Camilo Quintero es un hombre arrogante, que no tiene reparos en hacer sentir mal a los demás. No cree en el amor y se niega rotundamente a casarse. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando su abuelo lo destituye del cargo de CEO, le quita todas las tarjetas de crédito, su dinero y le da un año para que consiga un trabajo digno y cambie su forma de ser.
En medio de su nueva realidad, Camilo conoce a Lucía Fernández, una joven humilde, sencilla y amorosa, todo lo contrario a él. Por circunstancias del destino, terminan conviviendo juntos y, poco a poco, se enamoran. Sin embargo, la familia de Lucía no lo acepta, convencida de que su hija merece a alguien mejor y no a un “bueno para nada” como Camilo.
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CAPITULO 13
El avión aterrizó suavemente en el aeropuerto Charles de Gaulle, marcando el inicio de un sueño cumplido para Lucía. Su corazón latía con fuerza mientras observaba por la ventanilla cómo París se desplegaba ante ella como una pintura viva. La ciudad que tantas veces había visto en fotografías, en películas, en sus sueños, por fin era real.
Camilo le sostuvo la mano mientras caminaban por el aeropuerto, con orgullo la guiaba y con ternura.
—Ya estamos aquí, mi amor —le dijo con una sonrisa cálida.
Lucía apenas podía hablar. Sus ojos estaban inundados de asombro y emoción. Cada rincón parecía mágico, hermoso y único. El aire tenía un aroma diferente, una mezcla de perfume, historia y promesa. Se sintió como una niña entrando a un cuento de hadas.
El chofer del hotel los esperaba con un cartel que decía sus nombres. En el trayecto hacia el hotel, Lucía no dejaba de mirar por la ventana del auto. Las calles empedradas, los cafés en las esquinas, las flores en los balcones, todo era como una escena romántica que se desenvolvía frente a ella.
—No puedo creerlo, Camilo. Estamos en París. —París de verdad susurró , emocionada mientras apoyaba la frente contra el cristal.
Camilo miró conmovido a Lucia y lleno de mucho amor por ella ya que su felicidad también era de él . Amaba verla así, con los ojos brillantes, con el alma llena de ilusión de esperanza y felicidad.
—Y estás tú aquí conmigo, Lucía. No hay nada que me haga más feliz mi amor que estemos juntos los dos.
Llegaron al hotel, un edificio antiguo y majestuoso que combinaba historia y lujo. Lucía se bajó del auto con un suspiro de asombro.
—Mi amor… esto es hermoso —exclamó, quedándose paralizada ante la entrada adornada con faroles dorados y una alfombra roja.
Camilo se acercó a la recepción mientras ella miraba fascinada cada detalle del vestíbulo, los candelabros de cristal, los mármoles brillantes, las flores frescas en jarrones de porcelana.
—Buenas noches . Tenemos una reservación a nombre de Camilo Quintero Restrepo —dijo en un susurro y con cortesía.
La recepcionista asintió con una sonrisa profesional y les entregó la llave.
—Gracias, señorita, por su atención —respondió Camilo, tomando la llave y caminando hacia Lucía. Le tomó la mano con suavidad—. Ven, amor. Te va a encantar la suite.
Subieron en el ascensor. Lucía no dejaba de mirar todo. La decoración era exquisita, cada rincón respiraba historia y elegancia. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, caminaron por un pasillo alfombrado hasta llegar a la habitación de la suite presidencial.
Camilo abrió la puerta y dejó que Lucía entrara primero. Apenas puso un pie dentro, su rostro se iluminó.
—Mi amor… esto es demasiado hermoso —dijo, maravillada.
La habitación era enorme, con ventanales inmensos, muebles antiguos restaurados, una chimenea encendida con luz tenue, y al fondo, una cama vestida de blanco que estaba adornada de pétalos de rosa . Pero lo más impresionante era la vista. Lucía caminó hasta la ventana, corrió la cortina con delicadeza y allí estaba la Torre Eiffel iluminada por el cielo de la noche.
Sus ojos se llenaron de lágrimas pero eran de felicidad. Sonrió, llevando una mano a su pecho—nunca imaginé vivir este momento tan especial y mucho menos de la compañía de mi esposo, del hombre que amo.
—Es… perfecto. No puedo creer que esté viendo esto de verdad.
Camilo entró con las maletas y se acercó por detrás. La rodeó por la cintura y la atrajo hacia él, pegándole a su cuerpo con suavidad. Apoyó el mentón en su hombro y la besó en el cuello con ternura.
