Alana una chica de 18 años, ha vivido sola con su madre desde que tenía 2 años de edad, yabque su padre las abandono, pero no fue empedimento para ellas, juntas salieron adelante y eran muy felices hasta que un día de pronto apareció su padre y la entregó para saldar una deuda que tenía.
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capítulo. 12
Al día siguiente, Martín solicitó a sus sirvientes que le prepararan el desayuno y lo llevaran a la habitación de abajo, sin permitir salir a la persona. Posteriormente, se alistó y se dirigió a la oficina.
Juan lo llamó al ver sus llamadas perdidas. Martín contestó: 📲 ¿Apareciste?
Juan respondió: 📲 Ya era muy tarde y me encontraba durmiendo, disculpa.
Martín continuó: 📲 Dime, ¿qué has sabido de tu hija? La necesito con urgencia.
Juan se mostró inquieto y no sabía qué responder. Martín replicó: 📲 Te has quedado mudo... ¿No sabes de ella?
Juan responde nervioso: 📲 La llamaré y le pediré que regrese mañana mismo.
Martín, enfurecido por las mentiras que ha escuchado, afirma: 📲 No, un día más, ni un día menos. Si mañana no la traes conmigo, tu empresa quedará arruinada para siempre. ¿Acaso crees que puedes jugar conmigo? Luego, cuelga el teléfono. Juan, asustado, intenta hablar, pero Martín ya ha terminado la llamada. Golpea el escritorio y exclama: ¿Dónde estás, Alana?.
En ese momento, el teléfono suena; es su secretaria anunciando la llegada de Ana.
Juan se siente sorprendido y reflexiona: No tengo que ir a buscarla, ella ha venido hacia mí, jajajaja y luego le indica a la secretaria: Que pase, por favor.
Ana y Olga entran, y Ana se dirige rápidamente hacia él, dándole una bofetada mientras pregunta con furia: ¿A dónde te llevaste a mi hija? Dímelo.
Juan, llevándose ambas manos a la cara, responde: ¿Acaso estás loca?. En ese momento, Olga detiene a Ana y le dice: Cálmate, Ana.
Ana responde: Desde que reapareciste en nuestras vidas, solo has traído desgracia. Ahora, necesito que me digas dónde está mi hija.
Juan reacciona y dice: ¿Por qué me preguntas por Alana? ¿Acaso no vive contigo? Necesito saber dónde se encuentra. La he buscado en varias ocasiones e incluso fui a la casa, donde me entregaron las llaves y me informaron que ustedes se habían mudado. Ahora, ¿por qué vienes a mi oficina, me agredes y haces preguntas sin sentido?
Ana responde: No te hagas el desentendido. Sabes perfectamente por qué nos fuimos de esa casa: tú la vendiste y tuvimos que abandonarla. Además, realizaste una prueba de ADN a mi hija, creyendo que no era tu hija. ¿Ahora qué es lo que realmente deseas?
¿A dónde la llevaste anoche?
Juan: No he llevado a nadie, estás fuera de sí.
Quizás se cansó de ti y se fue.
Ana quiere golpearlo nuevamente, pero Olga no se lo permite, así que ella grita: ¡Dime dónde está mi hija!
Juan: No lo sé, no lo sé. No la he visto en días. ¿Por qué debería saberlo?
Ana: Eres un imbécil. Solo te advertiré una cosa: si le sucede algo a mi hija, juro por lo más sagrado que no te dejaré en paz.
Juan se burla ja, ja, ja y le pregunta: ¿Qué piensas hacerme? Eres un don nadie.
Olga suelta su agarre y Ana se acerca a Juan y le dice: Puede que no sea alguien importante, pero estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario por mi hija. Luego, sale de la oficina y toma de la mano a Olga, diciéndole: Nunca me dirá dónde está mi hija. Olga la abraza y le responde: La encontraremos. Vamos al restaurante, pidamos ver las cámaras y denunciaremos a quienes se la llevaron. Ana camina junto a Olga, bajan en el ascensor y se dirigen al restaurante. Mientras tanto, Juan se sienta en la oficina y empieza a reflexionar sobre la desaparición de Alana.
