capitulo 5

El silencio se volvio aún más denso de lo que ya era, que la tormenta afuera parecía un simple murmullo. Ariana apretaba el sobre negro contra su pecho, mientras las fotos yacían esparcidas sobre la cama.

Ethan avanzó un paso, su sombra alargándose bajo la luz de la lámpara.

—Te pregunté algo, Ariana. —Su voz era baja, controlada, pero cargada de una tensión peligrosa—. ¿Qué estabas haciendo?

Ella levantó la barbilla, sus ojos verdes ardiendo de furia y dolor.

—¿Quieres que lo diga en voz alta? ¿Quieres que confiese lo que ya descubrí?

Ethan la miraba fijamente, sus facciones pétreas.

—Dilo.

Ariana lanzó las fotografías contra él. Los papeles cayeron a sus pies como cuchillos.

—¡Me estabas vigilando! ¡Cada paso, cada lugar, cada persona con la que hablo! —su voz se quebró, pero no perdió fuerza—. ¡Todo este tiempo fingiste ser alguien más… cuando en realidad solo eras otro perro de tu abuelo!

Ethan frunció la mandíbula, su respiración pesada.

—No entiendes…

—¡Entonces hazme entender! —lo interrumpió, sus lágrimas cayendo ahora sin control—. ¿Qué soy para ti, Ethan? ¿Un enemigo al que debes destruir? ¿Un objetivo más de tu maldita lista?

Alzó el sobre negro con manos temblorosas.

—¿Esto es lo que valgo para ti? ¿Una maldita orden de captura?.

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Ethan dio un paso hacia ella, y Ariana retrocedió de inmediato, hasta chocar contra la pared. El sobre casi se le resbaló de las manos.

—¡No te acerques! —gritó, con el pecho subiendo y bajando rápido.

Él se detuvo. Sus ojos oscuros reflejaban una lucha interna, como si dos versiones de sí mismo batallaran dentro.

—Sí… te estaba vigilando. Sí, eres un objetivo. —Sus palabras fueron duras, pero su voz… su voz estaba cargada de algo más—. Pero no eres solo eso.

Ariana soltó una carcajada amarga.

—¿Y qué soy entonces? ¿Tu entretenimiento personal? ¿Tu trofeo de guerra?.

Ethan apretó los puños, sus nudillos tensos.

—Eres la única persona que me ha hecho… olvidar quién soy.

La confesión cayó como un rayo. Ariana parpadeó, incrédula, sin saber si reír o llorar.

—¿Esperas que te crea después de todo esto? —su voz estaba rota.

Él se acercó un paso más, esta vez despacio, como si temiera que ella huyera.

—No tienes que creerme. Solo… mírame a los ojos y dime que nunca sentiste nada. Ni un segundo.

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El roce de la verdad

Ethan estaba tan cerca que Ariana podía sentir su calor, el olor a lluvia en su ropa. Sus palabras golpeaban directo a su pecho, donde todavía ardía el recuerdo de aquel casi-beso.

Ella lo miró fijamente, con rabia, con dolor… y con esa chispa traidora de atracción que no podía negar.

—Lo que sentí… —murmuró con un hilo de voz—. Fue una maldita equivocación.

Las palabras eran un cuchillo, pero sus ojos brillaban con contradicción. Ethan lo vio, lo supo.

Él levantó una mano, despacio, y la posó en la pared justo al lado de su rostro, acorralándola sin tocarla. La cercanía era insoportable, sus respiraciones mezcladas, los labios a centímetros.

—Entonces mátame —susurró él, con una sonrisa amarga—. Si de verdad no significo nada para ti… acaba conmigo ahora.

El corazón de Ariana dio un vuelco.

Sus dedos temblaron sobre el sobre negro. El arma seguía en el cajón, a su alcance. Podría hacerlo. Podría cumplir con lo que ambos habían jurado como herederos de sus clanes.

Pero no se movió.

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El dilema

Ariana cerró los ojos, apretando los dientes.

—Eres… insoportable —susurró, su voz quebrada—. No sé si quiero matarte… o…

Se detuvo, tragándose las palabras.

