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MI QUERIDO SECRETARIO

MI QUERIDO SECRETARIO

Status: Terminada
Genre:Yaoi / CEO / Casada con el millonario / Jefe en problemas / Mujeriego enamorado / Completas
Popularitas:3.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Fanny123

Un joven talentoso pero algo desorganizado consigue empleo como secretario de un empresario frío y perfeccionista. Lo que empieza como choques y malentendidos laborales se convierte en complicidad, amistad y, poco a poco, en un romance inesperado que desafía estereotipos, miedos y las presiones sociales.

NovelToon tiene autorización de Fanny123 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

PRÓLOGO

No suelo creer en las coincidencias. Siempre he pensado que las cosas suceden porque alguien las planea, porque hay un motivo lógico detrás de cada giro en la vida. Pero cuando pienso en cómo conocí a Alejandro Rivera, empiezo a cuestionarlo todo.

Ese lunes lluvioso parecía un día como cualquier otro en mi caótica rutina. El despertador sonó tres veces, y yo lo ignoré tres veces. Cuando por fin abrí los ojos, vi el reloj marcando las 7:43 a.m. Mi entrevista estaba programada para las 8:30. Genial. Otra vez corría con el tiempo en contra.

Me llamo Gabriel Torres, tengo veintitrés años y, según mi madre, una habilidad única para meterme en problemas. No sé si lo dijo con amor o resignación, pero tenía razón. Ese día estaba a punto de comprobarlo.

Corrí a bañarme en cinco minutos, me puse la primera camisa que encontré y unos pantalones que no combinaban del todo. Ni siquiera tuve tiempo de peinarme bien; el espejo me devolvía la imagen de un chico con rizos rebeldes, ojeras y un aire de no soy confiable para un empleo serio. Y, sin embargo, ahí iba yo, a intentar conseguir un puesto de secretario en una de las empresas más prestigiosas de la ciudad.

El transporte estaba imposible. La lluvia había detenido medio tráfico y yo, desesperado, terminé subiéndome a un taxi. El chofer me miró raro porque me senté con la camisa empapada y los documentos medio arrugados.

—¿Entrevista? —preguntó con tono divertido, adivinando mi situación.

—Sí, y parece que ya la perdí —contesté, tratando de secar mis papeles con la manga.

—Pues relájese, joven. A veces los milagros existen.

Quise creerle.

Llegué al edificio Rivera Corp. a las 8:28. Jadeando, con la camisa pegada al cuerpo y el corazón latiendo como si hubiera corrido un maratón. El guardia me miró de arriba abajo, dudando de que alguien como yo tuviera derecho a entrar. Pero cuando mostré la hoja de la entrevista, me dejó pasar con una ceja arqueada.

El lugar era intimidante. Mármol en los pisos, paredes de cristal, gente vestida impecable caminando con tablets en mano. Yo parecía un infiltrado en un mundo de perfección.

Me presenté en recepción y una señorita me indicó que subiera al piso 25. El ascensor tardó una eternidad en llegar, y durante el trayecto traté de acomodarme la ropa sin éxito. En mi cabeza repetía lo mismo: No arruines esto, Gabriel. Solo sonríe, responde bien y no hagas chistes estúpidos.

Cuando la puerta se abrió, me encontré frente a la oficina del director general. Ahí estaba yo, a punto de conocer a Alejandro Rivera, el hombre que cambiaría mi vida.

La secretaria que me recibió —rubia, elegante, con labios pintados de rojo intenso— me hizo esperar en una sala pequeña. Sentí sus ojos evaluándome como quien mira un objeto defectuoso en exhibición.

—El señor Rivera lo recibirá en cinco minutos —dijo con voz fría.

Cinco minutos que se sintieron como horas. Y entonces, la puerta se abrió.

Él entró.

Lo primero que noté fue su porte. Traje oscuro, perfectamente entallado, corbata impecable y una expresión tan seria que intimidaba. Sus ojos, de un gris metálico, se clavaron en mí con una intensidad que me dejó helado. Caminaba con la seguridad de alguien acostumbrado a controlar cada situación. Era guapo, sí, pero no de esa manera común que se olvida rápido, sino de esa belleza imponente que te obliga a mirar dos veces.

—Señor Torres, ¿verdad? —su voz era profunda, grave, con un matiz de autoridad que no admitía titubeos.

—Sí, sí, ese soy yo —respondí, levantándome tan rápido que casi tiré la silla.

Él arqueó una ceja, apenas, como si ya hubiera emitido un juicio sobre mí.

Nos sentamos frente a frente. Alejandro empezó a revisar mis documentos mientras yo intentaba controlar el temblor en mis manos. Cada segundo de silencio era insoportable. Finalmente, levantó la vista.

—Tiene un currículum… curioso. —Su tono era neutro, pero sentí que curioso significaba inútil.— ¿Por qué cree que está calificado para este puesto?

Y ahí salió mi peor enemigo: mi lengua.

—Bueno, la verdad no soy muy bueno con los números, ni con las corbatas, pero tengo buena memoria, sé hacer café decente y, si necesita alguien que le recuerde respirar cuando trabaje demasiado, soy el indicado.

Quise golpearme en el momento en que terminé la frase.

Pero, para mi sorpresa, Alejandro no me echó de inmediato. Hubo un destello en sus labios, apenas un amago de sonrisa. Tan fugaz que quizá lo imaginé.

—¿Y es puntual, señor Torres? —preguntó, mirando el reloj de pared.

Tragué saliva.

—Hoy no tanto. Pero, en mi defensa, la lluvia y yo tenemos una relación complicada.

Él cerró la carpeta y apoyó los codos sobre el escritorio.

—Veremos si su humor compensa sus carencias. Empieza mañana.

Me quedé congelado.

—¿Perdón?

—Está contratado. Necesito un secretario, y no tengo tiempo para seguir entrevistando. Considérelo un experimento.

Un experimento. Eso era yo para él.

Salí de esa oficina sin saber si reír o llorar. Tenía trabajo, sí, pero bajo las órdenes del hombre más intimidante que había conocido.

Lo que no sabía en ese momento era que ese experimento se convertiría en la experiencia más intensa de mi vida.

Porque, con cada día que pasaba, descubriría que detrás de ese traje impecable y esa frialdad calculada, había un hombre lleno de secretos, heridas y silencios. Y que, contra toda lógica, yo empezaría a enamorarme de él.

Lo que comenzó como un desastre laboral se transformó en una historia de miradas furtivas, discusiones absurdas y sentimientos que ninguno de los dos estaba preparado para enfrentar.

Ahora, mientras escribo estas líneas, me doy cuenta de que mi madre tenía razón: tengo un talento para meterme en problemas. Y enamorarme de mi jefe, Alejandro Rivera, fue el mayor de todos.

Un problema del que jamás querría escapar.

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Fanny
🥰
orneidy soto
Hermosa esta novela gracias por compartir
Fanny: Muchas gracias 🥰🥰
total 1 replies
Fanny
linda
☫ Queen ✜S. D. R꫞
gracias por apoyarme, de nada apoyarse, te deje un puntos de 199 de cafecito. espero que continúe el capítulo🥰☺️
Fanny Rodriguez: 🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰
total 1 replies
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