Adrían lo tenía todo lo que un muchacho de 19 años pudiera tener, belleza, protección y un futuro prometedor. Pero, sus hermanos lo traicionaron revelando que es gay a sus padres, sin contemplación lo expulsaron de la casa. No esperaban,sin embargo, que todo rastro de él desaparecería, como si nunca hubiera existido, sintiendo la culpa aplastarlos.
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El asalto
Al amparo de la oscura noche e intensa lluvia, tres ladrones con paaamomtañas se acercaron con sigilo a la casa de Florencia.Los perros dieron la voz de alarma, pero no podía escucharse por el ruido ambiental.
Con una patada, rompieron la puerta trasera que era la más endeble y pasaron directo a las habitaciones. Despertaron a Adrián, con un arma en la cabeza y lo obligaron a levantarse.
Luego lo maniataron y pusieron cinta adhesiva en su boca para que no de la voz de alarma..
Con la anciana procedieron de la misma manera,pero ella asustada, gritó
— Por favor no me hagan daño, llévense todo lo que quieran.
Uno de los criminales trajo un hacha y rompió el viejo baúl de la mujer, una lágrima recorrió su rostro, era el baúl de su abuela, un objeto que pasó de generación en generación, destrozado en segundos.
Condujeron a Adrián a la pieza de la abuela y los juntaron para vigilarlos mejor, mientras los ladrones buscaban objetos de valor, ni siquiera las ropas se salvaron de la rapiña, dejaron las vajillas de vidrio, pues se estropearían en la huida.
Adrián se sintió impotente, nuevamente fue golpeado, la sensación húmeda y sabor a cobre ya lo conocia, pero era a su vez diferente, ver a la anciana asustada y vulnerable, siendo despojadas de sus pocas pertenencias, se sintió como un clavó en su corazón.
Los criminales se rieron al mirar la foto de la hija de Florencia en la sala.
— Mirá la foto de su hija. Ni siquiera sabía que tenía una— dijo uno de ellos mientras sonreía a carcajadas.
Los bandidos, observaron cuidadosamente para encontrar algo más que llevarse y se fijaron en un objeto brillante en el dedo de la anciana.
— Abuela entrega tu anillo de oro que tienes en tu mano o preparate para las consecuencias— espetó uno de ellos con voz autoritaria.
Ella no dijo nada, apretó los puños en señal de resistencia.
Entonces uno de los criminales la golpeó con la culata de un fusil, luego uno de ellos la inmovilizó y otro le arrebató su anillo.
— Es el único recuerdo de mi marido, por favor, llévate todo, menos éste— Rogó la abuela.
El tercer criminal, trajo el postre de la heladera. Comió frente a Adrián y la abuela.
Al final, dejaron atados a la abuela y Adrián, dejaron un cuchillo cerca de modo que puedan desatarse después.
Adrián alcanzó el cuchillo arrastrándose y luego soltó a la abuela.
El lugar estaba hecho un caos, lo arrasaron todo, no dejaron nada sin remover y llevaron todas las cosas de valor incluyendo los ahorros que juntaron con tanto sacrificio.
La abuela se sacudió como liberándose de un polvo invisible, sin decir una palabra, se dirigió al baño. Lavó su cara. Abrió el botiquin de primeros auxilios y se colocó una crema cicatrizante en el rostro amorotado que se tornó azulado.
Adrián, estupefacto ante la reacción de la anciana preguntó.
— ¿Cómo es posible que reacciones así ante semejante perdida?. Su voz salió más baja de lo que esperaba. Tenía las manos apretadas contra los muslos, y no sabía si era rabia, miedo o vergüenza lo que sentía.
Con una calma casi antinatural respondió— Hijo. he perdido muchas cosas en la vida. Algo mas no hace diferencia.
Salió del baño y ordenó el desastre que los ladrones dejaron, impasible y digna, como si nada en este mundo fuera capaz de doblegarla.
