Dinorah mira las facturas médicas de su madre, a su alrededor, su hermana adolescente Dalila, parlotea haciendo peticiones totalmente ridículas en vista de la precaria economía; no sólo es la convalecencia de su progenitora, si no que tampoco tiene empleo y los ahorros familiares ya están en cero.
Su belleza serena, su porte elegante y la necesidad impresa en sus gestos apenas perceptibles por un experto jugador de poker, hacen que Renzo llegue con una propuesta, que significa soluciones a corto plazo, ¿se cuestiona?, sí, pero la necesidad vence sus barreras morales, sin saber que es sólo el inicio de una red de mentiras, dónde si él corazón no se involucra tal vez podría salir ilesa.
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Capítulo 12
Roberto llega al elegante apartamento de Katherine, casi una hora después de la ineludible "invitación" de ella. Al entrar, sienyque está vez es distinta a las veces anteriores, presintiendo que este encuentro será diferente; las miradas que le ha dado ella durante este último mes han sido de distancia y evasión, por lo que está seguro que lo que tenga que decirle, se lo dirá sin rodeos una parte del Central Park. Hoy no hay copas de vino ni música suave, solo un silencio tenso y una mirada de determinación.
—Gracias por venir— dice la rubia, con una voz carente del coqueteo y la calidez habitual —siéntate, Roberto. Necesitamos hablar, y esta vez, vas a escucharme— agrega de forma directa y sin ambages, mirándolo fijamente a los ojos.
Él asiente, desabrochándose el cuello de su camisa y ocupando uno de los sofás del salón.
—Sé que debes estar molesta, Katherine, y lo entiendo, soy consciente de que he estado distante— comienza a justificarse.
—No diría que Molesta, porque estoy clara en el tipo de relación que tenemos tú y yo, no te voy a negar que llegué a considerar un futuro contigo, pero me conoces bien y sabes que soy una mujer práctica— replica ella, sin moverse de su sitio —lo que si, es que estoy en un punto donde esta situación ya no es sostenible para mí, y francamente, tampoco para ti.
—No se a que te refieres — habla con evasivas, mientras la ve tomar una respiración profunda y eso lo que significa es que sus palabras serán afiladas y precisas.
—Vamos a dejar de fingir— demanda Katherine con un tono sereno, pero inflexible —te he visto este último mes, he visto cómo la miras— él iba a interrumpir y ella detiene su intención levantando una mano mostrando su palma, en señal de que la dejé continuar —te repito, he visto como la miras y, te sorprenda o no, también vi cómo ella te miraba a ti en el almuerzo familiar.
La mención de la mirada recíproca hace que Roberto se tense visiblemente y su rostro pierda color.
—No...— ella no lo deja continuar.
—Esta historia de la amiga cercana con la que tu familia cree que tienes una relación se acabó— hace una pausa —antes no me molestaba, porque yo estaba por encima de cualquiera y nunca te vi involucrar tus sentimientos en alguna aventura— habla acercándose lentamente al sillón, sin una pizca de emoción, solo esa lógica tan natural en ella —no me importa si ella es la prometida de tu hermano, o la Reina de Inglaterra— él únicamente la escucha, sin atreverse a interrumpir, es demás que trate de refutar, la mujer frente a él lo conoce a la perfección.
Roberto abre la boca para poder respirar, la exposición de ese secreto que ha guardado lo ahoga.
—Lo que me importa es que estás consumido por una obsesión, y me estás usando para huir de ella— expresa la rubia al retomar sus palabras con la misma fuerza con la que inició —hoy me usaste como escudo y no lo voy a permitir, al menos merezco saber cuando quieres usarme de tapadera.
—Perdóname Katherine, yo, no— sus palabras quedan en el aire, está vez no sabe qué decir.
—No me malinterpretes, aprecio nuestra amistad, incluso lo que hemos tenido íntimamente— hace una pausa y la mirada de ella se vuelve un poco más suave y posa doble la mano de él la suya —necesitas enfrentar lo que sientes por ella, por la mujer de tu hermano, la misma mujer que te tiene atrapado, a la que cuando crees que nadie ve, la miras y que te devuelve la mirada en la misma mesa de tu familia...
