Antonieta, una joven noble de catorce años, vive atrapada entre las estrictas reglas de la alta sociedad y su pasión secreta: volar en un caballero móvil. Mientras se prepara para cumplir con su rol como dama y conocer a su prometido, entrena en secreto para dominar la tecnología que le permitirá surcar los cielos. Pero no todos están dispuestos a aceptar su sueño, y Antonieta deberá decidir si seguir las normas o romperlas para volar libre.
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Capítulo 3: Recompensa
[Exterior – Mansión de la familia Alcalá de la Alameda, hangares, campo de pruebas – Día]
Narrador:
Los llaman Caballeros Móvil.
Son armas de guerra: máquinas bípedas blindadas, con sensores de alta precisión y núcleos de energía estabilizada.
Se utilizan para combate, defensa territorial y, en raras ocasiones, exhibiciones ceremoniales. Aunque su diseño recuerda a los guerreros legendarios de la antigüedad, su construcción es todo menos arcana.Son ensamblados en hangares, mantenidos por equipos técnicos y reparados con piezas producidas en serie. Aun así, no cualquiera puede pilotar uno.
Requieren reflejos entrenados, sincronización mental y resistencia física. Aunque cualquier persona con la preparación adecuada puede activarlos, los nobles siguen siendo los principales pilotos. No por linaje divino, sino porque ellos entrenan desde la infancia.
Uno de ellos está ahora en el campo de pruebas de la familia Alcalá de la Alameda. Y, viéndolo con gran admiración, se encuentra Antonieta. A su lado está Salomón.
Salomón:
—Como se acordó, este es Nier. Hoy vas a volar en él.
Antonieta (feliz):
—Gracias, abuelo.
Salomón:
—No te acostumbres... Vamos.
Narrador:
Mientras caminaban hacia el hangar, apareció Alan, uno de los tantos pilotos de un Caballero Móvil de la familia. Saludó respetuosamente a ambos.
Alan:
—Mi señor, ya está todo listo. Solo necesitamos que la acompañante y usted suban.
Salomón:
—Bien. Recuerda, niña: obedece en cada momento.
Narrador:
Antonieta no respondió. En lugar de palabras, abrazó a Salomón.
Él no supo cómo reaccionar ante el gesto, pero no la apartó.
Alan, respetuoso, desvió la mirada para no incomodar a ninguno.
[Interior – Cabina de la cabeza de Nier – Día]
Narrador:
El interior del Caballero Móvil dejó a Antonieta en un estado cercano al éxtasis.
Aunque escuchaba las instrucciones de Alan con atención, no podía dejar de maravillarse.
Había tableros de control, palancas, botones, luces intermitentes... y algo que no esperaba: dos hileras de cuatro asientos por lado.
Antonieta (emocionada):
—¿Por qué hay tantos asientos?
Alan:
—A veces es necesario transportar personal, equipo... o incluso civiles.
Incluimos los asientos para que viajen seguros.
Antonieta:
—Interesante...
Alan (sonriendo):
—Muy bien, joven ama. Comenzamos con el paseo.
Narrador:
Antonieta tomó asiento. Alan activó los sistemas de Nier, que se incorporó con cuidado.
El piloto intentaba ser suave: no quería incomodar a la joven sentada detrás de él.
Para Antonieta, sin embargo, todo era emoción pura.
Se sentía como en una montaña rusa... pero esta vez, quería estar allí. Esta vez, nadie la había forzado.
Alan (con tono alegre):
—Muy bien. ¿Qué quiere hacer primero, joven señorita?
Antonieta:
—¿Podemos volar?
Alan:
—¿Mi señor, me da permiso para volar?
Salomón:
—Adelante.
Narrador:
Los propulsores traseros de Nier comenzaron a cargarse.
Los motores emitieron un rugido contenido, vibrando con potencia.
Y, finalmente, Nier se elevó.
Antonieta sonreía como un niño en Navidad. En ese instante, no le importaba nada más.
Solo disfrutaba del momento. Recordó la primera vez que voló: tenía diez años.
Al principio sintió miedo, pero al mirar por la ventana... algo despertó en su interior.
El deseo de volar.
Alan:
—Joven señorita, puede tomar el panel. Así podrá ver lo que captan las cámaras ópticas de Nier.
Narrador:
Antonieta no entendió del todo, pero Salomón le acercó lo que parecía una tableta.
En ella, pudo ver las imágenes: el cielo azul, los árboles bajo ellos, el reflejo del sol en un lago cercano.
Cosas comunes para Alan y Salomón.
Pero para Antonieta, eran maravillas.
[Exterior – Mansión de la familia Alcalá de la Alameda, hangares, campo de pruebas – Atardecer]
Narrador:
Después del paseo, Antonieta se despidió de Alan con una reverencia exagerada, pero alegre.
Caminaba junto a Salomón con una sonrisa de oreja a oreja.
Salomón:
—Supongo que te gustó.
Antonieta (sonriendo):
—Sí. Fue divertido.
Salomón (con tono más serio):
—Tus maestros se quejaron de tu desempeño ayer.
Antonieta (cabizbaja):
—No tengo excusas...
Salomón:
—Te propongo algo: si logras mejorar, consideraré otro paseo.
Pero solo si te superas.
¿Es un trato?
Antonieta:
—Es un trato.
Narrador:
El recuerdo de su primer vuelo quedó grabado en su memoria.
Años después, ya con un vestido ajustado a su nueva edad y con una sonrisa más discreta, Antonieta se preparaba para su primera propuesta como dama.
Ya no era una niña… aunque tampoco era del todo adulta.
Ella había llegado a los catorce.