Me Enamoré, Del Despiadado CEO

Capítulo dieciséis

El padre de Emilia había puesto en una lista todo lo que había gastado en ella hasta que cumplió dieciocho años, lo cual había ocurrido hacía seis años. Exigía que pagara su deuda si quería irse de su casa y mientras tanto siguió cobrándole una especie de renta. Lo que hacía casi imposible para Emilia que terminara de saldarla, ya que ella ganaba muy poco dinero trabajando en la empresa de su padre como repartidora. Y este no dejaba que accediera a otro puesto en la empresa porque decía que no estaba capacitada para hacerlo. Ahora pretendía cobrarle esa deuda a Marco, insinuando en que ella no era buena para los negocios cuando en realidad ni siquiera la había dejado intentarlo.

—No quiero que pagues mi deuda —se apresuró a decir a Emilia tomando nerviosamente la mano de Marco.

—¿De qué estás hablando? Tu esposo dijo que era una suma insignificante para él —refunfuñó su padre.

—La deuda no es de él, es mía. Fue antes de que nos casáramos. Por lo cual me haré responsable de ella. Así que no tienes por qué meter a mi esposo en esto —Emilia se mostraba muy firme ante su padre, algo que él no esperaba que hiciera.

—Me gustaría ver la lista de los negocios que Emilia trató de hacer en el pasado, para así poder asesorarla de ahora en adelante —dijo Marco tratando de sacarle el sobre que su suegro había puesto sobre la mesa.

Este nunca pensó que la conversación llegaría a ese punto, por lo que tomó el sobre y le aseguró que no había problema. Él y Emilia encontrarían la manera de resolverlo sin molestarlo. Ya que era la decisión de su hija hacerlo de ese modo. La verdad era que él deseaba meter en otros negocios a Marco e iba a usar eso como excusa.

La manera de hablar de Emilia había hecho que su padre tuviera que resignarse a no poder utilizar esa carta contra Marco. Sin embargo, cuando fueron a comer, este le hizo una seña a su mayordomo. El cual sin que el padre de Emilia lo viera tomó los documentos e hizo copias para después mostrárselas a su jefe.

Durante el almuerzo en el grandioso comedor lleno de cosas costosas como la enorme araña del techo o los manteles delicadamente bordados a mano, comían en silencio. Como el padre de Emilia necesitaba invitar a Marco a sus negocios, los invitó a su cumpleaños que sería la semana siguiente. Ahí trataría de abordar de vuelta a Marco para que le ayudara.

—Por cierto, tu casa es de principios del siglo pasado, es muy hermosa —dijo el padre de Emilia intentando alagar a Marco—. Pero, ¿no te parece que está pasada de moda?

—Fue decorada por la mujer más importante para mí y se quedará así por ahora —exclamó Marco sin dar demasiadas explicaciones.

Emilia se sintió fuera de lugar, eso dio espacio a que su padre viera que había diferencia entre ambos. Así que, una vez que terminaron de almorzar este les dio las gracias por haberlo recibido en su casa, pensando en cómo usar eso a su favor. Emilia lo acompañó hasta la puerta mientras Marco atendía unas llamadas.

—Escucha lo que voy a decirte, deja de jugar conmigo o te acabaré —amenazó su padre al ver que Marco ya no estaba con ellos.

Emilia se dio cuenta de que Marco se comportaba como su padre. Se la pasaba amenazándola cuando ella no hacía lo que él quería. ¿Acaso estaría repitiendo la historia? No le dijo nada a su padre. ¿Para qué discutir con esa clase de persona? Solo esperó a que se fuera y luego se giró para regresar.

Al entrar de vuelta en la mansión Marco la esperaba, mirándola acercarse mientras fruncía el ceño, como si estuviera molesto. ¿Ahora que había hecho para incomodar al despiadado CEO? Emilia levantó los ojos como si deseara acabar pronto. Él la miró con desaprobación, como si se hubiera enterado de algo horrible, lo que puso en alerta a la muchacha.

—¿Qué ocurre? —preguntó ella algo asustada, esperaba que su padre no hubiera hecho ninguna jugada con su esposo, que ella no pudiera ver.

—Quiero que me expliques una cosa —dijo él al darse cuenta de todo lo que venía viendo en Emilia, pero que, aun así, le resultaba extraño. Marco había mandado investigarla, preguntándose porqué una chica como ella; hija de un magnate, estaba tan delgada, usaba ropa vieja, no había tenido estudios universitarios, y por sobre todas las cosas se comportaba como si fuera un pequeño animal asustado la mayor parte del tiempo. Por momento salía su parte empoderada, que, aunque él no lo reconociera, eso le gustaba. Pero mayormente ella agachaba la cabeza, lo que hacía que se enojara mucho más porque no quería estar rodeado de personas mediocres.

—¿Por qué tu padre tiene una lista de todo lo que ha gastado en ti durante toda tu vida? —preguntó Marco descolocando a Emilia.

—¿Cómo estás seguro de esa ridiculez? —ella quería intentar difamar esa información. Como si no le tuviera que prestar atención al asunto.

—Porque estaba en la hoja que él trajo. Le pedí a Federico que hiciera una copia y me la mostraron, ya que tu padre no quería hacerlo. ¿Acaso te parece que estoy adornado? —preguntó en protesta. Algo que superó a Emilia por completo.

—Marco, no puedo comprenderte. Por un lado, me dices que no fingirás ser alguien que no eres delante de mi padre, pero, por otro lado, me defendiste. ¿Y ahora te interesas por algo que no es de tu incumbencia? ¿En qué te afecta que mi padre trate de sobornarme?

—Dijiste que me querías, que estabas enamorada de mí y que eras capaz de hacer que te amé. ¿No es cierto? —preguntó él acercándose a ella, haciéndola retroceder hasta quedar al lado del sofá.

¿Acaso se lo recordaría toda su vida? ¿Qué tenía el hombre con ese tema? ¿No se daba cuenta de que era humillante escucharlo de sus labios?

—Sí, lo dije —ella se sentía avergonzada. Por lo que agachó la mirada, pero él le levantó la barbilla con su enorme y áspera mano.

—Pues lo que yo te he dicho, fue para que entiendas que eso no es posible. No me enamoraré de ti y no te permitiré que te metas en mi vida. Sin embargo, tampoco voy a dejar que otros te pisoteen —él parecía hablar en serio.

¿De qué se trataba todo eso?

Autora: Osaku