Matrimonio

—Muy bien, para probar que no tengo a nadie más, ¿qué le parece si vamos ahora mismo a la oficina de asuntos civiles y conseguimos el certificado de matrimonio? —propuso Manuel con firmeza. Luego hizo una señal a su asistente para que entregara un paquete a Regina.

Eso la tomó por sorpresa, pero al final aceptó. Tras ser revisada por el médico, salieron del hospital. Regina no podía evitar preguntarse dónde estarían los padres de la joven cuyo cuerpo ahora habitaba.

—Tus padres fueron a descansar —dijo Manuel, como si leyera sus pensamientos—. Les informé que yo cuidaría de ti. Ya saben que estás bien. Me encargué de todo y les dije que te llevaría a casa.

Regina asintió. Ambos se dirigieron a la oficina de asuntos civiles, donde firmaron los documentos. Al ver la fotografía en el certificado de matrimonio, sintió un poco de pena: se veía pálida, demacrada y con la cinta que cubría el golpe en su frente. Su ropa era sencilla: un conjunto deportivo y una camiseta, nada comparable a la impecable presencia de Manuel, que parecía nacido para ser admirado.

—Ahora que estamos legalmente casados, recuerda tus palabras. Yo también sabré comportarme —prometió él con seriedad.

—Ya que todo está hecho, mañana asistiremos al funeral de la esposa de mi sobrino. Será una muestra de que estamos juntos y todo fue un malentendido —añadió Manuel con voz firme.

Regina se quedó pasmada. Nunca imaginó que asistiría a su propio funeral. Aunque quiso negarse, debía ir. Quería ver las caras de esa pareja desvergonzada.

Como prometió, Manuel la llevó a casa. Al bajar del auto, se giró y lo miró con suavidad.

—Gracias por todo. Nos vemos mañana en el funeral.

Guardó el libro rojo del matrimonio en su bolsillo y entró a la mansión. Era aún más elegante que la casa donde vivió como Alicia. Al abrir la puerta, fue recibida con un fuerte abrazo.

—¡Mi niña! Qué alivio que estás bien —dijo su madre, con los ojos llenos de lágrimas, sujetándola con fuerza de las mejillas—. Si no estás dispuesta a este matrimonio, dime y lo cancelo.

—Madre, tranquila. Solo fue un accidente. ¿Quién te dijo que no quería casarme?

Regina sabía que su madre no estaba enterada de que había sido drogada, ni de la traición de su “amiga” Eilyn. Manuel le había aconsejado que primero descubriera por sí misma quién estaba detrás de lo ocurrido.

—Eilyn me dijo que estabas de mal humor porque querías casarte con Horacio Cabello. Si tú quieres, puedo llegar a un acuerdo con él...

—¡No!

El grito fue instintivo. No podía permitirse arruinar lo que había logrado. Se acababa de casar con uno de los hombres más poderosos de la ciudad. Sería un suicidio intentar cambiar de compromiso ahora. No quería morir otra vez.

—Q-quiero decir… el señor Manuel es muy guapo. Me gusta. Esto es vergonzoso de admitir, pero ayer tomé alcohol de más por los nervios —dijo, tratando de sonar convincente.

—Entonces, ¿por qué Eilyn dijo eso?

Regina no respondió. Esa “amiga” suya era tan descarada como su hermana. Iba a vengarse, por ella y por la verdadera Regina.

---

Mientras Regina se adaptaba a su nueva vida, Óscar se encontraba en su despacho. Había bebido demasiado la noche anterior, después de asistir a la fiesta de compromiso de su tío. Al volver a casa, se encontró con la escena de su esposa tirada en el suelo, con Estela a su lado.

Nunca imaginó que la mujer con la que estuvo casado tantos años terminaría así. Recordaba con claridad cómo Jaime le comunicó la muerte de Alicia… y la de su hijo. Porque sí, hacía un mes que había estado con ella. Fingió no recordarlo, pero ahora que lo había perdido todo, el dolor le quemaba el pecho.

Toc, toc.

—Óscar, soy Estela. Por favor, abre.

Estaba preocupada. Creyó que sin Alicia todo sería más fácil. Lo que no esperaba era que la mujer llevara en su vientre al hijo de Óscar. Alicia había significado más de lo que ella imaginaba.

—Has estado ahí adentro mucho tiempo. Tu familia está organizando el funeral de la señorita Alicia...

—¡Lárgate! ¡No quiero ver a nadie! —gritó con furia.

La fría voz hizo temblar a Estela. Nunca le había hablado de esa manera. Todo había cambiado en unas horas.

---

Tras hablar con su madre, Regina se encerró en su habitación. Meditó todo lo que había hecho. Aunque no estaba del todo lista para ir a su propio funeral, debía hacerlo. Buscó en el armario un atuendo sobrio para la ocasión. Aún mareada por el golpe, usó eso como pretexto para que le enviaran la comida a su cuarto.

Entonces, su teléfono sonó.

Eilyn.

—Habla Regina —dijo con voz neutra.

—¡Regina, amiga! ¿Estás bien? Ayer me asusté mucho...

La voz sonaba genuinamente preocupada. Si no fuera porque Alicia estaba dentro de ese cuerpo, habría creído en esa falsa preocupación.

Era un alivio saber que Eilyn no sospechaba nada. Regina fingió no recordar. Debía ser más lista que su enemiga. La verdadera causa de su muerte no había sido la caída, sino la sobredosis mal calculada para su cuerpo débil.

—Ay, amiga, ayer bebiste de más. Después de una copa seguiste con otra. Fue tan extraño verte así...

—Creo que se debe a mi baja tolerancia al alcohol. Por eso no recuerdo nada.

Eilyn pareció aliviada. Tras una conversación breve, en la que Regina fingió amnesia, colgó. Sabía que su "amiga" iría ahora a ver a su hermana, Estela, quien estaba en problemas tras la muerte de Alicia.

Regina se recostó en la cama, decidida.

La venganza apenas comienza.

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Comments

Elvira Fretes

Elvira Fretes

me encanta, que esas dos brujas sepan que todo se paga en la tierra

2025-07-25

0

Sel Alarcon

Sel Alarcon

brujas malditas

2025-01-28

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