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Mí Dulce Debilidad.

Mí Dulce Debilidad.

Status: Terminada
Genre:Romance / Mafia / Amor a primera vista / Completas
Popularitas:12k
Nilai: 5
nombre de autor: GiseFR

Lucia Bennett, su vida monótona y tranquila a punto de cambiar.

Rafael Murray, un mafioso terminando en el lugar incorrectamente correcto para refugiarse.

NovelToon tiene autorización de GiseFR para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 16

La noche caía espesa sobre el bosque, cubriendo los árboles y la finca como un manto de humo. El silencio era casi total, apenas interrumpido por el crujir de ramas y el murmullo lejano del viento entre los pinos.

Desde el interior del blindado, Rafael observaba el avance del convoy a través del parabrisas. Su rostro era pura concentración. Cada músculo tenso. Cada latido una cuenta regresiva.

Mateo, a su lado, le entregó un pequeño auricular.

—Las comunicaciones están bloqueadas. Nadie puede pedir refuerzos desde adentro.

Rafael asintió, sin apartar la mirada del camino.

—Perfecto. Que todos estén en posición en cinco minutos. Nada se mueve hasta mi señal.

El plan estaba en marcha. Un asalto rápido, quirúrgico. Silencioso al principio... letal al final.

Pero Rafael lo sabía: no era solo una operación.

Era el fin de una guerra.

Y el comienzo de algo que ya no podía seguir negando: su vida había cambiado desde que Lucía apareció.

Y no pensaba perderla por nada.

---

Mientras tanto, dentro de la finca, Vittorio Rivetti caminaba de un lado a otro en su estudio privado. La copa de whisky temblaba levemente en su mano.

—¿Aún sin señal? —preguntó con irritación a uno de sus guardias.

—Nada, señor. Ni del puesto sur, ni del este. El perímetro parece tranquilo… pero demasiado tranquilo.

—Eso nunca es buena señal —gruñó Vittorio, apretando la mandíbula—. Murray nos encontró.

El guardia tragó saliva.

—¿Ordena que preparemos el jet otra vez?

Vittorio lo fulminó con la mirada.

—No. Esta vez no huyo.

Si Rafael viene… que me encuentre listo.

Arrojó la copa contra la pared, el cristal estallando en mil fragmentos.

—¡Traedme todas las armas! ¡Refuercen cada entrada!

Si Murray cree que me va a quitar lo que es mío… va a sangrar por cada paso que dé.

---

El convoy se detuvo en el claro. Los hombres se desplegaron como sombras, cada uno siguiendo el plan trazado al milímetro.

Rafael bajó del vehículo, ajustó su chaleco, y revisó su arma una última vez.

—Sin errores.

Esta vez, terminamos con los Rivetti —dijo en voz baja, más para sí que para los demás.

Su mirada apuntó al corazón del bosque, hacia la finca que brillaba apenas en la distancia.

—Por Lucía —murmuró, y dio la orden con un solo gesto.

La cacería final había comenzado.

---

La finca estaba sumida en una calma enfermiza. Los ventanales cerrados, las luces bajas, los pasillos llenos de sombras. Vittorio avanzaba con paso firme, aunque por dentro una inquietud sorda le golpeaba el pecho.

Pasó junto a los cuerpos de sus hombres caídos en la pista, cubiertos con sábanas blancas. No los miró. No podía permitirse flaquear.

—¿Alguna novedad de Marcelo? —preguntó con dureza.

—No responde, señor —dijo uno de los suyos, nervioso—. Probablemente... cayó con los demás.

Vittorio apretó los dientes hasta casi hacerse daño.

—Entonces soy el último.

Tomó una escopeta del estante y la cargó con movimientos rápidos.

—Quiero a todos listos. Si Murray entra por esa puerta... quiero que se arrepienta de haber nacido.

---

Desde la línea de árboles, Rafael observaba la finca a través de los binoculares nocturnos. Podía ver los movimientos dentro. Las luces encendidas en puntos estratégicos. La paranoia escrita en cada rincón.

—Están esperándonos —dijo Mateo, agazapado junto a él.

—Perfecto —respondió Rafael sin pestañear—. Así no perderemos tiempo.