Dalila ve salir a su hermana y decide seguirla, hace semanas tiene serias sospechas, que cada vez son mayores al ver los vestidos de diseñador y el dinero en efectivo que Dinorah empezó a pagar, el mejor tratamiento para su madre y los gastos del hogar.
Las salidas a horas inusuales, con la excusa de que la anciana quería ir a un evento, o simplemente al bingo, son algo que a la adolescente no le cuadra.
La sigue sin que lo note hasta una esquina discreta donde su hermana mayor espera bajo la marquesina iluminada de un hotel elegante. No tarda en detenerse un deportivo de alta gama, con vidrios polarizados y ella con la naturalidad de la costumbre, ingresa al auto.
Cuando Dinorah se desliza dentro del vehículo y este se incorporara al tráfico de la 5ta Avenida en dircción a la mansión Costa, Dalila levanta su mano y detiene un taxi que pasaba.
—¡Siga ese deportivo!— le dice al conductor, señalando el vehículo rojo que se aleja entre el tráfico.
Él conductor sigue la orden de su cliente y en poco tiempo, haciendo uso constante del claxon, logra darles alcance, justo antes de que se detengan frente a una imponente mansión de piedra rojiza con rejas de hierro forjado.
Ve el vehículo desaparecer tras las puertas que se abrieron silenciosamente, Dalila le paga al taxista y se quedó observando la fachada señorial, sintiendo rabia, porque su hermana si puede mezclarse con millonarios y ella no, pero a la vez se pregunta cuál es en realidad el trabajo que hace su hermana, si en realidad cuida una anciana y no tiene nada que ocultar, ¿por qué un hombre la recoge en otra zona y no en el edificio?.
Mira su teléfono móvil, ese que por capricho ha querido cambiar y sonríe por la idea que se le ocurre, así que marca el número de Dinorah y la llamada no tarda en ser respondida.
—¿Dalila?, ¿le pasó algo a mi mamá?— cuestiona preocupada.
—Sé dónde estás, Dinorah— suelta sin rodeos —te vi subir a un auto lujoso y no era el de una ancianita que necesita compañía, ese hotel donde te recogió ¿es tu zona?— cuestiona con malicia.
—No sé de qué hablas y a mí me respetas— responde Dinorah, intentando sonar convincente, pero al mismo tiempo molesta por la insinuación.
—Claro que sí sabes, sé lo que haces y también sé que a mamá no le gustará nada enterarse de cómo te ganas la vida— suelta y lo que escucha del otro lado de la línea es silencio —mira, mi celular está viejo y sabes que necesito uno nuevo, uno bueno, te lo he pedido, pero ahora quiero uno último modelo, y que sea rápido— agrega y se felicita a sí misma por su astucia; en tanto, el silencio se prolonga por parte de Dinorah.
—¿Qué pretendes?— cuestiona finalmente.
—Por ahora, un celular nuevo, Dinorah y esto se queda entre nosotras. ¿Trato hecho?— dice y espera la respuesta de su hermana, sintiendo el poder de la manipulación en la palma de su mano.
Se Acabó el tormento de la mentira!
Aunq ahora esta ese Tormento llamado Roberto, Instalado en tu cora!!!
Por ahora concéntrate en Ti y en tus proyectos. No dejes q Te Afecte lo q Otros, piensan de Ti...
Por q Si No , Creerán q es Verdad¡!!!
A otra cosa Mariposa,por q te Aseguro q Nuestros Suegritos Chilos, No dejaran de visitarte!!!
Vaya, vayaaaaaa!!!
Renzo menso, por fin empieza a utilizar ese pedazo de Neurona q aun vive dentro de esa cabezota!!!
Val, ay te encargo q le des su bue a dosis de Ubícatex y de Humildad!!
Tu tienes esa encomienda mana, tal vez seas Tú quien le enseñe por fin lo q es Vivir sin Mentiras!!!
Roberto pemdejo, a chillar a la Maternidad cabron!!!
Ahora la Bebes o la Derramas!!!
No puedo con esta angustiacion mana!!!!
Osea q de la mañana y yo pensando como partirle la mema a Beto!!!!
se pasoooo!!!!