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ALAS DE SANGRE

ALAS DE SANGRE

Status: En proceso
Genre:Elección equivocada / Traiciones y engaños / Poli amor / Atracción entre enemigos / Venganza de la protagonista / Enemistad nacional y odio familiar
Popularitas:1.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Yoselin Soto

Nabí es el producto de un amor prohibido, marcada por la tragedia desde su más tierna infancia. Huérfana a los tres años tras la muerte de su padre, el vacío que dejó en su vida la lleva a un mutismo total. Crece en un orfanato, donde encuentra consuelo en un niño sin nombre, rechazado por los demás, con quien comparte su dolor y soledad.

Cuando finalmente es adoptada por la familia de su madre, los mismos que la despreciaban, su vida se convierte en un verdadero infierno. Con cada año que pasa, el odio hacia ella crece, y Nabí se aferra a su silencio como única defensa.

A sus dieciocho años, todo cambia cuando un joven de veintitrés años, hijo del mafioso más poderoso de Europa, se obsesiona con ella. Lo que comienza como una atracción peligrosa se transforma en una espiral de violencia y sangre que arrastra a Nabí hacia un mundo oscuro y despiadado, donde deberá luchar no solo por su libertad, sino también por descubrir quién es realmente.

NovelToon tiene autorización de Yoselin Soto para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO 11: MONEDA DE CAMBIO

...Nabí...

Como un objeto despojado de su valor, como una simple moneda de cambio, mi abuela materna había optado por la sangre ajena, despreciando la que corría por las venas de su propia nieta, que salió de su propia y única hija. A pesar de todas las heridas que había dejado en mí, mi ingenuo corazón aún albergaba la esperanza de que existiera, al menos, una pizca de bondad en su interior.

Pero estaba profundamente equivocada.

El brusco empujón de Rogelio Mancini me sacó de mis pensamientos. Con la mirada baja y un torbellino negro girando en mi mente, sentí cómo la desesperanza se apoderaba de mí.

—¿Qué esperas para irte? —inquirió él, con un tono sombrío y casi amenazante—. Vete de aquí antes de que llame a la seguridad del hospital.

En medio de la presión que sentía en el pecho, mi mirada buscaba la de Beatriz, anhelando encontrar algún indicio de duda o arrepentimiento. Pero no había nada. Su aura brillaba con avaricia y vanidad, como un halo oscuro que me rodeaba.

—Nunca has significado nada para mí, Nabí —soltó de repente, sus palabras como dagas afiladas—. Y lo sabes. Cuando te saqué del orfanato, pensé que podría llegar a quererte, al menos un poco... —se acercó y apretó mis brazos con una fuerza disimulada—. Pero cada vez que crecías, te parecías más y más a ese bastardo. Un maldito asiático que apareció de la nada y me robó a mi querida hija. Eres hija de él y del pecado que desprendía ese hombre —sus dientes rechinaron con rabia—. Tu destino será el mismo que el suyo.

La ira me invadió, y sin pensarlo, la empujé. Luego, dejándome llevar por la rabia acumulada, le di una bofetada. Su expresión aturdida, al igual que la de Rogelio Mancini, me hizo darme cuenta de algo crucial: no iba a seguir soportando sus nociones erróneas, mucho menos las de personas que ya no estaban aquí para defenderse.

Nunca entendí por qué mi abuela odiaba tanto la relación entre mi madre y mi padre; tampoco tenía una razón clara que me impulsara a preguntárselo.

No tengo recuerdos de mi madre, pero sí de mi padre, y nada se asemejaba a las atrocidades que esta mujer frente a mí decía.

—¡Te dije que te fueras! —gritó Rogelio mientras su mano se dirigía hacia mi rostro.

Cerré los ojos con fuerza, esperando el impacto que nunca llegó. Al abrirlos lentamente, vi cómo una enorme mano había apresado la muñeca de Rogelio, ya roja por la presión. Luego lo miré; su mirada estaba fija en mí.

—Solo pedí que cortaran lazos con ella, no que la molieran a golpes —advirtió con un tono grave—. ¿Cómo afectaría esto su reputación, señor Mancini?

