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Mi Suggar Es Un Mafioso

Mi Suggar Es Un Mafioso

Status: En proceso
Genre:Romance / Amor prohibido / Posesivo / Mafia / Diferencia de edad
Popularitas:26.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Celina González ♥️

En las calles vibrantes, pero peligrosas de Medellín, Zaira, una joven brillante y luchadora de 25 años, está a tres semestres de alcanzar su sueño de graduarse. Sin embargo, la pobreza amenaza con arrebatarle su futuro. En un intento desesperado, accede a acompañar a su mejor amiga a un club exclusivo, sin imaginar que sería una trampa.

Allí, en medio de luces tenues y promesas vacías, se cruza con Leonardo Santos, un hombre de 49 años, magnate de negocios oscuros, atormentado por el asesinato de su esposa e hijo. Una noche de pasión los une irremediablemente, arrastrándola a un mundo donde el amor es un riesgo y cada caricia puede costar la vida.

Mientras Zaira lucha entre su moral, su deseo y el peligro que representa Leonardo, enemigos del pasado resurgen, dispuestos a acabar con ella para herir al implacable mafioso.
Traiciones, secretos, alianzas prohibidas y un amor que desafía la muerte.

NovelToon tiene autorización de Celina González ♥️ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 11

A las 6:45 PM, Zaira llegó al edificio indicado.

El hotel parecía otro mundo: mármoles pulidos como espejos, candelabros colgantes que chispeaban oro, alfombras gruesas que amortiguaban los pasos como si intentaran silenciar los pensamientos. Las paredes altas estaban adornadas con molduras antiguas, y en el aire flotaba un aroma denso: una mezcla de perfume caro, madera vieja y poder. El tipo de poder que aplasta antes de hablar.

Todo era demasiado elegante. Demasiado intimidante.

Se detuvo frente a las puertas de vidrio, sintiendo que el corazón se le comprimía dentro del pecho. El reflejo le devolvió la imagen de una joven frágil y decidida. El cabello suelto caía como una cortina oscura sobre sus hombros. Sus jeans eran sencillos, pero limpios; la blusa blanca, tan impecable que parecía una armadura de tela. Apretaba con fuerza la correa de su bolso, como si ese gesto pudiera anclarla a algo.

Sus ojos, grandes y oscuros, aunque asustados, ardían con una llama nueva, feroz, que no conocía hasta ahora.

—No te vas a vender —murmuró apenas, con un hilo de voz que vibraba en su garganta—. No eres mercancía.

Apretó el puño y cruzó la puerta.

El interior la envolvió con una calidez artificial: luces tenues, mármol reluciente bajo sus pies, y una música instrumental suave que se deslizaba por el aire como un susurro elegante.

La recepcionista apenas levantó la vista. Lucía impecable, con un moño apretado y los labios rojos como una advertencia. La miró con la misma indiferencia con la que se observa una sombra cruzar una estancia. Como si estuviera acostumbrada a ver chicas como ella entrar con el alma en llamas... y salir con la mirada apagada.

Un botones se acercó con andar mecánico, casi sin expresión en el rostro. Su uniforme impecable parecía más una armadura que una prenda.

—¿Señorita Zaira? —preguntó con voz baja, formal, apenas un murmullo.

Ella asintió, sintiendo el corazón martillarle el pecho como si buscara una salida.

—Por aquí, por favor.

Caminaron por un pasillo silencioso. Las luces doradas proyectaban sombras largas en las paredes cubiertas de paneles de madera oscura. Al pasar frente a un espejo, Zaira evitó mirarse. No quería ver el temblor en su barbilla, el miedo en su espalda recta.

El ascensor era una jaula dorada. Las puertas se cerraron con un sonido sordo, y el espejo del interior le devolvió una imagen distorsionada por el nerviosismo. Cada número que se iluminaba en el panel era una cuenta regresiva hacia el momento que más temía… y que, aun así, había elegido enfrentar.