Entonces, Adrián también se puso a la tarea de ordenar imitando a la anciana, al fin y al cabo no había otra cosa que hacer, no tenían siquiera medios para comunicar su situación.
— No te entiendo— dijo el joven mas para si mismo que para obtener una respuesta de la anciana.
Florencia, respondió
— Viví en la revolución del 47, nosotros eramos los azules y nuestros enemigos rojos, vinieron con la intención de asesinarnos en nuestra casa, pero unos vecinos nos avisaron y huimos a la selva,sobrevivimos comiendo cocos y otras frutas por varios días e incluso ratones, suspiró y continuó — era aún una niña en ese entonces.
Adrián la miró con compasión, su forma de actuar era simplemente su instinto de supervivencia, había escapado de las garras mismas de la muerte y sabía cómo sobrevivir.
Entonces el joven, agregó — Es raro, nunca me enseñaron eso en la escuela.
— Es porque aún ellos gobiernan el país, pero nosotros aún recordamos—dijo la anciana mientras apartaba aquellas cosas que fueron destruidas por los ladrones.
Adrián dijo con cierta esperanza — A la mañana siguiente, iré a la comisaría y denunciar, seguro los atrapan y nos devuelven las cosas.
La anciana con más experiencia sabía cómo funcionaban las cosas en ese pueblo, pero no quería destruir la ilusión del joven y respondió con un — Está bien muchacho y le dio golpecitos suaves en el hombro.
Al amanecer, Adrián dio aviso a los vecinos que rápidamente se acercaron y ayudaron en lo que podían a la anciana, el muchacho directo se fue a la comisaría.
Lo recibió el comisario, un hombre regordete de mediana edad, bigotes grandes, baja estatura y piel trigueña, el botón de su camisa estaba a punto de estallar bajo la presión de la corpulencia del hombre.
Recibió al joven con un:
—¿Qué quieres muchacho?
Sin mediar siquiera un saludo, con cierto gesto de prepotencia, de aquel que no respeta ninguna ley, solo satisfacer sus propias necesidades, a pesar de ser puesto para hacer cumplir la ley.
— Quiero hacer una denuncia de robo. Anoche a la señora Florencia y a mi nos asaltaron.
El hombre se incorporó, se tocó el bigote e inició su discurso, poco le importaba el joven:
— Te diré algo por tu bien, esta zona pertenece a los narcos, pedí mi traslado aquí para tener una generosa jubilación y no me refiero a esa miseria que me dará el estado, sino la que me dan mis socios de acá. Viviré en una linda casa y comeré un rico asado todos los domingos. No pido mucho.
Adrián quedó asombrado ante tanta desfachatez, nunca pensó que encontraría alguna vez tan deleznable.
— Y entonces ¿No hará nada?
El hombre sonrió a carcajadas y luego dijo
— La casa de Florencia es codiciada por los narcos, tal vez fueron ellos, no me meteré en ese embrollo— luego apuntó al muchacho con su dedo y agregó — y tú tampoco, deberías por tu salud.
— ¿Entonces cada cuál hará lo que quiera acá? ¿No hay ley?
— Muchacho, no se si sean los narcos o unos simples ladrones. Hay esperanza para ustedes si es lo segundo. Te aconsejo esto, guarda dos pistolas en la casa, uno para matar a los ladrones y otra para colocar en su mano y decir que fue en legitima defensa, nos ahorras tiempo y esfuerzo, así funcionan las cosas por aqui.
Cabizbajo el joven se alejó, Florencia sabía lo que pasaría por eso no pensó siquiera que la justicia la ayudaría, no había esperanza en las autoridades.
Mientras el joven se alejaba, el comisario sintió que había algo que se le había pasado.
En efecto así fue, la foto del joven los tenían todos los contactos de su padre Don Justiniano, había una generosa recompensa por él, solo que en esa foto, él muchacho vestía de las mejores ropas y no lo reconoció. Igualmente, si se hubiera fijado mas, lo habría notado.
