Solo Dios y la muerte podían ser testigo de como un orgulloso hombre militar caía en llanto, entregándose a la desesperación. Aquello que no pudo hacer con libertad, debido a las limitaciones que se les imponía a los hombres de nunca llorar, ahora podría hacerlo, puesto que ante la muerte no hay dolor que ocultar.
—Si tuviera la oportunidad de volver, jamás me hubiera casado con Sara—dijo recordando todo lo sucedido—jamás hubiera aceptado casarme por la iglesia...
Las lágrimas se hacían más dolorosas a medidas que miles de fragmentos de la noche antes de ser capturado y llevado a la cárcel. De la fatídica noche que la maldad, o egoísmo, de su esposa provocó la muerte de su primer hijo.
Esa misma noche, pasadas las seis de la noche, había llegado temprano, ya que faltaba poco para el nacimiento de su hijo y quería esperar su llegada; no obstante, se quedó helado al ver en su habitación como Sara, su amada esposa, con la que había intentado por muchas veces recuperar su matrimonio, se encontraba bebiendo Whisky en la cama.
Colérico le arrebató la botella y la tiró contra la chimenea, no podía creer que las matronas que había contratado para estar pendientes en su ausencia no hubieran hecho algo. Había botado todo el alcohol de la casa, y el único dinero que había solo alcanzaba para la comida, él se había asegurado que Sara no tuviera forma de tomar más.
—¿Quién de ustedes le dio alcohol?—preguntó enojado.
Las dos ancianas, aterrorizadas por lo ocurrido, salieron escaleras abajo gritando asustadas, tanto que empezaron a llamar la atención de algunos vecinos. Fue entonces que su esposa, borracha, se acercó a este y comenzó a arañarlo con sus largas uñas.
—¡¿Por qué me obligaste a beber?!—preguntó Sara.
Aquella preguntó dejó sin palabras a los vecinos de la casa de al lado, que entraron para ver en qué podía ayudarla y al ver como en el descanso superior de las escaleras, Chris estaba sosteniendo los brazos de su esposa en llanto y embarazada, claramente intoxicada, pensaron que había sido el quién causó aquello.
—¡No vas a matar a nuestro hijo!—gritó Sara, con una sonrisa por lo bajo, zafándose del agarre de su esposo.
Aprovechando el buen trabajo que las parteras hicieron, y usando un punto ciego en los barandales de las escaleras, se aventó al vacío mientras la gravedad provocaba que su vientre abultado se golpeara varias veces. Mientras rodaba, le dolía a mil, pero sabía que a ella no le pasaría nada, más que solo sufrir el aborto de su hijo disfrazado en una caída.
Fueron cuestiones de unos minutos cuando, de manera extraña, la policía llegó de inmediato a su hogar. Y mientras pedían ayuda médica para la nieta del papa, la "dulce" mujer que por amor se casó con un hombre de menor posición social, él era custodiado a la cárcel.
Mientras tanto, en el mundo de los vivos, la misteriosa mujer que había acompañado al rey al hospital, se encontraba frente al cuerpo abortado de un niño de nueve meses, que le faltaba horas para haber nacido. Al ver como las enfermeras en la morgue, quienes la guiaron sosteniendo una lámpara en cada una de sus manos, mientras intentaban aguantar su tristeza, levantaron la manta que cubría al pequeño, sintió como su corazón se rompía como una copa de vidrio.
Por años ella vivió engañada por el papa, quien debido a su posición, le hacía creer que su existencia permitía que la iglesia salvara vidas; no obstante, al ver lo que vio antes de haber escapado, lo supo enseguida: con tal de mantener el poder, la maldad llegaba hasta a los inocentes.
Tragando fuerte, pidió quedar sola, por lo que las enfermeras salieron un momento de la morgue, dejándole una lámpara en una mesa cercana.
—¡Qué madre tan desconsiderada!—dijo una de las enfermeras—¡No parece ser la nieta de la casa de Dios! ¡Ni siquiera quiso cargar el cuerpecito de su hijo aun cuando naciera muerto!
Su otra compañera se quedó en silencio, solo asintiendo a las palabras de ella. Había visto con sus propios ojos la frialdad de la mujer, es que ni parecía ser alguien maltratado. Pero ellas, unas trabajadoras normales, no tuvieron de otra más que callar ante lo evidente.
—Tú también fuiste utilizado, ¿Verdad?—preguntó la mujer acariciando la pequeña mejilla morada del cuerpo muerto—pero tienes que volver, tu papá va a morir si no te tiene a su lado, bebé. A diferencia de mí, tienes a alguien en este mundo que te quiere mucho.
A la par que ella seguía observando al pequeño bebé, dos pequeños orbes aparecieron, provocando que emergieran dos mujeres ocultas en dos capas iguales a las de ella. No obstante, mientras ella tenía el emblema de una estrella, una tenía la del sol y la otra de la luna.
—Ya hablamos en el limbo de los no bautizados—dijo la mujer con el emblema de la luna—como es una muerte reciente, aceptarán que el alma vuelva a su cuerpo, pero a cambio de un pago.
—Está bien—respondió con una sonrisa mientras agarraba con su dedo la manita del bebé.
Dicho eso, quitándose la capa, dejando al descubierto su larga cabellera ondulada y negra, tomó las manos de las otras dos mujeres y en un círculo donde en medio estaba ubicado el bebé, una luz iluminó todo el oscuro lugar.
Chris comenzó a abrir poco a poco sus ojos, mientras el sonido del llanto de un bebé se escuchaba cada vez más cerca. Al percatarse de la luz del sol golpear su rostro, se levantó de un golpe, tocándose su cuello, sintiendo las marcas de haberse colgado.
—¿No morí?—preguntó con la garganta ardiendo—¿Cómo?
Fue en ese momento que escuchó los pasos de alguien acercarse a la habitación de su casa, donde momento antes todo había ocurrido. Luego de tocar la puerta y permitir el acceso, se dio cuenta de que era un médico de la familia real, quien estaba acompañado con una enfermera.
—¿Cómo se encuentra, capitán?—preguntó el doctor.
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