Un murmullo por el comunicador:

—Todos listos. Perímetro cubierto. Francotiradores con visión.

Rafael dio la señal.

Un segundo después, una explosión controlada reventó la puerta trasera de la finca, llenando la noche de fuego y ruido.

Los hombres de Rafael entraron con precisión, como cuchillas.

Los primeros disparos no se hicieron esperar. Las luces interiores comenzaron a parpadear. Gritos. Órdenes. Caos.

Rafael avanzó entre los suyos con una velocidad letal, directo al corazón de la finca.

---

El estruendo lo sacudió como un latigazo.

—¡Posiciones! ¡AHORA! —rugió, tomando la delantera en el salón principal, rodeado de sus últimos fieles.

Disparos cruzaban los corredores. Las paredes se teñían de sangre y humo.

Y entonces lo vio.

Rafael.

Emergiendo como una sombra entre la bruma de la batalla.

Ambos se miraron a través del humo.

Y supieron que no había más palabras, ni negociaciones, ni amenazas que bastaran.

Solo uno de ellos saldría vivo de allí.

El tiempo pareció detenerse un instante.

En medio de los disparos, los gritos y el humo denso, Rafael y Vittorio se midieron a distancia, como dos titanes a punto de chocar.

Vittorio apuntó primero, con la escopeta apoyada en el hombro. Sus ojos estaban enrojecidos de furia y miedo.

—¡MALDITO MURRAY! —bramó—. ¡Tú arruinaste todo!

Rafael no respondió. No perdía palabras con hombres como él.

Con un movimiento calculado, esquivó el primer disparo de Vittorio que explotó contra una columna de mármol, haciéndola crujir.

Se acercó rápido, como un lobo en caza.

Los hombres de Vittorio intentaron interceptarlo, pero los soldados de Rafael limpiaron el paso con ráfagas certeras. En segundos, el salón quedó reducido a ellos dos.

Vittorio cambió su arma rota por una pistola automática, disparando a ciegas mientras retrocedía hacia la gran escalera central.

Rafael esquivaba con movimientos rápidos, cada vez más cerca, cada vez más mortal.

Finalmente, cuando Vittorio vació su cargador, Rafael lo desarmó de un golpe brutal en la muñeca.

La pistola voló.

Vittorio trató de golpearlo con las manos desnudas, desesperado.

Pero Rafael lo atrapó.

Un puño directo al estómago, otro a la mandíbula. Vittorio cayó de rodillas, jadeando, ensangrentado.

—Todo esto —murmuró Rafael, con la voz como un cuchillo frío— fue tu elección.

Vittorio alzó el rostro, sonriendo con los dientes rotos.

—Nunca ganarás, Murray... Hay otros... —escupió sangre— Siempre habrá otros.

Rafael lo miró por un largo segundo, sin emoción.

—Quizá. Pero no serás uno de ellos.

Y, sin más ceremonia, Rafael sacó su arma y disparó.

Un solo disparo, limpio, certero.

Vittorio Rivetti cayó al suelo de mármol, muerto, con los ojos abiertos de terror.

El eco del disparo quedó suspendido unos segundos en el aire antes de ser tragado por el silencio absoluto.

---

Sus hombres comenzaron a recorrer la finca asegurándose de que no quedaran amenazas.

Rafael guardó su arma despacio, mirando por última vez el cuerpo inerte de su enemigo.

Sabía que esto no acababa realmente allí.

Sabía que siempre habría nuevas amenazas.

Pero en ese momento, solo había un pensamiento en su mente:

Lucía.

La única guerra que realmente no podía perder.

Se giró, ordenando:

—Barran todo. Limpien este lugar. No quiero ni un susurro que nos persiga.

Luego, sin perder más tiempo, salió hacia el exterior, donde su auto lo esperaba para llevarlo de regreso a ella.

A su paz.

A su hogar.

A Lucía.

El camino de regreso al refugio fue silencioso.

El auto se deslizaba por los senderos oscuros mientras Rafael repasaba cada momento del enfrentamiento. Pero no había culpa, ni duda. Solo la certeza de haber hecho lo necesario.

Cuando llegó, el lugar estaba en penumbra. Solo una lámpara tenue iluminaba la sala común. El refugio olía a madera, humedad y algo más.

