Santiago es el director ejecutivo de su propia empresa. Un ceo frío y calculador.
Alva es una joven que siempre ha tenido todo en la vida, el amor de sus padre, estatus y riquezas es a lo que Santiago considera hija de papi.
Que ocurrirá cuando las circunstancias los llevan a casarse por un contrato de dos años,por azares del destino se ven en un enredo de odio, amor, y obsesión. Dos personas totalmente distintas unidos por un mismo fin.
⚠️ esta novela no es para todo publico tiene escenas +18 explícitas, lenguaje inapropiado si no es de tu agrado solo pasa de largo.
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El primero.
—Hola, Patricio.
Dice Jacobo llegando a donde estamos y recibe la comida, pero lo sujeto del brazo indicándole que no se vaya.
—Bien, los dejo para que disfruten la comida.
Nos dice Patricio.
—Nos vemos mañana en la universidad.
—Provecho.
Nos dice yéndose, y cierro la puerta caminando con Jacobo.
Vuelven a tocar la puerta y esta vez va Jacobo. Abro el pedido y veo que solo hay dos órdenes de comida, pero entiendo todo cuando Jacobo llega con una orden en las manos y la deja cerca de Santiago.
Saca los palillos y empieza a comer, yo hago lo mismo. Santiago deja a un lado todo, abre su pedido y saca su comida. Comemos en silencio.
Jacobo se levanta y va por vino y tres copas que sirve dándonos a cada uno.
—¿Ya empezaste a hacerte cargo de la empresa de la abuela?
—Ya.
Responde Santiago, y yo solo me dedico a comer.
—Doctora Alva, entonces no se dedicará a lo mismo que su padre, ¿verdad?
Pregunta Jacobo.
—Nunca me han llamado la atención los números. Estoy llevando la especialidad de pediatría.
—Qué chido, tus hijos tendrán las consultas gratis. Llevaré a los míos contigo.
Dice y me ahogo con la comida. Jacobo me echa aire con las manos y logro respirar.
—Bien, yo me voy ya que mi jefe es un explotador y ya me imagino que a las 7 am me estará llamando.
Se despide y lo acompaño a la puerta.
Cuando regreso, Santiago sigue con los papeles, así que levanto los platos y los llevo a la basura.
—Descansa.
Le digo y él levanta la vista para mirarme.
—Descansa.
Me responde serio, y con una gran sonrisa subo las escaleras.
Llego a mi habitación y me acuesto en la cama, pero me levanto cuando la puerta se abre de repente y veo a Santiago entrando.
—Mi abuela me llamó, viene temprano, así que creo que mejor duermes en mi habitación hoy.
—Sí, está bien.
Le digo siguiéndolo. Entro a su habitación y creí que se iría, pero cierra la puerta y se va al baño.
Escucho la regadera y vuelvo a salir a buscar una pijama; elijo un short con una playera ancha.
Espero a que salga y lo hace con el agua escurriendo por su piel. Se seca el cabello con una toalla y pasa a mi lado. Me baño tratando de hacer tiempo. Estoy nerviosa; no sé en qué momento cambió completamente conmigo.
Cuando termino me pongo la pijama, salgo del baño y Santiago está sentado con su laptop en la cama.
Me acuesto y él sigue concentrado en lo que sea que esté haciendo.
—Descansa.
Le digo dándole la espalda, y no me responde.
Cierro los ojos forzándome a dormir, siento cuando apaga las luces y el colchón se hunde al acostarse.
Su brazo me rodea, pegándome a él. Mi corazón se acelera y me gira dejándome de frente, pero por la oscuridad casi no lo distingo.
Me besa y respondo el beso; en la oscuridad lo único que se escucha es nuestra respiración. Acaricio su rostro y siento sus labios en mi cuello, pero sube volviendo a besarme.
Sus manos aprietan mi cintura y automáticamente levanto las manos para que me quite la blusa. Nuestros labios vuelven a unirse.
Me levanto un poco para que me quite el short, quedando solo en ropa interior. Los besos no paran y recorro sus pectorales.
Lo siento alejarse y sé que es para quitarse los pantalones. Vuelve a subirse besándome con más intensidad, sus manos recorren mi cuerpo y siento un escalofrío.
—¿Has estado con otro hombre?
Me pregunta con voz ronca.
—Tú eres el primero.
Le digo, y no sé si soy yo, pero lo siento sonreír mientras sostiene mis manos por encima de mi cabeza.
—¿Quieres que sea tierno? Solo por esta vez.
—Sí.
—Quiero que me lo digas.
—Sé tierno conmigo.
Le digo y no sé qué dije para que venga con más intensidad.
Siento cuando desliza mis bragas e intenta tocarme, pero la pena no me deja; sostengo su mano, pero él insiste y termino dejándolo.
Me da pequeñas mordidas en el cuello y un quejido escapa de mi garganta.
Siento algo duro en mi intimidad. Lo desliza haciendo que me moje más.
Un gemido sale de mi garganta y presiona su miembro en mi entrada. Me penetra y siento un ardor seguido de un dolor. Aprieto los dientes y respiro hondo, ya que el dolor es insoportable y todo empeora cuando empieza a moverse.
Encajo mis uñas en su espalda, y es cuando más duro y rápido me da.
—Santiago.
Digo su nombre y me besa distrayéndome del dolor que va disminuyendo.
Lo escucho gemir en mi cuello, y siento algo caliente en mi vientre. Lo aprieto más a mí cuando algo nubla mi vista.
Después de unas estocadas, se detiene y se acuesta a mi lado.
Me levanto al baño, hago pipí y siento ardor. Me baño y me pongo una bata. Cuando salgo todo sigue oscuro.
Me acuesto en la cama y le digo:
—Buenas noches.
Me gira el rostro dejando un beso en mis labios.
Siento que estoy en un sueño del que no quiero despertar.