Morí sin ruido,
sin gloria,
sin despedida.
Y cuando abrí los ojos…
ya no eran míos.
Ahora respiro con un corazón ajeno,
camino con la piel del demonio,
y cargo el nombre que el mundo teme susurrar:
Ryomen Sukuna.
Fui humano.
Ahora soy maldición.
Y mientras el poder ruge dentro de mí como un fuego indomable,
me pregunto:
¿será esta mi condena…
o mi segunda oportunidad?
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Capítulo 12: El Núcleo del Vacío
Escena 1: A las puertas del abismo
El grupo había avanzado hasta los límites del nido de Mu-On. Un cráter abierto al cielo, con fragmentos de oscuridad girando como un torbellino infinito. A cada paso, el aire se volvía más denso. Cualquier maldición de nivel inferior habría sido borrada con sólo estar cerca.
Victor caminaba al frente, con Sukuna brillando en su interior como una llama voraz.
—Si damos un paso más, ya no hay vuelta atrás —advirtió Gojo, mirando el núcleo que latía como un corazón de sombras.
—Ya cruzamos la línea hace tiempo —respondió Victor.
Maki, Megumi, Panda, Toge, Yuta y Yuji estaban detrás. Nadie retrocedería.
Y entonces, Victor extendió la mano.
—¡Abran el camino! —gritó.
Desde su cuerpo emergió un resplandor carmesí. No era solo energía maldita… era una distorsión de la realidad.
El dominio de Victor y Sukuna fusionados se abrió.
Y el grupo fue absorbido hacia el centro del Vacío.
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Escena 2: El alma del enemigo
Lo que vieron al despertar no era un mundo. Era un concepto.
Oscuridad infinita, sin suelo ni cielo, solo una llanura flotante donde se manifestaban recuerdos distorsionados de todos ellos. El dominio interior de Mu-On era una amalgama de sus traumas, sus miedos, sus errores.
Yuji vio a Junpei.
Megumi vio a su hermana.
Yuta vio a Rika.
Victor… vio a sí mismo, siendo atropellado. El niño al que salvó. Sus padres. Su vida anterior.
Y luego… la sonrisa burlona de Sukuna, observándolo todo.
—¿Esto es lo que soy ahora?
—No —respondió Sukuna en su mente—. Esto es lo que eras. Lo que fuiste. Ahora mírate.
Victor levantó la vista.
Mu-On apareció.
No como una criatura, sino como una figura humanoide sin rostro, hecha de humo blanco y ojos flotantes.
—USTEDES... SE HAN CONVERTIDO EN UNA CONTRADICCIÓN. UNA ANOMALÍA. UNA HERIDA EN EL MUNDO.
Gojo dio un paso adelante, con la venda caída de su rostro. Sus Seis Ojos resplandecían con furia.
—Y tú eres un error que vamos a borrar.
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Escena 3: La guerra contra la nada
La batalla comenzó.
Gojo se lanzó primero, activando Limitless + Infinity + Hollow Purple, combinándolos en una variante acelerada.
Yuta, cubierto por Rika, disparó un torrente de maldiciones copiadas: la técnica de Toge, la de Inumaki, incluso fragmentos del ataque de Geto.
Maki y Panda combatían contra avatares creados por Mu-On a partir de los recuerdos de los hechiceros caídos. Eran ilusiones... pero podían matar.
Victor caminó entre el caos, con los ojos cerrados.
—Sukuna…
—Lo sé.
—¿Estás conmigo?
—Hasta que destruyamos todo —respondió con una carcajada.
Victor abrió los ojos. Y sus cuatro brazos surgieron. Dos espirituales, dos reales.
Su cabello se erizó como llamas. Los tatuajes brillaron.
—¡RYOMEN SUKUNA! —gritó el enemigo.
Victor alzó la mano.
—Cortar. Desmantelar. Cocina Encendida.
—Y como extra… ¡mi voluntad!
Y por primera vez, un ataque fusionado de técnicas malditas desgarró la forma real de Mu-On.
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Escena 4: El traidor entre ellos
En medio de la lucha, un grito desesperado llamó la atención de todos.
—¡¡Deténganse!! ¡¡Nos está manipulando!!
Era Shoko Ieiri… sujetando a alguien en el suelo.
Todos miraron.
Era Kento Nanami.
Pero su cuerpo… tenía marcas negras por todo el cuello y rostro. Su expresión era vacía.
Y de su boca surgió una voz… que no era humana.
—Soy el eco de un eco. El primer recipiente.
Victor retrocedió.
—¿Qué…?
Tengen, aún fusionado con los sellos espirituales en el entorno, habló con tono grave:
—Mu-On no nació hoy. Fue creado hace siglos… por un experimento fallido con una técnica de reencarnación maldita. Su primer huésped fue un hechicero antiguo que no soportó el abismo y se fragmentó en miles de trozos. Uno de esos fragmentos… era Nanami.
Yuji gritó:
—¡Eso no tiene sentido! ¡¡Nanami era nuestro amigo!!
Victor murmuró:
—¿Y cuántos hemos perdido por cosas que no tienen sentido?
Nanami, con la voz del Vacío, atacó.
Pero fue Megumi quien lo enfrentó.
—¡Déjanos en paz, viejo bastardo!
Y con una nueva técnica combinada de shikigami, selló al traidor… a costa de su brazo izquierdo.
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Escena 5: El alma del Rey
En el centro del dominio, Victor se encontró solo con Mu-On.
—Tú me odias… porque yo existo. Porque soy la unión entre luz y sombra. Entre Sukuna y lo que queda de mí.
—ERES UNA FISURA. Y TODA FISURA DEBE SER SELLADA.
