Juzgar a los personajes de una novela barata fue tan fácil, esto es Karma. Ahora soy la chica ridícula que se aferra al protagonista sólo para ser despreciada, ni en broma, afortunadamente la trama no empieza. Me salgo del guión, palabra de honor.
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Es tu culpa
Los atardeceres en Haro solo podían describirse como mágicos. La maravillosa puesta del Astro Rey era magnífica, una centelleante bola de fuego se hundía lentamente en las aguas de un mar de fuego incandescente. Las aves sobrevolaban la pacífica escena, pero en una pastelería con vistas a ese mismo mar, dos personas estaban ajenas al hermoso espectáculo.
Amarilis había sorprendido a Rafael, de todas las personas en ese mundo, nunca se imaginó que su ex prometida lo abordaría. Aunque, por otra parte, era mejor así.
- Quiero que te alejes de Sol.
Rafael se quedó en silencio, observándola, era tan hermosa, cuánto la había amado, pero... qué importaba era solo una ilusión.
- Contesta cretino, acaso no tienes lengua.
Aún así, permaneció en silencio, no sabía si su sueño fue el recuerdo de algo que vivió, o la visión de un posible futuro, pero ahora al ver a la chica frente a sí, estaba más que seguro de algo. La mujer que le reclamaba ahora, sin cuidar su tono y lo miraba directo a los ojos sin una gota de timidez, era la verdadera Amarilis.
- Está bien no hables, total ni falta que hace, pero quedas advertido, te estaré vigilando.
Amarilis se levantó de la mesa decidida a irse, al fin y al cabo solo quería decirle eso. Ya había dado varios pasos cuando escuchó a Rafael decir.
- Voy a contarte una historia que no sucedió.
Amarilis se detuvo, ¿qué, había perdido la cabeza?, pero qué desatino estaba diciendo. No obstante algo en el tono del joven le decían que escuchara lo que iba a decir, volvió sobre sus pasos y se sentó nuevamente frente a Rafael.
- Había una vez.
- Qué es en serio, pero que te crees, mejor me voy.
Amarilis a medida que hablaba acompañaba sus palabras con hechos estaba casi levantada dispuesta a irse cuando él le dijo:
- Puedes irte no te detendré, pero me gustaría que escucharas. Si te quedas no me interrumpas porque no sé si vuelva a tener el valor.
Amarilis se sentó nuevamente y pidió a la señora de la pastelería que le trajera lo mismo que él había pedido antes, le sorprendió constatar el evidente placer de la joven ante la tarta de limón y la manera en que saboreaba el té de miel con jengibre.
- Ah, delicioso, exquisito bueno decías.
- Había una vez.
- Pero me ves cara de tonta.
- Por favor 🙏 escucha.
Amarilis resignada asintió con la cabeza, al fin de cuentas el pastel estaba rico, el té delicioso, el lugar era agradable y aunque le tenía algo de manía tenía que admitir que Rafael estaba divino como para comérselo.
- Había una vez un niño que le dijeron que tenía una prometida, él no sabía qué era eso y no le dio importancia hasta que lo olvidó, pasó bastante tiempo y un día su padre le dijo que irían a ver a su novia. Ella era una persona muy tímida y en casi cinco años de compromiso no vio casi el color de sus ojos, la chica le regalaba bellos pañuelos bordados, le hacía exquisitos pasteles, le enviaba cartas dos veces por semana, asegurando que le quería, pero todo eso era mentira.
Amarilis se quedó muy callada, esa era la historia de los dos, pero cómo es que sabía que realmente ella fingía ser alguien que no era. Rafael continuó.
- El chico cada vez se interesaba más en ella, se sentía elegido, único, pero un día tuvo un sueño que le mostró la verdad que ignoraba...
Y en aquel precioso atardecer Rafael contó a Amarilis todo el infierno que vivieron, con voz cansada, mientras ella lloraba. No quería creer del todo en lo que había contado, pero algo en las palabras y la mirada del joven le decían que no mentía.
Lloró en silencio y agradeció interiormente que ese ya no fuera su destino. Se secó las lágrimas y le dijo al chico:
- Bien, en parte comprendo tu decisión, si lo que cuentas es verdad, tus acciones se justifican. Pero te has olvidado de algo importante Rafael, te has olvidado de vivir. Mira, yo no voy a justificarme, es cierto lo que dijiste de mí, no es que no me gustaras, pero no me veía casada contigo, que esperabas, a mí también me dijeron que tenía prometido y ahora hemos hablado más que en cinco años de compromiso. Me educaron para atrapar marido, no para amarlo. Y sinceramente lo que te ha pasado con Sol hasta ahora es tu culpa.
- Lo sé.
El joven sintía un alivio enorme, como si se hubiese quitado un peso de encima. El que ella no creyera que estaba loco, le hacía sentir un poco mejor.
- Le vas a contar a Sol? - preguntó Rafael.
- No, eso es tu secreto, si quieres que lo sepa tendrás que decírselo tú. Ahora sí me voy, me acompañas es muy tarde, seguro que las chicas están preocupadas, para poder venir aquí les mentí diciendo que me había caído la menstruación.
Rafael se rió para sus adentros, pero qué muchacha más atrevida decirle eso a un hombre. Y en tono de burla le dijo.
- Bueno, querida Amarilis es tu culpa.
Salieron de la pastelería rumbo a la posada entre risas, el ambiente había cambiado a una cordial e incipiente amistad. Al llegar al hospedaje cada cual cogió su camino.
Sol estaba preocupada y Saulo junto a Gabriel ya estaban por salir a buscarla cuando ella llegó. Se sintió tan feliz de ser importante para alguien, esos eran sus amigos, su vida y puede que lo que Rafael le contó fuera cierto, pero esos no eran ellos y si lo fueron, algo les había dado la oportunidad de hacerlo mejor.