Adrían lo tenía todo lo que un muchacho de 19 años pudiera tener, belleza, protección y un futuro prometedor. Pero, sus hermanos lo traicionaron revelando que es gay a sus padres, sin contemplación lo expulsaron de la casa. No esperaban,sin embargo, que todo rastro de él desaparecería, como si nunca hubiera existido, sintiendo la culpa aplastarlos.
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El brillo del atardecer en su cabello
Con el paso de los días, Adrián sintió la necesidad de conectar con el mundo exterior. Pidió permiso para usar el móvil que la hija de Florencia había dejado, y decidió usar la red social Reddit, pues como es anónima, no podían identificarlo. Sin embargo, una de sus amigas, Renata, conocía su nombre de usuario.
Cuando ingresó, encontró varios mensajes de ella preguntando cómo estaba y avisándole que su familia lo estaba buscando, que por favor se comunique con ellos.
Él decidió responder. Le explicó que se encontraba bien y todo lo que había pasado en su vida. También le pidió encarecidamente que no dijera a nadie dónde estaba.
Días después, recibió la respuesta de su amiga, quien le pidió su número. Le pasó el de Florencia y volvieron a contactarse. Adrián se mostró animado, pues volvía a hablar con alguien de su pasado que parecía genuinamente interesada en su bienestar.
Se enviaron fotos y ella se sorprendió por sus cambios. Igualmente, le pidió que reconsiderara volver con su familia, aunque no lo presionó.
En una de las conversaciones surgió el nombre de Daniel. Como lo mencionaba constantemente, ella le preguntó qué tipo de relación tenían. Él explicó que el chico era heterosexual, incluso tenía una hija, así que entre ellos no habría posibilidad. Se despidieron y quedaron en seguir en contacto.
Pasaron algunos días desde aquella conversación. Adrián retomó su rutina en la granja, pero las palabras de Renata quedaron dando vueltas en su cabeza, al igual que la sombra de la pregunta sobre Daniel. A pesar de la distancia, sentía que el contacto con su amiga le había devuelto una parte de sí mismo.
Una mañana de domingo, mientras el sol se filtraba entre las ramas y el aire olía a tierra húmeda, un auto blanco se acercó por el camino polvoriento. Era la hija de Florencia con sus nietos.
Quedaron sorprendidos con el progreso de la granja. Uno de los nietos, al ver a Adrián, sintió que lo había visto en otra parte, pero no sabía dónde. Se lo comentó a su madre y ella le dijo que eran tonterías.
Luego, el muchacho, mientras sacaba unos periódicos viejos que la abuela usaba para iniciar el fuego en el fogón, por casualidad se fijó en una foto en la página de sociales: era Adrián en un evento de caridad con sus padres, un año atrás. El muchacho de la foto era elegante y orgulloso, sonriendo con sus padres.
El nieto gritó:
—¡MAMÁ, VEN RÁPIDO!
—¿Qué pasa, hijo? ¿Por qué me llamás con tanta urgencia?
—Mirá —dijo sosteniendo el periódico—, es él. —Señaló hacia la dirección de Adrián—. Sabía que lo vi en alguna parte. Es hijo de Justiano Torres. Se llama Christopher Torres.
—Estás paranoico, hijo. ¿Qué haría el hijo de un multimillonario viviendo con una anciana en un pueblo perdido?
—Viéndolo desde esa perspectiva, tenés razón, mamá. No tiene sentido. Pero es que el parecido es asombroso.
—No le digas nada a tu abuela. Cuando hablamos por teléfono, me cuenta lo mucho que la ha ayudado en la granja.
El nombre del nieto de la abuela era Damián, un muchacho de piel blanca como la leche, ojos negros, cejas pobladas, cabello negro oscuro como la noche. Vestido con una remera de una selección de fútbol y un short deportivo, observaba con curiosidad a Adrián.
Adrián se dispuso a ir de visita junto a Daniel, ya que estaban los parientes de Florencia y no se sentiría sola. Cargó algunas cosas para llevarle de regalo a su amigo, y justo cuando estaba por salir por el portón, lo llamó Damián.
—¿Te vas al pueblo, Adrián? Yo también quiero ir. Me aburro aquí.
