César es un CEO poderoso, acostumbrado a tener todo lo que desea, cuando lo desea.
Adrian es un joven dulce y desesperado, que necesita dinero a cualquier costo.
De la necesidad de uno y el poder del otro nace una relación marcada por la dominación y la entrega, que poco a poco amenaza con ir más allá de los acuerdos y transformarse en algo más intenso e inesperado.
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Capítulo 20
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...A veces, es fácil sonreír...
...A veces, solo frunce el ceño...
...A veces, es solo dormir...
...A veces, no mejora...
...A veces, es fácil oír...
...A veces, es una gritería...
...A veces, es un pozo sin fondo...
...A veces, es una escalera...
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Adrian salió de casa con sus audífonos y por algún motivo puso en la playlist con las canciones del grupo Supercombo. La primera canción que empezó a sonar fue Maremotos.
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...Calma, va a pasar...
...Espera a que la tempestad aclare...
...Los maremotos de química surgen...
...Desordenan tu cabeza a todo vapor...
...Calma, va a pasar...
...Espera a que la tempestad aclare...
...Las almohadas se derriten por la noche...
...Todos los que te presionan, no saben el dolor...
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Mientras caminaba por las calles en dirección a Serrano Tech, intentaba no pensar en cómo sería su vida de ahí en adelante. Por seis meses él no sería más dueño de sí mismo. ¿Pero qué haría si necesitase y, ciertamente, necesitaría más dinero? ¿Será que César extendería el contrato? ¿Hasta cuándo? ¿O pediría otra cosa a cambio?
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...A veces, se esconde de sí...
...A veces, da la cara...
...A veces, no se puede huir...
...A veces, tú solo viajas...
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Adrian cerró los puños que estaban en el bolsillo de la sudadera. La mochila estaba un poco más pesada de lo habitual, con un par de zapatillas de repuesto, tres camisetas, dos pantalones más, siendo uno vaquero y otro de sudadera, una sudadera y cinco calzoncillos. Obviamente que él tenía más ropa que eso, pero esas eran las mejores piezas que él disponía en aquel momento. Y, además de eso, él tenía la esperanza de que César desistiera de la idea de llevarlo a la casa.
A medida que se aproximaba a la sede de la empresa, sus pasos se volvían más pesados y arrastrados. ¿Qué será que César vio en él? ¿Por qué César estaba haciendo todo aquello? Él solo estaba allí en la empresa porque el CEO de ella se había interesado por él... Si no fuese eso... Adrian sacudió la cabeza para espantar aquellos pensamientos.
César era un sádico, manipulador y, en el momento, la persona a quien él debía una cantidad absurda de dinero.
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...El yo de dentro siempre queda enterrado...
...Para conocer, necesitas cavar...
...Nuestras semillas siempre quedan aisladas...
...Para conocer, necesitas plantar...
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Por algún motivo que Adrian no entendió en aquel momento, flashes de su infancia tomaron su mente: su padre, con el uniforme militar, ostentando las condecoraciones hablando como si estuviese en un cuartel; del otro lado de la mesa, su madre con un ojo morado, según ella había sido alergia a la picadura de algún insecto mientras limpiaba el patio.
Aunque fuese niño, Adrian sabía lo que era aquello. Él había escuchado.
— Estás criando la m13rd4 de un m4r1c0n, Paula. — Él escuchó al padre gritando a la esposa.
— Para con eso, Cláudio. — La voz de la mujer era llorosa y baja, pero aún audible. — Él solo prefiere cantar y estudiar a ver un espectáculo de palizas... Sabes que ese negocio de lucha libre no es lugar para niñ...
La mujer se calló.
— Él ya tiene edad suficiente para empezar a comportarse como un hombre de verdad. Y hombre de verdad, Paula, no se queda perdiendo tiempo con tonterías de estudiar y esas cosas que él hace.
Adrian, en el auge de sus once para doce años, se tragó el llanto, tiró lejos el osito que dejaba a su lado en la cama. Su padre tenía razón, él no estaba actuando como un hombre. De aquel día en adelante, algo en Adrian cambió. Él estudiaba menos y practicaba más deportes, hasta los que él detestaba.
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...Nuestras espinas siempre quedan apuntadas...
...Es protección para no decepcionarse...
...Nuestros miedos son nuestros papagayos...
...Pesados los hombros y repiten mantras infernales...
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Cuando Adrian se dio cuenta, estaba a pocos pasos del hall de Serrano Tech. No sabía por qué se había acordado de aquello, pero prefirió olvidarlo nuevamente. Inspiró profundamente y entró en el edificio, fichando justo después.
Adrian se dirigió hasta su mesa y se encontró con César sentado delante de ella. No había nadie más en el local aún.
Adrian retiró los audífonos y desvió la mirada del CEO, que se levantó de la silla y se aproximó a Adrian.
— No veo las maletas... — susurró al oído del muchacho.
Adrian tragó saliva. César movió los ojos hasta la mochila de Adrian y una sonrisa curvó sus labios.
— ¡Buen chico! Espérame después del expediente.
Sin esperar la respuesta de Adrian, él dio la espalda y salió de la empresa. Adrian se sentó y sintió una voluntad enorme de llorar. Sabía que estaba haciendo todo aquello por algo mayor, por su hermana. Sin embargo, en el fondo, parecía que había algo más, algo que intentaba transponer las barreras que él había creado en algún momento. Él solo no sabía si eso sería bueno o malo.