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Una Reencarnación Tranquila

Una Reencarnación Tranquila

Status: En proceso
Genre:Magia / Malentendidos / Reencarnación / Mundo mágico / Apocalipsis
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aly25

Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.
¿pero en realidad será una reencarnación tranquila?

NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Un día más en el barco

El sol brillaba alto sobre el mar. El viento suave jugaba con las olas, haciendo que se sacudieran ligeramente bajo el reflejo dorado del día. El aire fresco acariciaba la piel, llenando los pulmones de ese aroma salado que tanto les gustaba. El barco seguía su curso tranquilo, pero esa calma se sentía aún más profunda en la cubierta.

Leo estaba en brazos de Artemisa mientras caminaban hacia la puerta que llevaba al exterior. El bebé observaba todo con ojos brillantes, su pequeño cuerpo un poco más ligero, más relajado ahora que el malestar había desaparecido por completo. Miraba las velas del barco con curiosidad, los cordeles que subían hacia el cielo y el ajetreo suave de la tripulación trabajando a lo lejos. Taa estaba allí, en su brazo, también mirando todo con sus ojitos de peluche.

Elian los siguió de cerca, con una sonrisa tranquila mientras observaba a Leo. Sabía que el día había sido difícil para el bebé, pero ahora se sentía como si todo el peso de esa incomodidad se hubiera esfumado. Había algo en el aire, en el brillo del mar y en el sonido de las olas, que hacía que todo estuviera bien de nuevo.

Al salir a la cubierta, el mar los rodeó. Artemisa respiró hondo, disfrutando de la paz que ofrecía el océano. La cubierta estaba casi vacía, solo unos pocos miembros de la tripulación ocupados con tareas diarias, pero ellos tres estaban completamente inmersos en ese pequeño rincón de felicidad.

—¿Listo para salir a jugar un poco, pequeño Leo? —preguntó Artemisa, con una sonrisa traviesa mientras miraba al bebé.

Leo no sabía muy bien qué significaba "jugar" en ese momento, pero vio que su mamá sonreía y se sintió seguro. Alzó una mano y trató de tocar el aire con la palma abierta.

Elian sonrió mientras los observaba. —Creo que al pequeño Leo le gustan los días de sol.

Con una risa suave, Artemisa se acercó a la barandilla, y Elian la siguió un paso detrás de ella. Leo se movía inquieto en los brazos de su mamá, mirando las olas y el brillo dorado sobre el agua. El viento soplaba con suavidad, meciendo el cabello de Artemisa y agitando ligeramente el de Elian, creando una atmósfera cálida y relajada.

De repente, Leo hizo un sonido suave, como un susurro, casi como si intentara decir algo.

—¿Qué es, Leo? —preguntó Artemisa, mirándolo con atención.

El bebé señaló con su manita la barandilla, como si quisiera ir hacia allí.

—Ah, ¿quieres ver las olas? —preguntó Elian, acercándose a ella—. ¿Te gustaría sentir el viento?

Leo, sin pensarlo mucho, extendió ambas manos hacia el aire, como si pudiera atrapar el viento en ellas.

Artemisa lo acercó a la barandilla y lo puso de pie frente a ella, con cuidado de que no se desestabilizara. El mar estaba frente a ellos, en toda su inmensidad y profundidad. Las olas llegaban y se rompían suavemente contra el casco del barco, produciendo un sonido relajante.

Leo, mirando todo con asombro, comenzó a hacer un ruido de fascinación. Su boquita se abrió en una sonrisa gigante.

—¡Mmmh! —dijo, señalando el agua como si fuera lo más emocionante que había visto en su vida.

Elian, que lo observaba con diversión, dio un paso más cerca.

—¡Vaya, parece que a Leo le gusta el mar! —comentó con tono divertido. Entonces, con una risa ligera, se acercó más y susurró—: No tanto como a Taa, ¿verdad?

Leo agitó la manita hacia su peluche, intentando que el pato "viera" el mar, como si este también pudiera disfrutar de la vista. Artemisa se echó a reír y acarició suavemente su cabello.

