Una Luna Para El Alfa

El dolor… la ira… el sufrimiento… la venganza… emociones y pensamientos que cruzaban la mente de Lyra mientras era curada por una anciana de la manada Garra Plateada. Al llegar allí en la mañana, fueron recibidas con premura, sin preguntas, solo enfocándose en ayudar a aquella loba que sufría. Lyra se veía tensa, aguantando el dolor de las curaciones, hasta que el alfa de aquella manada, al enterarse de la llegada de intrusas, fue a ver de qué se trataba. Aun siendo los más nobles, debían asegurarse de que su gente no corriera peligro. De inmediato, el hombre reconoció a aquella muchacha. La había visto junto a su gran amigo Magnus Blackwood, era su hija. Este, incrédulo, la miró.

—Muchacha, ¿pero qué te ha pasado?

Lyra solo lo miró, avergonzada. Nessa, que siempre decía lo que pensaba, aunque en la manada Trueno Eterno siempre se mantuvo callada, dijo:

—El alfa Lucian la rechazó y no contento con eso la golpeó. Es un miserable.

El hombre abrió los ojos, sorprendido y enfadado. No podía creer que alguien pudiera hacerle eso a una joven, independientemente de quién fuera. Le pareció una crueldad.

—Te llevaré con tu padre.

Dijo el hombre de inmediato, lo que llamó la atención de Nessa.

—Solo dile que llegaré a casa. Que tenía razón.

Lyra respondió con una voz baja pero firme. El hombre asintió y salió para ir a llamar a su buen amigo. Nessa miró a Lyra con curiosidad.

—Creí que tus padres habían muerto o te habían abandonado. ¿Cómo llegaste sola a la manada?

Lyra la miró directamente a los ojos, dejando escapar un suspiro profundo.

—Te diré un secreto… Mi nombre no es Sofía. Es Lyra Blackwood, hija del alfa Magnus Blackwood.

Los ojos de Nessa se abrieron como platos, sorprendida.

—¡Vaya! Ya decía yo que esa delicadeza tuya, además de tus suaves manos, no eran las de una omega.

Lyra sonrió con algo de tristeza. Aquella joven, a pesar de su falta de educación, era alguien encantadora.

—Pues en eso no te equivocas.

Dijo Lyra, mientras Nessa suspiraba.

—Ojalá el rey fuera alguien como este alfa. De seguro Lucian ya estaría fuera del reino.

Lyra solo la miró, casi sin emoción.

—El rey Caelan, si fuera como el alfa Kael, sería demasiado blando.

Lyra sabía cómo era el amigo de su padre. Nessa no pudo evitar seguir con sus pensamientos.

—Pero si el rey alfa dicen que es peor que Lucian, es un lobo despiadado. La diferencia es que el rey alfa es mucho más poderoso que cualquier otro lobo.

Lyra trató de levantarse de la camilla, a pesar del dolor de su espalda.

—Eso es verdad. La verdad es que no conozco al rey Caelan. No se presenta mucho en las manadas.

Recordó lo poco que su padre hablaba de él. Nessa, sin poder callar lo que pensaba, continuó.

—Tú, siendo la hija de uno de los alfas más poderosos, ¿por qué terminaste en la manada Trueno Eterno?

Lyra levantó la cabeza con firmeza, su mirada endureciéndose con cada palabra.

—Por tonta y caprichosa. Pero Lucian no sabe con quién se metió.

Nessa asintió, entendiendo la determinación de Lyra.

—Por supuesto, tu padre lo matará.

Lyra negó con la cabeza, sus ojos llenos de decisión.

—No. Mi padre no peleará mis batallas. Esto lo haré yo. Me prepararé, y cuando esté lista, iré por ese maldito, aunque Caelan y todas las manadas se me vengan encima.

El tono de su voz era frío, pero había un poder latente en sus palabras. El fuego de la venganza estaba ardiendo en su interior. Ya no era la joven inocente que alguna vez fue. Ahora era una loba con un solo objetivo: recuperar su dignidad y hacer pagar a Lucian por lo que le había hecho.

A los pocos días, Lyra estaba recuperada. Tras sacar todo el acónito de su cuerpo, la rápida mejoría de la joven dejó a todos sorprendidos. Kael, el alfa de la manada Garra Plateada, preparó el viaje para las dos jóvenes, asegurándose de que llegarían sanas y salvas, sin percances. Sabía que debían dejar todo en orden y que Lyra tenía cuentas pendientes que ajustar.

Poco después de que las muchachas partieran, un automóvil ingresó en el territorio de la manada. Kael reconoció al instante al alfa de la manada Trueno Eterno. Solo rodó los ojos, detestando la prepotencia de Lucian. Ese idiota presumido parecía estar buscando provocar al buen y bondadoso alfa de la Garra Plateada, aunque Kael, atado por la promesa hecha a Lyra de no revelar nada, se obligó a sonreír y a recibir con cortesía a quien consideraba una verdadera escoria.

Lucian bajó del auto con aire altivo, acomodándose el traje con ostentación, disfrutando de las miradas que las lobas del lugar le dirigían. Caminó hasta Kael y, con una mirada arrogante, le dijo:

—Solo vengo porque dos lobas han huido de mi manada después de cometer una falta grave. Quiero saber si han pasado por aquí o si están escondidas en este lugar.

Kael le devolvió una sonrisa amable, ocultando su desprecio bajo una máscara de cortesía.

—Lamentablemente, ningún forastero ha ingresado en estos días a la manada, pero si llego a saber de alguien en esa situación, te mandaré a llamar. Si gustas, te invito a tomar algo.

Kael sabía de antemano que Lucian rechazaría la oferta, pero lo invitó de todos modos, su voz goteando una calma que Lucian no podría soportar.

—Olvídalo —bufó Lucian con desdén—. No quiero llenarme de tu inmensa bondad que me da hasta escalofríos.

Sin decir nada más, el alfa de la Trueno Eterno se marchó, dejando a Kael observándolo con una mezcla de enojo y desprecio, consciente de lo que ese hombre le había hecho a Lyra y de que algún día tendría que rendir cuentas.