Bajo La Misma Luna

Lyra.

El silbato del profesor resonó en la cancha, y el eco se mezcló con los golpes secos del balón contra el piso. Normalmente, cuando jugaba voleibol, todo lo demás desaparecía: solo el juego y yo. Pero esa mañana… era imposible concentrarme.

No era solo porque Eros se había quedado a dormir en mi casa la noche anterior y habíamos llegado juntos a la escuela, aunque la imagen de él abrazándome seguía clavada en mi mente desconcentrándome pero no era solo eso lo que me desconcentraba. Era algo más. Algo que me revolvía por dentro.

Mi loba, Lila, ha estado esquiva desde el día anterior, sin mostrarse como de costumbre.

“¿Estás bien, Lila?” le pregunté.

“Estoy bien… solo me siento cansada” respondió su voz, apagada.

“Le dire a mamá que nos haga una revisión después de la escuela”

Mis ojos buscaron instintivamente las gradas. Ahí estaba él. Eros. Sus ojos dorados me atraparon como si el resto del mundo se hubiera borrado. No sé cuánto tiempo me quedé mirándolo… hasta que vi cómo su expresión cambiaba, oscureciéndose.

De pronto, empezó a correr hacia mí.

—¡Lyra, cuidado! —gritó.

No tuve tiempo de reaccionar. El impacto en mi cabeza fue tan brutal que el mundo se inclinó y se me escapó de las manos. Lo último que vi fueron los labios de Eros moviéndose, diciendo algo que no pude entender, y después… sus brazos cargándome.

Oscuridad. Silencio absoluto. Una nada que me tragaba entera. El miedo se coló primero, pero luego… una luz suave empezó a abrirse paso, revelando una figura familiar.

—¡Lila! —corrí hacia ella, pero me detuve en seco al ver sus ojos. Eran de un violeta intenso, hipnótico.

—¿Qué te ha pasado? —pregunté, incrédula.

—No lo sé… pero tú también tienes los ojos así, Lyra.

Me giré hacia el lago que siempre estaba allí en nuestro vínculo. El reflejo me devolvió una imagen imposible: mis pupilas, teñidas del mismo violeta.

—¿Qué es esto? ¿De dónde han salido?.

—Yo puedo explicarlo —dijo una voz suave detrás de mí.

Me volví hacia atrás y ahí estaba. Una mujer envuelta en blanco, piel tan pálida que parecía hecha de luz, cabellos como nieve y ojos de un azul zafiro que parecían atravesar mi alma. Su luz no era agresiva; era cálida… divina.

—¿Selene? —mi voz fue apenas un susurro.

—Así es, Lyra.

—¿Cómo es posible?

—Eres una chica especial Lyra —dijo, con un tono que me heló y reconfortó al mismo tiempo—. Estoy conectada contigo.

—¿Y que haces aquí? — pregunto.

—He venido a decirte algunas cosas Lyra, cosas que a las que debes estar preparada ya que las cosas que se aproximan son demasiadas.

—¿Lo que se aproxima? —repetí, confusa.

—Tú y tu compañero deberán estar más unidos que nunca. Entiendo que haya conflictos, pero llegará el momento en que se resolverán, de una forma u otra. Lo que viene… necesitará de ambos. Y de su confianza mutua.

—Pero no entiendo qué es lo que pasará.

—No puedo decírtelo todo… pero puedo advertirte de muchas cosas una de ellas es que no tengas miedo a lo que vendra. Tus cambios tienen origen en algo que ocurrió hace mucho, antes incluso de que nacieras. Hay una historia la cual me gustaría contarte pero no hay tiempo por lo que tendrás que buscar un libros el cual tiene como titular «Seres sobrenaturales» es un libro muy antiguo el cual te ayudará a entender muchas cosas y el cual contiene esa historia.

—¿Dónde puedo encontrarlo?

—No lo sé. Hace siglos que nadie lo ve. Pero tú lo harás. No estaras sola en esta travesía, en medio de todo esto te conocerás muchas veces, te encontrarás a ti misma pero de manera diferente, ese libro te dará respuestas… pero no todas serán fáciles de aceptar. Habrá secretos, mentiras, traiciones… y todas te estarán esperando a ti.

Su voz se volvió más grave:

—Y Lyra… no todo lo que viene será bueno, pero será necesario.

—¿Que tan malo será? — pregunto preocupada.

Ella no me contesta solo me dedica una cálida sonrisa.

—Una cosa más Lyra, tu compañero siempre te ha querido, desde el momento en el que te conocío solo no sabía expresar lo que sentía, siempre estuvo pendiente de ti obviamente de forma anónima.

—¿A que te refiere? — pregunto y no contesta.

La luz empezó a desvanecerse, y el lago, mi loba, la diosa… todo se disolvió.

—¡Selene!— La llamó cuando la oscuridad vuelve —¡Diosa Luna!.

Mi loba a desaparecido y me encuentro sola en la oscuridad, camino de un lado a otro sin encontrar salida.