—Es un verdadero explorador —dijo, con una sonrisa llena de amor.

El viento sopló más fuerte, y el bebé, con sus manitas abiertas, trató de seguir la corriente del aire, como si fuera algo que pudiera tocar. Sus ojos brillaban intensamente, y parecía que cada rincón del mundo le ofrecía algo nuevo para descubrir.

Elian se agachó frente a él y, con una mano suave, tocó la punta de su nariz. Leo reaccionó con una risita espontánea, una risa pura que salió de su pequeño cuerpo. Era un sonido lleno de alegría.

—¿Qué pasa, pequeño? —preguntó Elian con voz suave.

Leo no dijo nada, pero levantó una mano hacia Elian, como si le pidiera que lo levantara. Elian, sin dudar, lo alzó suavemente en brazos.

—¡Ups! ¿Ahora qué tenemos aquí? —preguntó Elian mientras lo sostenía. Leo, al estar un poco más alto, empezó a señalar las velas del barco y a mirar con atención los barcos más pequeños que pasaban a lo lejos.

Artemisa sonrió, observando cómo su hijo interactuaba con el mundo. La escena era perfecta: el sol brillando, la brisa del mar acariciándolos, el sonido de las olas llenando el espacio.

—Parece que este es su lugar favorito —comentó Artemisa, sintiendo el calor de la brisa en su piel.

Leo, feliz de estar en los brazos de Elian, comenzó a patalear con emoción. Sus pequeñas piernas se movían con rapidez mientras miraba las velas y luego señalaba al horizonte, como si pudiera ver todo el mundo a través de sus ojos curiosos.

—Creo que a Leo le gustaría estar un poco más cerca del agua —dijo Elian en tono divertido, sintiendo una conexión especial con el pequeño. No era solo el bebé de Artemisa, era el bebé de todos. En ese momento, Elian entendió que el vínculo que compartían los tres era único y profundo, como las aguas del mar que los rodeaban.

Artemisa se acercó para tomar a Leo nuevamente en brazos, pero antes de que pudiera, el bebé dio un pequeño grito de felicidad, extendiendo sus manitas hacia las olas.

—¡Mmmhh! —balbuceó, con una sonrisa traviesa.

Elian sonrió ampliamente. —¡Creo que quiere ser marinero!

Artemisa, riendo, lo abrazó con fuerza y se lo acercó aún más a la barandilla, donde las olas parecían abrazar la nave. El bebé estiró las manos hacia el aire, como si tratara de sostener el viento.

—¡Mamá! —dijo Leo, una palabra que sonó tan clara y alegre que Artemisa casi se quedó sin aliento por un momento.

—Sí, Leo, aquí estamos. El mar, el viento y nosotros —respondió con ternura, dándole un beso en la cabeza.

Y así, los tres, rodeados de la calidez del sol y la frescura del mar, se quedaron allí, disfrutando del simple y perfecto momento que el día les ofrecía.

La risa de Leo llenaba el aire, sus ojos brillaban como estrellas, y entre las olas y la brisa, Elian y Artemisa sabían que el mundo no podía ser mejor que en ese instante.

Hasta que algo paso, si supongo que cuando hay tranquilidad siempre debe de haber un poco de problemas........

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En otra parte..........

Tap

.

Tap

.

Tap

.

Los pasos apresurados retumbaban en el pasillo de mármol.

CLAC!

La puerta de la oficina del archiduque se abrió con un golpe urgente, sacudiéndose sobre sus bisagras.

El caballero irrumpió en la oficina del archiduque, jadeando por la carrera y sudoroso, pero con una expresión de emoción contenida.

Al ver al archiduque sentado en su escritorio, cubierto por montones de papeles y documentos, el caballero se inclinó rápidamente, tratando de recuperar el aliento.

—¡Su Alteza! —exclamó el caballero, irrumpiendo con el rostro tenso y la capa aún agitada por el viento.