—¿Te gusta la vista, mi amor? —susurró en su oído, con ternura.
Lucía cerró los ojos por un instante, dejándose envolver por su calor, por su voz.
—¿Que si me gusta? Me encanta…. Todo, todo esto….Y tú también.
Camilo sonrió, sintiendo que el mundo entero se concentraba en ese momento tan perfecto. Giró suavemente a Lucía para que quedaran frente a frente. Sus manos acariciaron sus mejillas, como si ella fuera de porcelana, frágil y preciosa.
—No hay mejor lugar para decirte cuánto te amo —murmuró, viéndola a los ojos—. Hice este viaje por ti. Porque mereces vivir cada uno de tus sueños.
Lucía sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Camilo se le metían al alma como caricias suaves. Le acarició el rostro con las yemas de los dedos, admirando la forma en que la miraba. Con amor puro, sin condiciones, sin reservas.
—Tú eres mi mayor sueño, Camilo. Todo esto… es hermoso. Pero tú… tú lo haces perfecto y gracias a los amigos de mi abuela estamos aquí.
Los segundos se volvieron eternos mientras se miraban. Luego, Camilo se inclinó despacio y rozó sus labios con los de ella. Fue un beso lento, profundo, cargado de sentimientos que no necesitaban palabras. Afuera, la Torre Eiffel brillaba como testigo de ese gran amor que nació entre ellos. La ventana abierta dejaba entrar la brisa fresca de París, mezclando el perfume de Lucía con el aire romántico de la ciudad.
Camilo la abrazó con más fuerza, sin dejar de besarla. Y Lucía, con los ojos cerrados, pensó que no había mejor lugar en el mundo donde estar, que en los brazos del hombre que amaba, y en la ciudad que siempre soñó, frente a la Torre Eiffel iluminada.
Camilo se separó lentamente del beso, sus labios aún rozaban los de Lucía como si no quisiera dejarla ir del todo. La miró con ternura, con esa sonrisa que siempre lograba encender mariposas en su estómago.
—Espérame aquí un momento, ya vuelvo, mi princesa —susurró, acariciándole suavemente la mejilla con el dorso de los dedos antes de alejarse.
Lucía lo observó caminar hacia el pequeño bar en la esquina de la habitación, con su corazón latiendo con fuerza, como si fuera la primera vez que lo veía. Camilo abrió una botella de vino tinto, con calma, como si cada gesto fuera parte de un ritual sagrado. Sirvió dos copas y se giró hacia ella con una expresión de dicha plena en su rostro.
—Ya volví, mi amor —dijo mientras se acercaba con las copas en las manos.
Lucía lo recibió con una sonrisa iluminada y sus ojos brillaban llenos de amor. Camilo le entregó una copa con delicadeza, como si fuera un tesoro. Se sentaron juntos en el borde de la cama, rodeados por la suave luz cálida de la habitación y por el silencio que sólo puede existir cuando dos almas se entienden sin palabras.
—Por nosotros —dijo él, alzando su copa.
—Por nuestro amor —agregó ella, con voz emocionada.
—Por este nuevo comienzo, por nuestro matrimonio, y por todo lo que viene —susurró él, acercando su copa a la de ella.
—Salud —dijeron al unísono, mirándose a los ojos con una intensidad que hablaba de promesas silenciosas y sueños compartidos.
El tintinear de las copas fue suave, casi reverente. Bebieron con calma, saboreando no sólo el vino, sino el momento tan maravilloso que estaban viviendo en esos momentos Camilo dejó su copa sobre la mesa de noche y tomó la mano de Lucía, entrelazando sus dedos con los de ella.
—Nunca imaginé que pudiera ser tan feliz —murmuró él.
Lucía se acercó y apoyó la frente en la de Camilo, cerrando los ojos por un instante.
—Contigo, todo es posible —susurró—. Gracias por elegirme, por amarme así, sin condiciones.
Camilo sonrió, y en su mirada había promesas que no necesitaban ser dichas. La noche apenas comenzaba, pero el amor entre ellos ya llenaba la habitación como un susurro eterno.
Y así, en medio del susurro del viento y el murmullo de París que los acogía en su romance, sus corazones se fundieron en ese instante perfecto, sellando el inicio de una historia de amor que apenas comenzaba...
Continuara...
Si superas q ese hombre también está enamorado hasta los huesos 😍 así q llámalo y cuéntale q estás embarazada
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