Me Enamoré De Mi Enemigo

Me Enamoré De Mi Enemigo

capitulo 1

La campana de la preparatoria San Angelo resonó en los pasillos, anunciando el inicio de otra jornada. Los estudiantes se agolpaban en los corredores, algunos corriendo para no llegar tarde, otros riendo mientras compartían secretos. Entre la multitud, caminaba una chica que siempre llamaba la atención aunque intentara pasar desapercibida.

Ariana De Luca, de cabello negro y liso que caía como una cascada hasta la cintura, rostro delicado y unos ojos verdes que parecían esconder tormentas, avanzaba con paso firme. Vestía el uniforme escolar con un aire casi indiferente, como si ese lugar no pudiera ofrecerle nada nuevo. Para sus compañeros, Ariana era la chica bonita, inteligente y misteriosa. Para su familia… era poco más que una sombra.

—¡Ari, espérame! —gritó Camila, su mejor amiga, corriendo detrás de ella con la mochila a medio cerrar.

—Vas a perder hasta los zapatos si no aprendes a organizarte —comentó Ariana, rodando los ojos pero esbozando una ligera sonrisa.

—Para eso te tengo a ti, ¿no? —contestó Camila, dándole un empujón cariñoso.

Detrás apareció Valentina, la tercera en el inseparable trío. Ella caminaba con calma, observando a todos con una mirada aguda.

—Ya empezaron los rumores —dijo con tono serio—. Dicen que Ethan Moretti rechazó otra vez la propuesta de compromiso de sus padres.

Ariana arqueó una ceja sin interés aparente. El nombre “Moretti” no le era desconocido. No podía serlo.

Ethan Moretti… el chico que a ojos de todos era perfecto: alto, de hombros anchos, cabello oscuro con ese corte que parecía sacado de un dorama coreano, y un porte tan elegante que incluso los profesores le hablaban con respeto. Era el presidente del consejo estudiantil, el mejor en deportes y el más buscado por las chicas. Y sin embargo, lo que nadie sabía —o al menos no querían creer— era que detrás de esa fachada de príncipe escolar, se escondía un heredero de la mafia rival.

Ariana bajó la mirada hacia su cuaderno. No le gustaba mostrar interés por nada de lo que se relacionara con los Moretti. Su abuelo, Don Vittorio De Luca, le había enseñado desde pequeña que ellos eran enemigos naturales.

Pero lo curioso es que ninguno de sus padres lo sabía. Para ellos, Ariana solo era la hija “defectuosa”, la que nunca estaría a la altura de su hermana mayor.

En la cafetería del abuelo

Después de clases, Ariana cambió el uniforme por un delantal negro. La cafetería de su abuelo era un lugar tranquilo, con mesas de madera y un aroma constante a café recién molido.

—Llegas puntual, como siempre —dijo Don Vittorio, un hombre mayor, de cabello plateado y mirada intensa, sentado en una mesa apartada.

—No tengo a dónde más llegar —respondió Ariana con un tono irónico mientras acomodaba unas tazas.

El abuelo soltó una risa seca.

—No olvides que aquí no solo sirves café. Aquí aprendes a observar, a escuchar, a mandar.

Ariana lo miró de reojo. Esa cafetería, aunque abierta al público, era el centro de operaciones encubierto de los De Luca. Y ella, con apenas 19 años, ya era la mente que movía a los hombres de su abuelo.

De pronto, entraron dos clientes que Ariana reconoció de inmediato: eran hombres de los Moretti. Fingió no verlos, pero su mandíbula se tensó.

—Recuerda, niña —susurró Vittorio mientras encendía un cigarro—, tu mayor arma no es la fuerza, sino el secreto.

En el bar de los Moretti

Mientras tanto, en la zona elegante de la ciudad, Ethan limpiaba vasos detrás de la barra del bar de sus padres. No necesitaba hacerlo —tenían empleados de sobra—, pero lo hacía para distraerse.

Su abuelo, Don Vittorio Moretti, entró al lugar con su aura imponente.

—Ethan —dijo con voz grave—, es hora de que dejes de jugar a ser un chico normal.

