Bailando Con El Peligro

Dicho ello, me retiro directo hacia la antigua habitación del viejo. Si hubiera un lugar en el que probablemente pudiera encontrar algo sería allí.

Rebusco entre cada espacio y compartimento del mesón, detrás de los espejos y en el techo bajo, cerca al baño privado… nada, ni un solo rastro de alguna pequeña pista. Puedo sentir cómo la respiración se me vuelve cada vez más pesada, me estaba enloqueciendo ahora mismo.

De no haberle asesinado tendría la posibilidad de sacarle la verdad a la fuerza, ¿pero ahora qué debía hacer? No había una sola persona que le interesase encontrarla, ni siquiera su propia familia otorgaba una sola pista sobre cómo sucedieron las cosas realmente.

–Killian…

La voz de Laila me sorprende por primera vez en mucho tiempo. Nuevamente había entrado dentro de mi perímetro sin que me diese cuenta.

No quiero verla. No deseo escucharla ahora mismo, pues no me encontraba con la estabilidad mental como para enfrentarla adecuadamente. Sabía que lo que había hecho allá atrás estuvo mal, y era aún más consciente que todo esto me estaba superando.

–Vete.

Suelto con frialdad, controlando un todas mis fuerzas la tonalidad de mi voz, después de todo, aún debía cumplir con el papel de buen esposo frente a mi clan.

Su presencia se siente tan fuerte que mi piel no es capaz de sentir ningún otro estímulo que ella, y era aún peor sentir cómo su perfume inundaba cada rincón de la habitación, llenandome … Hechizándome.

–¿Qué no entiendes que no quiero verte?

Completo, esperanzado con que con una respuesta dura, ella se fuese como aquella vez que intentó curar mis heridas en esta habitación. Una punzada me llega directo al pecho, superando la sensación de desesperanza que me dominaba hace un rato.

Un resoplido burlón sale de su boca de inmediato, logrando exasperarme. ¿Realmente no entendía que la podía lastimar aun cuando en el fondo, las cadenas con las que me ataba seguían reteniéndome?

Volteo rápidamente y la arrincono contra la pared. Podía sentir como la adrenalina subía por mis venas. Esa sensación, esa risa que hacía eco en mi mente y su rostro completamente calmado hace que quiera jugar con ella, amenazarla y hacer que me odie.

La tomo del mentón, obligándola a verme a los ojos, permitiéndome así deleitarme con esa mirada despiadada. Vaya que me estaba enloqueciendo. Había caído rendido a sus pies, obligándome a mí mismo a nunca cuestionarla.

–Puedo hacerte llorar de nuevo, así que lárgate de aquí antes de que cambie de opinión.

Suelto, sintiendo como las cadenas se enroscan en mis muñecas, reteniéndome de cumplir esas palabras. Un deseo tan fuerte que debía ser suprimido con una fuerza sobrehumana.

Ella, por el contario sonríe, retirándome con fuerza la mano sin dejar de encararme con su característica furia temeraria.

–Te crees que eres tan capaz de derribar a La Durga como para amenazarme de esa forma, pero te equivocas. Solo eres un niñato que no para de derrumbarse al primer bache que encuentra, suplicando porque alguien le tienda la mano.

Suelta, regalándome una sonrisa sarcástica, una que no había conocido antes. Por un momento su mirada feroz me hipnotiza, obligándome a registrarla en mi mente como una cámara fotográfica. Tomo y registro cada uno de sus rasgos para mí, apreciándolos como algo único.

Repentinamente, vuelve a soltar una burla coqueta, al tiempo que su mirada me penetra el alma. Se había dado cuenta de cómo con una sola mirada era capaz de adentrarse en mi cabeza.

–No me estás prestando atención.

Completa, empujándome con fuerza hacia la cama. La combinación de su perfume en toda la habitación y sus repentinos cambios de humor hacen que me domine por completo, haciéndome ceder ante su fuerza con extrema facilidad.

La sensación del colchón en mi espalda me hace recobrar momentáneamente el sentido de la realidad, no podía dejarme llevar o de lo contrario no tendría salida de esto.

Intento levantarme, sin embargo, su peso sobre mi torso me mantienen aun sobre la cama. Puedo sentir su aliento rodeándome. Esa maldita mirada que me envuelve y con la que suele comenzar su jugarreta me anticipan ante su encanto.

Un repentino impulso de besarla he impedirle irse de la habitación hasta estar satisfecho, se apoderan de mí. Esto era completamente peligroso si no tomaba las riendas de mi cuerpo.

–Quítate.

Logro ordenar con mucho esfuerzo y fuerza mental.

