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Entre Líneas

Entre Líneas

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Amor tras matrimonio / Intrigante / Maltrato Emocional / Padre soltero / Diferencia de edad
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: @AuraScript

"No todo lo importante se dice en voz alta. Algunas verdades, los sentimientos más incómodos y las decisiones que cambian todo, se esconden justo ahí: entre líneas."

©AuraScript

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No disfruto el dolor ajeno.

Me quedo parado en la sala, con las manos apoyadas en las caderas, mientras el sonido del agua corriendo en el baño llena el silencio de la casa. Han pasado 20 minutos desde que Damon entró a bañarse, y yo estoy atrapado en un torbellino de pensamientos, intentando decidir qué voy a decir, cómo voy a manejar esta situación que se siente como una bomba a punto de estallar. La penumbra de la sala es casi opresiva ahora. El aire huele a madera vieja y a un leve rastro de café, pero también hay un peso en él, una tensión que no puedo sacudirme. Camino hacia la ventana, mis pasos resonando contra el suelo, y miro hacia afuera, donde la calle está oscura y silenciosa, el cielo teñido de un gris profundo que parece reflejar mi estado de ánimo. Me paso una mano por el cabello, un gesto nervioso que no puedo evitar, y respiro hondo, el aire fresco colándose por una rendija de la ventana y llenándome los pulmones con un frío que no alivia la presión en mi pecho.

Finalmente, el sonido del agua se detiene, y escucho la puerta del baño abrirse con un chirrido. Damon sale, sus pasos lentos y pesados resonando en el pasillo, y aparece en la sala con la ropa que le presté: una camiseta que le queda algo ajustada en los hombros y un pantalón de chándal que parece un poco corto para su altura. Su cabello está mojado, pero al menos está limpio, el brillo aceitoso reemplazado por un aspecto más fresco, aunque sigue cargando esa aura de devastación. Me giro hacia él, mis manos cayendo a mis costados, y lo miro con una expresión seria pero controlada. —Ya podemos hablar, suegro?— pregunta, su voz baja y temblorosa, mientras se queda parado en el umbral de la sala, sus hombros encorvados y sus manos apretadas a los lados.

Señalo el sofá con un movimiento preciso de la mano, mi postura recta y autoritaria. —Siéntate, Damon— digo, mi tono firme pero no agresivo, mientras lo observo con atención. Él obedece de inmediato, caminando hacia el sofá y dejándose caer sobre él con un movimiento cansado, el mueble crujiendo bajo su peso. Me acerco con pasos lentos, notando cómo el agua de su cabello ha dejado pequeñas manchas húmedas en la camiseta, y me pregunto si hay algún tipo de orden en este muchacho, alguna chispa de control en medio de su caos. —Dame la toalla— digo, extendiendo una mano hacia él, mi voz tranquila pero con un dejo de autoridad que no admite discusión.

Damon me entrega la toalla con un movimiento torpe, sus dedos temblando ligeramente, y noto que no está muy empapada, como si apenas la hubiera usado. La sostengo entre mis manos, el tejido húmedo y áspero contra mi piel, y me acerco más a él, mis movimientos deliberados mientras empiezo a secarle el cabello con cuidado. —Voy a secarte un poco más— murmuro, mi voz baja pero cargada de una calma que busca tranquilizarlo. Mis dedos se deslizan entre los mechones mojados, el agua fría goteando sobre mis manos mientras froto la toalla con suavidad, dejando pasar su desorden, su falta de cuidado. Mientras lo hago, mis pensamientos viajan al pasado, y decido compartir algo de mi propia historia, un intento de conectar con él, de hacerle sentir que no está solo en su caos.

—Cuando era joven, yo también era extremadamente caótico, ¿sabes?— digo, mi voz suave pero reflexiva, mientras sigo secándole el cabello, mis manos moviéndose con un ritmo constante. —A tu edad, a los 25, no tenía idea de lo que era el orden en mi vida. Solo me dedicaba a cuidar a Heather, día y noche, rompiéndome la espalda para darle todo lo que necesitaba. No había tiempo para mí, para mi imagen, ni siquiera para la casa. Heather hacía todo lo que podía, siendo tan pequeña, y yo me arrepiento profundamente de haberla dejado sola tantas veces—. Hago una pausa, mis manos deteniéndose por un momento mientras siento un nudo en la garganta, el recuerdo de esos años apretándome el pecho.

