Al descubrir a su pareja en plena infidelidad, Ein Morlyng se sumerge en un torbellino de desesperación y alcohol, esperando que el dolor se disuelva con cada copa. Pero mientras la embriaguez la aleja de la realidad, una serie de eventos imprevistos la arrastra hacia una nueva vida. Entre una boda inesperada, un embarazo sorpresivo y una convivencia forzosa, Ein se encuentra atrapada en un destino que no había imaginado. Ahora, mientras enfrenta un cambio radical en su vida, una pregunta persiste en su mente: ¿Cómo llega el amor?
NovelToon tiene autorización de Beikaoficial para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 13
— Esto no puede estar pasándome —Murmuré aún atónita.
Se dice que la realidad es tan dolorosa como el despertar de un profundo sueño y darse cuenta de que todo lo que has vivido, lo que has construido y logrado, no es más que una completa mentira. Es cierto. Las coincidencias no existen. Todo pasa por algo y por algo sufrimos toda clase de desgracias en la vida; eso no significa que porque haya una razón debe haber un destino de por medio. Al fin y al cabo, no me merecía esto. Nada hice para merecer tal castigo.
Miré al hombre que tenía enfrente, aquel mismo patán del crucero. Me miraba como si su furia fuera mayor que la mía. Ninguno decía nada, pero la tensión por sí sola delataba la sorpresa y el disgusto de ambos. Ahora que estaba más consciente, me di el tiempo de inspeccionar cada rincón de su rostro, cada detalle de su cuerpo. Dewin medía 1.87 de altura. Su abundante y ondulado cabello castaño, casi rubio, caía a ambos lados de su rostro. Su cuerpo era alto y robusto, de piel blanca, con algún que otro tatuaje en las manos y el torso. Su rostro masculino traía una ligera barba, y sus labios...
Tragué con fuerza, desviando mi mirada del color rosa tan perfecto de sus labios.
Llevaba un simple pantalón de pijama que visiblemente gritaba ser más costoso que todo lo que traía yo encima. Iba descalzo, con el torso descubierto, una toalla colgando de sus hombros y el cabello húmedo y alborotado. Claramente, había salido de la ducha.
Necesitaba alcohol. ¡Quería estar ebria de una vez! O si no, ¿qué le diría? ¿Tendría valor? ¿Podría soportar todo esto?
—¿Eres...? —No pude terminar mi frase. Necesitaba enfocar la mirada en algo que no fuera su pecho. ¡Concéntrate, Ein! Suspiré y miré hacia las escaleras.— Creo que tenemos que hablar — Solté por fin.
Él seguía mudo, quieto, sin apenas respirar. Estaba completamente congelado ante mí. Mi voz pareció dolerle, lo suficiente para que la ira empezara a adueñarse de su cuerpo. Su mano, que se sostenía en el marco de la puerta, apretó con fuerza, haciendo un leve crujido, mientras sus dientes rechinaban. La calma lo había abandonado por completo.
— No. No, esto no... — Murmuró entre dientes, con voz rasposa, casi rabiosa.— ¿Qué haces aquí? — Clavó su mirada en mí con desprecio. Avanzó rápidamente hacia adelante, cazándome del brazo y tironeándome hacia su habitación sin preocuparse por la delicadeza. Cerró la puerta y se quedó de espaldas, como si el asco de verme fuera insoportable.— Tienes una infinita poca vergüenza para presentar tu cara por aquí — Dijo con rapidez, tomando una bocanada intranquilo, volteándose para verme de reojo. Estaba furioso.
El miedo me invadió, y no tenía defensas. Temía que cualquier movimiento sellara mi condena. Me estaba llevando quien me trajo con cada segundo que pasaba.
— ¡Ein!
Exclamó mi nombre con desdén, con desprecio y asco, girándose lentamente hacia mí, como si fuera a despedazarme con sus propias manos. Estaba aterrada y no tenía ninguna escapatoria. Temía hacer cualquier movimiento que lo enfadara más, y no lograr salir con vida de aquella habitación.
Su cabello cayó sobre su rostro, oscureciendo aún más sus ojos encendidos.
— ¿Me estás vacilando? ¿Te quedarás ahí sin decir nada? — Todos sus intentos de calma valían cero.— ¿Cómo te... cómo te atreves?
— Lamento todo lo que pasó — Bajé la cabeza, sintiendo un picor en los ojos. Esperaba que las ganas de romper en llanto se debieran a la sensibilidad del embarazo, pero sabía que no era así; era demasiado pronto para eso.— Yo solo vine porque... — No podía decirlo. Miré mis dedos y me apoyé en la pared. Quería desaparecer.— Vine porque...
— Sé por qué has venido. — Cortó mis titubeantes palabras. Descolgó la toalla de sus hombros y, dando fuertes pasos hacia mí con un semblante amenazador, se colocó frente a mí. Guardó silencio, haciendo más tenso el aire en la habitación, que parecía volverse estrecha a nuestro alrededor. Marcó sus nudillos y crujió sus huesos de una manera que, en el silencio, sonaba aterrador. El tenso e incómodo silencio parecía tragarse incluso nuestras respiraciones, o tal vez mis oídos habían dejado de funcionar. Los sonidos de sus huesos no ayudaban en absoluto, creando escenas no tan amigables en mi mente, como él golpeándome hasta desangrarme. Me mantuve quieta, sin emitir ningún sonido ni hacer ningún movimiento.
¿Sabía la razón de mi presencia? Imposible. No había forma de que supiera lo que se estaba creando en mi vientre por ese accidente.
Finalmente, tomó aire profundamente, obligándose a relajarse.
— Te voy a decir algo, y espero que quede claro — Dijo, relamiéndose los labios y acomodando su cabello hacia atrás.— Tú de mí no obtendrás nada. Ese apellido que portas por error no te dará ningún lujo, ni siquiera el de ser pisoteada como un insecto, si eso es lo que buscas. — Su mirada era de total rechazo, llena de decepción.— Tienes tanto descaro por usarlo en mi contra. Llevas un anillo que nunca te perteneció y que jamás te pertenecerá — Murmuró de forma lenta y áspera, dejando clara su amenaza.
Parpadeé unas cuantas veces, esperando la continuación de sus palabras, alguna que suavizara el golpe de su crudo comentario. En lugar de alguna aclaración más madura, obtuve su alejamiento hacia el enorme armario. Bajo mi atenta mirada, sacó un suéter de tela lisa y suave de color negro y se lo puso con brusquedad.
Lo supe: estaba hundida. Me había topado con un sin cerebro sin reparo. Pensé que todo su show era solo por vergüenza, por sentirse igual de intranquilo que yo por nuestro malentendido en el crucero, no por sus bienes.
— ¿Es en serio? — Pregunté, indignada.
— No te sorprendas — Contestó con sarcasmo.— Esperabas toparte con un pendejo del cual podrías aprovecharte, ¿verdad? Qué lamentable.
— No lo puedo creer. Eres mucho más estúpido de lo que creí.
— Créelo — Replicó.— Así que más vale que no estés aquí por eso, porque te advierto que juegas con marea en contra. Hace días moví mis influencias, y si das un paso fuera de esta casa, estarás en todos los monitores de todas las comisarías cercanas sin tiempo para parpadear. Fuera de todo esto, no tienes nada que decirme. Si te hubieras preocupado, no habrías aparecido donde no te llaman y te habrías dignado a solucionar el problema antes por las buenas.
— Claro, por eso es que...
— ¿Pensaste vivir toda tu vida con mi buen nombre? Ja, me das risa — Dijo con burla, sin analizar sus palabras, sin importarle lo irracional que estaba sonando.