“El heredero del Trono Lunar podrá gobernar únicamente si su alma está unida a una loba de sangre pura. No mordida. No humana. No contaminada.”
Así empezaron siglos de vigilancia y caza, de resguardo y secreto. Muchos olvidaron la razón de dicha ley. Otros solo recordaban que no debía ser quebrantada.
Sin embargo, la diosa Luna, que había decidido el destino de Licaón y de aquellos que lo siguieron, seguía presente. Miraba. Esperaba. Y en silencio, tejía una nueva historia.
Una princesa nacida en un lugar llamado Edmon, distante de las montañas donde dominaban los lobos. Su nombre era Elena. Hija de una mujer sin conocimiento de que provenía del linaje de la Luna. Nieta de una mujer que había amado a un hombre lobo y había mantenido su secreto muy bien guardado en su corazón. Elena se desarrolló entre piedras, rodeada de libros, espadas y anhelos que no eran aceptados en la corte. Era distinta. Nadie lo comprendía plenamente, ni siquiera ella misma.
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CAPÍTULO 19 – La Luna Frente al Mundo.
POV Elena
Las puertas del gran salón se abrieron, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. la música se silenció. Las charlas cesaron. Solo había un silencio denso que me envolvía como si se tratara de un juicio inminente. Sentí cada mirada fijándose en mí. Algunas eran curiosas, otras escépticas y algunas abiertamente hostiles. Pero no aparté la vista.
A mi lado iba Kael, firme. Serio, como lo que era un Alfa.
Me sostenía del brazo, no por debilidad, sino para recordarme que esa noche ya no era solo yo. Era la Luna. Respiré profundamente y di el primer paso sobre el frío mármol. Mi corazón latía con fuerza, pero mis piernas no temblaron. Me revestí de dignidad, como si fuera mi mejor armadura. Mi respiración era tranquila, aunque por dentro, la incertidumbre me devoraba.
—Estás a mi lado —me dijo Kael en un susurro, sin mirarme—. Y eso es suficiente.
Asentí. No necesitaba más.
El centro del salón brillaba con antorchas altas. Varun nos esperaba allí, junto al estrado ceremonial. Su bastón golpeó el suelo tres veces, indicando que debía reinar el orden.
—Hermanos de sangre, reyes licántropos, clanes de Licaón —anunció—. Ante ustedes Elena, reconocida por los dioses, sellada por el Círculo, elegida por el Alfa de Occidens como su Luna. Desde esta noche, ella comparte su camino, su poder y su destino.
Los aplausos fueron tibios.
Algunos aplaudían por cortesía.
Otros por deber.
Y otros… ni se movieron.
Pero nada de eso importaba, porque la unión ya estaba consumada, porque el fuego ya había aceptado mi sangre. Porque Kael no soltaba mi mano. Cuando la música comenzó de nuevo, las charlas, los brindis y los saludos se reanudaron. Yo no me moví mucho. Me sentía observada, pero no con temor. Curioseada, como si intentaran encontrar fallas en mi presencia. Pero mantuve la calma. Con la cabeza en alto, la espalda recta y el corazón en conflicto.
Kael fue llamado por varios líderes a un intercambio político en la galería principal. Quedé sola unos segundos, rodeada de murmullos y copas que tintineaban. Entonces, alguien se puso a mi lado.
—No te dejes engañar por las apariencias —dijo una voz tranquila—. Muchos aquí esperan que te equivoques.
Me di la vuelta y la vi. La madre de Kael, con su sonrisa característica. Llevaba un vestido azul oscuro, elegante y sobrio. Su cabello recogido dejaba ver unos ojos claros, duros, forjados por años con lobos.
—Ellos no te conocen todavía —prosiguió—, No te dejes intimidar por nadie recuerda que ahora tu eres la luna del alfa más poderoso.
—Gracias —Conteste con sinceridad.
—No es nada. sé lo que es ser juzgado sin ser conocido. Y porque si mi hijo te eligió. . . no fue por debilidad.
Su apoyo me fortaleció.
Sentí que podía enfrentar la noche. Que la carga del mundo era llevadera si alguien la comprendía.
Y en ese justo momento. . . Un vaso hizo un suave ruido al tocar el suelo del salón. No fue algo ruidoso. No fue algo estruendoso. Pero el silencio que generó fue impactante.
Una mujer se destacó entre la gente. Su vestido negro parecía absorber la luz. Su figura era afilada. Su rostro… no era familiar. Sus ojos mostraban confianza. No la había visto antes. Ignoraba su nombre. Pero su presencia… resultaba amenazante.
—¡Por la nueva Luna, una ronda! —declaró con una dulzura que sonaba falsa.
Todos giraron su atención hacia ella. Incluido Kael.
—Y ya que estamos en celebración —añadió sonriendo levemente—, creo que es el momento apropiado para hacer un anuncio… especial.
Mi cuerpo se tensó, sin entender el porqué.
—Estoy esperando un bebé del Alfa Kael.
El tiempo se detuvo.
No respiré.
No moví los párpados.
No comprendí.
Mis ojos se dirigieron hacia él.
Kael permaneció inmóvil.
No rechazó.
No pronunció palabra.
Y eso… dolió más que lo que cualquier palabra podría hacer.
Ella avanzó unos pasos. Ahora podía verla con claridad. Hermosa. Fría. Mortal. El salón se quedó en silencio ante su presencia.
—Sucedió antes de que se encontraran —comentó, mirándome como si se burlara—. Pero eso no le quita validez. Yo y el Alfa hemos compartido muchas lunas. Algunos sentimientos… dejan marcas duraderas.
Mi estómago se apretó.
Mi alma… también.
La madre de Kael me tocó el brazo.
—No te rindas —susurró—. No ante ella.
Pero algo dentro de mí se rompía.
¿Kael había estado con esa mujer en la cama? ¿Había un hijo de él creciendo lejos de mí? ¿Por qué no lo sabía?
—¿No vas a decir nada? —preguntó la mujer, mirándolo con una sonrisa devastadora.
Kael entreabrió los labios… pero no emitió palabra.
Y eso me desgarró.
No respondí. No hice amenazas. No discutí.
Solo retrocedí un paso. Uno solo. Suficiente para que mi corazón comprendiera que estaba sola. La madre de Kael me tomó del brazo con firmeza, como si percibiera que me caía por dentro.
—Hoy te estarán observando todos —murmuró—. Tu reacción vale más que tu unión.
Así que me enderecé. Me mantuve erguida.
Y hablé.
—Que la vida sea bienvenida —dije con una voz que apenas reconocí como propia—. Aunque no sea del presente… todo hijo merece ser honrado.
La mujer entornó los ojos.
—Qué respuesta tan humana.
—Qué provocación tan lobuna —respondí con una sonrisa quebrada—. Si esperabas verme caer… necesitarás algo más.
Y antes de que alguien pudiera responder, me di la vuelta y salí del salón. No corrí. No lloré. Sino como lo que aún era, a pesar de todo: La Luna de Occidens.