LOS CREADORES DEL PASADO (VALERIAN WORLD)

Mientras el Juez daba sus órdenes, Dely entrenaba en el lago con Raquel, ignorante del peligro.

—¡Más alto, Fénix! —gritaba la sirena, lanzando olas con su cola.

Durante este tiempo, los Brown habían estado proporcionando una pócima para la princesa Fénix, Jonier la había encargado para que la tome todas las mañanas y antes de su entrenamiento. Sus habilidades había progresado notablemente.

Dely, cuyas ráfagas de fuego ahora se extendían más de dos metros, reía entre jadeos. No notó las sombras que se movían entre los árboles. Tampoco vio al Cazador Mayor, observándola desde la distancia, un collar de Hierro Maldito brillando en su bolsa.

El aire vibró con un sonido como cristales rompiéndose cuando el collar de Hierro Maldito se cerró alrededor del cuello de Dely. Por un segundo, todo su fuego se apagó, sus venas incandescentes desvaneciéndose en humo.

Dely se quedó fría durante unos segundos. Era algo que no lo había advertido, pero su instinto de lucha se activó en esos segundos.

El cazador sonrió, mostrando dientes amarillos y negruzcos como los de un muerto en vida.

—Ven, belleza—susurró, tirando de la cadena—. Tu Rey no puede salvarte ahora —dijo con lascivia. Pensaba divertirse con esa belleza antes de sacarle la piel, nadie recaería a una dulzura como esa.

Pero entonces algo cambió.

Las venas de Dely ardieron como lava bajo su piel, iluminando el bosque con un resplandor carmesí. El collar empezó a ponerse al rojo vivo, luego naranja, luego blanco…

—¿Q-Qué...? —el cazador soltó la cadena, quemándose los dedos—. ¡Eso es imposible! ¡El Hierro Maldito no puede! —el hombre entró en pánico, era la primera vez que se sentía tan impotente.

Dely alzó la mano. El collar estalló en cenizas. Pero ella solo podía ver a su objetivo, así que decidió que debería cazar.

—Hoy no quería matar a nadie —dijo, mientras el fuego la envolvió como un manto de plumas escarlata—. Pero tú insististe —su sonrisa mostraba todo menos calidez, era hora de ver como odia manejar a sus pichoncitos.

El cazador corrió. No como un depredador, sino como una presa. Dely no lo persiguió. Simplemente, alzó una mano y un ave Fénix salió de su bruma de fuego —un poco pequeño, pero veloz, increíblemente veloz, se disparó hacia él.

El hombre corría por el bosque, detrás de él, una hermosa ave que parecía una pintura, lo seguía sin misericordia. El hombre gritó cuando las llamas lo envolvieron, quemando su carne, y un halo azul salió de fuego, su alma que fue capturada por el nigromante que esperaba tranquilo al sentir la muerte.

Cuando cayó al suelo, ya no había más que polvo y un olor a azufre. Lo había desintegrado, literalmente, era un fugo más mortal que cualquiera.

Raquel, aun en el agua, tembló.

—Dely... —llamó, pero la Fénix no la escuchó. Raquel salió del agua convirtiendo su hermosa cola de sirena en piernas y se acercó con cautela, ese Fénix era realmente hermoso y letal.

Sus ojos ya no eran verdes. Eran oro líquido, como los de un dios antiguo.

Dely escuchó una voz gruesa y resonante cerca de ella, haciendo que sus lindos ojos recuperaran su habitual verde esmeralda. Se volteó y lo vio allí, parado con expresión preocupada, el rostro marcado por el susto. No pudo contenerse: se acercó rápidamente a él y mostró su lindo cuello con un pequeño puchero, quejándose a su protector sobre lo que acaban de hacerle.

Esos días ellos estaban más unidos, la pasión se había encendido como un volcán y la confianza de Dely en Elian era cada vez más fuerte.

Elian tocó el delgado cuello, buscando heridas o marcas dejadas por aquella cosa que la había atacado. Pero ella estaba bien. Con un gesto tierno, le acarició el cabello mientras miraba a su alrededor, alerta. Sin necesidad siquiera de una orden, veinte Dragónes se internaron en el bosque para eliminar cualquier otro peligro. El Juez de Almas estaba cruzando todos los límites, y el Rey Dragón estaba más que furioso. Realmente indignado.