Lucía estaba despierta. Sentada en el sillón, con una manta sobre las piernas, lo esperaba como si hubiera sentido cada segundo de aquella noche.

Al verlo entrar, sus ojos se llenaron de lágrimas. Se puso de pie sin decir una palabra y corrió hacia él.

Rafael la recibió en silencio, rodeándola con los brazos. La sostuvo con fuerza, como si solo en ese abrazo pudiera liberarse del peso de todo lo que había hecho.

—¿Terminó? —preguntó Lucía en voz baja, contra su pecho.

—Sí —respondió él, acariciándole el cabello—. Terminó.

Ella lo miró, con el rostro empapado por la emoción.

—Tenía miedo de que no volvieras —confesó, con un hilo de voz.

—Yo también —admitió Rafael, sin vergüenza—. Pero cada paso que di allá fue por vos. Cada bala, cada decisión… fue para poder volver a esto. A vos.

Lucía le tocó la mejilla con delicadeza, como si necesitara asegurarse de que era real.

—No quiero perderte —dijo ella—. No después de todo.

Rafael le tomó la mano y la besó con suavidad.

—No vas a perderme. No más. No mientras yo respire.

Lucía se quebró en lágrimas. No de tristeza, sino de alivio. Lo besó primero con suavidad, pero el gesto se volvió pronto más urgente, más profundo, más hambriento.

Rafael respondió igual. La cargó en brazos sin esfuerzo y la llevó a la habitación. Cerró la puerta con el pie, sin apartar sus labios de los de ella.

Se desnudaron entre caricias y jadeos. Las prendas cayeron al suelo una a una, sin pausa, como si ya no hicieran falta barreras entre ellos.

Lucía lo miró desnudo frente a ella, vulnerable y fuerte al mismo tiempo. Le recorrió el pecho con las manos, acariciando las cicatrices que hablaban de todo lo que había sobrevivido.

—Estás acá —dijo ella, tocándose el pecho—. Conmigo.

—Para siempre —respondió él, y la besó de nuevo, esta vez con el peso de todo lo que habían callado.

La recostó con suavidad sobre la cama, y se recostó encima de ella. Se miraron un instante, sin decir nada.

Y entonces, la unión.

Lenta al principio. Intensa. Real.

Los cuerpos se encontraron con una precisión que no necesitaba guías. Rafael la tomó con fuerza pero con cuidado, como quien sostiene algo irremplazable. Lucía se aferró a él con las piernas, envolviéndolo por completo, sintiéndolo llenarla de forma absoluta.

Jadeos. Susurros. Gemidos suaves entre besos desesperados.

No había prisa, pero tampoco contención. Se amaron como si el mundo se fuera a acabar. Como si fuera la única noche que les quedaba.

Lucía lo llamó por su nombre entre gemidos, una y otra vez, mientras se arqueaba bajo su cuerpo. Rafael le decía que la amaba, entre dientes, como una promesa con cada embestida.

Y cuando llegaron juntos al final, fue como romper una presa. Un grito contenido en ambos que al fin pudo salir.

Después, el silencio volvió.

Ella se acurrucó en su pecho, todavía temblando.

—¿Ahora qué? —susurró.

Él la miró, acariciándole la espalda desnuda.

—Ahora... empezamos de nuevo. Pero esta vez juntos.

Ella sonrió, cerrando los ojos por primera vez en paz.

Y en el silencio del refugio, Rafael supo que, por fin, había ganado algo que valía más que cualquier victoria.

1
Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya apareció el peine 😤
Aura Rosa Alvarez Amaya
Hey verdad!
Éste hombre no duerme?
Caramba!!!
bruja de la imaginación 👿😇
muy bella está historia , muy diferente me encantó
Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya valió!
Éste tipo ya la localizó
y ahora?
Adelina Lázaro
que hermosa novela 👏👏
Flor De Maria Paredes
porque no sigue la novela la dejan en lo más interesante que hay que hacer para seguir leyendo ñorfa
Flor De Maria Paredes
de todas las novelas que he leído está es la mejor muy tierna felicidad a la escritora
Tere.s
está mujer se muere ahí
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