–No. No pienso irme de aquí hasta que escuches lo que tengo por decir.

Se niega, tomándome de la corbata y acercando su rostro aun más de lo que ya de por sí estaba. A esta distancia podía observar con facilidad esos labios color carmesí que me habían cautivado desde aquel primer encuentro.

Puedo sentir el sabor de sus labios con solo recordar aquel ultimo beso, impulsándome a relamer los míos en un impulso de saborear más de aquel dulzor. Lentamente subo mi mirada hacia su mirada, la cual me observa con arrogancia desde esa posición.

...<>...

Suelto en mi mente, evitando que aquellas palabras sean expresadas por mi boca; sin embargo, mi mirada era algo que no podía controlar y sabía que con ella le estaba comunicando desesperadamente que no se detuviera allí.

–Sigues pretendiendo que puedes con todo lo que te rodea, pero te dejas llevar con facilidad – Completa, manteniendo esa posición dominante – Será mejor que dejes de culparme por tu incapacidad de ver más allá de tu nariz y comiences a comportarte como un hombre.

Aquellas palabras entran como una flecha directo al pecho. Ella tenía razón, la había culpado de algo en lo cual solo yo tenía poder. Desde el principio me dio a elegir y yo no hice más que seguirla por mi propia fuerza; culpándola una y otra vez de lo que había hecho desde que la dejé escapar de las garras de Piero Miwra, hasta mi desesperación por cumplir mi promesa.

Finalmente me suelta, y en silencio, se retira de la habitación. Yo por el contrario, sedo ante la realidad y me dejo caer sobre el colchón nuevamente. Había matado al viejo por que era algo que había deseado desde pequeño, sin embargo, ello no habría sido posible si ella no me hubiese extendido la mano… sin haberlo hecho no hubiese encontrado una forma de llegar a esa información, simplemente hubiese caído en la desesperación.

La verdadera razón por la cual había explotado en su contra se hallaba en la frustración por su rechazo; por enfrentarme al hecho de que me era francamente imposible olvidarme de ella y hacerme a la idea de que jamás me amaría con la misma desesperación como yo la amaba a ella.

Esa maldita sensación de vacío profundo vuelve a aparecer en mi pecho. ¿Sería capaz de dejarla ir así como soy incapaz de rendirme con cumplir mi promesa con Lilith? ¿Sería capaz de entregarla a otro hombre así de fácil? …

La sensación de agua cayendo gota a gota hace eco en mi mente. Si la obligaba a quedarse a mi lado, ella lloraría nuevamente. La respuesta a todas esas preguntas era clara.

...<>...

Finalmente lo comprendía, y aunque me fuese francamente doloroso ceder ante su deseo, no podía hacer que esa bella flor del infierno se marchitase por mi culpa.

–Qué patético

Se burla Iker en el marco de la puerta. Le había sentido cerca a la habitación, pero no esperaba que se atreviera a entrar sin avisar en este cuarto en específico.

–Cállate – Suelto resignado, levantándome de la cama – ¿A qué has venido?

–Vine a consolarte, querido hermanito

Responde con un tono que hace que la piel se me erice de solo escucharle. Tal parece que mi desagrado es tal que no pude evitar expresarlo con mi rostro, pues Iker suelta una carcajada, feliz de haber logrado su cometido.

–Es broma Jefe, Jairo me ha pedido que venga a avisarte que hay alguien que te está buscando y es sumamente urgente que le atiendas.

Que fastidio. Esperaba poder seguir buscando una pista dentro de la habitación ahora con más calma, pero este mundo no para de solicitarme constantemente en un problema tras otro.

–¿Por qué no ha venido él directamente?

Pregunto, recorriendo el pasillo hacia el despacho, al tiempo que evalúo detenidamente a los que estaban a mi alrededor. Una costumbre que había adoptado desde que llegué a la mansión, ya que no confiaba en nadie a mi alrededor.

–Parece que aprecia su último ojo más de lo que yo creía.

Completa, observándome con una sonrisa enmarcando su rostro. Una que me hace recordar que ya había pasado mucho sin ver esa vida en el rostro de Laila.

–Será mejor que te encargues de los entrenamientos, yo puedo encargarme de esto sin problemas.

Suelto, sacando el arma de la canana y verificando la carga.

En cuanto entro al despacho, no puedo contener mi sorpresa al encontrar a esa mujer allí. Una carcajada se escapa de mi boca, al tiempo que apunto mi arma hacia Fiorela.

–¿Qué demonios haces aquí?

Pregunto, observando detenidamente el lugar. La conocía perfectamente y sabía que sería capaz de ocultar una cámara, micrófono o incluso un explosivo a control remoto con facilidad.