Al llegar al piso dieciocho, el botones no dijo una palabra más. Se limitó a conducirla hasta una puerta doble, pesada, de madera tallada, con manijas de bronce bruñido. Imponente. Majestuosa. Un umbral entre dos mundos.

Golpeó una vez.

Una voz masculina respondió desde el otro lado, grave, segura:

—Adelante.

El botones abrió y se hizo a un lado con una leve inclinación. Zaira entró sola, sintiendo que el aire en sus pulmones se volvía más denso.

El interior era un salón privado bañado en sombras acogedoras. Los muebles eran de cuero oscuro, brillando apenas bajo la luz cálida de las lámparas de pie. El aroma era embriagador: sándalo, cuero y un leve toque a whisky añejo. Todo hablaba de lujo silencioso, de control. De un hombre que no pedía permiso.

Las cortinas estaban cerradas, pero la luz bastaba para delinear la silueta de un hombre alto, de espaldas, sirviéndose una copa.

Leonardo Santos.

Cuando se giró, Zaira sintió que el tiempo se comprimía en el pecho. Él era más imponente de lo que recordaba. Vestía todo de negro, como una sombra elegante. La camisa desabotonada en el cuello dejaba ver su piel bronceada, y el reloj metálico en su muñeca brillaba con arrogancia. Su porte era el de un depredador tranquilo. Todo en él hablaba de poder.

Sus ojos, de un gris metálico helado, la recorrieron lentamente, sin disimulo. Como quien contempla algo que ya considera suyo.

—Viniste —murmuró, complacido, su voz vibrando como un trueno bajo y contenido.

Zaira tragó saliva. Avanzó dos pasos, con las piernas tensas como cuerdas a punto de romperse. Podía verlo con claridad ahora: alto, atlético a pesar de su edad, cabello negro con hebras plateadas en las sienes, barba perfectamente recortada. Cada línea de su rostro estaba esculpida por el tiempo, el dinero y el poder.

—Yo... —inspiró hondo, con la garganta cerrada— yo no vine para quedarme —balbuceó, odiándose por sonar tan frágil—. Solo vine a devolverle el dinero... y a decirle que... —la voz se le quebró— que yo no soy una puta.

Leonardo se detuvo. Su rostro, antes relajado, se tensó. Una sombra de molestia cruzó su mirada. Las comisuras de su boca descendieron apenas, y una arruga sutil apareció entre sus cejas.

Zaira sintió cómo el silencio crecía, grueso, asfixiante.

—Aquella noche... fui engañada —dijo, apretando las palabras con los dientes—. No sabía lo que estaba pasando. No significó nada.

Sus ojos se clavaron en los de él, duros como acero.

Leonardo guardó silencio unos segundos que se alargaron como siglos. Sus labios se tensaron. Entonces, avanzó.

Zaira apenas tuvo tiempo de retroceder. En un parpadeo, él ya estaba frente a ella, tan cerca que el calor de su cuerpo la envolvía como una manta invisible. La pared fría contra su espalda, el mármol bajo sus pies, su respiración en el cuello.

—¿No significó nada? —susurró, ronco, incrédulo—. ¿Así quieres borrar lo que pasó entre nosotros?

Zaira abrió la boca, pero no pudo articular palabra. Un segundo después, sus labios fueron atrapados por los de él.

El beso fue un golpe. No tenía ternura. No tenía dulzura. Era un deseo desbocado, rabia contenida, frustración. Una guerra en la que sus bocas eran armas, y la piel, campo de batalla.

Atónita, tardó un instante en reaccionar.

Su cuerpo se tensó, su mente gritó, y sus manos temblorosas buscaron empujarlo. Cuando logró separarse, jadeaba. Sus pechos subían y bajaban con rapidez, como si hubiera corrido una maratón emocional.

Con los ojos ardiendo de furia, alzó la mano. Pero él fue más rápido.

Le sujetó la muñeca con firmeza, sin lastimarla, pero dejó claro que tenía el control.

—No me provoques, Zaira —gruñó, su voz como una cuerda a punto de romperse.

Ella forcejeó, el miedo y la indignación empapando cada célula de su cuerpo.

