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Diego se despertó tarde ese sábado, como siempre. La luz del sol se filtraba por la ventana con una suavidad que lo invitaba a quedarse un poco más en la cama. Con un bostezo, se estiró y miró su teléfono, notando que ya era casi mediodía. Había tenido una noche larga, pero nada que un buen desayuno y algo de café no pudieran arreglar.
Se levantó de la cama y caminó hacia su armario, abriendo la puerta con una sonrisa, como si él mismo fuera un experto en su propio estilo. ¿Qué iba a ponerse hoy? Pensó mientras pasaba la vista por su ropa. Tenía una mezcla de prendas cómodas y otros más arriesgados, lo cual siempre le daba la libertad de escoger lo que le apeteciera. Optó por una camiseta sin mangas, con un estampado de su banda favorita, y unos pantalones cortos, dejando ver un par de tatuajes en sus piernas. No olvidó sus cadenas ni sus gafas de sol, como toque final. Estaba claro que, aunque no le importaba tanto lo que los demás pensaran, disfrutaba ser la atención de los que sí prestaban atención.
Después de una ducha rápida y de preparar un par de tostadas con mermelada, Diego salió de su apartamento, buscando un poco de aventura. El mercado de pulgas al que pensaba ir cada sábado era un lugar conocido para él. A veces encontraba discos, otras veces ropa vintage.
Mientras caminaba hacia el mercado, su mente vagaba por pensamientos dispersos, pero algo lo mantenía alerta. Se sentía especialmente juguetón esa mañana, y aunque la idea de encontrarse con alguien nuevo no era algo que buscara activamente, no podía evitar pensar que hoy algo podría pasar. La sensación en el aire le decía que debía estar dispuesto a algo diferente.
Cuando llegó al mercado, la multitud lo recibió con su caos habitual. Los puestos de antigüedades, ropa usada, y discos envinados ofrecían una variedad de objetos curiosos, pero lo que realmente captó su atención fue un chico con un aire de confusión que paseaba por allí. Diego, con su habilidad para leer a las personas, notó rápidamente que el chico no era de allí. A pesar de su intento por parecer desinteresado, Diego vio que algo en el chico parecía… perdido.
Con una sonrisa pícara, se acercó, dejando que sus pasos resonaran sobre el suelo de cemento mientras se dirigía directamente hacia él. No estaba seguro de qué quería lograr, pero algo dentro de él le decía que debía conocer a ese chico. Fue entonces cuando, sin querer, chocó con él, haciéndolo tambalear. Diego vio cómo el chico, con su mirada furtiva y algo incómoda, intentaba recomponerse.
Diego
Diego
¡Vaya! ¿Todo bien, chico cómic? —dijo Diego, con tono despreocupado, mientras veía cómo el chico se levantaba rápidamente.
La respuesta del chico fue exactamente lo que esperaba: una actitud cerrada, como si intentara alejarse de cualquier posible conversación. Pero Diego no iba a rendirse tan fácilmente.
Diego
Diego
¿Te gustan los cómics? —preguntó mientras sonreía. Aquel chico tenía algo que lo intrigaba, una especie de misterio que lo hacía querer seguir adelante con la conversación. Diego decidió aprovechar esa chispa de curiosidad que sentía por él.
El chico, a pesar de lo incómodo que parecía, reaccionó como muchos lo harían: intentando cortar la conversación lo más rápido posible. Pero, como siempre, Diego no se iba a dejar intimidar. La diversión que encontraba en desafiar a alguien como Lucas lo mantenía interesado.
La interacción fue corta, pero Diego notó algo más profundo. Aunque Lucas intentaba mantener la guardia alta, había algo en su rostro, en su postura, que sugería que tal vez, solo tal vez, podía ser más de lo que dejaba ver.
Días después... Esa noche, Diego se metió en su apartamento después de un largo día de trabajo, pero no pensó en descansar. Algo le decía que debía hacer algo diferente, algo más radical. Recordó a Lucas, a ese chico de actitud reservada que había encontrado en el mercado. Aún no comprendía qué era lo que lo atraía, pero estaba decidido a descubrirlo.
Fue entonces cuando decidió hacerse las rastas. Había pensado en esto durante un par de semanas, pero nunca encontró el momento adecuado. Sin embargo, esa tarde, algo en su interior le decía que debía hacerlo. Llamó a su amigo para que lo ayudara con el proceso, y así, con paciencia, sus rizos desordenados comenzaron a transformarse en las rastas que le daban un aire más maduro y seguro.
Al día siguiente, con el cabello ya arreglado y una sonrisa traviesa en el rostro, salió a caminar. El destino lo llevó, casi por accidente, de vuelta al mismo mercado donde había conocido a Lucas. No lo buscaba intencionadamente, pero sentía que tenía que cruzarse nuevamente con él.
Quizás, pensó Diego mientras se apoyaba en la pared, hoy sería el día en que podría averiguar más sobre el chico que, aunque trató de esconderlo, le había dejado una impresión.
Cuando lo vio a lo lejos, caminando por la acera, el corazón de Diego dio un pequeño salto. Sin pensarlo demasiado, se recargó contra la pared, cruzando los brazos y dejando que sus rastas se movieran al ritmo del viento. Esperaba, casi con anticipación, el momento en que sus miradas se encontrarían nuevamente.
Y allí estaba. Lucas, el chico tímido con una gran fachada, caminaba directamente hacia él. Diego sonrió con confianza, dejando que su presencia fuera notada.
Lucas
Lucas
—¿Otra vez tú? —dijo Lucas, con una expresión que no podía ocultar su sorpresa.