Ethan inclinó un poco más el rostro, y sus labios rozaron apenas la mejilla húmeda de Ariana.

—O besarme —completó él en un murmullo cargado de veneno y deseo.

El tiempo pareció detenerse.

Y justo entonces, un sonido metálico resonó en el pasillo: la puerta principal otra vez. Voces masculinas se escucharon llamando el nombre de Ethan.

El momento se rompió como cristal.

Ethan dio un paso atrás, sus ojos volviendo a esa frialdad impenetrable.

—Esto no ha terminado, Ariana.

Ella lo miró con el corazón destrozado, sosteniendo aún la orden de captura que sellaba su destino.

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La lluvia seguía cayendo con fuerza sobre la ciudad, golpeando los ventanales de la vieja casa como si quisiera arrastrar con ella los secretos que habían quedado atrapados entre esas paredes. Ariana respiraba con dificultad, aún sosteniendo el sobre negro en sus manos, mientras Ethan mantenía su postura firme frente a ella, como un muro imposible de atravesar.

De pronto, los pasos resonaron en el pasillo. Voces graves llamaron a Ethan, los hombres de su abuelo habían entrado. La tensión se disparó en el aire, y Ariana entendió que si se quedaba un segundo más, su identidad quedaría al descubierto.

Ethan se giró hacia la puerta, su expresión endurecida de nuevo, ocultando lo que había mostrado momentos antes. Ariana aprovechó ese instante.

—Debo irme… —susurró con un hilo de voz, apenas audible.

Él intentó hablar, pero ya no la encontró. Ariana había escapado por la ventana lateral, cojeando por el tobillo lastimado, con la sudadera aún cubriéndola, dejando el sobre negro tirado en el piso de madera detras de Ethan. Ariana se desvaneció entre las sombras y la tormenta, como si nunca hubiera estado allí.

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Frente a los hombres...

Ethan apretó la mandíbula cuando tres de los subordinados de su abuelo entraron en la habitación. Sus botas mojadas dejaron huellas en el piso de madera.

—Joven Ethan —saludó uno de ellos con voz áspera—. Recibimos órdenes de rastrear a la chica. ¿Dónde está?

Ethan se giró lentamente hacia ellos, dejando que su mirada helada los atravesara.

—No la encontraron y quieren que yo lo haga por ustedes?, dice con una voz de frustración y dolor.

Los hombres se miraron entre sí, incómodos.

—¿"no no es haci joven Ethan"? —repitió otro, con tono inseguro y asustado.

Ethan dio un paso hacia adelante, su altura imponiéndose sobre ellos.

—"Todos ustedes son unos incompetentes!" —su voz sonó fría como un filo.

El silencio cayó sobre la sala. Ninguno de los tres se atrevió a cuestionarlo más. Sabían que, aunque Ethan aún era joven, tenía el mismo aire implacable que su abuelo, y contradecirlo podía costarles caro.

—Regresen y digan que no había nada aquí —ordenó al final.

Los hombres asintieron, se inclinaron y salieron sin otra palabra.

Cuando la puerta volvió a cerrarse, Ethan dejó escapar un suspiro contenido. Miró hacia la ventana abierta por donde Ariana había escapado y vio en el suelo el sobre negro que ella tenia antes en sus manos. La lluvia seguía cayendo, pero ya no estaba ella. Y lo que sintió no fue alivio… sino un vacío extraño en el pecho.

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Ariana regreso a su apartamento le coloco la clave y entro, cerró la puerta con un leve portazo. Apenas el seguro encajó, dejó escapar un quejido ahogado. El dolor en su tobillo era insoportable, como un recordatorio cruel de lo que había pasado aquella noche.

—Tsk… no puedo creer que me haya descuidado así —murmuró.

—Maldición… —susurró, apretando los dientes mientras se quitaba los zapatos y se apoyaba en la pared para no perder el equilibrio.

El recorrido hasta el baño fue casi una batalla personal. Cada paso era un reto, pero Ariana, terca como siempre, no se permitiría desplomarse. Abrió la llave de la ducha, dejando que el vapor llenara el pequeño espacio. El agua tibia acarició su piel, relajando los músculos tensos, aunque el tobillo seguía palpitando con fuerza.