—¡Suéltame! —gritó, con la voz quebrada.

Leonardo la atrajo más. Su cuerpo era una muralla contra el suyo.

—Eres mía —susurró, cada palabra un latigazo—. No importa cuánto luches... no voy a dejarte ir.

Zaira temblaba. Pero no solo de miedo.

Había algo más, una corriente eléctrica peligrosa corriendo bajo su piel. Un calor inesperado que la enfurecía tanto como la asustaba.

Lo miró, las lágrimas ardiendo en sus ojos, la garganta cerrada de rabia.

—¡Yo no soy tu puta! —escupió, su voz afilada por la humillación.

Leonardo se quedó en silencio. El agarre en su muñeca se suavizó. Algo en su mirada cambió, aunque seguía siendo intensa, devoradora.

Respiró hondo, y cuando habló, su voz era más baja, más íntima.

—No quiero comprarte, Zaira... —dijo—. Te quiero... como eres. Entera. Libre... pero mía.

Ella negó con la cabeza, desesperada.

—No. Tú buscas tenerme a cambio de dinero... de control. Y yo no me vendo.

Finalmente, él la soltó. Pero no se apartó. Su presencia seguía invadiéndolo todo, incluso el aire.

Zaira retrocedió un par de pasos. Sentía aún sus manos sobre ella, el sabor amargo del beso, la carga invisible de todo lo que no se había dicho.

La distancia entre ellos era mínima... pero infinita.

—Te vas a cansar de luchar, Zaira —dijo él, su voz apenas un susurro cargado de amenaza y promesa—. Y cuando eso pase... serás mía de verdad.

Zaira no respondió.

Leonardo Santos. 50 años

Zaira Montes. 25 años.

1
Alicia Marin Silva
Rico ,pobre hombre 🤔🤔🤔
Francy Eliana Castillo Gallon
Zaira está manejando su dolor con rabo aw indiferencia hacia Leonardo y el siente q quiere morir sin ella pero no sé lo dice no lo demuestra
Francy Eliana Castillo Gallon
a veces somos egoístas morimos de ganas de llamar escuchar un te extraño pero no nos arriezgamos y nos quedamos esperando
Violeta Banquez Martinez
excelente más capítulo
Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
la cagaste Leo y lo sabes, te haces el tonto
Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
tiene miedo y mucho dolor,
Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
🫂
Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
error sr, la dejaste sola🤦🏽👿
Carolina Acosta
ahora es que están bonitos los 2 el esperando que ella escriba y ella esta igual 🤦🏻‍♀️ si no toma alguno la iniciativa no habra interacción nada más que los sábados
Carolina Acosta
lo importante es que lo reconoces
Francy Eliana Castillo Gallon
ahora q Zaira lo verá como su cuenta bancaria con cara y cuerpo hermoso pero frío como el hielo el la querrá ver cómo la mujer q ama q le devuelve algo de calor a su congelado corazon
Francy Eliana Castillo Gallon
el está sumido en el dolor nunca pensó q se volvería a enamorar su corazón le está jugando una mala pasada y se siente vacío q ella no lo merece
Carolina Acosta
ya va o yo estoy mal o ella no quiere ver el trató que el le da
Carolina Acosta
como quieres que te vea❓️🤔 porqué hasta ahora te haz completado muy hostil con Leonardo
RUTH MARTINEZ
Excelente
马里克鲁斯
jajaja no como pedirte maratón de capítulos /Sob/si me acabo de leer uno bien largo @Celina González ♥️/Sob/
马里克鲁斯
jajaja sufre Daddy Suggar
马里克鲁斯
jajaja 🤣 me encanta la actitud de ella 😃
马里克鲁斯
Eso eso no le mandes mensajes, jajaja si quieres que aparezca solo sal con un chavo y verás que aparece en menos de lo q canta un 🐓
马里克鲁斯
Eso dale para adelante q ese Daddy solo es tu suggar, pero pensándolo bien ambos ya están enamorados /CoolGuy/
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