Después de recibir la mejor y la peor noticia el día de su boda.
Mía muere trágicamente en un accidente donde ella iba manejando. En sus últimos momentos solo pide una segunda oportunidad para ser feliz con el amor de su vida.
ACTUALIZACIONES TODOS LOS DÍAS UN CAPITULO.
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Capitulo 12_ No soy una buena persona
Iban en el auto en completo silencio hasta que Max decidió hablar.
—¿Estás bien?
—Sí, ya se me pasará.
—Soy yo, Mía. Conmigo no tienes que hacerte la fuerte.
—Estoy bien, es solo que todo esto pasó tan rápido que todavía no me he detenido a pensar qué va a pasar conmigo en el futuro. ¿Cómo le voy a explicar a mi hijo o hija que su padre fue un desgraciado, que jugó conmigo y con mis sentimientos? Que probablemente tenga un hermano que, a la vez, es su primo. Esto es una mierda —dijo, llorando—. Yo no me merecía todo esto.
Max, al ver cómo su amiga se rompió a llorar, frenó el coche y la abrazó. No sabía cómo consolarla. Ella tenía razón, no se merecía algo así, pero no encontraba palabras para consolar a su pequeña hermana del corazón. Después de un rato, ella se calmó y volvió a hablar.
—Ya estoy mejor, gracias. Prometo no ponerme más así.
—Lo que te pasó es muy duro, no tienes que minimizar las cosas. No siempre tienes que ser la martirizada, puedes permitirte ponerte mal.
—No, no más. Seguramente ellos se deben estar riendo de lo idiota que fui, aliviados de que me haya ido sin hacer un escándalo. Pero no les voy a dar el gusto de verme destruida. Voy a salir adelante, voy a hacer lo mejor que pueda para que mi hijo no sienta la ausencia de su padre.
—Siempre voy a estar a tu lado y al lado de mi sobrino o sobrina para que no sienta que necesita a nadie más. Y lo demás, con el tiempo. No te adelantes a los hechos.
—Tienes razón. ¿Te parece si paramos por un helado?
—Jajaja, estás bien, vamos.
Después de eso, no tocaron más el tema.
Los días pasaban, y Mía ya tenía una oficina en la empresa, por capricho de Max, quien quería tenerla cerca de su oficina. No quería que Mía estuviera tan lejos de él. Los hermanos, con el tema del proyecto hotelero, iban más seguido a la empresa. Donato, al ver que Mía disfrutaba tanto de la comida, siempre que iba le llevaba algún postre o chocolates. Max observaba la actitud de su socio hacia Mía, pero no se oponía a que tuviera esos detalles con ella, ya que conocía a Donato y le parecía una buena persona.
Por su parte, Mía estaba por entrar en el tercer mes de embarazo, pero aún conservaba su hermosa figura. Solo le habían crecido un poco las caderas, dándole un aspecto más sensual, algo que tenía locos a todos en la empresa. Más de uno la había invitado a salir, pero ella rechazaba todas esas invitaciones. No tenía ganas de empezar una nueva relación con nadie.
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Por otro lado, en Argentina, Alexis no la estaba pasando nada bien. La empresa tenía problemas, había hecho algunas malas inversiones y se habían caído varios proyectos. Su padre tuvo que volver a tomar la dirección antes de que su hijo llevara la empresa a la quiebra. Cuando esto pasó, tuvieron una discusión muy fuerte.
—Mira, Alexis, no voy a permitir que por tu estupidez lleves a la quiebra a la empresa que tanto me costó levantar. Ya mandé a llamar a uno de tus primos que vive en Miami para que venga a tomar el mando. Yo ya estoy viejo para esto, ya trabajé toda mi vida, necesito descansar, merezco descansar. Pero no puedo hacer eso porque mi hijo no sabe tomar buenas decisiones. No entiendo cómo te recibiste con honores de la carrera si en un año y medio que llevas al mando de esta empresa casi la llevas a la bancarrota.