Después de vestirse con ropa cómoda, marcó el número del médico de su abuelo, el único en quien confiaba para mantener todo en secreto.

—Doctor, necesito que venga. Es urgente. —Su voz sonaba firme, pero cargada de un cansancio que delataba la herida.

El médico llegó media hora después, puntual y discreto, sin hacer preguntas innecesarias. Revisó el tobillo con precisión, palpando con cuidado mientras Ariana fruncía el ceño en silencio.

—No es fractura, pero sí un esguince serio —dijo con tono grave—. Necesitará entre dos y cinco meses para sanar, dice el medico.

Ariana bajó la mirada, tragando su frustración.

—Cinco meses es demasiado…

—Será peor si no descansas —advirtió él, guardando sus instrumentos.

Minutos después, el médico se marchó con su maletín en mano. Abrió la puerta y, justo al salir, pasó junto a un hombre que venía subiendo las escaleras. Ethan. Ambos se miraron apenas un instante, y luego siguieron de largo. Ethan no sabía que el médico acababa de atender a la persona que tanto rondaba en sus pensamientos, ni que aquella puerta al lado de la suya escondía la figura de Ariana.

Dentro, ella cerró con suavidad y se dejó caer sobre el sofá, exhalando con cansancio. El silencio de la madrugada la rodeaba, y en medio del dolor físico apareció otro mucho más íntimo: la soledad.

Acariciando su tobillo vendado, murmuró entre suspiros:

—jhonar… si al menos estuvieras aquí.

Su voz se quebró un poco, como si ese nombre cargara más de deseo que de consuelo.

Del otro lado del pasillo, Ethan permanecía detenido frente a su puerta. No entendía por qué sentía un impulso tan fuerte de quedarse allí, como si algo lo llamara desde el apartamento vecino. Sus pensamientos viajaron directo hacia Ariana, recordando sus ojos verdes, su manera de mirarlo y su desafiante forma de hablarle, el vacío que ella había dejado en su vida.

"Ariana… ojalá pudiera estar contigo."

Una semana después...

Los días pasaron pesados, uno tras otro. Ariana no volvió a la escuela durante esa semana. Nadie sabía qué le había pasado. Sus dos amigas, camila y valentina, estaban preocupadas, pero Ariana apenas respondía a sus mensajes con frases cortas: “Estoy bien, no se preocupen”.

En realidad, no estaba bien. Su tobillo tardó varios días en mejorar, esos días fueron difíciles, Su madre insistía en hablarle de compromisos cuando claramente Ariana le dijo que la dejara de molestar, su hermana mayor la atormentaba con insultos y burlas por mensaje y llamadas, y su padre apenas se dignaba a a escribirle para saber cómo estaba. El único refugio que tenía era su abuelo, pero ni siquiera con él podía mostrarse del todo transparente.

En las noches, cuando intentaba dormir, la imagen de Ethan cubriéndola con su sudadera y cuidando de su tobillo regresaba a su mente una y otra vez. Recordaba también la intensidad de su mirada, el calor de su cercanía, y esa frase que aún resonaba: “No soy como crees que soy”.

Lo odiaba, lo odiaba por haberla vigilado, por haberla puesto en peligro, por haberla desarmado emocionalmente. Y sin embargo, su corazón traidor latía de forma extraña cada vez que pensaba en él.

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El reencuentro

Era lunes por la mañana cuando Ariana finalmente decidió volver a la escuela. El uniforme le quedaba impecable, su cabello negro y liso caía sobre los hombros hasta su cintura y su rostro estaba más serio que nunca. No quería dar explicaciones, no quería enfrentar preguntas. Solo deseaba pasar desapercibida.

Pero el destino tenía otros planes.

En cuanto cruzó el pasillo principal, sintió cómo las miradas se clavaban en ella. No solo de sus amigas, que corrieron al verla, sino también de él.

