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Carrera Contra La Mafia

Carrera Contra La Mafia

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Atracción entre enemigos / Polos opuestos enfrentados / Triángulo amoroso
Popularitas:555
Nilai: 5
nombre de autor: Edgar Romero

El sueño de Marcela Smith es convertirse en campeona de Fórmula Uno, sin embargo deberá lidiar contra una mafia de apuestas ilegales, sin escrúpulos, capaz de asesinar con tal de consumar sus pérfidos planes de obtener dinero fácil y que no querrán verla convertida en la mejor del mundo. Marcela enfrentará todo tipo de riesgos y será perseguida por los sicarios vinculados a esa mafia para evitar que cristalice sus ilusiones de ser la reina de las pistas. Paralelamente, Marcela enfrentará los celos de los otros pilotos, sobre todo del astro mundial Jeremy Brown quien intentará evitar que ella le gane y demuestra que es mejor que él, desatándose toda suerte de enfrentamientos dentro y fuera de los autódromos. Marcela no solo rivalizará con mafias y pilotos celosos de su pericia, sino lidiará hasta con su propio novio, que se opone a que ella se convierta en piloto. Y además se suscitará un peculiar triángulo amoroso en el que Marcela no sabrá a quién elegir par a compartir su corazón. Mucho amor, romance, acción, aventura, riesgo, peligros, misterios, crímenes sin resolver, mafias y desventuras se suman en ésta novela fácil de leer que atrapará al lector de principio a fin. ¿Logrará Marcela cumplir su sueño?

NovelToon tiene autorización de Edgar Romero para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 14

Cumplí mi parte con Dobias y no le dije nada ni a mi padre ni a Rub, mi enamorado. Él por supuesto adivinó de inmediato que yo le escondía algo. -Te conozco demasiado Marcela, ¿qué me estás escondiendo?-, me dijo cuando terminó la película sobre el fin del mundo que vimos en el cine, aquella de que el Sol se descarrila, abandona su órbita y amenaza con estrellarse con la Tierra al quedarse, nuestro planeta, sin defensas, debido al debilitamiento de la capa de ozono. A mí me pareció alucinante.

  -No te escondo nada, mi amor-, le dije, acaramelada a sus labios.

  -Eres mala mintiendo, Marcela, seguramente que es algo de esa locura tuya de manejar carros de carrera-, estaba Rub muy fastidiado. Era verdad lo que mi enamorado decía. Nadie me conocía mejor que él, ni mi padre.

  La mejor manera de que no siguiera con sus suspicacias fue hacer el amor, je je je. Nos fuimos a un hotel con jacuzzi cerca del cinema, y dimos rienda suelta a nuestra pasión. A él, por supuesto, le encantaba hacerme suya, se volvía un lobo hambriento teniéndome entre sus brazos, disfrutando de mis encantos, conquistando todos mis rincones y dejando huellas de sus ansias en toda mi adorable anatomía. Le deleitaba estrujar mis senos y mis nalgas, él decía que yo los tenía perfectos, "en su punto" y eso me daba mucha risa. -Eres un pervertido-, le reclamaba riéndome mientras él lamía mis pezones, besaba mis posaderos y tatuaba todo mi cuerpo con sus afanes y vehemencia, llegando hasta los últimos rincones de mi curvilínea y adorable geografía.

  Yo suspiraba y gemía con embeleso, hundida entre los brazos enormes, macizos, hechos de acero de mi enamorado. Rub besaba mi cuello, lamía mis orejas, metía su nariz en el canalillo de mi pecho y eso me hacía delirar aún más. Yo me apretaba a su pecho alfombrado de vellos, gozando de sus manos toscas y ásperas recorriendo mi piel suave y lozana. Sus dedos  iban y venían por mis mis muslos, afanosos, febriles, vehementes, convertidos en un bólido recorriendo mis sinuosas carreteras, llegando hasta los parajes más distantes de mi anatomía, hasta los máximos límites de mis deseos, haciendo que sollozara con afán, hecha una gran bola de fuego.

   Me dejé caer extasiada y eclipsada sobre las almohadas y él continuó  explorando mis pechos hechos una grandes colinas por la excitación, saboreando mis pezones endurecidos por la emoción de tenerlo junto a mí, y luego sus labios fueron afanosos por mi ombligo, mi pubis,  llegando hasta mis zonas más íntimas, conquistándolo todo, dejando bandera de sus ansias y deseos en cada pedacito de mi deliciosa humanidad.

