Habían pasado casi cuatro semanas desde aquel encuentro inesperado con Diego, pero para Lucas, el recuerdo seguía vivo. No entendía por qué ese chico moreno, con esa sonrisa descarada y esas palabras que desafiaban su comodidad, no salía de su cabeza. A veces, al recordarlo, se sonrojaba sin querer y hasta sonreía, aunque rápidamente intentaba borrar esos pensamientos.
“Es una mala influencia”, pensaba Lucas cada vez que esos recuerdos lo invadían. Pero por más que quisiera convencerse de eso, había algo en Diego que lo hacía sentirse diferente, algo que no lograba entender del todo.
Esa tarde, Lucas se puso una sudadera holgada y jeans simples, algo cómodo que le permitiera pasar desapercibido. Iba rumbo a un pequeño café en el centro de la ciudad. Su nuevo amigo, Tomás, lo había invitado a pasar el rato, y aunque Lucas prefería quedarse en casa o caminar solo, decidió aceptar la invitación.
Tomás era un chico amable y simpático, con quien Lucas había hablado ocasionalmente en la preparatoria. Era de esos amigos que no te forzaban a hablar demasiado, algo que Lucas apreciaba. Sin embargo, mientras caminaba hacia el café, no pudo evitar pensar en cómo se sentiría si en vez de Tomás, quien lo hubiera invitado fuera Diego. La idea lo hizo suspirar y fruncir el ceño al mismo tiempo.
Lucas
“¿Por qué estoy pensando en él?”, se preguntó, sacudiendo la cabeza como si quisiera alejar esos pensamientos.
Al llegar al café, Lucas entró y se dirigió a una esquina junto a la ventana. El lugar era pequeño pero acogedor, con un ambiente cálido y un ligero aroma a café recién molido. Se sentó en una de las sillas junto a una mesa de madera, dejando caer su mochila al suelo. Sacó su teléfono para matar el tiempo mientras esperaba a Tomás, pero su mente seguía divagando.
El lugar estaba animado pero no ruidoso, lo que le permitió abstraerse un poco en sus pensamientos. Aunque disfrutaba la compañía de Tomás, una parte de él deseaba que alguien más estuviera allí. Aquel chico moreno de mirada intensa y sonrisa traviesa seguía apareciendo en su mente, como si fuera imposible ignorarlo.
Lucas
“Ni siquiera lo conozco bien”, pensó Lucas, irritado consigo mismo. Sin embargo, había algo en la forma en que Diego lo miraba, en cómo parecía leerlo sin esfuerzo, que lo dejaba desconcertado.
Un par de minutos después, la puerta del café se abrió, dejando entrar una brisa fresca. Lucas alzó la vista, esperando ver a Tomás, pero en su lugar, su corazón dio un vuelco.
Allí estaba Diego.
Llevaba una chaqueta negra con una camiseta blanca debajo, sus rastas ahora más definidas caían sobre sus hombros, y esa expresión despreocupada seguía adornando su rostro. Parecía que no había cambiado ni un poco, excepto por una pulsera roja en su muñeca que Lucas no había visto antes.
Lucas
Lucas rápidamente miró hacia otro lado, tratando de actuar como si no lo hubiera visto. “No puede ser”, pensó. “¿Qué está haciendo aquí?”
Sin embargo, no tuvo que esperar mucho para obtener una respuesta. Diego ya lo había visto. Y, como siempre, llevaba esa sonrisa que Lucas no podía decidir si era encantadora o molesta.
Diego
—¿Qué tal, chico cómic? —saludó Diego mientras se acercaba con calma, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
Lucas sintió que la sangre le subía al rostro. De todas las personas que podía encontrarse ese día, ¿por qué tenía que ser él?
Diego con los ojos ligeramente abiertos. ¿Realmente estaba ahí? Después de casi un mes sin verlo, parecía irreal tenerlo tan cerca otra vez. No sabía qué decir, y aunque quería parecer indiferente, su mente era un caos.
Diego, por su parte, no perdió la compostura. Su sonrisa juguetona seguía ahí, y parecía disfrutar de la evidente confusión de Lucas. Estaba a punto de decir algo, probablemente un comentario coqueto que seguramente haría enrojecer a Lucas, cuando la puerta del café se abrió nuevamente.
Tomás entró al lugar con energía, sus pasos seguros resonando en el suelo de madera. Al ver a Lucas, sonrió ampliamente, como si no notara la tensión en el aire.
—¡Lucas! —dijo Tomás mientras se acercaba a la mesa.
Lucas se giró hacia su amigo como si fuera un salvavidas en medio del océano. Sin decir nada, lo miró con una mezcla de alivio y desesperación, esperando que la presencia de Tomás fuera suficiente para desviar la atención de Diego.
Diego, al ver la llegada de Tomás, levantó las cejas con una expresión despreocupada. Su sonrisa se amplió un poco más, como si entendiera perfectamente la dinámica que se acababa de formar.
Diego
—Parece que ya tienes compañía, chico cómic —dijo Diego, con un tono ligero pero lleno de intención. Dio un paso atrás, sacudiendo ligeramente las rastas. Antes de irse, agregó con un guiño: —Cuídate, nos veremos por ahí.
Lucas lo observó salir, su silueta alta y segura desvaneciéndose por la puerta del café. Algo en su pecho se apretó, como si una parte de él quisiera detenerlo, pero rápidamente reprimió ese impulso.
Tomás se sentó frente a Lucas, dejando su mochila sobre la silla vacía a su lado. Le lanzó una mirada curiosa, su ceja ligeramente levantada.
Tomás
—¿Quién era ese? —preguntó sin rodeos, su tono más inquisitivo que casual.
Lucas
Lucas titubeó, buscando una respuesta rápida pero convincente. —Solo... alguien que conocí hace un tiempo.
Tomás lo miró fijamente por un momento, evaluando sus palabras. Luego suspiró y se inclinó un poco hacia adelante, bajando la voz.
Tomás
—Mira, Lucas, no es por ser metiche, pero ese tipo no parece alguien con quien deberías estar. Digo, solo míralo... tiene toda la pinta de problemas.
Lucas frunció el ceño, pero no dijo nada. Sabía que Tomás tenía buenas intenciones, pero algo en su comentario lo hizo sentir incómodo. ¿Por qué Diego tendría que ser "problemas"? No lo conocía lo suficiente, pero tampoco le parecía justo juzgarlo por su apariencia o actitud.
Sin embargo, Lucas no estaba seguro de qué pensar. Tomás lo observó por un segundo más antes de sonreír y cambiar de tema, como si no quisiera incomodarlo demasiado.
Tomás
—Bueno, olvídalo. ¿Ya probaste los pastelillos de este lugar? Son una locura, creo que te gustarán.
Antes de que Lucas pudiera responder, Tomás llamó a una camarera para pedir un par de bebidas y algo de comer. La conversación se desvió hacia temas más ligeros, y aunque Lucas no hablaba mucho, Tomás parecía cómodo llenando los silencios con su propio entusiasmo.
Lucas, por su parte, apenas podía concentrarse en las palabras de Tomás. Su mente seguía volviendo a Diego, a su sonrisa, a la forma en que lo había mirado antes de irse. Por más que intentara ignorarlo, no podía sacarlo de su cabeza.
Comments
Se que lo quiere cuidar y que es su amigo y todo eso Pero... ya me cayó super mal 😒
2024-12-10
0