Estoicismo A La Par De Estoico

una semana más tarde.

Clínica Psiquiátrica “The Brexit”. El doctor Clark, psiquiatra especializado en psicopatía y sociopatía, se encontraba sentado detrás de su escritorio, en su silla de cuero marrón oscuro. La oficina tenía paredes de un blanco puro que generaba, de cierta manera, una sensación de incomodidad. Todas y cada una de las cosas en su interior estaban fina y calculadamente organizadas en un punto específico.

Hoy era un día especial, no por ser una de sus citas con algún paciente, sino por algo más. Aún podía recordar la primera consulta de aquel muchacho: fue un día muy lluvioso, el coche tenía una rueda pinchada y, por esa razón, llegó tarde. Su nuevo paciente ya lo esperaba en la sala, observando fijamente a una de las secretarias. Estaba sentado a la izquierda de otra joven un poco mayor. Era la primera vez que esos dos estaban allí, aunque él ya tenía conocimiento de quiénes eran.

Habían pasado cinco años desde que dicho joven fue adoptado. Había madurado mucho; su temperamento era ahora distinto. Al doctor le producía cierta curiosidad verlo desenvolverse en su día a día, más allá de las tediosas conversaciones que mantenían durante las sesiones.

—Bienvenido. No sabe cuánto me alegra volver a verle —dijo el profesional, esperando a que el muchacho terminara de entrar en la habitación.

—¿En serio? De todos modos, le agradezco que pueda recibirme hoy, aunque no sea la fecha de mi consulta —pronunció el chico con un dejo de sarcasmo, caminando hacia el centro de la estancia y sentándose en uno de los sillones, ocupando el asiento derecho.

—A veces creo que busca confundirme, pero aún no logro entender por qué —mencionó Clark, refiriéndose a la elección del asiento.

—¿Lo hice por el sitio, mister Clark? —preguntó el joven, esbozando una sonrisa. No era una sonrisa alegre, sino más bien sinuosa, inquietante y a la vez relajante. Ante la pregunta, el terapeuta solo asintió, dando a entender que esa era, efectivamente, la razón.— Bien, digamos que usted tiene otros pacientes, estoy en lo cierto. Las consultas son individuales, por lo tanto no siempre se sientan en el mismo lugar. Tengo cierto conocimiento sobre su modo de actuar: cuando un paciente se sienta en uno de estos sillones, después de la cita usted los limpia minuciosamente. El más reciente fue el que tengo enfrente; por lo tanto, este en el que me encuentro no ha sido utilizado en al menos dos o tres días —explicó con detalle, insinuando así parte de su razonamiento.

El profesional procedió a observarlo detenidamente, examinando cada una de sus facciones, buscando algo diferente, algo que delatara un pensamiento oculto.— En fin, ¿qué lo trae por aquí? ¿Hay algo que lo esté atormentando estos días?

—Se trata de los ex de Bitte. Al parecer, hace unos meses apareció James, y no sé qué estaría hablando con ella. Solo noto que ha estado cambiando su comportamiento hacia mí últimamente —expresó de la forma más calmada posible.

—Hmm… ¿Y ya ha pensado en alguna manera de sonsacarle la verdad? Por supuesto, no le estoy diciendo que la amenace o la interrroge, pero al menos podría mostrarse más receptivo hasta llegar a un acuerdo.

—Un acuerdo… eso no había pasado por mi mente. Tal vez tenga razón; la clave sería buscar y obtener la verdad de esos dos —dijo, refiriéndose a ambos. Uno no tuvo gran relevancia en sus vidas, pero James sí había tenido mayor presencia.

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Al llegar a la mansión, él procedió a seguir su camino directo a la habitación de Bitte. No obstante, antes se aseguró de que los demás ya estuvieran en sus habitaciones, dormidos o, al menos, sin interés en lo que ocurriera fuera de ellas. Una vez seguro, continuó adelante con determinación. A partir de este momento, todo sería distinto y no habría vuelta atrás. Ambos eran adultos, responsables de sus actos y decisiones, y nadie podría decir lo contrario.

Sentada frente a un gran espejo, en un sofá individual movible, se encontraba Bitte, desmaquillándose. Su apariencia no había cambiado en nada desde hacía cinco años; al parecer, su ciclo de envejecimiento parecía no haberse enterado del paso del tiempo. Aún así, cabría decir que eso era resultado de un mantenimiento diario, simple pero eficaz, fruto del esfuerzo y la dedicación, sumado a la estricta dieta que seguía a diario.

—Por fin puedo verte el rostro en este día, aunque ya no es de día, ha anochecido —comentó ella, sin moverse del asiento, mirándolo de reojo a través del espejo.

—Cada día que pasa, tu belleza no se va… y aun así esperas que no haya problemas relacionados con ella —dijo él, refiriéndose a las ocasiones en que los habían confundido con una pareja.

Bitte solo se dedicó a continuar con su tarea, removiendo todo aquel maquillaje que tenía. Mientras tanto, él se posicionó detrás, acariciando sus mechones sueltos y recordando los primeros peinados que les había hecho a esos mismos cabellos no mucho tiempo atrás. En medio de su distracción, sin darse cuenta, ya estaba a mitad de una trenza. Su tejido era algo rígido, pero hermosamente exótico, con apariencia de un pez muy costoso que él había visto una sola vez, ya que no le agradaba su textura.

continuará...