El padre de Alexis no paraba de recriminarle todo lo que había hecho mal en todo este tiempo, y fue en ese momento cuando Alexis se dio cuenta de lo importante que fue Mía para él. Ella siempre estuvo para apoyarlo y siempre lo ayudó, incluso para graduarse. Estaba seguro de que si Mía estuviera a su lado, esto probablemente no hubiese pasado.
—Aprovecha este tiempo libre y arregla tu vida. Desde que tu prometida te dejó, no has hecho más que beber y salir de fiesta con esos vagos que tienes por amigos. Céntrate, busca la manera de encontrar tu camino, hijo, porque si no cambias de actitud, vas a terminar perdiéndolo todo.
—Entiendo, padre, y tienes razón. Voy a buscar mi camino y a mejorar, lo prometo.
—Quiero ver acciones, Alexis, acciones.
Después de eso, Alexis decidió buscar a Mía. Ya le había dado el tiempo suficiente para que se calmara. Necesitaba que volviera con él. En algo tenía razón su padre: sin ella, estaba perdido.
Por otro lado, Sofía, quien ya estaba en su quinto mes de embarazo, tenía un problema aún mayor: estaba esperando mellizos. Al enterarse de esto y ver que el padre de sus hijos no daba señales de vida, decidió tomar acciones legales. Sofía había contratado un abogado para que Alexis se hiciera cargo de los niños y les pusiera su apellido.
Además, seguía trabajando en una empresa de moda, donde era la relacionista pública, pero en cualquier momento tendría que dejar de trabajar por su gran vientre. No sabía cómo iba a hacer para mantener a los dos niños y trabajar al mismo tiempo. Su jefe, un hombre joven, le tenía un gran aprecio y siempre estaba pendiente de ella, cuidando que no se saltara las comidas. Después del trabajo, él la llevaba a su departamento.
—Gracias, señor Tomás, por traerme, como siempre.
—Sofía, me he cansado de decirte que me digas solo Tomás, nada de señor. Me haces sentir viejo, y eso que recién estoy pasando los 35 años.
—Está bien, Tomás, gracias. Emm... ¿quieres pasar a tomar un café? Todavía es temprano.
—Es la primera vez que me invitas, por supuesto que acepto.
Sofía se sentía halagada por Tomás. Él era un caballero, siempre estaba pendiente de ella y se preocupaba por la salud de los bebés. Pero creía que lo hacía por lástima, al ver a una mujer sola, embarazada de mellizos y sin nadie que la ayudara. Eso debía dar lástima a cualquiera.
Llegaron a su departamento y Tomás tomó asiento en la sala.
—Tienes un bonito departamento.
—Gracias, aquí tienes —dijo mientras le entregaba un café.
—Disculpa que pregunte, pero me gustaría conocer tu historia, Sofía. Me interesas, pero quisiera saber por qué estás sola.
—Tomás, yo no te convengo. No soy una buena persona —dijo, llorando.
Sofía, en el tiempo que se alejó de Alexis y Mía, comprendió muchas cosas. Se dio cuenta de que la culpa de todas sus inseguridades la tuvieron sus padres, porque desde que era una niña, le enseñaron a competir con su hermana. Siempre hubo un claro favoritismo hacia Mía, lo que hacía que, ante sus ojos, Mía fuera perfecta, mientras que a Sofía siempre le exigieron más. Ella creció con un profundo rencor hacia su hermana, alimentado por sus padres. Y como si esto no fuera poco, cuando se enamoró, lo hizo del hombre equivocado, lo que hizo que el odio y rencor hacia su hermana creciera. Ahora lo veía con claridad: Mía nunca tuvo culpa de nada. Y ahora que su hermana, la única persona que la quería tal cual era, ya no estaba, Sofía se lamentaba profundamente.
—No llores, Sofía. Por favor, me parte el alma verte así —dijo Tomás, con la voz quebrada.