El Reino De Los Engaños

Eros

Me vi al espejo tratando de confirmar si me veía lo suficiente elegante para el festejo o necesitaba buscar algo aún mejor. Kilian entró a la habitación y se recostó en uno de los sillones, lo observé de reojo y dijo:

—Ayer vi a James salir de la habitación Sade por la media noche más o menos —Fruncí el ceño y me senté a su lado— Creo que ellos de verdad tienen algo especial y no sólo se van a casar por simple conveniencia.

—Eso no significa absolutamente nada, Kilian —Comenté con evidente desagrado— Yo mismo hablaré con ellas para descartar cualquier cosa.

Alguien tocó la puerta y Kilian se dirigió a abrirla. Mi mirada se fijó en la hermosa Sade, que acababa de entrar al lugar y que vestía un precioso vestido dorado lleno de brillos y oro. Su belleza era espectacular, no puedo apartar mi mirada.

—Sade, luces preciosa —La alagué besando su mano con delicadeza— Cuéntame ¿Qué te trae a mi habitación?

—¿No hay nadie más aquí que nosotros, o me equivoco? —Susurró viendo a diferentes direcciones.

—Por supuesto que no Sade, estamos nosotros nada más.

—En tal caso...—Se sentó en una de las butacas y cerró los ojos pensando en algo desconocido para nosotros— Esta noche James y yo haremos algo que nadie más que ustedes y mi propio hermano sabe. Les ruego que deseen prestarme su ayuda, necesito a dos personas más para que nadie nos descubra.

—Creo que ya ha quedado en claro que te ayudaré en todo lo que esté a mi alcance, o incluso si no lo está.

—Cuenta conmigo también, Sade.

—Gracias a ambos, mi hermano ya esta enterado también.

Ella se acercó a mí y con un ademán, hizo que Kilian terminara muy cerca nuestro.

—James, Eros y yo iremos al pueblo a descubrir algo sobre mi verdadero origen y pasado. Hay una mujer que es igual a mí y conozco a alguien que me ha dicho que tiene mucho que ver en mi vida. Las dudas y el miedo me carcomen lentamente y si no descubre cuál es la verdad, mi mente empezará a jugarme una mala pasada.

—Entiendo corazón —Le dije coqueto y sus mejillas se tornaron de rojo.

—Y...¿Qué haremos Milos y yo?

—Es evidente que al terminar el tan grande festejo, los reyes y reinas y todos en sí estarán demasiado borrachos como para recordar al día siguiente que tres de nosotros estuvieron ausentes. Milos y Kilian van a vigilar a todas las personas y en caso que surga un problema, ustedes lo van a solucionar sin dejarnos en evidencia. Intentaré hacerlo todo lo más rápido que me sea posible.

—No suena tan difícil, pero no creo que tu padre sea un fanático de las bebidas alcohólicas —Kilian le tocó el hombro amablemente.

—Sólamente cuando hay algún tipo de festejo importante, y este es el caso. Conozco a mi padre cómo a la palma de mi mano, bueno al menos antes lo hacía. Pueden confiarse de mis palabras, nada va a salir mal. En caso de que las cosas se desvíen un poco, yo admitiré toda culpa sin involucrar a nadie.

—Si cae uno, caemos todos Sade —Sonreí buscando aliviar un poco de sus preocupaciones— Al menos, lo digo por mí.

—Opino lo mismo —Mi hermano le dio una enorme sonrisa y un pequeño abrazo— Iré a vestirme que falta menos de una hora para la celebración.

—Ya vas algo tarde Kilian, será mejor que te apresures.

—Él siempre lo hace todo a última hora —Le comenté a Sade al momento que mi hermano menor abandonó la habitación.

—Oh, entonces no importa.

—Sade...—Suspiré intentando preguntarle si estaba enamorada de James o si sentía algo por él— Supe que James estuvo en tu dormitorio ayer por la noche ¿Es que ambos se quieren?

—Lo quiero como a un amigo y ya—Contestó al instante— Estuvo conmigo en la noche porque necesitábamos hablar. Al final, James es la persona que ideó el dichoso plan.

—Es tu amigo...¿No te gusta cómo un novio o un marido? —Enarqué una ceja.

—No, ya mencioné que él es un amigo y lo quiero. Me gusta alguien más, Eros —Conectamos nuestras miradas por varios segundos, los cuáles estuvimos en completo silencio.

— ¿Quién es él que te gusta?

—Oh, me da vergüenza decirlo.

—A decir verdad...—Me acerqué a ella y acaricié su mejilla— A mí me gustas tú, Sade. Ojalá sintieras lo mismo.

—Me siento afortunada de que mis sentimientos sean correspondidos —Rió nerviosa ante mi tacto y desvió la mirada— Mi madre debe estar buscándome, necesito irme ahora mismo. Te veré pronto.

—Puedes estar segura —Dejé de acariciarla y dejé que se fuera con rapidez.

Sade era una persona de un buen corazón, tímida a veces y honesta también. Me agrada muchísimo, lástima que tenga planes de casarse con el príncipe James aunque eso no podría pasar si yo intervengo y cambio la mentalidad el rey Arturo.

Irina

Hoy mi turno en la panadería era en la noche junto a Rania así que ahora me concentraba en atender a cada uno de los clientes. En dos horas, cerraríamos y nos concentraríamos en hacer el pan para el día siguiente.

—Irina el pan está por terminarse por lo que cerraremos en menos de media hora, cuándo haya pasado el tiempo te espero en la parte de atrás para continuar preparando más pan —Me susurró Rania— ¿Está entendido?

—Sí, Rania. Seguiré trabajando hasta que el tiempo antes mencionado haya culminado.

—¿Cómo van con las ventas? —Mamá entró a la panadería y plantó un gran beso en mi mejilla— Cada día estás mucho más hermosa, mi Irina.

—Muchas gracias, mamá —Le sonreí dejando que acariciara mi cabello por varios segundos consecutivos— Las ventas han ido bien, como todos los días.

—Eso causa una sonrisa en mi rostro —Sonrió— Estoy confeccionando los vestidos que usaremos en la fiesta del reino a la que todos estamos obligados a asistir. Ahora me dirijo a casa y las veré mañana seguramente pues se quedarán haciendo el pan para mañana.

—Obviamente mamá, vaya a casa a descansar y nos veremos mañana temprano —Le aconsejé y ella se hizo caso a mis palabras y abandonó el negocio.

—Irina, ya vamos a cerrar —Rania me mencionó empezando a cerrar las puertas y todo lo demás— Ya vete a la parte de atrás.

—Cómo usted diga madrina —Le sonreí.

Sade

Reí ante los chistes que mi padre contaba a todos los presentes, miré el reloj por un segundo y vi que pronto serían las diez de la noche. Confiaba en que a la doce podríamos salir del castillo, Eros me dio una mirada un tanto sospechosa y mencionó:

— ¿Alguien quiere servirse un trago?

—Sirve un poco para cada uno de nosotros, a excepción de a mis hijos claro —Mi padre rió con emoción.

—Claro rey Arturo, como usted diga.

Sonreí hacia Eros por seguir las indicaciones antes dadas, nuestro plan ya estaba en marcha y junto con ello, una parte de la verdad se descubriría.