Ava es una joven a punto de graduarse de doctora el cual siempre ha sido su sueño, al conocer a maximiliano un hombre multimillonario quien queda hipnotizado por su belleza, su amor se basa en romance hasta que el tuvo un terrible accidente quedando en coma, ella se ve obligada a tomar decisiones si el, cuando el despierta el caos llega y ella descubre lo despiadado que es, ¿podrá Ava salir a tiempo de ese amor sin remedio?
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Un Despertar
Me levanté temprano, me vestí y me preparé para ir a la clínica. La noche anterior había sido larga y llena de pensamientos contradictorios. Me sentía ansiosa y nerviosa, pero también había una parte de mí que sentía una sensación de esperanza y posibilidad.
Mientras me miraba en el espejo, me pregunté si estaba haciendo lo correcto. ¿Estaba tomando esta decisión por mí misma o por la presión de la familia de Maximiliano y el médico? Me sentí un poco confundida y dividida.
Tomé un respiro profundo y me recordé a mí misma que estaba haciendo esto por Maximiliano y por nuestro futuro juntos. Me dije que si Maximiliano se recuperaba, podríamos criar a nuestro hijo juntos. Pero si no... la idea de tener un pedacito de él en este mundo me daba consuelo.
Me dirigí a la clínica, con una mezcla de emociones en mi corazón, me sentí un poco asustada, pero también determinada a seguir adelante.
Me senté en la sala de espera de la clínica junto a Paulina, la sala estaba decorada con un estilo moderno y minimalista, y había un aroma suave a limpio en el aire. Paulina me tomó la mano y me dio un apretón suave.
—Todo saldrá bien, Ava— dijo. —Estoy segura de que Maximiliano querría que hiciéramos esto—.
Asentí con la cabeza, tratando de sentirme más segura. La espera parecía interminable, pero finalmente, una enfermera nos llamó.
—Ava, por favor, acompáñame—, dijo con una sonrisa amable.
Me levanté y seguí a la enfermera, mientras Paulina se quedaba en la sala de espera. Me sentí un poco nerviosa, pero traté de respirar profundamente y calmarme. La enfermera me llevó a una habitación donde me explicaron el procedimiento y me pidieron que firmara algunos papeles. Después, me llevaron a una habitación donde me prepararon para la inseminación.
La doctora me explicó que la inseminación artificial es un procedimiento en el que se introduce el esperma de Maximiliano en mi útero mediante un catéter. Me dijo que el procedimiento es relativamente simple y no doloroso, y que después de unos minutos de descanso, podría irme a casa.
Después del procedimiento, la doctora me recomendó que me tomara las cosas con calma durante unos días y que evitara actividades físicas intensas. Me dijo que era importante seguir las instrucciones para aumentar las posibilidades de éxito.
—¿Cuáles son las posibilidades de éxito?—, pregunté.
La doctora sonrió. —Las posibilidades de éxito dependen de varios factores, como la calidad del esperma y la salud de tus óvulos. Pero en general, la inseminación artificial tiene una tasa de éxito del 10 al 20% por ciclo—.
Me explicó que después de dos semanas, podríamos hacer una prueba de embarazo para ver si la inseminación había sido exitosa. Me dio algunas instrucciones adicionales y me recomendó que me comunicara con ella si tenía alguna pregunta o inquietud.
Me sentí un poco más tranquila después de hablar con la doctora, pero todavía tenía muchas preguntas y dudas. ¿Qué pasaría si no quedaba embarazada? ¿Qué pasaría si Maximiliano no se recuperaba? La incertidumbre me acompañaba, pero estaba decidida a seguir adelante y hacer todo lo posible para tener un hijo de Maximiliano.
Después de salir de la habitación, Paulina se acercó a mí con una mirada preocupada. —¿Cómo te sientes, Ava?— preguntó, tomándome la mano.
Me sentí un poco cansada y un poco sensible, pero en general, estaba bien. —Estoy bien, Paulina—. respondí. —Un poco cansada, pero bien—
La doctora se acercó a nosotras y se dirigió a Paulina. —Señora, es importante que Ava se tome las cosas con calma durante los próximos días. Sin alteraciones ni estrés. Necesita reposo y tranquilidad para que el procedimiento tenga éxito—.
