El camino de regreso a casa fue mayormente silencioso. Tomás intentó iniciar una conversación un par de veces, pero Lucas estaba demasiado sumido en sus pensamientos para seguirle el ritmo. Aunque sonreía de vez en cuando para no parecer descortés, su mente estaba en otra parte. Más específicamente, con Diego.
Mientras el carro avanzaba por las calles iluminadas por las farolas, Lucas repasaba el encuentro en el café una y otra vez. No entendía por qué las palabras y la presencia de Diego seguían afectándolo tanto. Tampoco podía dejar de pensar en la insistencia de Tomás de que debía mantenerse lejos de él.
Al llegar frente a su casa, Lucas suspiró aliviado. Quería encerrarse en su habitación y alejarse del torbellino de emociones que lo estaba consumiendo. Cuando estaba por abrir la puerta del auto, sintió que Tomás le sujetaba la mano.
El gesto lo tomó por sorpresa, y al girarse hacia él, encontró la mirada seria de su amigo.
Tomás
—Lucas, espera. Solo... quiero que pienses en lo que te dije —dijo Tomás, con un tono más firme que el que había usado antes. Sus dedos se aferraron ligeramente a la mano de Lucas, como si quisiera asegurarse de que sus palabras quedaran grabadas.
Lucas lo miró, desconcertado, sin saber qué decir.
Tomás
—Ese chico... no es buena compañía para alguien como tú. Eres una buena persona, y no quiero que te metas en problemas por alguien como él. Créeme, lo digo porque me preocupo por ti.
Por un momento, Lucas sintió una mezcla de incomodidad y curiosidad. No entendía por qué Tomás estaba tan empeñado en advertirle sobre Diego, especialmente considerando que apenas lo conocía.
Con calma, pero algo distante, Lucas se soltó de su agarre.
Lucas
—Gracias por preocuparte, Tomás, pero... puedo cuidar de mí mismo.
Tomás lo miró por un momento más, como si quisiera insistir, pero finalmente asintió. Su rostro se suavizó con una sonrisa, aunque había un dejo de preocupación en sus ojos.
Tomás
—Está bien. Solo... ten cuidado, ¿sí?
Lucas asintió, le agradeció por llevarlo a casa y salió del auto. Mientras caminaba hacia la puerta, no pudo evitar preguntarse qué sabía Tomás sobre Diego que lo hacía estar tan seguro de que debía alejarse de él.
Una vez dentro de la casa, Lucas fue directo a su habitación, cerró la puerta y se dejó caer sobre la cama. La conversación con Tomás seguía repitiéndose en su cabeza. Algo en su tono, en su insistencia, lo había dejado inquieto.
Pero lo que más lo desconcertaba no era lo que Tomás había dicho, sino la forma en que su mente, una y otra vez, volvía a Diego. A su sonrisa, a sus palabras, a la forma en que lo hacía sentir... diferente.
Los días que siguieron fueron sorprendentemente tranquilos para Lucas. Su rutina giraba en torno a los estudios, que había tomado con más seriedad. Sus calificaciones, que antes eran promedio, comenzaron a mejorar notablemente, lo que le daba una sensación de logro... aunque no llenaba del todo el vacío que seguía sintiendo.
Una tarde, mientras organizaba sus cuadernos, escuchó a un grupo de chicos hablando sobre una academia de baile cerca de la preparatoria. Algo en su interior se encendió. Lucas siempre había tenido una conexión especial con la música, y aunque nunca lo había dicho en voz alta, bailar era una de las pocas cosas que realmente lo hacía sentir libre.
Dos días después, Lucas se inscribió en las clases. La primera vez que entró al estudio, sintió una mezcla de nervios y emoción. Los espejos que cubrían las paredes reflejaban un espacio amplio y luminoso, con un suelo de madera que crujía ligeramente bajo sus pies.
Al principio, se sentía torpe y fuera de lugar. No podía evitar mirar a los demás, todos ellos moviéndose con confianza al ritmo de la música. Pero con cada clase, algo dentro de él comenzó a cambiar.
