Una mujer despierta en una playa sin recuerdos, aparece un hombre que asegura ser su esposo y que su nombre es Olga. Pronto es llevada a una casa ajena donde dos niños, extrañamente distantes, también la llaman "mamá". A medida que intenta encajar en esta nueva vida, comienza a percibir que no pertenece a ese lugar: su forma de sentir, de hablar y de recordar no corresponden con la mujer que todos dicen que es.
En medio del control por parte de su supuesto esposo, ella empieza a descubrir verdades aterradoras. Además, su cuñado que empieza a residir en la casa, se convierte en un vínculo perturbador, pero familiar, despertando emociones que parecen venir de otra vida.
Mientras la casa se llena de presencias inquietantes, dibujos siniestros y comportamientos que rozan lo sobrenatural, ella y su cuñado reconstruyen, paso a paso, una historia de amor prohibido, que trata de hacerle frente a la traición y busca una venganza ante la injusticia.
Ella ya no es quien solía ser, ¿te atreves?
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13. El reflejo
La madrugada era densa. Olga no lograba dormir. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes volvían: el rostro de Karina en el álbum, el cuerpo que no era suyo reflejado en el espejo del baño; y luego las líneas en ese diario.
Se levantó con sigilo. Felipe dormía profundamente, respirando con un ritmo casi artificial, como una máquina bien calibrada. Parecía más muerto, que vivo.
Bajó descalza, cruzando el pasillo en silencio, hasta el baño del primer piso. Encendió la luz y se miró en el espejo.
Allí estaba. El rostro que conocía desde hacía semanas. El que todos llamaban "Olga".
Pero al observarse con mayor detenimiento, algo no encajaba. Una sombra en el contorno de los ojos. Una tensión en la mandíbula que no era suya. Como si el cuerpo luchara contra la imagen que quería reflejar.
Se acercó más. El aire se volvió frío, podía sentir su aliento congelado, y las paredes parecían palidecer, cuando la bombilla amenazaba en apagarse. Y entonces, algo estremecedor sucedió.
El reflejo no la imitó, como un efecto fantasmagórico, que congelaba la piel, y la dejaba fuera de si.
Ella se quedó quieta, pero su imagen en el espejo ladeó la cabeza. Los ojos del reflejo se tornaron oscuros, más profundos, como si una tormenta habitara dentro.
Olga retrocedió de golpe, ahogando un grito, tuvo que tapar su boca con sus propias manos, para que el miedo de su voz no se escuchara.
El reflejo volvió a imitarla justo al romper el contacto visual. Como si nada hubiese pasado. Pero ella lo había visto. No estaba sola, ahora estaba completamente segura, Karina la observaba desde dentro.
Respiró hondo, se acercó nuevamente y, esta vez, tocó el cristal con la yema de los dedos.
- "¿Estás ahí?", susurró Olga, tratando de mostrar valor, pese a que el miedo recorría todo su cuerpo.
Y entonces, otra visión se apoderó de su mente.
En ella, Karina estaba amarrada en el sótano, había sangre en su ropa y Felipe estaba caminando en círculos alrededor de ella, hablándole con dulzura enferma, mientras la obligaba a leer la carta falsa que él había escrito, la carta que Daniel jamás creyó, y unas palabras saliendo de ese Felipe de su visión, "primero me gustaste tú, pero lo escogiste a él".
El recuerdo la golpeó con fuerza. Cayó de rodillas frente al lavamanos. Lloró en silencio, apretando los puños.
No podía permitir que esa historia terminara en la oscuridad. Karina había sido torturada, silenciada, y ahora solo tenía esa oportunidad de justicia: su cuerpo.
Pero, ¿dónde estaba?, se preguntó, y luego otras preguntas se agolparon en su mente. ¿Había muerto realmente, ahogada en el mar? ¿O estaba atrapada, como Karina lo estuvo antes?
El pensamiento la estremeció. ¿Cuántas almas cabían en un mismo cuerpo?
La puerta del baño se abrió de golpe. Era Felipe, que se adentraba como una presencia que tenía un aura perturbadora.
- "¿Estás bien?", preguntó Felipe, observándola en el suelo.
Olga se limpió las lágrimas rápidamente y forzó una sonrisa.
- "Pesadilla", dijo Olga. "Una pesadilla me despertó y necesitaba tranquilizarme", agregó.
- "¿Quieres que me quede contigo?", preguntó Felipe, intentando conectar con ella, había querido aprovechar esa amnesia para llegar a su esposa de otra manera, como si por un azar del destino, todo lo malo entre ellos no hubiese existido.
- "No. Solo, (un silencio) quiero estar sola unos minutos", expresó Olga, tratando de parecer serena, ante alguien que la hacía sentir más extraña que nunca.
Felipe la miró unos segundos más de lo necesario, como si quisiera adivinar lo que ella ocultaba.
- "De acuerdo. Pero sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?", consultó Felipe, con una sonrisa dibujada, tratando de lucir confiable y afectuoso.
Olga sintió un nudo en el estómago.
- "Lo sé", murmuró Olga, uno debe cuidarse de no parecer que sabe mucho, se dijo a sí misma, debía fingir que seguía siendo la mujer amnésica, que no sabe nada frente a ese extraño que dice ser su esposo.
Cuando él se fue, se quedó temblando. Miró el espejo una vez más. El reflejo ya se movía como debía. Pero esta vez, le guiñó un ojo. Olga sonrió, cansada pero determinada.
"Vamos a jugar tu juego, Felipe. Y esta vez, vamos a ganar", dijo Olga al espejo, como si de alguna manera eso la hiciera sentir que no estaba sola, en el juego a la que se ha visto obligada a jugar.