El archiduque alzó la mirada con lentitud desde su escritorio, como si cada segundo de distracción tuviera un precio. Su expresión era de piedra.

—Más te vale que lo que traes valga la interrupción —dijo con una voz helada y perfectamente medida.

El caballero se inclinó un poco, intentando contener la urgencia que traía.

—Tenemos pistas... sobre Artemisa. Y el niño.

Un silencio repentino cayó sobre la habitación. Aunque su rostro no se transformó, algo en el ambiente se tensó.

—Habla —ordenó el archiduque, con voz baja y firme.

—Nuestros exploradores llegaron al antiguo bosque de Estharn. Encontraron ruinas, lo que quedaba de una vivienda —dijo el caballero—. Estaba completamente calcinada. No quedó casi nada.

—¿Cuánto tiempo hace del incendio?

—Semanas, quizás un mes. No fue reciente. Y fue intencional. Había rastros de aceite y marcas evidentes de una quema planeada. Querían borrar el lugar.

El archiduque se levantó con lentitud y se acercó a la ventana, como si necesitara distancia para procesar lo que acababa de oír. Su silueta se recortaba contra la luz rojiza del atardecer.

—¿Alguien vivía allí?

—Parece que sí, antes del incendio. Encontramos una manta escondida bajo una tabla suelta. Estaba bordada con un patrón único... el mismo que llevaba Artemisa en su infancia. Sin duda era suya.

El archiduque cerró los ojos un segundo, imperceptible, apenas una exhalación contenida.

—¿Quién la quemó?

—Eso es lo más delicado, Alteza. Uno de nuestros hombres reconoció los grabados en una flecha rota... era un símbolo de la guardia personal del Marqués de Ardemir y además...... Hay rastro de los caballeros reales.

Silencio

El silencio se volvió más denso. Y entonces, por primera vez en mucho tiempo, la voz del archiduque se quebró, apenas un susurro cargado de veneno.

—Maldici*n... —escupió, la palabra cruda, contenida, como si le quemara por dentro—. Ese bastardo ya se nos adelantó.

Se pasó una mano por el rostro, pero su expresión no tembló. Solo su voz se volvió más fría.

—¿Y Artemisa? ¿Estaba allí cuando quemaron la casa?

—No. Se había marchado. No hallamos cuerpos ni restos humanos. Ni del niño.

—Entonces aún están vivos —concluyó.

Cruzó la sala con determinación, cada paso pesado de propósito.

— Parece que se han dado cuenta que los estamos buscando también, si no ¿por qué los caballeros reales dejarían esa tela ahi? así que escucha con cuidado: a partir de ahora, toda información sobre Artemisa o el niño pasa solo por mí. Ni una palabra al consejo. Ni al rey. Ni siquiera a los capitanes o personas dentro de este lugar.

—Sí, su Alteza.

—Forma un nuevo grupo. Rastreo, infiltración. Nada de uniformes. Nadie debe saber que están tras su rastro.

El archiduque se detuvo frente a él. Lo miró fijamente.

—Encuéntrala. Encuentra al niño.............Y si mi querido suegro los vuelve a tocar…

—esta vez, yo mismo le prenderé fuego a el y a al Reino.

El caballero asintió, palideciendo ligeramente. Luego salió sin decir una palabra más.

Cuando quedó solo, el archiduque volvió a sentarse.

En su interior, la decisión ya estaba tomada. No importaba cuánto tuviera que arriesgar.

Tenia que proteger a Artemisa y a su hijo.

1
Salomé Páez
Ojos
Salomé Páez
Demasiados espacios
Salomé Páez
Zero
Salomé Páez
Como es el nombre? zero, zone o zane? ya hay 3 nombres diferentes
Aly🍀: mi auto corrector 😔, no me había dado cuenta
total 1 replies
🔹Lili🔸🐦
Me dio ternura 😭😭❤️❤️❤️
🔹Lili🔸🐦
Que bonito 😭😭😔
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