La Venganza De Alaia

La idea de que todo el desplante con Nayana había sido, en el fondo, una prueba, un catalizador para su ascenso, era embriagadora para Cataleya. La humillación se transformó en un desafío, y el dolor de sus manos vendadas, en una insignificante molestia comparada con el brillo de la corona ducal.

Finnian la observaba con esa mirada calculadora, una sonrisa apenas esbozada en sus labios, sabía que había plantado la semilla perfecta. Cataleya, desesperada por poder y validación, mordería el anzuelo. Y mientras ella se afanaba en su "preparación", él tendría la libertad de actuar sin sus histéricos arranques.

- Gracias, Finnian - murmuró Cataleya, su voz aún un poco ronca, pero con un nuevo brillo de determinación -. No te defraudaré, te demostraré que soy digna. Que Seraphina tendrá la Duquesa que merece.

-Confío en ello, Cataleya. Ahora, deberías descansar. Ha sido un día agotador para ambos.

Cataleya se despidió con una reverencia, un atisbo de la gracia que creía poseer. Al salir del gran salón, el retrato de Liora en el pasillo pareció mirarla con una sonrisa condescendiente. Por un instante, la rabia volvió, pero la promesa de Finnian la acalló. 'Ella fue Duquesa', pensó Cataleya, 'pero yo seré la Duquesa y no solo por un instante'. El cuadro, en su mente, era un mero recordatorio del pasado, no una amenaza para su futuro.

Mientras tanto, en su propia residencia, Nayana se sumergió en el informe que había preparado para Finnian. A pesar de haberlo entregado, quería asegurarse de que no hubiera dejado ningún cabo suelto. Cada número, cada fecha, cada irregularidad que había encontrado en los libros de Cataleya era una pequeña victoria, una gota de veneno en el pozo de poder de Finnian.

El sonido del galope de caballos interrumpió su concentración. A través de la ventana, vio a los guardias del ducado, encabezados por uno de los capitanes de Finnian, que se detenían frente a su casa, venían a entregar un nuevo cargamento de documentos. Cajas y cofres llenos de pergaminos, sellados con el blasón de Seraphina. Finnian no perdía el tiempo. Quería la verdad, y la quería rápido.

Una vez sola, Nayana desató los sellos, abriendo las cajas. El aroma a documentos antiguos llenó el aire. Estos eran los libros más profundos: registros de propiedades, contratos de vasallaje, acuerdos comerciales con reinos vecinos, incluso algunos informes militares. Era un acceso sin precedentes al verdadero entramado de poder de Finnian Seraphina.

Los errores de Cataleya en las cuentas superficiales eran solo el principio. La verdadera vulnerabilidad de Finnian, el verdadero corazón de su poder, residía en estos documentos. Sabía que debía ir más allá de las meras transacciones financieras. Necesitaba entender las alianzas, las deudas ocultas, las fuentes de su verdadera influencia. Y, crucialmente, necesitaba encontrar la conexión con el Ducado Elowen, para revisar todos los documentos y que nada pasara desapercibido necesitaba ayuda, y no había nadie más confiable que Leopold, en cuanto amaneció lo mando a llamar.

- Lady Nayana, me mando a llamar con urgencia, dígame en que puedo ayudarla…

Nayana sintió una punzada familiar de frustración. Leopold era su roca, su confidente, pero desde que había asumido la identidad de Nayana, él había mantenido una distancia respetuosa, casi dolorosa. La trataba con la deferencia que le daría a cualquier noble, nunca con la calidez o la familiaridad que compartía con Alaia.

- Leopold me seguirás tratando con tanta indiferencia…

- Como más podría tratarla, si no conozco a Lady Nayana, a quien conozco es a Lady Alaia, son personas diferentes.

- Somos las mismas. Solo que una lleva una máscara, para obtener la justicia que tanta ansia.

-No, justicia y venganza son acciones diferentes, la señorita Alaia era diferente. Ella sonreía más a menudo, tenía un brillo en los ojos que esta Lady Nayana, por muy astuta y poderosa que sea, no posee.

- No tengo otra opción, Leopold - dijo Nayana, su voz baja y cargada de dolor -. No puedo permitir que Finnian Seraphina siga prosperando sobre la sangre de mi familia. ¿Acaso has olvidado lo que nos hicieron? Vi con mis propios ojos como asesino a mi hermana, no pienso detenerme hasta que sufra el mismo destino.

Leopold finalmente bajó la mirada, sus ojos encontrando los de Nayana. Había un profundo dolor en ellos, el reflejo de sus propias heridas.

-Nunca lo olvido, mi lady, ni por un solo instante. Por eso estoy aquí, no estoy de acuerdo con el camino que ha elegido para usted misma, no con el sacrificio que exige de su alma. Desearía que tomara otro camino.  Dígame, Lady Nayana, qué necesita que encuentre. Mi lealtad a la señorita Alaia es inquebrantable, y si este es el camino que debe seguir, entonces la seguiré hasta el final. Incluso si ese final es uno que me aterra.

Nayana miró a Leopold, y por un momento, la máscara de Lady Nayana se resquebrajó. Un brillo de alivio y gratitud cruzó sus ojos. Tenía a su lado a la única persona que la veía de verdad, y que, a pesar de sus reservas, estaba dispuesto a apoyarla hasta las últimas consecuencias.

- Gracias, Leopold. Necesito que revises cada acuerdo de propiedad, cada contrato de vasallaje, buscando cualquier rastro de la familia Elowen, que pueda haber adquirido nuestras tierras y bienes. Necesito que no dejes piedra sin remover.

Horas se convirtieron en un día, y el día en una noche, Nayana se perdió en el laberinto de la burocracia ducal. Encontró préstamos a altos intereses a nobles menores del ducado, que los ataban a Finnian de por vida. Descubrió acuerdos de monopolio con comerciantes clave que asfixiaban la competencia y dirigían toda la riqueza hacia las arcas del Duque. Había planes para la adquisición de tierras en el sur, lo que expandiría su influencia y sus recursos agrícolas.

Lo que Leopold descubrió fue lo que en verdad le interesaba a Nayana, documentos relacionados con la familia Elowen, encontró documentos de sumas grandes de dinero que la familia Elowen le había prestado a Finnian. El corazón de Leopold se apretó con cada línea que leía, los términos de los préstamos eran claros, con plazos definidos para la devolución, pero al seguir indagando, cotejando las fechas y los registros de pagos del Ducado, Leopold encontró una verdad gélida: los pagos que Finnian debía hacer para devolver el dinero nunca se llevaron a cabo. Los registros mostraban una interrupción abrupta de cualquier transacción de devolución justo antes de la caída de los Elowen. No había constancia de que Finnian hubiera saldado su deuda.

La aniquilación de la familia Elowen no solo había sido una toma de poder; había sido un acto calculado para saldar una deuda impagable y asegurar una fortuna sin casarse con su legítima heredera. Finnian había eliminado a sus acreedores y, de paso, a su futura esposa, para no tener que pagar.

Con los ojos llenos de una furia silenciosa, Leopold organizó los documentos. Los contratos de préstamo, los registros de pagos inexistentes, el compromiso matrimonial con Liora. Todo apuntaba a un plan frío y despiadado. Cuando Nayana entró en el despacho, sus ojos se encontraron con la expresión grave de Leopold.