Sofía es una joven que ha crecido en la soledad de la orfandad, enfrentándose a una serie de tormentos internos que la han marcado desde su infancia. En su búsqueda de pertenencia y amor, se cruza con Lucius, un enigmático hombre que posee una esencia sombría y que, a lo largo de su vida, jamás ha experimentado la calidez de los sentimientos. A medida que sus caminos se entrelazan, Sofía se enfrenta al desafío de luchar contra la atracción que siente hacia él y las sombras que parecen rodearlo. ¿Podrá encontrar la fuerza necesaria para resistirse a su cautivadora belleza y, al mismo tiempo, desentrañar los misterios de su alma oscura, o sucumbirá a su hechizo, perdiéndose en el abismo de su atracción?
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primer enfrentamiento
Lucius dejó de golpear la puerta y se dirigió a la habitación contigua, donde se dejó caer pesadamente sobre la cama. En cuestión de segundos, se sumió en un sueño profundo y reparador.
A la mañana siguiente, se despertó sintiendo un intenso dolor de cabeza, como si un martillo estuviera golpeando dentro de su cráneo.
—¡Necesito una pastilla para el dolor de cabeza! —exclamó Lucius mientras descendía las escaleras. Su mirada se posó en una de las empleadas que bajaba con una bandeja de comida, la cual parecía estar intacta.
—¿Eso es para quién? —preguntó Lucius, dirigiéndose a la empleada con curiosidad.
—Es para la duquesa, pero ella aún no ha abierto la puerta, señor —respondió la empleada con una mezcla de respeto y preocupación.
No le lleves nada a la habitación. Si tiene hambre, tendrá que bajar. dijo Lucius, convencido de que al hacer esto, Sofía saldría de su encierro.
Él bajó hasta el comedor y tomó asiento para desayunar, sumido en sus pensamientos sobre lo ocurrido la noche anterior. No podía quitarse de la cabeza la imagen de su esposa, esa joven que lo había dejado completamente deslumbrado por su belleza en el Río. Cada recuerdo de ella lo llenaba de asombro, pues no entendía como era eso posible.
Estaba a punto de levantarse de la mesa cuando, de repente, vio a Sofía bajar por las escaleras con algunas prendas de ropa en las manos.
Veo que ya te ha dado hambre, ladrona, dijo Lucius, dirigiéndole una mirada de arriba abajo. Observó que ella llevaba un vestido desgastado y viejo.
Para nada , solo vengo a informarle que me voy y que no me llevaré nada que no me pertenezca, ¡puede revisar! dijo Sofía, armándose de valor, poniendo en la mesa sus únicos dos vestidos.
¿Estás hablando en serio? Jajaja, ¡me estás abandonando! exclamó Lucius, riéndose con una amargura evidente en su voz. A medida que hablaba, su ego parecía manifestarse de inmediato, como si un viento helado lo hubiese sacudido.
No comprendo de dónde proviene esa risa. Sé que estás con otra mujer, así que, si encuentras la felicidad a su lado, yo prefiero marcharme, expresó Sofía, visiblemente desconcertada.
Por Dios, parece que no comprendes nada de lo que está sucediendo. Todo esto es una ilusión, un teatro sin sentido. ¿Acaso pensabas que ibas a casarte con un gran duque que te amaría apasionadamente, y que tendrías a tu disposición una fortuna interminable para derrochar en joyas deslumbrantes y fiestas extravagantes? ¿Realmente creías que vivirías tu propio cuento de hadas, donde una humilde joven es rescatada por un príncipe? —dijo Lucius con sarcasmo, observándola intensamente.
Los ojos de Sofía se humedecieron y comenzaron a llenarse de lágrimas al escuchar lo que él le había dicho.
Era consciente de que tenía razón; se dio cuenta de que había sido una gran tontería de su parte pensar que podría ser feliz y que la buena fortuna por fin le llamaba
—Tienes razón, y por eso es que he decidido irme —respondió Sofía, claramente molesta, mientras se dirigía con paso firme hacia la puerta.
Ahora no puedes ir a ninguna parte; te has convertido en mi esposa y eso no se puede alterar. Tendrás que adaptarte a esta nueva realidad, así como yo lo estoy haciendo, dijo Lucius mientras la tomaba del brazo con firmeza.
¿Te has vuelto loco? ¿Pretendes que los dos vivamos con nuestros amantes, los cuatro juntos y aparentando que todo está bien?! exclamó Sofía, visiblemente molesta, mientras apartaba la mano de Lucius de su brazo con un movimiento rápido.
Bueno, aunque si tú lo deseas, podríamos jugar un rato, sugirió Lucius, acercándose a Sofía con una intensa mirada fija en sus labios, como si estuviera a punto de besarla.
¡Sueltame, ! Estás loco, no puedes retenerme aquí a la fuerza, respondió Sofía, irritada. Sin embargo, a pesar de su rabia, sentía un escalofrío recorrerle el pecho al tener a Lucius tan cerca.
No puedes irte de aquí. Si decides tomarlo como que estás en contra de tu voluntad, no hay problema, eso está bien para mí. Y ahora que lo reflexiono, hay algo más que debes hacer: tienes que comportarte como si fueras mi esposa, dijo Lucius mientras acariciaba suavemente su espalda.