Su mandíbula tensa y su mirada siniestra parecían estar listas para asesinarlo en ese instante. Luego Rogelio miró a su alrededor; personas habían aparecido como si surgieran de las sombras y el doctor observaba a unos metros con asombro. Todos estaban allí, expectantes.

Finalmente, él se liberó del agarre y dijo en un tono más calmado—: Tiene razón, me dejé llevar por mis emociones.

—Espero que sus emociones no lo lleven a actuar de forma imprudente en el futuro; de lo contrario, no tendría por qué tenerlo dentro de mi círculo —advirtió, su voz cargada de desdén.

—¡No debe preocuparse! —exclamó Rogelio, dándose cuenta de su error—. Esta niña a partir de ahora no tiene nada que ver con la familia Mancini —anunció, dirigiéndome una mirada llena de asco—. De hecho, nunca fue parte...

Una sonrisa amarga se dibujó en mi rostro. Me acababan de despojar de un apellido que nunca tuve y de una familia con la que nunca me sentí conectada.

Mis ojos se deslizaron hacia el cristal transparente que daba a la camilla donde Dante aún permanecía inconsciente. Las preguntas retumbaban en mi mente: ¿esto es lo correcto? ¿Era realmente la única manera de salvarlo?

Observé a Daemon Lombardi, quien, a pesar de todas las atrocidades que había cometido, se esforzaba por mantenerse al margen. No comprendía su razón cuando, hace unos minutos, había dicho que sería capaz de matar a cualquiera que osara tocarme.

Suspiré. Esto parecía más bien una película de terror en la que yo era la protagonista perseguida por el espanto.

—Ya que todo quedó claro, es hora de retirarme —anunció el hombre, su tono firme dejaba poco lugar a dudas.

—¡Claro! —exclamó Beatriz, su voz rebosante de gratitud—. Gracias por venir, señor Lombardi. Seguimos en deuda con usted.

Él asintió, y en ese instante me lanzó una de sus miradas penetrantes. Le di un último vistazo a Dante, luego a los Mancini, y me apresuré a seguirlo. Escondida detrás de su ancha espalda, mi cabeza gacha, tratando de ocultar la confusión que reinaba en mi mente.

De repente, un suave crujido a mi lado me llamó la atención. El hombre asiático, vestido con un traje negro impecable y anteojos, me extendió un bombón de chocolate. Una ligera línea se dibujó en mis labios al recibirlo; era lo único dulce que había probado en todo el día.

Dentro del auto, rumbo a la prisión inminente, el silencio era ensordecedor. La oscuridad del interior envolvía todo; delante iba el chófer, mientras que el hombre asiático ocupaba el asiento del copiloto. A mi lado, el monstruo miraba por la ventanilla oscura, observando lo que no podía ver, como si el mundo exterior fuera un misterio distante.

Al llegar a la casa donde todo había comenzado, noté que la seguridad había aumentado notablemente. Hombres de negro y armados estaban por todas partes, vigilantes y alertas.

Pero, ¿de qué servía? Ya no podía intentar escapar de este encierro.

Uno de los guardaespaldas me abrió la puerta, y yo asentí en agradecimiento. Al llegar a la sala principal, mis ojos se encontraron con un nuevo cuadro de mí misma. Aunque casi nada lograba sorprenderme en ese momento, recordé vívidamente aquel día.

El hermoso vestido rosa y la cena... donde fui humillada, y el atentado que casi me despojó de mi dignidad.

Mientras miraba al hombre que se quitaba la sudadera y la lanzaba al sofá, no pude evitar fijarme en sus brazos perfectamente marcados bajo una camisa sin mangas. Sin pensarlo dos veces, me acerqué rápidamente hacia él y lo empujé suavemente hacia el sofá. Su mirada de confusión no me detuvo; no hizo objeción alguna.

Con determinación, le di la espalda y acaricié suavemente su sien, buscando alguna cicatriz hasta que finalmente la encontré.

Su cabello ya había crecido alrededor de la cicatriz, ocultándola casi por completo; era larga y se inclinaba ligeramente hacia arriba.

—Dejó de doler hace tiempo —rompió el silencio él, atrayendo mi atención—. El golpe tampoco dejó efectos secundarios.