Victor extendió sus manos.
—Entonces ven. Pero recuerda esto…
Detrás de él, Sukuna apareció como una figura completa. Ya no como una bestia, sino como un monarca envuelto en llamas negras y marcas rojas.
—¡Somos los que miran al abismo y ríen!
Victor y Sukuna se fundieron por completo. Ya no había diferencia entre uno y otro.
Y lo último que Mu-On vio fue un ataque doble, el verdadero:
—FUKUMA MIZUSHI: EL ALTAR DEL DESTINO.
El dominio fue arrasado.
Y el Vacío… gritó.
Capítulo 12 (Parte 2): El Núcleo del Vacío
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Escena 6: Ecos de una voluntad dormida
Los escombros del dominio se dispersaban como polvo estelar. El grupo de hechiceros caía de rodillas, exhaustos. El cuerpo de Nanami yacía sin vida, liberado del parásito maldito, y los ojos de Victor ardían con energía residual.
—¿Se acabó? —preguntó Yuta, jadeando.
Victor no respondió. Algo en su interior no estaba bien.
Sukuna... no hablaba.
Por primera vez desde que Victor despertó en ese cuerpo, no sentía su voz, su risa, ni su presencia burlona.
—¿Sukuna...? —susurró en su mente.
Solo silencio.
Megumi se acercó lentamente.
—¿Victor? ¿Estás... bien?
Victor levantó la mirada. Tenía una expresión extraña. Vacía. Le temblaba una mano. En su rostro aún estaban marcadas las líneas malditas, pero ahora parecían quemadas, como si algo estuviera consumiéndolo por dentro.
Entonces, lo escuchó.
Una voz que no era de Sukuna.
—No es suficiente. Necesito más. Más caos. Más energía. Más... víctimas.
Victor retrocedió. El grupo lo notó.
—¡Aléjense! —gritó— ¡¡Algo está mal!!
Gojo lo entendió al instante.
—¿Sukuna... está fuera de control?
—¡No! —negó Victor— ¡No es Sukuna! ¡Es algo más!
Y entonces, su cuerpo fue envuelto en una cáscara de maldiciones negras, una forma incompleta, como si un nuevo ser estuviera intentando tomar el control del recipiente.
Una figura comenzó a formarse detrás de él: más grande, más retorcida, con tres pares de brazos, cuatro rostros, y una energía maldita que no pertenecía a este mundo.
—Yo soy el reflejo del Rey. El vacío entre lo que fue y lo que nunca debió ser. Soy la Maldición del Traidor.
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Escena 7: El nacimiento del Antirreceptor
Victor cayó al suelo. Una parte de su alma fue arrancada y lanzada al plano interno.
Dentro, frente a él, estaban dos figuras:
—Sukuna.
Y el otro... él mismo, pero retorcido. Era Victor… convertido en una maldición, una versión suya que aceptó el odio, el abandono y la desesperación de su muerte original.
—No puedes matarme —dijo el Antirreceptor—. Porque tú me creaste.
—¡No soy tú! —gritó Victor.
Sukuna, de brazos cruzados, observaba.
—¿Ahora lo entiendes, mocoso? Cada vez que dudaste… cada vez que deseaste poder, cada vez que odiaste ser débil… lo alimentaste a él. Y ahora...
—¡Cállate! ¡No necesito tu discurso!
Victor cerró los puños. Su cuerpo espiritual ardía.
—Yo tomé tu poder para hacer el bien. Para proteger. ¡No para esto!
El Antirreceptor lanzó un golpe, y Victor lo detuvo.
—¡Entonces lucha por ello! —gritó Sukuna por primera vez con rabia verdadera.
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Escena 8: La decisión final
En el plano físico, los hechiceros trataban de contener el cuerpo de Victor, que flotaba envuelto en maldiciones. El dominio empezaba a colapsar.
Gojo lo miró con pesar.
—Si no vuelve… lo tendré que matar.
—¡No! —gritó Yuji— ¡¡No otra vez!! ¡¡Victor no es como Sukuna!
Yuta avanzó.
—Entonces déjenme entrar en su alma.
Rika apareció detrás de él. Y con un sello de reversión maldita, Yuta canalizó su energía hacia el núcleo espiritual de Victor.
En el plano interno, Victor y su doble maldito chocaban puño contra puño. Cada golpe era un estallido de recuerdos, momentos de dolor, rabia, miedo y determinación.
Sukuna sonreía.
—Vamos, muéstrame si tienes lo que se necesita para ser un Rey... o solo un niño perdido.
Victor lanzó un rugido. Canalizó todo lo que había aprendido, todo lo que había perdido, todo lo que amaba de su vida anterior, todo lo que quería proteger en esta.
—¡No soy tú! ¡¡Y tampoco soy Sukuna!! ¡¡Soy Victor!!
Y atravesó el pecho del Antirreceptor.
La figura se desintegró. Sukuna asintió, por una vez... sin arrogancia.
—Finalmente.
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Escena 9: El nuevo equilibrio
Victor despertó. Cayó de rodillas. Las marcas en su rostro seguían ahí, pero eran diferentes. No eran las de Sukuna. Eran suyas. Como si hubiera reclamado el poder por voluntad propia.
—¿Eres tú? —preguntó Megumi.
—Sí —respondió Victor—. Soy yo.
Gojo suspiró.
—¿Y Sukuna?
—Callado —dijo Victor—. Por ahora.
El grupo sonrió. Aunque el horror no había terminado, habían ganado una batalla crucial: la del alma de Victor.
Y en algún rincón del dominio colapsado, una figura observaba desde lejos.
Era Geto… o algo que parecía serlo.
—El Rey está despertando. Y no es el que esperábamos…