Paulina asintió con la cabeza, agradecida. —Muchas gracias, doctora. Me aseguraré de que Ava se cuide—.
La doctora sonrió y nos dio algunas instrucciones adicionales antes de despedirse. Paulina y yo nos dirigimos a la salida de la clínica y nos subimos al coche para ir a casa. Durante el viaje, Paulina me preguntó si necesitaba algo y se ofreció a ayudarme con cualquier cosa que necesitara.
Me sentí agradecida por su apoyo y su preocupación. Al llegar a casa, Paulina me ayudó a instalarme en el sofá y me trajo un vaso de agua. —Descansa, Ava— me dijo. —Estoy aquí para cuidarte—.
El sol comenzaba a ponerse, proyectando una luz cálida y suave sobre el jardín. Me sentí atraída por la belleza de las flores y las plantas, y decidí salir a disfrutar del aire fresco.
Mientras caminaba por el jardín, me detuve a contemplar las diferentes especies de plantas y flores que crecían allí. Me gustaba la jardinería y siempre encontraba paz y tranquilidad en el cuidado de las plantas.
Me agaché para recoger algunas plantas que necesitaban ser arregladas y las llevé a un rincón del jardín donde podía trabajar en ellas. Mientras trabajaba, me sentí relajada y contenta, disfrutando del contacto con la tierra y las plantas.
Después de un rato, Paulina me llamó para cenar. Me lavé las manos y me dirigí al comedor, donde Paulina me esperaba con una cena deliciosa.
Durante la cena, Paulina me cuidó y me pidió que no hiciera esfuerzos, recordándome las instrucciones de la doctora. Me sentí agradecida por su preocupación y me limité a disfrutar de la cena y la compañía.
Después de cenar, me fui a mi habitación, sintiéndome un poco cansada pero relajada.
Me senté al lado de Maximiliano en la cama tomé su mano y la acaricié suavemente. Pude sentir el calor que irradiaba su cuerpo, a pesar de que estaba conectado a tantas máquinas y cables. Me sentí un poco más cerca de él en ese momento, como si estuviera más presente de lo que parecía.
—Maximiliano—, le susurré, —quiero hablar contigo sobre algo—. Me detuve un momento, como si esperara que respondiera, aunque sabía que no podía. —Pronto voy a estar embarazada—, le dije, sonriendo. —Vamos a tener un bebé—.
Me sentí emocionada al hablar con él, como si pudiera escucharme y entender. —Estoy tan feliz, Maximiliano. Nuestro bebé será una parte de ti y de mí, y siempre estará con nosotros—. Me detuve un momento, acariciando su mano. —Sé que estás luchando por recuperarte, y yo estoy aquí para ti. Quiero que sepas que estoy aquí, y que siempre estaré contigo, no importa lo que pase—.
Me sentí un poco llorosa, pero traté de mantener la calma. —Te amo, Maximiliano—, le dije, apretando su mano suavemente. —Te amo tanto—. Me quedé un rato más con él, disfrutando del contacto con su mano y hablando con él en voz baja.
Me sentí envuelta en una sensación de terror y miedo que no podía explicar. Mi cuerpo temblaba y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
Me quedé paralizada al ver a Maximiliano abrir los ojos. Su mirada era intensa y directa al techo, sin pestañear. Me sentí como si estuviera viendo un milagro, y no podía creer lo que estaba sucediendo. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y mi mente estaba llena de emoción y sorpresa.
Pero lo que me sorprendió aún más fue cuando su mano apretó la mía con una fuerza inesperada.
Sentí un dolor agudo en la mano, y me vi obligada a soltarla debido a la presión. Me quedé mirándolo, confundida y un poco asustada. ¿Qué estaba pasando? ¿Estaba Maximiliano consciente? ¿Sabía lo que estaba sucediendo?.
Me acerqué un poco más a él, tratando de entender qué estaba pasando. Su mirada seguía fija en el techo, y su rostro estaba tenso. Me sentí un poco asustada, pero también llena de esperanza. ¿Estaba Maximiliano volviendo en sí? ¿Estaba recuperándose?
Me quedé allí, mirándolo, y cuando de verdad me di cuenta que esta vez si había despertado corri y tomé el teléfono para llamar al doctor y luego a Paulina dándoles las buenas noticias...