—Okey. Voy de visita a un amigo, y te advierto que camino rápido.
—No hay problema, te seguiré los pasos — espetó no muy convencido Damián.
Damián, durante todo el trayecto, le preguntaba acerca de la vida en la granja, cómo se sentía vivir en un lugar tan alejado de todo, hasta que llegaron a la casa de Daniel.
Él los vio desde lejos, y con una sonrisa los saludó e invitó a ingresar a su patio. Ana estaba cargando y descargando arena en un vaso de aluminio.
Sacó otra silla, pues generalmente tenía solo una disponible para su amigo por si venía a visitarlo.
Se sentaron bajo el mango, y Adrián le contó que era nieto de Florencia y que había venido de visita.
En medio de la conversación, Daniel le dijo a Adrián:
—Chris, ¿cuándo podemos ir al balneario de nuevo?
El de ojos azules sonrió y contestó:
—¿El balneario que dijiste que está cerquita?
Cuando escuchó la palabra Chris, los ojos de Damián se agrandaron. Chris de Christopher. Si es que existen las coincidencias, esta es la más extraordinaria.
Daniel se dio cuenta de que el nieto de Florencia observaba a su amigo. Pero malinterpretó las cosas: pensó que sentía atracción por Adrián y se sintió algo incómodo. No supo entender por qué le causaba esa incomodidad.
—Sí, ese mismo —contestó el moreno.
—No conozco el lugar. Podemos ir ahora mismo —dijo Damián.
—Hoy no tengo nada que hacer en la granja —replicó Adrián.
María se acercó y saludó, luego agregó:
—Oí que quieren ir al balneario. No te preocupes, Dani, yo me quedo con Ana.
Daniel fue a traer unas toallas, luego se acercó a su hija y se despidió de ella:
—Chau, Ana. Portate bien con la tía.
La niña ni se inmutó; estaba muy animada jugando con la arena.
—Qué linda tu hermanita —le dijo Damián a Daniel.
—Es mi hija —dijo el moreno con expresión seria.
La cara de Damián se puso roja de vergüenza:
—Perdón, es que sos tan joven que asumí por eso que era tu hermana.
—La niña se pondrá orgullosa cuando sea grande. Tendrá un padre joven y atractivo —dijo Chris.
Daniel se sonrojó y espetó:
—Ya me avergonzaron mucho por hoy.
Los tres se rieron y fueron al balneario.
Daniel se sintió cohibido. Le gustaba bromear, empujar y salpicar a Chris si estaban solos, pero ahora se mostraba más serio. Aun así, le agradó la idea de visitar el balneario. Después de unas horas, el moreno sugirió regresar, pues no quería abusar de la confianza de su hermana, que gentilmente se ofreció a cuidar de la niña.
Damián quiso sacarse unas fotos, pero Adrián le pidió que no lo hiciera.
—No me gustan las redes sociales —le dijo el rubio.
Él prometió no subir las fotos a las redes, así que accedió a ser fotografiado.
A Adrián la cámara lo amaba, las poses le salían naturalmente.
Se secaron y volvieron a la casa de Daniel. Esta vez la niña corrió hacia su padre y gritó:
—¡Papi, papi!
—Parece que te extrañó la niña —espetó María.
—Nos vamos antes de que Florencia se preocupe —dijo Adrián.
—Un gusto conocerte, Damián —le dijo el moreno y le estrechó la mano con fuerza.
Al alejarse Adrián y Damián, se acercó María a su hermano:
—¿Qué tal les fue? —preguntó.
—Bien, bien —respondió simplemente Daniel.
—Si no te conociera, diría que estás celoso —dijo la hermana con una sonrisa sarcástica.
Daniel fingió una sonrisa. Pero se quedó pensando.
"¿Estoy celoso?"
Esa noche se acostó con esa pregunta rondándole la mente. En sus sueños, vio a Chris, con su cabello rubio resplandeciendo bajo la luz dorada del atardecer. El muchacho se le fue acercando, lento, sereno, hasta que sus narices casi se tocaron… y en ese preciso instante, despertó.
"¿Qué demonios fue eso?"