Con una sonrisa coqueta, Diego se incorporó de la pared, dando un paso hacia él. No podía perder la oportunidad de jugar un poco con la situación, sobre todo porque parecía que Lucas, aunque un tanto gruñón, no podía evitar sentirse atraído por su energía.
Diego
Diego
—¿Me extrañaste? —dijo Diego, cruzando un brazo sobre su pecho y dejando que sus rastas se movieran con suavidad. Sus ojos brillaban con diversión, pero también con una pizca de desafío.
Lucas frunció el ceño, claramente incómodo, pero Diego sabía que esa incomodidad era solo el principio. A los chicos como Lucas, los difíciles de alcanzar, Diego los encontraba irresistibles. Y él sabía perfectamente cómo hacerlos perder esa barrera de actitud.
Lucas
Lucas
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lucas, mirando alrededor como si esperara que Diego desapareciera entre la multitud.
Diego
Diego
—¿Qué hago? —repitió Diego, riendo suavemente. Se acercó un poco más, disfrutando de la reacción de Lucas, que claramente no estaba preparado para esa cercanía. Diego no podía resistirse a la tentación de jugar con él.
Diego
Diego
—¿No lo ves? Estoy esperando que te unas a mí, porque sé que, a pesar de que pretendes estar incómodo, te estoy haciendo pensar.
Lucas, visiblemente rojo, apartó la mirada, pero Diego podía ver la pequeña chispa de conflicto en su rostro. Sabía que Lucas no quería admitir que se sentía atraído por él, pero no se podía engañar a alguien como Diego, que entendía esas pequeñas señales.
Diego
Diego
—¿Por qué tan serio? —Diego preguntó suavemente, acercándose aún más, hasta quedar a una distancia en la que Lucas podía sentir su presencia más intensamente.
Diego
Diego
—¿No te gusta que te haga sonrojar?
Lucas no sabía cómo responder. En realidad, lo que Diego decía lo hacía sentirse raro, pero al mismo tiempo, una parte de él estaba… intrigado.
Diego aprovechó la pausa en la conversación para lanzar una mirada profunda a Lucas, dejando que sus ojos se quedaran un segundo más de lo necesario.
Diego
Diego
—¿Sabes? —dijo Diego con voz más baja, como si compartiera un secreto—. Siempre he tenido una debilidad por los chicos como tú. Los que se hacen los duros, pero en el fondo… están buscando algo más.
Lucas, completamente desconcertado, se quedó en silencio, sin saber si Diego hablaba en serio o si todo esto era solo una broma más. La cercanía de Diego lo tenía completamente desorientado. La forma en que sonreía, como si estuviera disfrutando de cada momento, solo lo ponía más nervioso.
Lucas
Lucas
—Yo no… —Lucas comenzó a decir, pero no pudo terminar la frase.
Diego no podía resistir la tentación de seguir jugando. Dio un paso atrás, solo para observar mejor la reacción de Lucas. En su rostro se notaba que, aunque intentaba mantener una fachada, algo se estaba rompiendo.
Diego
Diego
—No digas nada —interrumpió Diego con suavidad, mirando fijamente a Lucas—. A veces las palabras no hacen falta, ¿verdad? El silencio puede decir más de lo que imaginas.
Lucas abrió la boca, como si intentara defenderse o quizás alejarse de la conversación. Pero algo en la intensidad de la mirada de Diego lo detuvo. Era como si, por un segundo, el tiempo se detuviera y Lucas estuviera atrapado entre su propia incomodidad y algo mucho más complicado, algo que no podía describir.
Diego
Diego
—Lo que quiero decir es que, aunque no quieras admitirlo, hay algo en ti que me gusta —dijo Diego, acercándose un poco más, pero sin invadir su espacio personal, al menos no todavía. Su tono era suave, pero firme, como si estuviera seguro de lo que decía—. Y sé que también lo sientes, aunque no lo digas.
Lucas se sintió como si su respiración se hubiera detenido por un segundo. No podía entender cómo Diego podía ser tan directo y, al mismo tiempo, tan cautivador. Pero lo que más lo desconcertaba era cómo las palabras de Diego parecían ir más allá de lo físico, tocando algo mucho más profundo, algo que Lucas no quería admitir.
Lucas
Lucas
—No me hagas esto —murmuró Lucas, casi como si se hablara a sí mismo.
Diego sonrió aún más, disfrutando del caos que había provocado en la mente de Lucas. Sabía que lo había alcanzado. Sabía que, aunque Lucas intentara negarlo, ya había comenzado a caer en su juego.
Diego
Diego
—Te lo dije, chico duro —dijo Diego con una sonrisa traviesa—. No puedes esconder lo que realmente sientes. No cuando yo estoy cerca.
Lucas suspiró, sintiéndose derrotado, pero de una manera que no podía explicar. No quería admitirlo, pero algo en la forma en que Diego hablaba, en cómo jugaba con él, estaba comenzando a desarmarlo.
Diego, notando la lucha interna en los ojos de Lucas, se alejó un paso, pero no sin antes lanzarle una mirada profunda, dejando claro que este juego aún no había terminado.
Diego
Diego
—Nos vemos, Lucas —dijo con una sonrisa enigmática, mientras comenzaba a caminar de vuelta hacia el mercado. Pero antes de irse, se detuvo un segundo, volteándose hacia él. —Y no olvides que, si alguna vez decides dejar de ser tan terco, sabes dónde encontrarme.
Lucas se quedó mirando cómo Diego se alejaba, el corazón latiendo rápido en su pecho, sin saber qué hacer con todo lo que acababa de pasar.
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Comments

Rakka

Rakka

Me siento identificada con tus personajes, transmites sentimientos de una manera extraordinaria👏

2024-12-09

0

Noooo los rizooooss 😔😔

2024-12-10

0

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