrantable de dolor y poder. El duelo lo transformó en una máquina de control, sin espacio para la debilidad ni el afecto.

Hasta que, en una rara noche de descontrol, se cruza con una desconocida. Una sola noche intensa basta para despertar algo que creía muerto para siempre. Luigi mueve cielo e infierno para encontrarla, pero ella desaparece sin dejar rastro, salvo el recuerdo de un placer devastador.

Meses después, el destino —o el infierno— la pone nuevamente en su camino. Bella Martinelli, con la mirada cargada de heridas y traumas que esconde tras una fachada de fortaleza, aparece en una entrevista de trabajo.

NovelToon tiene autorización de Amanda Ferrer para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 3

Bella llegó a la oficina de Luigi Pavini el martes. Impecable el blazer de corte preciso, el moño en el cabello milimétricamente arreglado. El maquillaje era una máscara perfecta que escondía las marcas de la noche, pero no conseguía disimular el cansancio mortal en sus ojos o la rigidez tensa de su cuerpo.

Luigi la observó con atención mientras pasaba su nueva secretaria estaba siempre impecable, pero hoy había algo diferente, ella estaba más lenta los movimientos eran calculados, como si cada paso costara un esfuerzo monumental, y la manera en que ella se apoyaba brevemente en el marco de la puerta revelaba un dolor que ella intentaba desesperadamente esconder.

—Buenos días, Sra. Martinelli. — La voz de Luigi era cortante, probándola.

—Buenos días, Sr. Pavini la agenda de hoy está revisada y las prioridades marcadas.

Él no cuestionó la lentitud, solo la dejó trabajar, observándola de reojo el día siguió implacable. Él la mantuvo ocupada con informes complejos, forzándola a quedarse hasta tarde.

Él necesitaba respuestas sobre el porqué de ella no lo había reconocido, sobre su profesionalismo robótico y, ahora, sobre el sufrimiento que él sentía que ella cargaba.

A las diez de la noche, Luigi se recostó en la silla, suspirando.

—Pida una pizza, Sra. Martinelli una para mí, una para usted y no se atreva a decir que ya comió.

—No, Sr. Pavini. Yo… pediré la suya.

—Pida la nuestra. — Él la encaró no era un pedido; era una orden.

Bella obedeció, cuando la pizza de pepperoni y margarita llegó, el aroma caliente y picante llenó el aire de la oficina lujosa Luigi tomó una porción y comenzó a comer, manteniendo los ojos en ella.

Bella tomó la suya, sus manos temblaban levemente, ella miró la porción como si fuera un objeto peligroso, llevándola a los labios con una dificultad visible. Ella masticaba despacio, sus músculos faciales tensos, tragando con un esfuerzo que parecía casi insoportable.

Luigi largó la porción en la mesa, la paciencia agotada por la escenificación.

—Por el amor de Dios, Sra. Martinelli, parece que usted está comiendo cemento.

—Lo siento, señor. — Ella no consiguió encararlo, enfocada en la porción en sus manos.

—¿Usted tiene miedo de comer? ¿Cuál es su problema?

Bella vaciló, y el miedo en los ojos de ella era inconfundible miedo de la comida.

—Yo… yo solo no suelo… comer mucho.

—¿"No suelo"? Nuestra, Sra. Martinelli, parece que es la primera vez que usted come pizza en la vida.

Las palabras de Luigi eran sarcásticas, pero la verdad que salió de la boca de ella lo atingió con fuerza.

—Es la primera vez. — Bella murmuró, casi inaudible. — Nunca comí antes.

Luigi frunció el ceño, escéptico, pero la expresión de ella era de honestidad brutal.

—¿Qué? — Él la miró fijamente. —¿Usted está en Italia cómo es posible nunca haber comido pizza? ¡Es como respirar aquí!

Bella paró de masticar su respiración se volvió superficial, ella intentó responder, pero las palabras quedaron presas en la garganta.

—Sr. Pavini… yo… — Su voz falló.

Su rostro perdió el color rápidamente, y los ojos, ya cansados, se reviraron el mundo giró, las luces de la oficina, el rostro de Luigi, todo se volvió un borrón. Ella sintió una puntada aguda en su cuerpo, consecuencia de las agresiones de la noche anterior y del hambre crónica.

Bella intentó sujetarse en el borde de la mesa, pero sus fuerzas la abandonaron la pizza se deslizó de su mano. Con un golpe sordo contra la alfombra, ella se desplomó, cayendo inconsciente en el suelo de mármol pulido de la oficina.

Luigi Pavini estaba de pie en un instante el miedo y la sorpresa paralizaron al Don implacable, él corrió hasta ella, arrodillándose al lado del cuerpo inerte de la mujer que lo asombraba.

—¡Bella! — Él la llamó, ignorando el protocolo. — ¡Cristo!

Al tocarla, él sintió la fiebre y, sin querer, rozó el brazo de ella, él percibió la piel sensible y, al levantar la manga del blazer, vio un hematoma feo, amarillo y morado, ya en fase de cicatrización, pero innegablemente resultado de un golpe.

