Adrien Marlow siempre consideró a Kai Min-Fletcher un completo patán cuya actitud y personalidad dejaban mucho que desear. Era bruto, arrogante y un imbécil que a veces disfrutaba despreciar a los demás, justo el tipo de persona que Adrien detestaba. Por ello creyó que nunca se relacionarían. Pero entonces, en una noche de lluvia, descubrió algo inesperado: ¿Kai estaba llorando? Antes de que pudiera pensar con claridad, los dedos de su mano presionaron el botón de su cámara. Cuando el sonido alertó a Kai, Adrien no era consciente de que, en ese momento, su vida estaba a punto de cambiar… y que, quizá, también cambiaría la vida de alguien inesperado.
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Después de reír, Kai se cruza de brazos, aunque su sonrisa permanece. No creyó que Adrien le seguiría el juego. Tampoco lo imaginó bromeando al respecto, por eso, cuando lo escuchó referirse a sí mismo como su acosador, le causó mucha gracia. Sin embargo, seguir molestándolo con eso ya no parece factible. Es una pena; a Kai le gustaba verlo fruncir el ceño cada vez que lo llamaba así.
—¿Y bien? ¿Vas a decirme para qué me necesitas? —pregunta Kai—. Me da curiosidad saber cómo supiste que estudio en esta facultad.
—¿Cómo sabes que te estaba buscando específicamente a ti?
Ahora es Adrien quien se cruza de brazos. Es cierto que Kai es el motivo por el que fue a la Facultad de Contaduría y Administración, pero no entiende por qué asume que él sería la única razón. Tiene libre albedrío; si quisiera, podría visitar cualquier facultad de la universidad.
—Pues no fuiste muy discreto. Me topé con varias personas murmurando que un chico alto, de cabello castaño y aspecto refinado andaba preguntando por mí —explica Kai—. Tú fuiste el único que se me vino a la mente. Entonces, ¿cómo lo descubriste?
¿Tanto llamó la atención? Adrien se siente un poco avergonzado. A diferencia del chico que tiene enfrente, no quería causar un alboroto en una facultad ajena. No creyó que preguntar por Kai generaría un revuelo.
—No fue gran cosa, solo le pregunté a Dylan.
—¿Dylan? —Kai intenta recordar a quién conoce con ese nombre—. ¡Ah! Hablas de la garrapata que siempre anda pegado a la arpi- digo, a Edith.
A pesar de que Kai se corrigió al final, a Adrien no le gustó para nada que se refiriera de esa manera a su amigo. De inmediato, expresa su disgusto:
—¿Garrapata? No deberías usar esos apodos. ¿Es muy complicado llamarlos por su nombre?
—No lo tomes personal. La gente pone apodos todo el tiempo, ¿no? Incluso tú debes tener uno para mí —desafía.
—Aún así... —Adrien suspira. Por mucho que le diga que no es correcto, no es como si fuera a cambiar—. Sabes qué, olvídalo.
Descruzándose de brazos, se rinde de dar un regaño sin sentido. En su lugar, toma asiento junto a Kai. No es muy cómodo: la piedra con la que está construida la fuente ha absorbido parte de la humedad y el calor. Kai lo observa sin entender este cambio; había esperado un largo sermón de su parte. En este punto, se da cuenta de que Adrien no es tan predecible como pensaba.
—Mejor te comento el motivo por el que estoy aquí —dice Adrien luego de sentarse—. Para empezar, el viernes te fuiste con la ropa que te presté, y también me dejaste tu casco.
—Ah, sí. Ya había pensado en devolverte tu ropa después —confiesa—. La dejé en una lavandería, no me pareció que ese tipo de tela pudiera meterse simplemente a la lavadora. Sobre el casco, puedes quedártelo cuanto quieras. De todos modos, ya no lo uso tanto.
Las palabras de Kai toman por sorpresa a Adrien, quien se da cuenta de dos cosas: no esperaba que él fuera tan considerado como para mandar su ropa a lavar antes de devolverla, y lo segundo... es lo del casco. ¿Lo dirá porque terminó con su novia? Aunque le causa curiosidad, Adrien prefiere no indagar más.
—En ese caso, avísame cuánto será lo de la lavandería, te daré una parte del dinero —asegura, y se toma un momento antes de continuar—. También… hay otra razón por la que vine. Lo que ocurre es que, si es posible, quisiera repetir la sesión.
—¡¿Repetir?! —Kai se exalta, girándose hacia él—. ¿Estás bromeando? Después de todo lo que me hiciste pasar. ¿Por qué querrías volver a hacerlo? ¿Acaso las fotos no fueron buenas?
—No es eso. De hecho, son excelentes. Pero… ese día hice lo que quise y no tomé en cuenta tu opinión —Adrien intenta calmarlo. Será difícil convencerlo si no aclara cuanto antes sus fundamentos para hacerlo—. Esta vez, quiero tomar fotos con las que te sientas cómodo. Si crees que la sesión anterior sería un desperdicio, entonces puedes elegir solo las fotografías que más te gusten. Esas serán las que le daré a Edith.
Hubo un breve silencio. Kai parece confundido. No entiende por qué Adrien está empeñado en conocer su opinión. ¿No podría simplemente usar las fotos que ya tienen? ¿Para qué tomarse la molestia de buscarlo? Sí, la sesión anterior no fue del todo agradable para él. No por las poses o el vestuario, sino porque Adrien —inconscientemente— lo tomó con la guardia baja. Pero eso tampoco es motivo para hacer otro intento. Si las fotos salieron bien, ¿para qué complicarse?
—Eres… raro.
—Podría decir lo mismo —responde Adrien, notando que la postura de Kai se relaja. Es una buena señal—. ¿Entonces? ¿Aceptas?
Kai vuelve a mirar al frente, reflexionando sobre la propuesta. En realidad, no está seguro de querer hacerlo. Adrien puede parecer alguien recto y de principios, pero el viernes pasado Kai sintió una señal de alarma: Adrien es peligroso. Quizás sea capaz de romper cada una de las barreras que ha construido y meterse en lo profundo. Y eso sería una tragedia. Porque Kai no quiere aferrarse a nada que, en un año, tendrá que dejar atrás.
—Está bien —acepta Kai—, pero ahora las fotos serán en un espacio abierto.
Al tomar su mochila, saca uno de sus cuadernos y arranca una hoja. Después busca una pluma y anota una dirección. Al terminar, se la entrega a Adrien.
—Te veré el domingo en este lugar, a las tres.
Cuando Adrien toma la hoja, Kai se pone de pie y se sacude ligeramente el pantalón. Luego vuelve a colocarse los lentes y la gorra. Sin decir nada más, le lanza una última mirada a Adrien antes de marcharse. Como siempre, se va sin molestarse en despedirse.
..."Supongo que… resultó mejor de lo que esperaba."...
Adrien observa la hoja y lee la dirección que Kai anotó; no tiene idea de qué lugar podría tratarse. Entonces nota algo en una de las esquinas: una pequeña ilustración de un pato. Seguramente todas las hojas del cuaderno tienen ese mismo detalle como parte del diseño. ¿Será que a Kai le gustan los patos? Su sudadera también tenía uno. Sin darse cuenta, su expresión se suaviza, conmovido por ese pequeño descubrimiento.
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