Fue entonces cuando la linda sirena Raquel, su compañera de chismes y ahora amiga, se acercó a Dely con cara de preocupación, aunque en el fondo estaba sumamente contenta por el poder que la joven Fénix había desarrollado. Definitivamente, Dely parecía estar cultivando su fuego de forma satisfactoria. Si no fuera por la guerra iniciada por los Santísimos de las Almas, las cosas serían mucho mejores. Pero Raquel no podía dejar que la situación se saliera de control, especialmente ahora, cuando estaba a punto de revelarse una gran noticia que ella ya había descubierto.

Estos meses de entrenamiento habían sido realmente motivadores, pero Raquel también había notado ciertos cambios en su linda amiga. La astuta sirena no se equivocaba: sabía exactamente lo que estaba pasando.

Elián llevó a Dely a su habitación de inmediato. No quería que corriera más riesgos; estaba genuinamente preocupado. En ese momento, Serafín salió corriendo. El tío de Dely era su custodio más empeñoso y siempre estaba pendiente de "su niña", aunque ya estaba al tanto de lo que ocurría entre ella y el Rey Dragón.

Esos dos estaban más enamorados que nadie. Sin embargo, en un entorno tan peligroso como aquel, todo podía salir mal. Y lo que más temía Serafín era que el Rey Dragón terminara traicionándola de nuevo, tal como había sucedido en su vida pasada.

En su ansiedad terminaron llamando a la matriarca de los Brown, querían ver si realmente ella no había sufrido ningún daño.

Dely, por otro lado, solo negaba con la cabeza, debía hablar con Raquel para que los calme, aunque no está segura si va a ser todo lo contrario.

La matriarca del clan Brown entro para revisar a la princesa, la cual casi se cae de la silla cuando revisaba el pulso de la joven princesa. Dely la miraba con preocupación.

La matriarca Brown estaba perpleja. El patriarca del clan Grau entró para ver lo que pasaba, se dio cuenta la cara de asombro de Gerona, quien miraba el vientre de la joven asombrada y confundida. Así que decidió verificar lo que pasaba. Cuando el viejo Grau puso sus manos en el vientre de Dely…

El hombre retiró las manos como si se hubiesen quemado. Tartamudeó varias veces y salieron sonidos de sus labios que no eran palabras y tampoco ruidos.

—Esto…, hay dos dones dentro de la princesa, son dos niños… y uno…, uno es un Dragón —dijo temblando, algo que jamás se había visto antes, inaudito.

Dely se sobresaltó… ¿Embarazo?, ¿quién está embarazada?, pensaba afligida mientras todos ahí estaban paralizados, menos Elian, él estaba más que contento.

Se dio cuenta rápido que la situación era más grave de lo que pensaba, se acarició el vientre con una alegría extraña, y después recordó la situación y miró furiosa a ese Dragón desvergonzado, no solo la había atrapado en sus garras, sino que ahora resulta que van a tener hijos.

—Tú…, dijiste que los Dragones no embarazaban a nadie… —dijo mirando a Elian con furia y confusión.

—Tú…, lagarto lascivo… —gruñó indignada.

*_*

El rumor del ataque a Dely se había extendido como fuego entre los clanes, desatando una ola de indignación generalizada. No tardaron en llegar las primeras respuestas:

El Nigromante, envuelto en su aura de muerte helada, se presentó ante la Princesa Fénix sin previo aviso. Poco después, la Gran Matriarca del Clan Grau que ya se encontraba en la residencia con mirada de acero; para ella, esto era el colmo absoluto. Incluso el padre de Raquel, el poderoso Tritón conocido como "El Leviatán de los mares" por su dominio sobre las aguas oscuras, acudió a verificar el estado de Dely.

La situación se complicaba más de lo previsto.

Fue entonces cuando Elián tomó una decisión: era hora de tener una conversación definitiva, especialmente ahora que el médico real había confirmado las sospechas de su círculo íntimo.

—Le estabas dando la pócima del Clan Brown— acusó el nigromante, los ojos ardiendo con furia contenida—. Y lo sabes perfectamente —dijo el joven nigromante, aún no les habían informado de muchas cosas y ahora sienten que Dely está siendo envenenada.

El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier palabra. Aquel brebaje, administrado en secreto durante meses, tenía un único propósito: acelerar lo inevitable. Jonier lo había encargado en cuanto Elian confirmó su primera noche juntos.