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El duque de Marlo… ¿a quién le apodan?

—Señorita Jane, señorita Jane —el leve susurro de la dama hizo que la pequeña en la cama se despertara lentamente, parpadeando con pesadez.

—¿Leyla? —musitó la chiquilla, restregando sus ojitos para poder despertar del todo.

—La señora Leyla está muy ocupada. Yo soy Carla, ¿me recuerda? —respondió la joven mujer mientras buscaba entre las prendas de la pequeña. Una sonrisa brillante adornaba su rostro. Sentía un gran afecto hacia la señorita Jane, pues aquella niña era, sin exagerar, todo un angelito.

—Oh, sí… la recuerdo. Y… ¿en qué está ocupada nana? —preguntó Jane mientras colocaba sus pequeños pies sobre la alfombra suave frente a su cama. Estaba lista para un largo y prometedor día.

—Hoy tendremos visitas del otro ducado. El duque Marlo es quien viene, y ella se está encargando de organizar a todo el personal. ¿Usted conoce al duque? —Carla hablaba mientras se dirigía al baño para preparar la ducha de la pequeña.

Jane frunció los labios y se quedó pensativa, buscando en sus recuerdos el nombre del duque Marlo. El apellido le sonaba conocido, pero algo le faltaba para hilar bien el pensamiento.

—¡Oh, ya sé! —soltó una risilla dulce que derritió el corazón de Carla—. ¡Es el duque al que todos llaman mujeriego! ¿Qué hace aquí en Hamill? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Querrá conquistar a la duquesa? —Su vocecita se llenó de preguntas y asombro.

La carcajada que soltó Carla desde el baño resonó por toda la habitación, sorprendiendo a la pequeña Jane, que ladeó la cabeza con curiosidad.

—¿Qué sucede, Carla? ¿Por qué esa risa? —preguntó entre risitas. Aunque lo negara, la risa de Carla era altamente contagiosa, y pronto una sonrisa se dibujó en su propio rostro.

—Pequeña y futura duquesa, su madre no tiene interés en ningún hombre —respondió Carla con tono cómplice mientras salía del baño y tomaba con suavidad la manita de la niña para llevarla a enjuagar su cuerpecito.

—Lo sé, pero… ¿y si lo hace solo por diversión? —preguntó Jane mientras fruncía el ceño, pensativa.

La expresión de Carla fue más de confusión que de sorpresa. Varias preguntas cruzaron su mente, pero una en particular no la dejaba en paz: ¿la duquesa podría siquiera considerar una opción como esa? Y la otra, aún más desconcertante: ¿cómo es que la pequeña Jane sabía de esas cosas? Sabía que la niña era muy inteligente, pero esas cosas... no venían solo de la inteligencia. Venían del mundo, de la experiencia… y Jane apenas tenía cuatro años.

—Vamos a bañarnos, debe estar lista antes de la llegada del duque. Su madre ha sido clara: usted debe estar presente —indicó mientras comenzaba a enjuagar con delicadeza a la niña, enfocándose en su labor sin dejar de pensar en aquellas palabras tan maduras salidas de una boquita tan pequeña.

Jane, dejando sus cuestionamientos de lado, se sumergió en su baño relajante y cálido. Cerró los ojos. Le gustaban esos momentos de calma, porque eran tan escasos…

---

Después del largo y reconfortante baño, Jane bajó a la planta baja de la mansión, donde ya la esperaban con un desayuno ligero. Carla le había dicho que el duque llegaría para la hora de la comida, y que se le recibiría con los mejores platillos de Hamill.

Mientras desayunaba, Jane no dejaba de pensar en formas de escapar sin recibir una reprimenda de su madre. Ninguna le parecía efectiva. Con un suspiro resignado, decidió aceptar su destino: asistir a la comida, comportarse como una pequeña dama y, mientras tanto, disfrutar de su desayuno sin telarañas mentales.

—Niña Jane —llamó una voz conocida. Era Leyla, una mujer de unos treinta años, su querida nana.

Leyla se convirtió en su nana porque su madre, Sara, había sido la nana de la propia duquesa Camila. Al fallecer Sara poco después del nacimiento de Jane, Leyla tomó su lugar con orgullo, continuando el legado familiar de servir y proteger a la familia Kylon.

Camila Kylon, la duquesa de Hamill, era la segunda hija del antiguo rey de Eudora, Maximiliano de Kylon. Había sido comprometida desde joven con Neison Zell, heredero del ducado de Hamill. Ambos crecieron juntos como amigos y, aunque sus padres planearon su unión desde pequeños, con el tiempo se enamoraron de forma genuina. No se casaron por obligación, sino por amor. De esa unión nació Jane, a quien llamaron así en honor a la antigua reina.

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Leyla había sido clara. Jane debía comportarse como la futura duquesa que era, especialmente cuando el duque llegara. La reunión sería importante, probablemente relacionada con negocios, o eso era lo que Jane asumía. Lo que sabía con certeza era que la reunión se celebraría en Hamill porque, según las reglas, ambas damas debían estar presentes. Y como Jane era aún muy pequeña para viajar al otro extremo del reino, el duque vendría a su hogar.

Jane apenas terminaba de acomodar su vestido cuando escuchó una voz que le heló la sangre.

—Jane —la fría voz de su madre erizó la delicada piel de la niña.

¿Qué hacía su madre en su habitación?

Cuando la duquesa deseaba hablar con su hija —lo cual era más nunca que casi—, la mandaba a llamar a su despacho. Que estuviera allí, en la habitación de Jane, era algo inusual… y escalofriante.

—Madre —musitó Jane mientras daba un pequeño salto hacia ella. Al quedar frente a la mujer, hizo una reverencia con toda la gracia que podía reunir.

—Saludos a la duquesa de Hamill —dijo enderezando su espalda.

—Quiero que te comportes. Eres la futura duquesa. Me he enterado de que estás haciendo conjeturas absurdas e indignas de una dama como tú. ¡Explícate! —La mirada helada de Camila y su tono duro hicieron que las piernitas de Jane temblaran ligeramente.

La niña tragó saliva, sin saber si debía decir la verdad, disculparse o simplemente quedarse callada…

...****************...

CORREGIDA

Que duquesa tan más refunfuñona ¿no?, Jajaja, les invito a seguir leyendo, estaré publicando 2 capítulos al día ya que uno es la continuación del otro....

Un fuerte abrazo

..DM..

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Comments

Betty Saavedra Alvarado

Betty Saavedra Alvarado

Jane dices lo que piensas vendrá al castillo el duque mujeriego eres preciosa y espontánea

2023-09-07

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