—Pero ella lo entendió, siempre lo entendió, porque sabía que todo lo que hacía era por ella—. Mis palabras son un susurro ahora, cargadas de una tristeza que no puedo ocultar, y miro a Damon, que permanece en silencio, dejando que le seque el cabello, su respiración entrecortada rompiendo el silencio.

Damon no dice nada, pero puedo sentir su dolor, su sensación de patetismo mientras se sienta ahí, vulnerable bajo mis manos. Se siente perdido, y aunque no lo diga, sé que quiere tener a alguien, alguien que lo sostenga en este momento de desesperación. Termino de secarle el cabello, los mechones ahora más suaves y menos empapados, y me enderezo, la toalla húmeda colgando de mi mano. —Voy a dejar esto en la cesta— digo, mi voz firme mientras me dirijo al pasillo, mis pasos resonando con una calma que no siento. La cesta de ropa sucia está vacía, el plástico blanco oliendo a nada, y dejo la toalla dentro con un movimiento rápido, el sonido sordo del tejido contra el fondo resonando en el silencio.

Cuando regreso a la sala, suspiro profundamente, el aire saliendo de mis pulmones con un sonido áspero, y me detengo frente a Damon, mis manos en los bolsillos de mi pantalón mientras lo miro con una expresión seria. Él alza la mirada hacia mí, su rostro aún pálido, sus ojos vidriosos pero llenos de una urgencia que me pone en guardia. —Por favor, suegro, no me dé más largas— dice, su voz temblando mientras se inclina hacia adelante, sus manos apretándose contra sus rodillas. —Necesito saber qué está pasando con Heather—.

La sala se llena de una tensión sombría, el aire volviéndose pesado mientras sus palabras cuelgan entre nosotros. Me siento en la silla frente a él, mis movimientos lentos y deliberados, y cruzo una pierna sobre la otra, mis manos descansando sobre mi regazo con una calma fingida que he perfeccionado con los años. Mi rostro es una máscara de tristeza y preocupación, pero por dentro, estoy tejiendo una mentira, una que necesito que sea convincente, porque no quiero que Damon sepa la verdad, no ahora, no cuando esto no es mi problema. Respiro hondo, el aire frío llenándome los pulmones, y comienzo a hablar, mi voz baja y cargada de una emoción que parece genuina, aunque cada palabra es una invención.

—Damon, no sé cómo decirte esto— empiezo, mi tono sombrío mientras bajo la mirada, mis dedos entrelazándose con fuerza para ocultar el temblor que amenaza con traicionarme. —Heather... Heather desapareció. No la encuentro por ningún lado—. Hago una pausa, dejando que el silencio se extienda como una sombra oscura entre nosotros, y alzo la mirada hacia él, mis ojos brillando con lágrimas que he aprendido a convocar a voluntad. —He buscado en todas partes, he llamado a sus amigos, he ido a los lugares donde solía ir, pero no hay rastro de ella. No sé qué hacer, Damon, estoy desesperado—. Mi voz se quiebra al final, un toque de vulnerabilidad que hace que mi mentira parezca real, y me paso una mano por el rostro, como si intentara contener el dolor que estoy fingiendo.

Damon me mira, su expresión una mezcla de incredulidad y terror, pero no puede leerme, no puede ver a través de la máscara que he construido. Sus manos tiemblan mientras las lleva a su rostro, cubriéndose la boca como si quisiera contener un grito. —No... no puede ser— murmura, su voz temblando mientras sacude la cabeza, su cabello húmedo moviéndose con el gesto. —Ella no desaparecería así, suegro. Tiene que haber algo más, alguna pista. ¿Qué fue lo último que le dijo?—. Sus palabras son un ruego, su tono cargado de una desesperación que me aprieta el pecho, aunque no dejo que mi fachada se tambalee.