   De repente yo chillaba de placer, me jalaba los pelos, golpeaba mis rodillas, sollozaba sin detenerme y aquella era una música sensual, poética y súper erótica que me volvía una verdadera antorcha chisporroteando el fuego por todos mis poros, encantada de estar sometida por el ímpetu de mi enamorado martillándome sin compasión, dominando mis puntos débiles que eran muchísimos.

   Fue entonces que Rub  invadió mis vacíos convertido en un gran río caudaloso, arrasando con todas mis  mis defensas, llegando hasta mis más ignotas profundidades, alcanzando las fronteras profundas de mi feminidad. En esos instantes tan pasionales y excitantes me sentía la mujer más sexy y sensual del mundo y  estaba en un viaje sideral, rodeada de muchas luces y los fulgures de los luceros, extraviada en el infinito.

   -Sí, sí, sí-, chillaba presa del placer, extasiada por el ímpetu de Rub, avasallada por su virilidad, hecha suya, hasta llegar al clímax de mi sensualidad.  Yo no tenía más argumentos que jalarme los pelos extasiada, aullar, morderle a él los brazos y su cuello y hundir mis enormes uñas en su espalda, garabateando sus músculos en medio de mi estado febril y catatónico, incluso haciéndolo sangrar, delirando en ese momento tan delicioso de pertenecerle totalmente.

   Yo ardía en fuego, me había vuelto una bran pila de carbón humeante, me encontraba obnubilada y eclipsada seducida por mi novio y ya, sin fuerzas, sudorosa, exánime, me quedé tendida en la cama, completamente despeinada, echando humo en mi aliento, respirando con mucha dificultad, soplando mi excitación.

  Rub quedó exánime y se derrumbó sobre mí, aplastándome y dejándome sin aliento. Él pesaba una tonelada y no pude apartarlo. Mi enamorado intentaba, también desacelerar su corazón.

   -Me aterra la idea que pueda pasarte algo-, me dijo, al fin, Rub. Tenía el rostro completamente encharcado de sudor. Echaba humo igualmente por las narices porque había quedado chamuscado de tanta pasión en esa velada tan romántica y deliciosa.

   -Soy buena piloto-, le dije juntando los dientes. Igualmente quería tranquilizar mi corazón convertido en una pelota de baloncesto rebotando dentro de mi busto.

   -Lo que temo es que esos tipos con los que compites intenten hacerte daño, no van a tolerar que una mujer les gane-, suspiró Rub. Era la primera vez que me hablaba en forma serena, sin exabruptos, sin encresparse como un gallo de pelea. Me dio gusto.

   -No creo que lleguen a extremos, al fin y al cabo el automovilismo es un deporte como cualquier otro donde hay rivalidad-, intenté explicarle.

   Rub había leído en el internet sobre las apuestas clandestinas y los millones de dólares que se movían en torno a los resultados. -Eso ocurre en el fútbol y el baloncesto-, intenté disipar sus temores.

   -Hay un tal Jerry Irons que ha metido sus narices en la Fórmula Uno, se ha hecho millonario arreglando resultados, monitoreando las carreras, decidiendo quién gana o quién pierde, debes tener cuidado con ese tipo, es muy peligroso-, me dijo. Eso también lo había leído en el internet. Por eso estaba tan alarmado y preocupado. Yo no había escuchado jamás sobre ese sujeto. Robert tampoco me había comentado nada de él.

   -En todo deporte hay peligro-, traté de mostrarme distendida pero cauta.

   -Quiero que me prometas que te cuidarás-, me miró Rub a los ojos.

   -Me sentiré más protegida si tú me apoyas y me alientas-, le dije resoluta. Yo me sentía vacía sin él.

   Rub suspiró y luego estiró una larga sonrisa. -Pero tú prométeme que vas a ganar siempre-, dijo él. Riéndome le dije -idiota-, y volvimos a sumergirnos en el exquisito oasis de la pasión y la emoción del amor.

1
Mary Mejía
que tan ruin es ese tal Irons del que tiene que cuidarse Marcela y la escuderia rayo azul
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