Con Una Foto Te Conocí

Sin moverse, Kai permanece callado y, a los pocos segundos, su postura se relaja. Luego ladea ligeramente la cabeza, haciendo que las miradas de ambos se crucen. Adrien vislumbra otra de sus sonrisas: una más ligera y para nada burlona. Desde el ángulo en el que se encuentra, con la luz de la tarde bañando la piel bronceada de Kai y las sombras que acentúan sus rasgos, se crea un panorama digno de capturar con una cámara.

—¿Qué cómo lo sé? Es sencillo. Lo sé porque, aunque actúas como si fueras invisible, en realidad, eres tan llamativo como yo.

Las manos de Adrien se sacuden. ¿Él actúa como si fuera invisible? Le inquieta que Kai haya llegado a esa conclusión. Pero no es capaz de refutarlo, porque, en el fondo, sabe que no es del todo mentira: prefiere enfocarse en el mundo que lo rodea y no prestar demasiada atención a la percepción que los demás tienen sobre él. Siendo así, ¿cuál es la impresión que tiene Kai?

..."…me miraste con demasiada intensidad."...

Eso le dijo momentos atrás. Del mismo modo, la noche que lo encontró en las gradas, también se quejó porque lo observó. ¿Tan penetrantes son sus ojos como para incomodarlo y llamarlo acosador?

..."…con el tiempo se hizo evidente que, donde sea que estuviera, tú también estabas ahí, observándome."...

Perturbado, Adrien hace un esfuerzo por analizar sus propias acciones. ¿Todo este tiempo no ha hecho más que mirar a Kai cada vez que se toparon? Entonces, el motivo por el cual Kai sabe la facultad a la que pertenece es porque, de alguna manera, su presencia no le ha pasado desapercibida. No tiene sentido. Por mucho que lo haya mirado, no hizo nada en especial como para llamar su atención. Además, si lo miró es porque se han encontrado frecuentemente por casualidad, no porque le atraiga.

—Será mejor darnos prisa —dice Kai.

Mientras lo sigue, Adrien intenta sacudirse los pensamientos que se le acumulan. Al menos espera que, de verdad, Kai quiera resolver lo del celular y no se trate de una broma. Sin embargo, conforme avanzan, Adrien empieza a sospechar que sí lo es.

Al principio supuso que irían a la facultad de Ingeniería, sin embargo, terminaron en un lugar completamente distinto: el salón de redacción del periódico universitario, ubicado en el edificio donde se imparte la carrera de Periodismo.

—¿En serio es aquí? —pregunta Adrien, con cautela. Ya conoce ese lugar gracias a sus amigos, y ciertamente no ha oído de nadie allí que se dedique a reparar dispositivos electrónicos.

—Sí —asiente Kai—. Por cierto, si oyes algo raro, no te alteres. Yo me encargo de las negaciones.

Puesto que la puerta del salón no está cerrada, Kai sólo tiene que empujar con fuerza para entrar. Ambos son recibidos por montones de papeles apilados sobre las mesas y el suelo, que se han adueñado de la mayor parte del espacio. Más que una acumulación de trabajo, se trata de una evidente falta de organización. Llevan semanas así, pero ninguno de los miembros de redacción se ha tomado el tiempo de ordenarlos, por lo que la pila no ha dejado de crecer. Adrien sabe de este problema porque Dylan se lo comentó en una ocasión.

Y hablando del rey de Roma, ahí está Dylan, durmiendo en el sillón junto a la puerta. Pequeños ronquidos escapan de su boca. A pesar del ruido que hicieron al entrar, no se despierta.

—Oye, arpía —dice Kai, dirigiéndose al fondo del salón, donde una cabellera rubia sobresale tras el monitor de una computadora—. ¿Recuerdas ese trato sobre tomarme fotos desnudo?

—Lo recuerdo, pero creí que no estabas interesado.

Adrien reconoce al instante esa voz: es Edith. Ella aparta la vista de la pantalla y, al igual que él, se sorprende al verlo.

—¿Adrien? Hace días que no te veo. ¿Qué has estado haciendo? Dylan ha estado insoportable porque ignoras sus mensajes —declara mientras se acomoda las gafas—. Y justo ahora que vienes, está dormido. Pobrecito —añade, señalando el sillón.

—Hola, perdón por eso. No es que lo haya estado ignorando, sino que mi teléfono se averió.

—Y, al parecer, yo soy el culpable —interrumpe Kai—. Así que quiero negociar contigo para que lo repares.

Edith los observa con incredulidad. Jamás pensó que llegaría el día en que su amigo Adrien estaría acompañado de alguien como Kai. No encajan para nada.

—Déjenme ver si entendí: tú le rompiste el celular —dice, recalcando lo sucedido—. ¿Y ahora necesitas de mis servicios para arreglarlo? ¿Me equivoco?

—Exacto. Así que, si lo que quieres a cambio son esas fotos, te las daré. Pero solo me quitaré la ropa del torso para arriba.

—¿Solo el torso? No lo sé… No parece una gran oferta. Muchas veces entrenas sin camisa —responde Edith, cruzándose de brazos—. Tus admiradoras no pagarán mucho por algo que ya han visto.

—En ese caso, me pondré los disfraces que quieras —dice Kai, sonriendo con desafío.

Edith se muestra interesada.

—¡Alto! Esperen un segundo. ¿Qué clase de trato es este? —interponiéndose, protesta Adrien en completo desacuerdo—. Edith, ni siquiera sabía que tú tenías conocimientos en electrónica.

—No los tengo, pero puedo contactar con alguien que sí. También puedo conseguir exámenes, tareas o proyectos de cualquier profesor... entre otras cosas.

Adrien se sorprende. Se conocen desde hace meses, pero recién descubre que su amiga poseía esas habilidades.

—Por eso te advertí que no debías conocer los métodos de Edith para salirse con la suya —interviene Dylan, que acaba de despertar, llamando la atención de todos.

Dando un largo bostezo y estirando los brazos, Dylan se reincorpora. Acto seguido, se posiciona cerca de Edith mientras se peina el cabello con la mano. Aún está algo adormilado, no obstante, sabe que debe mediar para evitar que Adrien pierda la confianza en ella.

—Aunque no está del todo mal. Kai está de acuerdo, y tampoco se va a desnudar por completo. Será como los calendarios que hacen los bomberos —explica—. ¡De hecho, tengo una idea! ¿Por qué no le tomas tú las fotos, Adrien? Así podrás asegurarte de que sean normales.

Al oír aquella sugerencia, Adrien no sabe cómo reaccionar. Dylan tiene un punto, sin embargo... eso implicaría pasar aún más tiempo con Kai.