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Lucía La Princesa De Rubí

Lucía La Princesa De Rubí

Status: En proceso
Genre:Amor en la guerra / Familias enemistadas / Batalla por el trono / El Ascenso de la Reina / Familia Ensamblada
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Atenea

La vida de Lucía era perfecta… hasta que invadieron el reino. Sus padres murieron, su hermano desapareció, y todo fue orquestado por su tío, quien organizó una revuelta para quedarse con el trono.
> Lo peor: lo hizo desde las sombras. Después del ataque al palacio, él supuestamente llegó para salvarlos, haciendo retroceder al enemigo y rescatando a la pequeña princesa, quedando así como un héroe ante todos.

> ¿Podrá Lucía descubrir la verdad y vengar a su familia?

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Una frase dicha sin Juicio

En la sala de audiencia del Palacio Real. Al día siguiente, el salón de mármol del palacio estaba en penumbra. Los consejeros ingresaban en silencio. El rey esperaba de pie, la carta todavía en su mano. —Consejeros —inició con voz glacial—, lo ocurrido ayer fue una afrenta directa a la dignidad de la princesa heredera. Las familias Gómez, Ebrecht y Esteban permitieron que sus hijas insultaran su linaje, su pasado y su futuro. Y todo bajo su techo.

Luis distribuyó copias de la carta entre los presentes.

—Esta misiva llegó a mí por mano de un sirviente. Mary ha confirmado cada palabra. La humillación que sufrió Lucía no será ignorada. El rey alzó la voz por primera vez. —Por mi autoridad, he decidido:

Suspender las invitaciones diplomáticas de las familias Gómez, Ebrecht y Esteban por conducta inapropiada. Retirar a los señores Gómez, Ebrecht y Esteban de las reuniones del consejo lo que resta del mes. Imponer a sus casas tutoría obligatoria en valores nobles, bajo supervisión de académicos del palacio. Ordenar a sus hijas una disculpa formal ante la princesa heredera en acto privado. Los nobles se levantaron, visiblemente incómodos. El marqués Gómez habló primero: —No tenemos objeciones, majestad. El conde Esteban y el barón Ebrecht repitieron la fórmula con cabezas bajas. No se atrevieron a debatir.

La noticia del castigo impuesto por el rey se extendió como ceniza sobre un mantel de seda. No hubo declaraciones oficiales, solo un murmullo constante que se colaba entre corredores, ventanas cerradas y salones enmudecidos. Las casas Gómez, Ebrecht y Esteban, que alguna vez ocuparon con firmeza el centro de los círculos nobles, ahora sostenían la fachada con hilos de orgullo, temor y silencio.

Casa Gómez…

La marquesa de Gómez caminaba por su jardín de lavandas con los labios apretados y un abanico en mano, como si pudiera espantar los rumores. Frente al consejo de nobles, negó cualquier conducta impropia.

—Solo fueron juegos de niñas. Berrinches pasajeros… no temas reales —dijo con una sonrisa que no alcanzó los ojos.

Pero en casa, la realidad era distinta. Mariana había sido enviada al campo, oficialmente “por motivos de salud”. Su habitación fue cerrada, su ropa empacada con discreción. A la servidumbre se le prohibió mencionar su nombre en voz alta.

Mariana no entendía del todo lo que ocurría. En la finca familiar, rodeada de árboles altos y caminos polvorientos, se preguntaba por qué su madre no la visitaba. Solo recibió una carta breve:

“Reflexiona. El silencio protege.”

Casa Ebrecht...

El barón Ebrecht organizó a toda prisa una sesión con el tutor legal de su hija. En la biblioteca, Liliana fue obligada a redactar una carta de disculpas, medida y controlada, cada palabra supervisada. No debía expresar emociones. Solo asumir culpa con elegancia.

“Lamento si mis palabras fueron percibidas como ofensivas. En ningún momento fue mi intención perturbar el honor de la princesa heredera.”

La madre de Liliana, altiva y calculadora, restringió todos sus privilegios. No más reuniones. No más clases de equitación. No más correspondencia con amigas. Liliana no protestó. En su cuarto, las paredes parecían más altas que antes. Guardó la carta en una carpeta que no quiso volver a abrir.

Casa Esteban...

El conde Esteban se mantuvo firme. En una cena privada con dos aliados cortesanos, alzó su copa como si nada hubiese pasado.

—Mi hija fue víctima de una interpretación malintencionada. Todo esto se resolverá cuando el Rey entre en razón.

Pero el palacio no retrocedió. Las invitaciones cesaron. Las visitas se volvieron escasas. Y hasta los sirvientes parecían andar con pasos más cuidadosos, como si la caída fuera contagiosa.

Mansión Gómez...