—Estoy en la universidad, abuelo. También en la preparatoria, para mantener las apariencias. Eso ya es suficiente.

—No lo es —replicó Salvatore golpeando la barra—. Necesito que dirijas a mis hombres. No eres un niño. Eres un Moretti.

Ethan apretó el vaso con fuerza, conteniendo la rabia. No era que no supiera hacerlo. De hecho, ya había liderado varias operaciones en la sombra. Pero odiaba la presión constante, el hecho de que hasta su vida sentimental intentaran controlarla.

Su padre, Alejandro, intervino con voz tranquila pero fría:

—Ya hemos hablado con la familia Mancini. Isabella es una buena candidata. Debes comprometerte.

—No voy a casarme con alguien que no amo —respondió Ethan, tajante.

El silencio que siguió fue más pesado que cualquier grito.

De regreso a casa

Esa noche, Ariana llegó al lujoso departamento de los De Luca. Lo que debería haber sido un hogar cálido, era en realidad un campo de batalla emocional.

—¡Llegas tarde! —espetó Bianca, su hermana mayor, con una sonrisa venenosa.

—Estaba trabajando —contestó Ariana con calma.

—¿Sirviendo cafés? Qué desperdicio —rió Bianca, mirando a sus padres en busca de complicidad.

El padre, Marco, apenas levantó la vista del periódico.

—No seas grosera con tu hermana, Bianca… aunque, tienes razón. Ariana, deberías aprender de ella.

Ariana no respondió. Ya estaba acostumbrada a esas comparaciones. Sabía que lo único que la mantenía en pie era el apoyo de su abuelo.

Cuando por fin se encerró en su habitación, dejó escapar un suspiro. Se miró al espejo: una chica frágil a ojos de su familia, pero en realidad, una leona en las sombras.

—Dos vidas, dos máscaras —susurró para sí misma—. Algún día no podré ocultarlo más.

Y lo que Ariana no sabía era que, al otro lado de la ciudad, Ethan pensaba lo mismo, mirando por la ventana de su habitación.

Dos enemigos, dos vecinos, dos destinos que estaban a punto de colisionar.

La mañana siguiente amaneció con un cielo gris, como si presintiera lo que estaba por ocurrir. Ariana caminaba hacia la preparatoria con paso firme, la mochila colgada al hombro y los auriculares puestos. La música a todo volumen era su escudo personal: un muro invisible para no pensar en las palabras de su hermana la noche anterior.

Al llegar, se encontró con Camila esperándola en la entrada.

—¡Al fin! Pensé que me ibas a dejar sola con el profesor de matemáticas —se quejó, exagerando.

—No te haría eso, ¿quién más me va a prestar los apuntes cuando falte? —contestó Ariana con una sonrisa ligera.

Ademas tu sabes que hacer unos dias me mude ya no soportaba a mi familia el abuelo no está serca haci que ahora vivo sola.

!Enserio!—dice camila sorprendida.

Claro—contesta ariana como si no fuera la gran cosa...

Valentina apareció unos segundos después, con un café en la mano.

—Chicas, acabo de enterarme de algo… —susurró, bajando la voz—. Dicen que la familia Mancini está presionando otra vez a Ethan Moretti para que acepte el compromiso.

—¿Otra vez con lo mismo? —bufó Camila—. Ese chico es demasiado serio para esas tonterías.

Ariana fingió indiferencia, aunque por dentro un cosquilleo le recorrió el estómago. No era interés romántico… al menos no quería admitirlo. Era curiosidad, mezcla de respeto y rivalidad. Ethan Moretti no era un nombre que pudiera pasar desapercibido en la vida de una De Luca.

En el pasillo...

Cuando entraron al edificio, el murmullo de los estudiantes se intensificó. En el centro del pasillo, rodeado de un pequeño grupo de admiradoras, estaba Ethan. Con su uniforme impecable, la corbata ajustada y el cabello peinado con precisión, parecía una estatua de perfección.

Ariana torció la boca.

—Míralo… como si fuera una estrella de cine —murmuró.

Camila, siempre atrevida, lanzó un silbido que hizo que varias chicas la miraran mal.