—No lo sé, Damon— digo, mi voz más firme ahora, pero todavía cargada de una tristeza que parece genuina. —La última vez que hablamos, estaba... estaba muy alterada. Me dijo que necesitaba espacio, que no podía seguir así, pero nunca imaginé que llegaría a esto—. Me inclino hacia adelante, mis codos apoyados en las rodillas, y lo miro con una intensidad que lo hace retroceder ligeramente. —He hecho todo lo que puedo, pero no tengo respuestas. No sé dónde está, y no sé si está bien—. Mi tono es grave, cada palabra pronunciada con una precisión que busca convencerlo, y aunque mi mentira es perfecta, siento un nudo en el estómago que me hace jadear por dentro.

La sala está en penumbra ahora, la luz de la lámpara proyectando sombras que parecen danzar sobre las paredes, y el aire huele a madera y a un leve rastro de jabón que viene de Damon. El silencio entre nosotros es pesado, cargado de una tensión que parece a punto de romperse, y yo me mantengo inmóvil, mi rostro una máscara de dolor que no refleja la verdad. No sé cuánto tiempo podré mantener esta mentira, pero por ahora, es lo único que tengo, lo único que puedo hacer para mantener a Damon a distancia, para proteger a Heather, aunque sea de sí misma.

La sala sigue envuelta en esa penumbra densa, como si la oscuridad del atardecer se hubiera colado dentro de la casa para quedarse. Damon ya estaba con los hombros hundidos y el rostro desencajado por el llanto. Sus manos tiemblan mientras se cubre la cara, intentando contener los sollozos que se le escapan, un sonido crudo y desgarrador que me retuerce el estómago. No sé cómo manejar esto, no sé cómo consolar a alguien que está tan roto, y mucho menos a Damon, alguien con quien nunca he tenido una conexión profunda. Mi pecho se aprieta con una mezcla de lástima y torpeza, y siento un nudo en la garganta que me hace jadear por dentro. Realmente, sé dónde está Heather, sé que está a salvo en una pensión a unas horas de aquí, pero no puedo decírselo, no ahora, no cuando esto no es mi problema y cuando ella necesita su espacio más que nunca.

Pero verlo así, tan destruido, me pesa de una manera que no esperaba. No es reconfortante, no es algo que pueda ignorar, y aunque no soy bueno con estas cosas, aunque me siento fuera de lugar intentando ofrecer consuelo, no puedo simplemente quedarme de brazos cruzados. Me acerco a él con pasos vacilantes, mis manos temblando mientras me arrodillo frente al sofá, el suelo de madera frío contra mis rodillas. No sé cómo hacer esto, no sé si estoy haciendo lo correcto, pero extiendo los brazos y lo envuelvo en un abrazo, mis manos torpes mientras se posan en sus hombros. El contacto físico me incomoda, siento el calor de su cuerpo contra el mío y me tenso por un segundo, pero no me detengo. Lo abrazo con más fuerza, mis dedos apretando la tela de la camiseta que le presté, y siento cómo su cuerpo tiembla con cada sollozo, el sonido de su llanto resonando en mi oído como un eco que no puedo apagar.

—Damon, escúchame— digo, mi voz ronca y quebrada, mientras intento encontrar las palabras adecuadas, aunque siento que ninguna es suficiente. —No sé cómo arreglar esto, no sé qué decirte para que dejes de sentirte así, pero... si te hace sentir mejor, quédate aquí esta noche. No tienes que estar solo, no ahora—. Mi tono es inseguro, cargado de una emoción que no puedo controlar, y siento cómo mi propia respiración se entrecorta mientras lo abrazo. No estoy seguro de lo que siente, no puedo leerlo, y eso me hace sentir aún más torpe, más fuera de lugar. Pero él se aferra a mí, sus manos apretando mi camisa con una desesperación que me duele, y aunque no sé si esto lo está ayudando, no me aparto.

Damon llora con más fuerza, su rostro hundido en mi hombro, y el calor húmedo de sus lágrimas se filtra a través de la tela de mi camisa, dejándome una sensación pegajosa que me hace estremecer. Me siento raro, no estoy acostumbrado a esto, a consolar a alguien con algo tan físico, pero me obligo a quedarme ahí, mis brazos todavía alrededor de él, mis manos temblando mientras intento mantenerlo cerca. Finalmente, me separo un poco, mis manos deslizándose hasta sus hombros mientras lo miro, mi rostro tenso por la sensación que esto me deja y la tristeza que siento. Damon tiene que mirar ligeramente hacia abajo para encontrar mis ojos, su altura haciéndolo sobresalir incluso sentado, y veo su rostro enrojecido, su nariz irritada por el llanto, sus ojos vidriosos brillando con una mezcla de dolor y algo más, algo que parece admiración, aunque no estoy seguro de por qué.