La marquesa llegó entrada la noche. Su carruaje no hizo ruido al estacionarse, pero los criados se tensaron al verla cruzar el vestíbulo con paso firme. Mariana, sentada en la salita del campo, se levantó al escuchar el sonido de los tacones en la madera. —Madre… yo…

La marquesa la interrumpió sin mirarla.

—Has puesto en riesgo nuestra posición. ¿A qué se debe esa imprudencia? Mariana bajó la cabeza, la voz débil. —Yo solo repetí lo que escuché muchas veces entre los adultos…

La marquesa se detuvo.

—Y por eso te envié aquí. No para pensar. Para olvidar. Esta semana quedas privada del contacto con la corte. No se hablará de ti. No se te verá.

Mariana quiso replicar, pero su madre se alejó. Antes de subir las escaleras dijo sin volver la vista:

—Las princesas son como relojes antiguos: no puedes entender cómo funcionan… pero tampoco deberías intentar romperlos.

Tu padre ha sido muy indulgente contigo, te quedarás aquí y recapacitarás de tus actos.

Casa Ebrecht...

El barón regresó escoltado por dos asistentes del consejo. Su capa caía como sombra sobre los pisos de mármol. Liliana esperaba en el despacho, con la carta de disculpas ya firmada sobre la mesa.

—¿La leíste tú misma? —preguntó su padre, sin cambiar el tono. —Sí. —¿Sentiste algo? Ella dudó. —No sé si eso importa. —Importa más de lo que crees. Pero no delante de ellos.

Se sentó frente a ella. Sobre el escritorio, colocó el sello de la familia.

—Esta firma no es solo nuestra. Es una promesa que hicimos hace generaciones. Desde ahora, no asistirás a ninguna actividad social sin un acompañante formal. Durante un mes, solo hablarás si se te consulta. Tus acciones serán medidas y vigiladas. Este castigo no es por lo que dijiste… sino por el modo en que dejaste que te escucharan. Liliana asintió. Su madre no entró. Desde fuera, se oía el repiqueteo de copas en el comedor.

Casa Esteban...

La lámpara de cristal colgaba sobre el despacho del conde Esteban como una luna de vidrio, lanzando sombras sobre las paredes de madera tallada. El aire estaba perfumado con cedro y silencio. Sofía entró con pasos medidos, las manos cruzadas delante del vestido de satén gris perla.

—Me mandó llamar, padre —dijo con voz baja.

El conde estaba de pie junto a la chimenea, sin su copa habitual, ni la cortesía que solía mostrar ante invitados. Esta vez, era distinto. —¿Sabes por qué estamos teniendo esta conversación sin tu madre presente? Sofía negó despacio. —Porque esto no es asunto de familia —continuó él—. Es un asunto de reputación. Caminó lentamente por la alfombra persa que marcaba el centro del salón. Su tono era calmo, pero filoso.

—He trabajado años para posicionar nuestro apellido entre los pilares de la corona. Y tú, con una frase dicha sin juicio, hiciste que se nos observe con desconfianza.

Sofía sintió que sus piernas temblaban, pero se mantuvo firme.

—No pensé que...

—Exacto. No pensaste. Dijiste que la princesa Lucía era una huérfana con corona. ¿Crees que eso te hace más noble? Ella apretó los labios. —Las otras también lo dijeron... El conde se volvió bruscamente.

—Pero no todas llevan mi escudo en la espalda. No todas se sientan en los salones del consejo por su linaje. Tú sí. Y por eso, la corona no reprende a todas... pero sí a ti. Sofía bajó la mirada. En su pecho, la culpa empezaba a pesar más que el orgullo.

—Ella no se quebró —murmuró—. Y eso… no lo esperábamos.

El conde se acercó. Con gesto rígido, tomó su barbilla entre los dedos y la obligó a mirarlo.

—Escucha bien, Sofía. En esta casa no se teme a las princesas. Pero tampoco se las provoca sin saber quién las sostiene. La próxima vez que abras la boca, que sea para elevar este nombre. No para mancharlo.

Luego la soltó con brusquedad, como si incluso el contacto lo incomodara. Se volvió a su escritorio y escribió una nota rápida. —Durante las próximas dos semanas, quedarás fuera de toda actividad social. Se cancelan tus clases. Tu correspondencia será revisada. Tu única tarea será escribir una carta de disculpa... que no se leerá en público, pero se archivará en mi escritorio. Como recordatorio.

Sofía no preguntó si podía retirarse. Hizo una reverencia lenta y salió.

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Marta Aleida Sagarra Casamayor
Si la princesa supiera, quien asesino a sus padres.
Atenea
"Gracias, me alegra que les guste 🤗."
Limaesfra🍾🥂🌟
esta historia es impactante, cada capitulo.es mejor que el.otro
Alcira Castellanos
está muy interesante
Its_PurpleColor
Tu talento es inigualable, no detengas🙌
🦩NEYRA 🐚
Quiero más😃
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