Fue la primera vez que escuché una risa genuina de su parte, un sonido leve que me sorprendió. Sin embargo, su ancha espalda me impedía ver su expresión.

—El doctor dijo que tengo un cráneo muy duro, así que quizás fue suerte —continuó, como si intentara restarle importancia a lo que había vivido.

Desperté de un sopor profundo y me levanté del sofá, mis ojos se posaron en las escaleras que tenía la intención de subir. Sin embargo, una mano enorme y firme se posó en mi cintura, deteniéndome. Me hizo sentar en su regazo, y su aliento cálido invadió mi cuello, provocando un escalofrío que recorrió mi cuerpo.

—¿Te preocupabas por mí? —preguntó con un tono juguetón.

Intenté liberarme de su agarre, pero fue en vano. Su reacción fue inmediata; me atrajo más cerca de su cuerpo. La expresión en su rostro era casi traviesa, como si disfrutara del momento. Luché con todas mis fuerzas para alejarme, pero cada vez se acercaba más a mi rostro. Cerré los ojos con fuerza, como si eso pudiera protegerme de lo que estaba a punto de suceder. Sin embargo, en lugar de un beso apasionado, sus labios encontraron mi frente, dejándome atónita.

—Ve a tu habitación. Date un baño y regresa aquí en unos minutos —ordenó con una voz que dejaba poco espacio para la discusión.

Fruncí el ceño; ¿acaso eso era una orden?

Finalmente me soltó y se retiró, cerrando la puerta detrás de él con un suave clic. Suspiré profundamente antes de subir las escaleras hacia mi habitación. El espacio estaba casi igual a como lo había dejado; sin embargo, las sábanas habían sido reemplazadas por unas nuevas que desprendían un aroma floral fresco que llenaba el aire.

Me dejé caer sobre la cama mientras mis ojos se perdían en el candelabro dorado que colgaba del techo. En ese instante, una tormenta de preguntas comenzó a arremolinarse en mi mente.

¿Cómo cambiaría mi vida a partir de ahora?

¿Qué intenciones ocultas tenía este hombre conmigo?

Recordé las películas de terror que había visto; aquellas en las que la protagonista es secuestrado por un vampiro sediento de sangre o por un multimillonario que compra a una mujer pobre para satisfacer sus caprichos y luego la descarta como si fuera un objeto sin valor.

Un escalofrío me recorrió la espalda al pensar en esas historias y cómo podían reflejarse en esta realidad incierta.

Por todas las cosas que había hecho, no parecía ser un simple capricho. Solo quería entender la razón detrás de su obsesión y por qué parecía conocerme tan bien. Sentada en la cama, me quité la pijama sucia y ensangrentada que llevaba puesta. La eché a la basura del baño, sintiendo un enorme nudo en el estómago. Podría jurar que era la última vez que usaba algo que Dante había comprado para mí.

A partir de ahora, esas cosas parecían carecer de valor, aunque las recordaba con un extraño sentido de cariño y gratitud.

Entré a la ducha y, en cuestión de minutos, el baño se llenó de vapor relajante. Cuando salí, elegí una pijama de seda color rosa que caía suavemente sobre mi piel. Me puse unas pantuflas suaves y peiné mi cabello antes de descender hacia el despacho de Su Majestad.

Antes de tocar la puerta, una línea de incomodidad se dibujó en mi frente. Sin embargo, me sentía más confiada, aunque la situación no reflejaba esa misma tranquilidad.

Toqué la puerta dos veces consecutivas, pero no obtuve respuesta alguna.

Volví a tocar y, nuevamente, el silencio fue mi única compañía.

Decidí entonces entrar por mis propios medios. Al cruzar el umbral, lo primero que vi fue un enorme ventanal cubierto por cortinas color carmesí. Frente a ellas, el hombre parecía dormido en su sillón detrás del escritorio.

Mi atención se centró en él; esa extraña sensación de familiaridad me envolvía. Era extremadamente hermoso; compararlo con alguien más sería un error imperdonable. Me acerqué con curiosidad creciente. Aunque estaba dormido, su ceño fruncido y el sudor que perlaba su frente indicaban que estaba atrapado en una pesadilla.