Volvió a la casa con la mirada clavada en el suelo, las manos en los bolsillos y los pasos arrastrados.
Daniel también llegó al oir las noticias, igual que muchos de los vecinos a prestar socorro a la anciana y al joven.
Adrián no pudo contenerse más, tanta frustración acumulada hizo que perdiera toda esperanza y al ver a su amigo, corrió hacia él y lo abrazó. No pensó nada. Solo necesitaba ese contacto humano. Por un largo periodo de tiempo solo estuvieron ahí, hasta que el de los ojos azules se tranquilizó y se soltó lentamente de él.
— Estaré aquí para lo que necesites, dijo Daniel.
En ese momento la anciana se acercó a ambos y espetó
— Sabía lo que pasaría con las autoridades, pero supongo que guardaba un mínimo de esperanza. Ni siquiera te tomaron la denuncia ¿Es así o me equivoco?
— ¿Y ahora qué haremos? Preguntó Adrián
— No te preocupes hijo, Dios le dará su merecido a esos malandros a su debido tiempo, señaló la anciana.
A Adrián no le convenció las palabras de la mujer, "la única manera, tal vez sea identificarlos y vaciar en ellos una escopeta pensaba para si mismo"
El herrero del pueblo, les hizo una puerta de hierro resistente para soportar la embestida de cualquier criminal, los otros vecinos contribuyeron para reponer algunas de las cosas perdidas.
A la tarde, llegó un auto blanco a la casa de Florencia, era su hija con el marido al volante.
Fue corriendo junto a su madre y lloró al verla con el moretón en la cara.
— Mamá, ven conmigo a mi casa en la ciudad. Por favor.
— ¿Y qué haré allá? Me moriría más rápido al no tener nada que hacer.
— Eres muy terca mamá, te van a matar un día de estos.
— Todos moriremos algún día— espetó la anciana impasible.
La hija era una mujer de mediana edad, pelo negro, de alta estatura. Ella no sabía que hacer. Llamó a sus hijos pero ninguno les atendió el movil. Enojada la mujer gritó por la frustración.
Cuando se tranquilizó observó a Adrián y vio que a pesar de que los vecinos se retiraban, él no lo hacía, se acercó entonces al muchacho y a su madre, el muchacho le producía cierta inquietud en el corazón, era un extraño. ¿Será que traicionó a la anciana?
Decidió conversar con él, para averiguar más, al principio pensó que era uno mas del pueblo, por la ropa que llevaba, pero al conversar más con él, se dio cuenta que tenía cierta formación académica, pues relató lo ocurrido con lujos de detalles, incluyendo el intento de denunciar lo ocurrido, ella conocía igual que su madre cómo se manejaban las cosas en ese pueblo. Notó que su madre le tenía mucho aprecio al muchacho y su inquietud inicial se disipó, alegrandose que su madre tenga compañía.
Viendo que no pudo convencer de abandonar el lugar a su madre, dejó a Adrián un movil de tal modo a dar alerta a los vecinos, pues las autoridades no harían nada.
Ella explicó además a Adrián que se enteró varias horas después de consumado el hecho, por el aviso de uno de los vecinos que ella encargó para que la avise en caso de emergencia, razón por la cual llegó tan tarde a ver el estado de su madre.
Adrián se prometió asi mismo no interferir en las relaciones, pero no podía, no quería tal vez, entonces, preguntó:
— Sin ánimo de ofender, pasé meses acá, nunca viniste a ver a tu madre.
— ¿No te contó ella? Respondió la mujer
— No, solo me dijo que estaban peleados, contestó el de ojos azules.
— Ella fue quien me corrió de su casa, dijo Elvira e hizo una pausa — Pero a pesar de todo sigue siendo mi madre y esto no se le hace a una anciana.