Una tarde, mientras practicaba un ritmo hip-hop, se dejó llevar completamente por la música. Sus movimientos, inicialmente rígidos, se volvieron fluidos. Los pasos encajaban perfectamente con el compás, y su cuerpo respondía de manera natural, como si la música le hablara directamente. Al final de la sesión, respiraba con fuerza, su rostro iluminado por una sonrisa genuina. Era la primera vez en semanas que se sentía verdaderamente vivo.
Otra noche, durante una práctica de baile contemporáneo, Lucas se vio a sí mismo en el espejo mientras giraba, sus movimientos expresando algo que no sabía cómo poner en palabras. Cada paso parecía arrancar un pedazo de la incertidumbre y el peso que llevaba dentro.
Sin embargo, incluso con el progreso en sus clases de baile y sus estudios, algo seguía faltando.
★
Una tarde de sábado, mientras ayudaba a Sofía a limpiar la sala, ella notó su expresión pensativa.
Sofia
—Oye, Lucas, ¿estás bien? Últimamente pareces... no sé, como si estuvieras en otro mundo.
Lucas negó con la cabeza, concentrándose en doblar una manta, pero Sofía no se rindió.
Lucas suspiró profundamente y se dejó caer en el sofá, sosteniendo la manta entre sus manos.
Lucas
—Es complicado, Sofía.
Sofia
—¿Complicado cómo? Anda, suéltalo.
Lucas dudó por un momento, pero algo en la mirada comprensiva de su prima lo hizo ceder.
Lucas
—Es que... no sé qué me pasa. Todo parece ir bien, ¿sabes? Estoy estudiando, mis calificaciones mejoraron, incluso las clases de baile... me gustan mucho. Pero... —Se detuvo, buscando las palabras correctas.
Sofia
—Pero te sientes vacío, ¿verdad? —Sofía completó la frase.
Lucas asintió lentamente.
Lucas
—Es como si algo faltara. O alguien.
Sofía lo miró con atención, y luego una sonrisa pícara apareció en su rostro.
Sofia
—Déjame adivinar... ¿es el chico del que me hablaste la otra vez?
Lucas sintió que el color subía a sus mejillas.
Lucas
—No sé de qué hablas.
Sofia
—Claro que sabes. Ese chico con rastas, ¿cómo se llamaba? ¿Diego?
Lucas apretó la manta entre sus manos, evitando la mirada de Sofía.
Lucas
—No es nada. Apenas lo vi un par de veces.
Sofia
—¿Y por qué entonces sigues pensando en él? —preguntó Sofía, con un tono más serio esta vez.
Lucas
Lucas suspiró nuevamente y finalmente dejó caer la manta sobre sus piernas.
—Es que no lo entiendo, Sofía. Apenas lo conozco, y cuando lo pienso... no sé, me siento raro. Como... ¿cómo si algo estuviera mal conmigo?
Sofía se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro.
Sofia
—Lucas, no hay nada malo contigo. A veces las personas llegan a nuestra vida de maneras inesperadas y nos hacen sentir cosas que ni siquiera sabíamos que podíamos sentir. No tienes que entenderlo ahora. Solo... no te castigues por lo que sientes.
Lucas la miró, sorprendido por la seriedad en su tono.
Lucas
—Pero... no creo que sea una buena idea. Él no es... —Se detuvo, recordando las advertencias de Tomás.
Sofia
—¿No es qué? ¿Perfecto? Nadie lo es, Lucas. Si algo te enseñé es que a veces, las mejores historias empiezan con alguien que nos saca de nuestra zona de confort.
Lucas no respondió. Se limitó a mirar hacia el suelo, procesando las palabras de su prima.
★
Lucas había estado más tranquilo desde la conversación con Sofía. Aunque todavía le costaba descifrar lo que sentía, decidió no obsesionarse. Dejó que las cosas fluyeran, confiando en que eventualmente lo entendería. Durante ese tiempo, su círculo social creció un poco más. Ahora tenía más amigos, y su relación con Tomás era particularmente cercana. Aunque todavía disfrutaba de la soledad, las salidas ocasionales con Tomás y los demás eran un cambio refrescante.