La Sra. Martinelli era más que una secretaria misteriosa, ella era una tela de dolor y secretos, y él, el Don, estaba a punto de descubrir exactamente quién la estaba lastimando, el silencio en la oficina de Luigi fue quebrado solo por la respiración tensa del Don. Él estaba arrodillado al lado de Bella, el rostro endurecido en una máscara de choque la visión de aquel cuerpo frágil, las marcas moradas expuestas en su brazo, encendió una furia fría en su pecho.

Alguien había tocado en lo que era de él y él haría a ese alguien pagar.

Él tomó el celular y discó el número que raramente usaba.

—Madre, necesito de usted. Ahora.

—¿Luigi? ¿Qué tono es ese? ¿Qué pasó? — La voz de Cecilia Pavini, médica respetada y su madre, resonó del otro lado de la línea, cargada de preocupación.

—Mi secretaria se desmayó. No despierta. Y… hay algo errado, madre, ella está lastimada venga para la empresa, para mi oficina. Nadie debe saber de eso. Use la entrada de servicio.

—Estoy en camino, mantenga la calma, hijo.

Luigi desligó, pasando la mano por el cabello, él tomó a Bella cuidadosamente en los brazos y la llevó para el sofá de cuero de la sala, cubriéndola con un chal. El miedo que él sentía era un intruso, una emoción que él había enterrado hace años, pero que ahora resurgía con fuerza.

Quince minutos después, Cecilia Pavini irrumpió en la sala, una mujer elegante, de cabellos plateados y mirada perspicaz, con su maletín médico en la mano.

—¡Dios mío, Luigi! ¿Quién es esa chica? ¿Qué aconteció?

—Es Bella Martinelli mi secretaria, ella se desmayó hace poco estábamos trabajando.

Cecilia se arrodilló y comenzó a examinar a Bella Tomó el pulso en el cuello y examinó los ojos.

—Hipotensión severa, extenuación extrema… y la glucosa está baja y la presión está muy alta, Luigi.

Cecilia desabotonó el blazer de Bella para chequear sus latidos cardíacos el horror se instaló en el rostro de la médica. Al deslizar el tejido, las marcas moradas y amarillentas se esparcían por su tronco y costillas, visibles incluso en la penumbra de la oficina.

—Mio Dio! — Cecilia siseó, tirando del tejido delicadamente. — Luigi, ella fue golpeada. Recientemente.

El aire congeló el Don apretó los puños con tanta fuerza que los nudillos de los dedos quedaron blancos.

—¿Quién… quién hizo eso? — La voz de él era un susurro peligroso, la furia ahora un iceberg mortal.

En cuanto Cecilia continuaba el examen, apartando el tejido de la blusa y sintiendo el abdomen pálido de Bella, sus ojos se agrandaron. La delgadez de Bella, que Luigi había notado, acentuaba un sutil volumen en su vientre.

—Ella está muy delgada, hijo, pero… — Cecilia miró para Luigi, la revelación brutal en sus ojos. — Y creo que ella está embarazada.

Luigi se tambaleó un paso para atrás, como si hubiera llevado un tiro, ¿embarazada de él? El recuerdo de aquella única noche lo atingió.

—No, no puede ser.

—Sí, puede ser, por mis estimativas, ella debe estar en el segundo trimestre es sutil, pero está aquí y con la desnutrición, es un embarazo de alto riesgo.

Cecilia continuó el examen cada toque en Bella revelaba una nueva herida: marcas de dedos en el brazo, excoriaciones recientes en la pierna Cecilia, a pesar de ser madre del Don de la Mafia, era una médica, y el abuso que veía era revoltante.

—Ella está siendo torturada, Luigi no son solo bofetadas es violencia metódica.

De repente, Cecilia jadeó, sus ojos se movieron para el tejido de la blusa de Bella una mancha roja, sutil, pero creciente, apareció.

—No puede ser… — Cecilia se levantó rápidamente y corrió para tomar algo en su maletín. — Ella está sangrando, Luigi Dios mío, ¡ella está teniendo un aborto!

El pánico sustituyó el choque en Cecilia.

—¡Rápido! ¡Ayúdame! Tenemos que sacarla de aquí ella necesita de un hospital.

Luigi, paralizado hasta entonces, actuó por puro instinto la paternidad, el riesgo de perder una vida, lo atingió con una fuerza primitiva, él levantó a Bella con cuidado extremo.

—¿Para cuál hospital? No podemos llevarla a uno público van a hacer muchas preguntas.

—Ella va para nuestro hospital nadie va a cuestionar la internación ¡vamos ahora!

En cuanto Luigi cargaba a Bella, una furia helada y calculadora tomó cuenta de él los problemas de la empresa eran nada. La mafia era un juego de niños alguien hirió a la madre de su hijo, alguien tocó en lo que era de él y él haría el infierno parecer un paraíso comparado al que los responsables irían a sufrir.

—Llévala para el coche, hijo. — Cecilia lo apuró. — Yo voy contigo, no oses perder a esa criatura, Luigi tú no vas a sobrevivir a otra pérdida.

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