Tutora De Un Rebelde

Al día siguiente, fui a casa de los Alonso como ya era costumbre. Estaba sentada en el sofá degustando de unas ricas galletas que la señora Hirma había recién horneado.

La puerta se abrió de pronto, dejando a la vista a Leo en su uniforme del club.

—¿Qué haces tan temprano acá?—preguntó cerrando la puerta a sus espaldas.

—Hola. Tu hermano me pidió que viniera antes—respondí sin despegar la mirada de mi teléfono.

—Ya—se limitó a decir. Dejó su bolso sobre una de las sillas de la cocina y se acercó a su madre para saludarla.

—¡Halenita! ¿Cuál crees que se me vea mejor?—preguntó de repente Iván desde las escaleras, mostrando dos camisas.

—A Lilly le gusta lo dark, así te que recomiendo ropa más oscura—informé. Él salió corriendo de nuevo a su habitación para buscar nuevas opciones.

—No sé cuándo se dará cuenta de lo imbecil qué se ve rogando amor—criticó su hermano.

—¿Has pensado en lo que dije sobre acompañarme esta noche?

—¿Y por qué quieres que vaya? Yo no tengo nada que ver ni tampoco soy fanático de los dulces.

—¡Anda! Es bueno distraerse de vez en cuando. Y no quiero estar sola mientras se ligan a mi amiga.

—Deberíamos hacer una apuesta de quién se quedará con ella—propuso de manera burlesca—Vale, iré. Que más. Le avisaré a mamá en un rato—se sentó a mi lado.

—¿Qué tal el club?

—Normal. Como todos los días. Él entrenamiento de hoy estuvo bastante intenso aunque soportable. De regreso me encontré a algunos compañeros de clases que decidieron hacer labor social un día sábado. Y precisamente hoy, que ha estado tan pesado y el calor es para morirse...¿Te conté que la chica del esmalte de uñas lo rompió por estúpida? Fue hace unos días. Menos mal costó una tontería. Lo gracioso es que después me dijo que si podía comprarle uno nuevo.

—¿Y lo harás?

—¿Acaso me has visto disfrazado de Santa? Ese es el único imbecil qué da regalos sin motivo. Yo cumplí con pagar lo que rompí.

—Helenita, ¿qué opinas de esto?—apareció de nuevo Iván.

—Un asco, hermano. Deja de querer impresionar. Solo ponte tu camisa de Minecraft y listo—le golpeé ligeramente el brazo.

—Creo que esa camisa va mejor con el pantalón que me mostraste hace un rato. Te ves sencillo. Aunque...—él me interrumpió.

—Bien, ¿y de zapatos? ¿Qué medias me pongo? ¿Y qué me dices del calzón?

—Bueno, de calzón te puedes poner ese de Spiderman qué tiene como tres huecos y te deja ver el culo. O si no, puedes agarrar ese blanco qué mamá usa como trapo. Estoy seguro de que cae rendida a tus pies—comentó el chico para molestar.

—Mira, Iván, no necesitas preocuparte tanto por esas cosas. Lilly no percibe mucho los detalles, cualquier cosa está bien siempre y cuando no sea visualmente escandaloso.

—Estoy muy nervioso, ya quiero que sea la hora de encontrarnos.

Yo también estaba nerviosa, y por eso no quería que fuera la hora de reunirnos. Convencí a Lilly de salir después de casi suplicarle. Si ella se enterara de que todo ha sido un plan para que ella pase el rato con Daniel e Iván, estoy segura de que me crucifica.

En un abrir y cerrar de ojos, se hizo la hora del encuentro. La primera en encontrarse con Lilly fui yo.

—¿Qué tal estás? Ya verás que valdrá la pena esta feria

—Más te vale. Le prometí a mi abuela unos buenos postres. Quiere unos que son de su pueblo natal. Espero que aquí los vendan. Se supone que vienen los especímenes esos, ¿no?

—Ah...si, si. Y también he invitado al hermanito de Iván. ¿No te molesta, verdad?

—Me da igual. De todos modos, yo no organicé la salida.

Al poco tiempo, apareció Iván con Leo.

—Muy buenas noches, señoritas. Lucen hermosas—expresó el mayor de los hermanos—En especial tu, mi adorada Lilly

—Bueno, tu tampoco estas tan mal como otros días—respondió ella con esa frialdad tan característica—No sabía que te gustaba esa banda—Comentó al notar el decorado de la camisa.

—Ah, si. Desde que estoy en secundaria. ¿Y a ti?

—Para nada, es una mierda—su falta de tacto pareció divertir a Leo, quien luchaba por contener unas cuantas carcajadas. En ese instante apareció Daniel, y lo que más me temía, había finalmente llegado. Iván arrugó la cara al verlo.

—Buenas, buenas, mi gente bella y hermosa. Oh...hola Iván y...Leo—su voz se apagó ligeramente al nombrarlos

–No sabia que vendrías a acompañarnos—confesó Iván. Yo solo podía sentir la tensión caer sobre mí

—Sí, yo tampoco, pequeña Helen. Jaja—esa risa significaba solo una cosa: peligro.

—¿Será que podemos apurarnos? Va a llegar más gente y las colas para comprar serán insoportables—intervino mi mejor amiga para salvarme sin que lo supiera, claro está.

Daniel se acercó a ella y la abrazó con entusiasmo.

—¡Mi China! Tiempo sin verte. Te extrañé mucho.

—Pues yo ni un poco. Aléjate de mi, no me gusta el contacto físico.

—Tan fría como un Iceberg. Eres mi Diosa, la que me tiene encantado.

—Que sepa del tarot, no significa que emplee amarres. Y créeme, no desperdiciaría mi tiempo elaborando uno para ti.

—Solo intenta fastidiarte, Lilly. En lugar de refutarle cada estupidez que dice, ¿Por qué no mejor comenzamos a explorar los stands?—propuso Iván con la intención de ir solos y crear un ambiente más íntimo. Ellos comenzaron a alejarse de nosotros, y esto lo aprovechó Daniel para hacerme señas de "Te voy a matar por esto". Pase saliva con fuerza y él corrió para interponerse entre esos dos.

—Compadezco a esa pobre mujer. Con amigas como tú, ¿para qué enemigos? La has dejado suelta con ese par de engendros desesperados—dijo Leo para hacerme sentir aun peor.

—¿Y qué querías que hiciera? Ambos son mis amigos también, y de algún modo quise ayudarlos. Al menos conseguí la excusa perfecta para que pudieran salir con ella. Y si las cosas se ponen complicadas, ella sabrá manejarlo muy bien.

—Oh, ya lo creo. Con eso me imagino que te refieres a un par de golpes en las pelotas de esos dos para que la dejen en paz—él solo intentaba sacarme de las casillas, pero tenía algo de razón. Lilly era volátil algunas veces, así que no habría porqué sorprenderse si tal cosa sucediera.

—Tú serás quien reciba un golpe en las pelotas si sigues tomándome el pelo. No estas aquí para torturarme psicologicamente por los numeritos de circo que se van a montar esta noche.

—No. Estoy aquí para disfrutar del show que tu misma preparaste. Vamos, antes de que se nos pierdan de vista—dijo tomándome de la muñeca y acelerando el paso para alcanzarlos.