Ethan estaba allí, apoyado contra la pared con las manos en los bolsillos, observándola con esa calma inquietante que lo caracterizaba. Su sola presencia imponía respeto; algunos estudiantes se apartaban a su paso, otros lo miraban con admiración o temor.

Los ojos de ambos se encontraron, y Ariana sintió un vuelco en el estómago. Quiso girar, fingir que no lo había visto, pero él ya se estaba acercando.

—Ariana —llamó su nombre, con una voz grave que atrajo la atención de todos alrededor.

Ella fingió no escucharlo, pero él la alcanzó en unos pocos pasos y se plantó frente a ella.

—¿Por qué te fuiste sin decir nada? —preguntó en voz baja, pero lo suficientemente firme como para que sus amigas también escucharan.

Ariana tragó saliva, su corazón acelerado. Lo miró a los ojos con frialdad.

—No tenía nada que decirte.

Ethan frunció el ceño.

—¿Y por qué me ignoras desde entonces? ¿Por qué no volviste a la escuela en toda la semana?

Camila y valentina se miraron entre sí, confundidas.

—¿Qué está pasando aquí? —susurró Camila.

Ariana apretó los libros contra su pecho.

—Eso no es asunto tuyo.

Ethan dio un paso más cerca, acorralándola contra la pared del pasillo. Algunos estudiantes murmuraban alrededor, sorprendidos de ver al chico reservado e intocable enfrentando de esa manera a una chica.

—Claro que es asunto mío —respondió él, con voz baja pero intensa—. Te busqué toda la semana. Quería explicarte las cosas.

Ella soltó una risa amarga.

—¿Explicarte? ¿De qué, Ethan? ¿De por qué no quiero tener nada que ver contigo después de lo que vi?.

Los ojos de él brillaron con una mezcla de dolor y frustración contenida.

—No sabes lo difícil que fue para mí… dejarte ir esa noche sin explicarte nada.

Ariana se estremeció. Esa confesión en voz baja, casi susurrada, la desarmó por un instante. Pero enseguida recuperó su máscara.

—Entonces deberías haber hecho lo correcto desde el principio —dijo con dureza.

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El peso de las miradas

El ambiente en el pasillo era cada vez más pesado. Los murmullos crecían, los estudiantes cuchicheaban sobre lo que estaban presenciando. Ariana odiaba ser el centro de atención, y más aún con Ethan tan cerca, exigiéndole que le dejara explicarse, y ella no quería escucharlo.

Valentina se adelantó un poco, intentando suavizar la tensión.

—Ethan, quizás este no sea el lugar para hablar…

Él la ignoró por completo, sus ojos clavados solo en Ariana.

—Dime la verdad. —Su voz bajó, casi un ruego escondido en la firmeza—. ¿Te fuiste porque me temes… o porque en realidad sientes la misma sensación extraña que yo?.

El corazón de Ariana latió con fuerza, golpeando contra sus costillas. Sus mejillas ardieron, y no por vergüenza, sino por la mezcla de emociones que la desgarraban.

—No… no me confundas con tus juegos —dijo entre dientes, con rabia en la voz—. Lo que pasó esa noche nunca debió pasar.

Ethan la sostuvo con la mirada, como si pudiera ver más allá de sus palabras.

—Puedes engañar a todos, Ariana. Pero no a mí.

Ella apartó la mirada, incapaz de sostenerla por más tiempo. La tensión era insoportable, como una cuerda a punto de romperse.

De pronto, un profesor apareció al final del pasillo, regañando a los estudiantes por hacer alboroto. Ethan se apartó lentamente, pero sus ojos seguían fijos en Ariana.

—Esto no ha terminado —murmuró, lo suficientemente bajo para que solo ella lo oyera.

Ariana respiró hondo, intentando recuperar la compostura, mientras camila y valentina la rodeaban para llevarla a clase. Pero su corazón seguía latiendo desbocado, y su mente… atrapada en esa mezcla de odio, miedo y atracción que Ethan despertaba en ella.

Sabía que el destino los estaba atando de una manera peligrosa, y que por mucho que intentara alejarse… no podría escapar tan fácilmente.

Continuará...

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