Apretaba con desesperación los reposabrazos del sillón como si estuviera luchando contra demonios invisibles. Me acerqué un poco más y justo cuando estaba a punto de tocar su rostro, su mano se cerró alrededor de mi muñeca en un ataque reflejo. Su expresión era fría y sombría antes de darse cuenta de que era yo.

Parecía asustado y muy molesto a la vez.

Retrocedí bruscamente, pero su fuerza se suavizó al instante mientras me atraía hacia él.

Su mirada parecía perdida en un abismo desconocido, y en ese instante, una extraña sensación de lástima me invadió. De repente, su beso me tomó por sorpresa; sus labios se encontraron con los míos mientras su mano se aferraba a mi nuca, evitando que pudiera alejarme. En medio de mis forcejeos, me levantó con una fuerza inesperada y me sentó sobre el escritorio, abriendo mis piernas y haciéndome abrazarlo con ellas.

El beso que compartimos esta vez era brusco, casi voraz, y prometía tanto que mi mente, aún inocente a mis dieciocho años, se sentía atrapada entre el deseo y la confusión por un hombre cuyo nombre apenas conocía.

Sus manos se deslizaron bajo mi pijama, apretando mi cintura con una firmeza electrizante que provocó un jadeo involuntario de mis labios ardientes. Cada toque encendía una chispa en mi interior; el mundo exterior parecía desvanecerse, dejando solo el calor de su cuerpo contra el mío y la intensidad de esa conexión prohibida.

En ese instante, la línea entre lo correcto y lo incorrecto se difuminaba, y cada latido de mi corazón resonaba con una mezcla de temor y anhelo.

No podía resistirme a él. Mientras nuestras miradas se entrelazaban, sus hermosos ojos grises parecían penetrar en lo más profundo de mi alma. Su aliento caliente se fusionaba con el mío, creando una atmósfera cargada de deseo.

¿Qué estaba haciendo?

¿Por qué mi cuerpo anhelaba que él continuara?

Coloqué mi mano en su pecho, sintiendo la tensión de sus músculos bajo mis dedos. Mi mirada era pesada, pero me esforzaba por mantenerme consciente mientras él besaba delicadamente mi clavícula, enviando oleadas de calor por todo mi ser.

De pronto, se detuvo y se alejó solo un poco para cargarme en sus brazos. Me recosté contra su pecho, escuchando el ritmo acelerado de su corazón que resonaba como un tambor en mi mente. No sabía hacia dónde me llevaba, pero la somnolencia comenzaba a apoderarse de mis ojos.

Entramos a una habitación oscura; la penumbra envolvía nuestro entorno mientras él me acostaba suavemente en la cama.

Me arropó con la gruesa cobija y, tras besar suavemente mi frente, susurró:

—Ya vuelvo, espera aquí.

El sonido del agua en la regadera de la habitación me envolvía en una sensación de somnolencia y una extraña inquietud en mi vientre. No comprendía del todo lo que significaba, pero mi cuerpo parecía reclamar algo más.

Mis mejillas se sonrojaron al darme cuenta de lo que estaba pensando. ¿Podría ser que todo esto llevara a algo más profundo una vez que él saliera del baño?

A mis dieciocho años, sentía que no debería estar considerando estas cosas. Así que, para ocultar mis pensamientos, me hundí bajo las cobijas en el momento en que escuché la puerta abrirse.

Mi corazón latía desbocado, como si quisiera escaparse por mi boca. Escuchaba los pasos acercándose y el peso de la cama aumentando.

Asomé levemente la cabeza y, de repente, él me atrajo hacia su cuerpo, como si fuera un peluche al que deseaba abrazar para dormir. Me quedé estática, atrapada entre la sorpresa y el anhelo, hasta que su voz ronca rompió el silencio:

—Sé lo que estás pensando y es muy pronto para que pase algo más; no quiero que pienses mal de mí.

Quizás había ido demasiado lejos o me había apresurado demasiado.

—Quiero que estés completamente segura y que me aceptes... —murmuró con una sinceridad palpable.

Su voz susurrante en mi oído provocaba un escalofrío inexplicable que recorría mi cuerpo.

—Solo por ahora, déjame dormir a tu lado... —pareció suplicar—. Sufro de insomnio y cuando logro dormir, tengo pesadillas.

