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Entre el Deber y el Deseo

Entre el Deber y el Deseo

Status: Terminada
Genre:Venganza / Matrimonio contratado / Mujer poderosa / Matrimonio arreglado / Completas
Popularitas:10
Nilai: 5
nombre de autor: Dana Cardoso

A los dieciséis años, fui obligada a casarme con Dante Moretti, un hombre catorce años mayor, poderoso y distante.
En sus ojos, nuestro matrimonio era solo un contrato; en los míos, era amor.
Fui enviada al extranjero para estudiar y, durante cinco años, viví con la esperanza de que algún día él realmente me viera.
Ahora, graduada y decidida, he vuelto a Florencia.
Pero lo que encuentro me destruye: mi esposo tiene a otra mujer y planea casarse de nuevo.
Solo que esta vez no será a su manera. Ya no soy la chica ingenua que dejó partir.
He vuelto para reclamar lo que es mío: el nombre, la fortuna, el respeto… y quizá, mi lugar en su cama y en su corazón.

NovelToon tiene autorización de Dana Cardoso para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 12

(POV: Bianca)

El sonido de la lluvia contra las ventanas de la oficina sonaba como un preludio. La ciudad afuera dormía, pero dentro de mí, todo ardía en silencio. Todavía sentía el perfume de Dante atrapado en las paredes, el eco de su voz en las reuniones, su mirada siguiéndome cuando creía que no me daba cuenta.

En los últimos días, estaba conquistando espacio, un paso a la vez, con calma y estrategia. Cada decisión, cada sugerencia aceptada, cada mirada de respeto de los funcionarios. La niña que él había enviado lejos, años atrás, ya no existía. Yo era una mujer fuerte. Y ahora, él necesitaba ver eso.

Pero cada vez que nuestras miradas se cruzaban, la razón se mezclaba con el deseo. Él me confundía. Vine para quedarme, pero todo lo que él hizo desde que llegué fue mantener la distancia, más aquel beso... Era como intentar mantener la lucidez frente al fuego.

Aquella noche, me quedé hasta más tarde en la empresa. Quería revisar algunos informes y, lo confieso, provocar. Sabía que él todavía estaba allí, sentía su presencia incluso antes de verlo.

Cuando la puerta se abrió, ya lo esperaba. El sonido de sus pasos era firme, controlado, el mismo de siempre.

—No sabía que trabajábamos hasta esta hora ahora —dijo él, apoyándose en la puerta.

Fingí indiferencia, sin levantar los ojos del documento.

—Apenas intentando entender lo que administro. Al final, la mitad de eso me pertenece, ¿no es así?

Hubo un breve silencio. Cuando miré, él me estaba observando de un modo que hizo que mi corazón tropezara. Aquella mirada, densa, fría en la superficie, pero ardiente por debajo, me desnudó sin tocarme.

—Me estás desafiando demasiado, Bianca —murmuró, con la voz ronca—. ¿Te estás divirtiendo con eso?

Me levanté despacio. No con miedo, sino con el control calculado de quien conoce el poder que ejerce. Yo sabía que él sentía algo, podría no ser amor, pero deseo con certeza, pues fue eso lo que pude ver en sus ojos.

—Tal vez —respondí—. Tal vez solo estoy cansada de ser invisible.

Di algunos pasos en dirección a la ventana, sintiéndolo acercarse detrás de mí. El reflejo en el vidrio mostraba la tensión en sus hombros, el deseo reprimido.

—¿Invisible? —repitió él, como si la palabra lo hiriera—. Siempre fuiste imposible de ignorar.

Me giré para encararlo.

—Entonces, ¿por qué siempre me trataste como si fuera un detalle?

Él se acercó más, hasta que la distancia entre nosotros fue apenas un soplo. Su calor me golpeó como una corriente eléctrica.

—Porque me quitas el control —confesó, en un tono bajo—. Y odio eso.

Sonreí. Una sonrisa lenta, provocadora, nacida de la certeza de mi poder.

—Tal vez sea hora de aceptar que no todo puede ser controlado, Dante.

Su respiración falló por un segundo. Él dio un paso adelante y me acorraló contra la mesa. Sus manos se apoyaron a cada lado de mi cuerpo, prendiéndome sin tocarme. El aire se puso denso, pesado, y el silencio que nos envolvió tenía el sabor del peligro.

—¿Por qué me desafías tanto? —preguntó él, con los ojos ardiendo sobre los míos.

Mi corazón latía rápido, pero no desvié la mirada.

—Porque es la única forma de hacer que me veas.

La frase salió como una confesión, pero también como un golpe. Él parpadeó, sorprendido, y por un instante pareció no saber qué decir.

Me acerqué un poco más, lo suficiente para sentir su respiración rozar mi rostro.

—Siempre quisiste que fuera dócil, Dante. La chica obediente, silenciosa, agradecida. Pero mira bien… esa chica ya no existe. Y en su lugar nació una mujer que sabe lo que quiere, y lo que merece.

Él prendió su mirada en la mía. Había rabia allí, sí, pero mezclada a algo más profundo, casi incontrolable.

—¿Y qué quieres ahora, Bianca? —preguntó, con la voz grave.

Incliné el rostro, sin retroceder.

—Quiero que me veas como igual. No como la niña que enviaste lejos, sino como la mujer que volvió para quedarse, y quiero todo lo que es mío por derecho.

Por un instante, él pareció paralizado. Pues entendía el significado de cada palabra dicha. Después, una de sus manos se deslizó por el borde de la mesa, parando próxima a mi cintura. El toque no vino, pero el deseo pairó en el aire, espeso, inevitable.

—Estás jugando con fuego —advirtió él, con la voz casi en un susurro.

Di una media sonrisa.

—Tal vez. Pero al contrario de ti, no tengo miedo de quemarme.

Me alejé de él despacio, contorneando la mesa con elegancia. Agarré mi bolso y caminé hasta la puerta. Antes de salir, miré por sobre el hombro.

—Buenas noches, Marido.

Él se quedó allí, inmóvil, con la mirada prendida en mí. Y por primera vez, percibí que yo había dado la vuelta al juego.

La mujer que antes él dominaba, ahora lo hacía perder el equilibrio.

Y cuando la puerta se cerró detrás de mí, yo supe, entre razón y deseo, que la victoria estaba apenas comenzando a dibujarse.

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