—suegro, ¿podría quedarme temporalmente aquí, por favor?— murmura, su voz temblando mientras me mira, las lágrimas todavía cayendo por sus mejillas. —No quiero estar solo, no ahora. Puedo dormir en el sofá, o en la antigua habitación de Heather, donde sea. No voy a ser una molestia, se lo prometo. Solo... solo necesito un lugar donde estar mientras busco a Heather—. Su tono es suplicante, infantil, y me recuerda tanto a Heather cuando me pedía algo con esa misma mirada, que siento un nudo en el pecho que me hace jadear. Me incomoda verlo así, tan vulnerable, tan necesitado, pero al mismo tiempo me conmueve de una manera que no esperaba.

Me pongo de pie con un movimiento lento, mis manos cayendo a mis costados mientras suspiro, el aire saliendo de mis pulmones con un sonido derrotado. —Damon, no creo que sea una buena idea— digo, mi voz suave pero firme, intentando mantener algo de control en esta situación que se siente cada vez más fuera de mis manos. —Necesitas tu espacio, y yo... yo no sé si puedo ayudarte como quieres—. Pero él insiste, su voz temblando mientras se inclina hacia adelante, sus manos apretándose contra sus rodillas.

—Por favor, suegro, se lo ruego— dice, su tono más desesperado ahora, las lágrimas brillando en sus ojos mientras me mira hacia abajo, su expresión una súplica que me parte el corazón. —No tengo a nadie más ahora. Solo necesito un lugar donde estar, solo por un tiempo, hasta que encuentre a Heather. No me deje solo, por favor—. Sus palabras me golpean, y siento un nudo en la garganta que me hace tragar con dificultad. No puedo decirle que no, no cuando me mira así, no cuando me recuerda tanto a mi hija.

Me separo de él por completo, dando un paso atrás mientras suspiro de nuevo, mis hombros encorvados por la resignación. —Está bien, Damon— digo finalmente, mi voz baja y cansada, mientras lo miro con una mezcla de tristeza y determinación. —Puedes quedarte, pero no te voy a hacer las cosas fáciles. Si vas a estar aquí, vas a seguir algunas reglas—. En mi mente, estoy decidido a ayudarlo a sobrellevar su dolor, a darle algo de estructura, porque aunque no sea bueno con las emociones, sé que el orden puede ser un salvavidas en medio del caos.

Damon se queda inmóvil, sus manos temblando mientras asiente lentamente, su rostro todavía enrojecido por el llanto. —Voy a pedirte algo sencillo para empezar— digo, mi tono más firme ahora, mientras me acerco de nuevo y coloco una mano en su hombro, mis dedos apretando ligeramente en un gesto que busca transmitir apoyo, aunque me siento torpe al hacerlo. —Cada noche, después de la cena, vas a lavar los platos. Es algo pequeño, pero te va a ayudar a mantenerte ocupado, a no hundirte en tus pensamientos—. Hago una pausa, mirándolo con atención, y añado: —Eso es todo por ahora. Pero tienes que hacerlo, ¿entendido?—.

Damon asiente de nuevo, sus manos entrelazadas con fuerza sobre su regazo, y murmura: —Sí, suegro, lo haré. Gracias—. Su voz tiembla, y su nariz sigue roja, sus ojos vidriosos mientras me mira hacia abajo, una mezcla de gratitud y vulnerabilidad en su expresión. Me esfuerzo por sonreír, aunque el gesto me cuesta más de lo que estoy dispuesto a admitir, mis labios curvándose en una mueca que no llega a mis ojos. Mi mano sigue en su hombro, el contacto físico un recordatorio de mi intento de apoyarlo, aunque me sienta fuera de lugar al hacerlo.

No sé cuánto tiempo podré mantener esto, no sé cómo voy a manejar esta situación a largo plazo, pero por ahora, estoy dispuesto a darle lo que necesita, aunque sea a mi manera, con pequeños rituales que lo ayuden a encontrar algo de paz en medio de su tormenta.

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