Me quedé inmóvil, sintiendo el peso de su cuerpo aún casi sobre mí. La noche era fría, y durante años había dormido bajo sábanas desgastadas que ya no lograban calentar mi piel. Me había acostumbrado a pasar noches heladas, a enfrentar resfriados recurrentes provocados por los cambios de clima.

La puerta del balcón estaba cerrada, y las cortinas oscuras se abrían apenas lo suficiente para dejar entrar la tenue luz de la luna. A mi lado, su respiración tranquila me decía que se había entregado al sueño.

¿De verdad tenía insomnio?

La luz limitada apenas iluminaba su rostro, revelando rasgos serenos que contrastaban con la tormenta que había vivido horas antes. Parecía haber caído en un sueño profundo, ajeno a la realidad.

¿Cómo podía dormir tan tranquilamente después de casi haber asesinado a alguien hoy?

Quizás ya se había acostumbrado a vivir en la oscuridad. Yo nunca había considerado que esta familia fuera normal. Mi subconsciente me traicionaba; el olor a sangre parecía impregnarse en cada rincón de él, y una curiosidad inquietante me invadía. Quién era y a qué tipo de trabajo se dedicaba.

El sueño comenzó a apoderarse de mí, y cada segundo mis párpados se volvían más pesados, hasta que finalmente sucumbí a un profundo letargo, arropada por la suavidad de las sábanas y la calidez del cuerpo de él.

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Eudy Brito
Capítulo muy intenso.. Dante apareció nuevamente en la vida de Nabi... Cada capítulo más emocionante
Yara Noguera
me atrapó tanto suspenso.....baje las escaleras con nabi...qué nervios!!!!
Eudy Brito
Ojalá que no sea una trampa 😞😞... Y bueno Dafne es esa amiga loca e incondicional que en algún momento todos tenemos, debió parecer un tomate 🍅🍅.. Aunque es cierto,por qué Nabi no recuerda a Daemon y a la monja??
Eudy Brito
Daemon Sor. Ana se refiere al mundo que te rodea
Eudy Brito
Daemon dejó muy en claro que no se comprometería con ninguna otra mujer. La única mujer para él se llama Nabi
Eudy Brito
Una zorra que se le quería colar en la cama a Daemon y más enemigos que enfrentar.. Aunque yo creo que Nabi es hija de Volkov que sucederá si eso es así??? Cada capítulo más emocionante
Alex-72
Nunca había imaginado que alguien describiera tanto como yo ✨🤩
Yoss: Muchas gracias, disfruta la lectura, la escribo con el corazón.❤️
total 1 replies
Eudy Brito
Nabi, Daimon no te dejará ir por nada del mundo
Eudy Brito
Adoro como la cuida y protege. Aunque sea tosco
Eudy Brito
Nabi ha pasado por mucho y merece ser realmente feliz
Eudy Brito
Nabi a ese loco que tienes a tu lado lo conociste en el orfanato y por alguna razón lo olvidaste. Dentro de todo te salvó
Eudy Brito
Hay Nabi, me parece que diste en el blanco cuando le escogiste el nombre a Daemon, es el demonio en persona, y por tí hará que arda el fuego del infierno por defenderte y hacerte justicia. Empezando por ese par de viejos desgraciados que han hecho de tu vida un martirio
Eudy Brito
Pobre Nabi, está atrapada entre el odio de su propia familia y la obsesión de Daemon
Eudy Brito
Le salió competencia a Daemon uyy
Eudy Brito
No debió abrir la puerta 🤦🏽‍♀️🤦🏽‍♀️🤦🏽‍♀️ por lo leído a Dante le gusta su sobrina
Eudy Brito
Desgraciada, mal agradecida. Daemon apúrate en encontrarla antes de que le hagan más daño a Nabi
Eudy Brito
Ojalá que llegue alguien y la salvé 😢😢😢😢
Eudy Brito
Ahora sí se preocupa su tío ¿ dónde estaba?? Cuando no le importó como la humillaron y sacaron a la calle?? Que hipócrita
Eudy Brito
Que nervios 😱😲😲
Jefrii
una historia para no dejar de leer!! es impresionante por lo que tiene que pasar Nabi!.
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