—Si yo tuviera ese rostro, también lo presumiría —dijo con descaro.

Valentina, en cambio, observó con ojo crítico.

—Lo curioso es que parece que no disfruta la atención. Fíjate en su mirada: está en otro mundo.

Y tenían razón. Mientras todos lo miraban con admiración, Ethan mantenía una expresión distante, como si cargara con un peso que nadie más podía ver.

En ese instante, los ojos verdes de Ariana y los oscuros de Ethan se cruzaron por primera vez en la preparatoria. Fue un segundo apenas, pero suficiente para que Ariana sintiera un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Te vio? —susurró Camila, apretando el brazo de Ariana.

—¿Y qué? —replicó ella con frialdad, apartando la mirada.

Clase de literatura.

El destino, o la mala suerte, quiso que ese día Ariana y Ethan compartieran la misma clase de literatura. El profesor, un hombre mayor con gafas gruesas, decidió sentarlos en la misma fila para un proyecto grupal.

—De Luca, Moretti, trabajarán juntos. Entreguen un ensayo la próxima semana —anunció con autoridad.

Ariana y Ethan se miraron al mismo tiempo, ambos arqueando una ceja con desagrado.

—Perfecto… —murmuró Ariana en voz baja.

—Igual pienso —respondió Ethan con frialdad, sin apartar la vista del cuaderno.

Durante la clase, no cruzaron palabra. Ariana escribía con rapidez, como si quisiera demostrar que no necesitaba a nadie. Ethan, en cambio, tomaba notas de manera meticulosa, con una calma que desesperaba a cualquiera.

Camila, desde el otro lado del salón, le hacía señas a Ariana con cara de “¡qué suerte!”. Valentina rodaba los ojos, sabiendo que para Ariana eso era más un castigo que una bendición.

El almuerzo

En la cafetería de la escuela, Bianca —la hermana mayor de Ariana— apareció con su grupo de amigas. Siempre caminaba como si el suelo le perteneciera, y ese día no fue la excepción.

—Miren quién está aquí… la sombra de la familia De Luca —dijo con una sonrisa venenosa, acercándose a la mesa de Ariana.

Camila se levantó de inmediato, lista para saltarle encima, pero Ariana le puso una mano en el hombro.

—No pierdas energía, no vale la pena —dijo con calma, aunque por dentro ardía.

Bianca soltó una risa arrogante y se alejó. Sin embargo, antes de salir del comedor, pasó junto a la mesa de Ethan y, para sorpresa de todos, intentó coquetear con él.

—Hola, Ethan —dijo con voz melosa—. No entiendo cómo nadie ha tenido el valor de invitarte a salir.

Ethan la miró apenas un segundo y luego volvió a su bandeja de comida.

—Porque no me interesa.

Las carcajadas estallaron en el comedor. Bianca se quedó helada, su rostro enrojecido de furia. Ariana, desde su mesa, no pudo evitar una sonrisa satisfecha, aunque la ocultó tras el vaso de jugo.

—Eso fue épico —susurró Camila, conteniendo la risa.

Valentina, más analítica, agregó:

—Ese chico tiene algo… demasiado frío para ser normal.

Ariana no respondió, pero en su mente ya lo había confirmado: Ethan Moretti no era un simple estudiante.

La doble vida

Esa noche, Ariana cambió el uniforme por ropa negra ajustada. Se colocó una peluca corta y una máscara. En el sótano de la cafetería de su abuelo, los hombres de los De Luca la esperaban.

—Jefa —dijo uno de ellos inclinando la cabeza—, los Moretti se han estado moviendo en el norte de la ciudad. ¿Qué ordena?

Ariana respiró hondo. Su voz cambió, volviéndose más firme, más fría.

—Refuercen nuestras rutas. Si los Moretti quieren guerra, se la daremos.

Nadie imaginaba que aquella joven de 19 años, a quien su familia trataba como una inútil, era en realidad la mente que dirigía operaciones criminales en la sombra.

continuará...

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Comments

felipe_oquendo

felipe_oquendo

10/10

2025-09-23

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Leonardo Martinez

Leonardo Martinez

me encanta

2025-09-20

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