¿Dónde podrá estar esta joven justo en el momento en que necesitaba entregarle el encargo a Martín? Ahora solo me queda pensar en lo que debo hacer mañana.
Por su parte, Martín finalizó algunas tareas en la oficina y se retiró a su hogar. Deseaba ver a Alana, pero al llegar, se encontró con Sara, por lo que no pudo verla. Ana y Olga llegaron al restaurante y se comunicaron con el dueño, Máximo, quien se mostró sorprendido. Revisaron las cámaras de seguridad y él las acompañó a la comisaría.
Martín le pregunta a Sara qué hace allí.
Sara responde: Llamé a tu oficina y me informaron que te habías ido a casa. La verdad es que te extraño, amor, y vine para acompañarte.
Martín le pregunta: ¿Por qué no me llamaste a mi celular?
Sara, acercándose y dándole un beso, le dice: Quería sorprenderte, amor.
Martín le sugiere: Vayamos adentro. Al entrar, solicita a sus empleados que preparen algo delicioso para ambos y luego suben a la habitación.
Cerca de las seis de la tarde, Martín le pide a Sara que solicite un taxi y le comenta que hoy no puede quedarse.
Sara, algo molesta, le pregunta a Martín por qué. Amor, quiero quedarme a dormir contigo esta noche y que me hagas el amor tan rico como esta tarde, le dice.
Martín responde: Debo salir a resolver un asunto, por favor, Sara, regresa a tu casa. Nos vemos otro día.
Sara lo abraza y, con un puchero, le dice: Está bien, mi amor, pero prométeme que mañana nos veremos.
Martín asiente y le responde: Está bien, te llamaré mañana. Ahora ve a casa.
Sara sube al taxi y se marcha. Martín entra de nuevo a la casa y pide la cena para llevarla el mismo al piso de abajo.
Luna, la sirvienta, entrega la cena, mientras Martín enciende las luces de la escalera. Posteriormente, abre la puerta, y Alana, que se encontraba acostada, al escuchar el sonido se incorpora. Al ver a Martín, le dice: Usted.
Martín la observa de arriba a abajo y le responde: ¿Acaso esperabas a alguien más?
Alana pregunta: ¿Por qué me trajo aquí? ¿Qué le hice?
Martín responde: Aquí tienes tu cena. Come y luego hablaremos.
Alana replica: No tengo hambre, señor. Solo dígame qué hago aquí. ¿Por qué no me deja ir? Mi madre debe estar muy angustiada.
Martín responde: No comer es tu problema.
Alana: Por favor, respóndeme. Dime qué hago aquí, por qué me trajeron de esta forma. No les he hecho nada; incluso dejé de atenderlos en el restaurante para evitar problemas con su esposa.
Martín: ¿Cuál esposa? No estoy casado.
Alana: Bueno, con su novia o lo que sea que tenga en su vida. Solo necesito que me explique por qué estoy aquí y le aclararé todo para que me deje ir, por favor.
Martín: Te diré por qué estás aquí y también te explicaré por qué jamás podrás irte de este lugar.
Alana abrió los ojos al escuchar esas palabras.
Reflexionando, como que no podré abandonar este lugar.
¿Por qué guardas silencio? ¿Acaso ya no deseas saber nada? —pregunta Martín con un tono de molestia—.
Alana: Por supuesto que quiero saberlo, simplemente me sorprende lo que acabo de escuchar.
Martín: Entonces procederé a explicarte lo que considero que ya sabes.
Alana, sorprendida, responde: ¿Qué es eso que se supone que ya debo saber?
se de cuenta del erro que cometio dejar a su hija y la madre de su hija