Una noche tranquila, después de cenar, Sofía le pidió que sacara la basura. Lucas estaba tan cómodo en su pijama de Bob Esponja que ni siquiera consideró cambiarse. Con pasos arrastrados, una cara de evidente somnolencia, y un bostezo que no pudo contener, agarró la bolsa de basura y salió al callejón detrás de su casa.
El aire fresco lo despertó un poco mientras caminaba hacia el contenedor. Estaba tan distraído pensando en volver rápido para meterse en su cama que ni siquiera notó que alguien más estaba cerca.
Al tirar la bolsa, una voz detrás de él lo sobresaltó.
???
—¿Siempre tiras la basura con tanto estilo?
Lucas giró rápidamente, y sin pensarlo, lanzó un manotazo que impactó directamente en el pecho de la persona que había hablado. El golpe fue suficiente para hacerlo retroceder y tropezar, cayendo al suelo.
Lucas
—¡Dios mío! ¡Lo siento, lo siento! —dijo Lucas, acercándose apresuradamente al chico caído.
Cuando finalmente vio el rostro de la persona a la que había golpeado, su estómago dio un vuelco.
Lucas
—¿Diego?
Diego, sentado en el suelo, se frotaba el pecho mientras lo miraba con esa sonrisa relajada que Lucas había intentado olvidar.
Diego
—Bueno, no es la bienvenida que esperaba, pero al menos sé que tienes buena puntería.
Lucas se puso rojo como un tomate, alternando entre disculparse y regañarlo.
Lucas
—¡¿Por qué no hiciste ruido?! ¿Sabes que es peligroso aparecer de repente así? ¡Podrías haberte lastimado de verdad!
Diego, en lugar de molestarse, parecía estar disfrutando la situación. Su sonrisa solo se amplió mientras observaba a Lucas, que ahora gesticulaba con las manos, claramente frustrado
Diego
—Tranquilo, Bob Esponja, estoy bien. Además, valió la pena por verte así.
Lucas
—¡No me llames así! —protestó Lucas, cubriéndose la cara con una mano.
Diego rió suavemente mientras intentaba ponerse de pie, pero Lucas, todavía sintiéndose culpable, lo detuvo.
Lucas
—No, espera. Déjame revisar. ¿Te duele mucho?
Antes de que Diego pudiera responder, Lucas se acercó y comenzó a examinar la zona donde lo había golpeado. Sus movimientos eran rápidos y torpes, claramente más preocupado de lo necesario.
Diego
—No es nada, de verdad. —Diego dijo en un tono calmado, aunque su mirada estaba fija en Lucas, quien seguía revisando con el ceño fruncido.
Diego se dio cuenta de algo curioso: Lucas hablaba más con él en esos pocos minutos que en cualquier otro encuentro anterior. Y aunque Lucas estaba visiblemente molesto, a Diego le parecía perfecto.
Diego
—Eres demasiado lindo cuando estás preocupado, ¿sabías? —dijo Diego con un tono descarado.
Lucas levantó la mirada, congelándose por un segundo al escuchar esas palabras. Su rostro se calentó de inmediato, pero en lugar de responder, volvió a regañarlo
Lucas
—¡Deja de decir cosas raras!
Diego soltó una carcajada, disfrutando el momento.
Diego
—Vale, vale, no quería asustarte. Pero en serio, gracias por preocuparte.
Lucas, sintiéndose cada vez más nervioso, cambió rápidamente de tema.
Lucas
—Solo... asegúrate de no asustar a la gente en el futuro, ¿vale? No todos reaccionan con golpes...
Diego
—Lo tendré en cuenta. Pero creo que fue el golpe más afortunado que he recibido.
Diego se levantó finalmente, apoyándose en la pared mientras Lucas evitaba mirarlo directamente. Aunque intentaba parecer molesto, había algo en su interior que lo hacía sentirse diferente cuando estaba cerca de Diego. Algo que aún no podía entender, pero que lo hacía querer quedarse un poco más.
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