Después de una ruptura, Camila encuentra consuelo en un hombre prohibido con el que descubre sensaciones que nunca había sentido, Pero las cosas cambiarán cuando descubra que es casado
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decisiones
Las horas transcurrían lentamente, y yo me sentía verdaderamente inquieta, consumida por la ansiedad de saber cómo se encontraba papá. Decidí sentarme en una silla apartada de Jimena, ya que no quería tener que enfrentarme a ella en ese momento.
De repente, vi entrar a Sebastián, y un torrente de emociones se apoderó de mí al observarlo. Él llevaba puesto un elegante traje negro que acentuaba cada curva de su figura, y sus ojos azules brillaban intensamente, como si se posaran directamente sobre mí.
¿Qué pasa, madre? ¿Por qué no avisaste sobre lo que le sucedió a Rolando? preguntó Sebastián, mientras dirigía una mirada discreta hacia Camila, que se mostraba visiblemente pálida y preocupada.
Jimena expresó con preocupación: 'No quería incomodar a nadie, hasta estar completamente segura de que Rolando se encuentra bien'.
Sebastián, decidido, respondió: 'Voy a preguntar qué está sucediendo, porque no están dando información'. Mientras tanto, yo podía sentir su mirada fija en mí, pero hice un esfuerzo por no mirarlo, ya que no quería que Jimena empezara a sospechar algo.
En ese instante, vi acercarse a un médico que se dirigía hacia mí y que, por su aspecto, reconocí como el Dr. Sánchez.
—Buenas noches —saludó con una voz calmada pero firme—. Soy el doctor Sánchez y estoy a cargo del señor Rolando Sincler. Lamentablemente, el paciente ha sufrido un infarto. Como sabemos, su edad juega un papel crucial, y su cuerpo no está en las mejores condiciones para enfrentar situaciones como esta. Sin embargo, hemos logrado estabilizarlo; ya está despierto y está pidiendo hablar con su hija —explicó el doctor mientras mi corazón latía con fuerza, abrumado por el miedo a perder a mi papá.
“¡Pero doctor, yo soy su esposa y realmente quisiera verlo!” exclamó Jimena, visiblemente molesta por el tono de voz que él había usado.
“Mamá, por favor, deja que Camila entre primero,” intervino Sebastián con tono firme.
“Por favor, señorita, sígame por este camino. Primero se lavará las manos y le proporcionarán una bata y un gorro antes de que pueda entrar a la habitación,” explicó el doctor mientras yo lo seguía.
Al entrar en la habitación y encontrar a mi papá acostado en la cama rodeado de un montón de aparatos que emitían sonidos inquietantes, sentí cómo las emociones me invadían. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin poderlo evitar.
—¡Oh, papá!—exclamé, corriendo hacia él para abrazarlo con todas mis fuerzas. Era un momento tan abrumador que me costaba contener el nudo que se había formado en mi garganta.
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En palabras de Rolando...
¡Mi niña hermosa! - exclamé mientras envolvía a mi querida Camila en un abrazo lleno de ternura. En ese momento, mi mente se llenó de recuerdos de aquellas ocasiones en las que iba a su escuela para visitarla. Recuerdo cómo, al verme, ella corría hacia mí con lágrimas de alegría en sus ojos, buscando refugio en mis brazos.
—No puedes dejarme, papá. ¿Qué haría yo sin ti? ¡Dime qué sucedió! ¿Qué fue lo que provocó ese infarto? —me dijo Camila, sollozando en medio de su angustia.
—Mi niña, cálmate. Estoy bien. Este viejo aún tiene fuerzas —respondí, susurrando con un suspiro, mientras mi mente volvía a esos momentos en los que revisé las grabaciones de las cámaras de seguridad. En ellas, vi cómo Camila y Sebastián se besaban en el pasillo, y después se encerraban en el baño. A pesar de ser un hombre mayor, comprendo perfectamente lo que estaba sucediendo entre ellos, la impresión fue muy grande creía que ellos se veían como hermanos y también tenía claro que Jiména no permitiría una relación entre ellos, le haría la vida imposible a mi hija, más aún que Sebastián estaba comprometido con Cecilia.
Papá, me asustaste muchísimo. No tienes idea de lo que sentí. Te prometo que haré todo lo posible para que esto no vuelva a ocurrir, dijo Camila con una voz llena de preocupación, mientras acariciaba con cariño mi frente, mostrando su amor y cuidado en ese gesto.
Tranquila, no tienes que preocuparte por eso. Sabes que me encantaría verte casada, poder llevarte al altar, y ese chico, Emiliano, parece tener un significado especial para ti. ¿Es así? _ le pregunté, intentando entender los sentimientos de mi hija.
—Papá, no pienses en eso ahora. Emiliano y yo solo somos amigos _ respondió ella, evitando mirarme. Sin embargo, yo podía captar lo que su mirada realmente revelaba.
Está bien, pero lo único que deseo es que nadie te haga daño. Quiero verte feliz, querida. Suspiré mientras hablaba, recordando el esfuerzo que había hecho para alejar a Camila de Jimena para que no la molestara. Sin embargo, me daba cuenta de que no podía prohibirle nada a Camila.
Yo soy feliz a tu lado papá.!_ me dijo Camila.
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Después de un extenso período de espera, Camila finalmente abandonó la habitación de su padre. Jimena, al verse privada de la compañía de Rolando, se encontraba en un estado de enfado y frustración, sintiéndose como un verdadero manojo de nervios.
¡Ay, niña! ¿Por qué te tomas tanto tiempo? ¿Acaso no te das cuenta de que deseo ver a tu padre? exclamó Jimena, empleando un tono lleno de reproche. Sin embargo, Camila decidió ignorar por completo sus palabras y no prestó atención a su reclamo.
Camila salió y se sentó en una de las sillas no se movería del hospital.
Te traje un café con leche y un sándwich.!_ dijo Sebastián mirando a Camila aún pálida, era obvio que estaba afectada por su papá.
No, gracias, y por favor, déjame en paz, no intentes nada , dijo Camila, visiblemente irritada. Estaba firmemente decidida a no volver a acercarse a Sebastián, aunque sentía que esa decisión le causaba un profundo dolor en el alma.
Necesitas energía; come lo que te estoy trayendo y no te preocupes, yo ya me voy. Sé que Rolando está mejor, respondió Sebastián, mientras dejaba la bolsa de comida a un lado de Camila antes de abandonar el hospital.
Camila lo observó alejarse, sintiendo cómo unas lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas. Era inevitable; la tristeza la inundaba, pero en su interior sabía que había tomado una decisión firme. Estaba agotada de vivir en ese estado de melancolía, de arrastrar un peso emocional que parecía nunca cesar. La imagen de su partida quedó grabada en su mente, pero también lo estuvo la determinación de buscar un cambio. Era el momento de liberarse de esa tristeza que la acompañaba y que ya no quería cargar más.