John el Menor
«Ustedes a mi oficina ¡Ahora!», esta frase puede tomarse de varias maneras. Para empezar en ese pasillo debíamos de estar por lo menos veinte o tal vez incluso, y sin miedo a equivocarme, unas treinta personas. Y obviamente no nos pedirían que “todos” fuéramos a su oficina. Sólo a los responsables del escándalo. Que eran John y Alice. A lo que no debería haber llamado, por qué no habíamos echo nada (incluso habíamos tratado de solucionarlo), fue a Chris, Ryan y yo.
Incluso asta yo salí insultado. Por los dos. Era obvio que no tenía un bando, incluso si el imbécil con el que compartía nombre era mi maldito primo. Mierda.
Me cruce de brazos y mire al frente. El despacho estábamos en la pequeña recepción de la oficina del tutor Green, que tenía las sillas de espera frente a un escritorio, en el que se sentaba la secretaria, la señorita Boone. Lo de señorita era un mero cumplido. Era una señora mayor con el pelo cano, y unos horribles trajes de sastre confeccionado a la medida, siempre a colores pastel. Sentado a mi lado estaba Chris, que quedaba como el jamón de un sándwich, yo y Ryan éramos los panes.
—¿Qué crees que nos digan? —pregunto Chris en un susurro. Aunque hubiera sonado discreto ahí, el silencio era tal, que sin exagerar, podía oírse un alfiler caer. ¿Cómo supimos que lo escucharon? Bueno, la mirada asesina de la señorita Boone, era un motivo más que suficiente para saber que la habías cagado.
Chris lo entendió. Y se sumió en su asiento tratando de ocultarse entre nosotros dos.
No podíamos usar audífonos , así que escuchamos perfectamente el timbre de salida. Genial. Seguro el idiota de Drew, se habrá ido y me a dejado solo. Tendré que caminar, asta los autobuses para llegar a casa.
Mire el pizarrón y pensé en mi primo. John. En como había caído de su pedestal para acabar con el resto de la escoria de la preparatoria Sabrina P. Harper.
En la preparatoria Sabrina P. Harper, pertenecer al equipo de fútbol americano, traía consigo una especie de estatus de celebridad. Esto obviamente limitándose a la escuela. Pero… a quien mierda le importaba, estábamos ahí la mitad del día, y si todos te conocía y respetaban era un punto a favor, para hacer todo más fácil.
Como ya eh dicho antes, Drew y John eran una parte importante del equipo. Se podía decir (y en esto no influye para nada que los dos sean mis parientes) que eran los mejores jugadores del equipo.
En toda buena escuela, siempre hay un rival. Es esa “otra escuela” que su sola mención, en la Harper hacia despertar un interés y un espíritu de competencia atroz eh insano. Esa otra escuela para la Harper era la preparatoria central Jame F. Scott, o la central, como la conocíamos todos.
La central estaba a cinco kilómetros de la Harper. Y siempre que había un partido o alguna competición contra la Central, la tensión aumentaba, la asistencia de público era mayor y parecía que todo cobrara más importancia. Incluso en las competencias del club de Aguacates (si, un grupo de chicos que se reunían una vez cada dos semanas para preparar guacamole) si la competencia era contra la central, el auditorio estaría lleno.
Ese partido no fue la excepción. Aunque claro esta vez había una especie de plus para la central. Una especie de arma secreta (o no tan secreta). El arma secreta de la central, era que ese otoño (estábamos a principios de noviembre), se había incorporado un chico nuevo. Ricky La Bestia Rodríguez. Pero… ¿Quién era Ricky La Bestia Rodríguez? Bueno era un chico con síndrome de Down.
Su historia era hasta cierto punto interesante debo de admitir. La Bestia (o La Bestiecilla, como mas tarde me entere que lo llamaban sus compañeros (obviamente a sus espaldas)),había nacido en Miami. Era hijo de, hijos de inmigrantes. Lo que quedaría en que sus abuelos eran inmigrantes de México. Su papá había hecho un buen dinero con el poco valorado pero importantísimo trabajo de fabricación de inodoros (y si crees que no es así, entonces en lugar de cagar por un cómodo asiento de porcelana, y decir adiós a todos tus desechos con algo tan fácil, como jalar la cadena. Has de preferir hacer tus necesidades en un bote y arrojar los desechos por la ventana al grito de «¡Agua va!»). Y su mamá, era diseñadora de interiores. Aparte de el, lo Rodríguez tenían otro hijo. Un boxeador de nombre Fernando El Puño Rodríguez (¿Qué carajo tenía esta familia con los sobrenombres), que era un año mayor que La Bestia. Y si alguien era tan estúpido como para meterse con alguno de los dos hermanos bien podía recibir una de las famosas embestidas de “la bestia” o un puñetazo del, válgame la redundancia, “el puño Rodríguez”.
Ahora bien, como he dicho las competencias atraían un gran número de alumnos y profesores de ambas escuelas. Pero como todo en este mundo, había una contraparte. Un grupo de alumnos a los que no les importaba si la competencia era contra la central o el maldito colegio internacional de me importa una mierda donde, no querían ir a las competencias. Y yo pertenecía a ese último grupo. Ese en especial no tenía ganas de salir, enrealidad tenía muchas cosas pendientes.
Era un jueves y al día siguiente teníamos un pequeño concierto. Yo tocaría el saxofón, y tendría un pequeño solo. Así que tenía que practicar.
Estaba afinando mi saxofón en mi habitación, cuando mi madre toco a la puerta.
—John ¿vas a ir al partido de Drew?
Aunque siempre decía que no, mi mamá siempre me preguntaba si iría o no. La respuesta era obvia: no. Pero mamá siempre me la hacía. Creo que guardaba la esperanza que un día ese no, se convirtiera en un si. No sabia por qué. Mi relación con drew era buena, o tan buena como podía ser. Lo aguantaba, siempre que el no se comportara tan idiota como siempre, cosa que casi nunca pasaba. O puede que no fuera tan buena.
Ese día no se lo que paso. Tal vez fuera el calor, que traía consigo el sol que entraba por las ve tenaz, o tal vez un presentimiento o solo el aburrimiento. Pero esa tarde me pregunté: ¿qué prefieres John? ¿quedarte en casa solo, con papitas, doritos, salchichas, el estofado de anoche o las sobras de la lasaña del otro día? ¿o prefieres perder tu tarde en unas gradas llenas de aficionados a un deporte que no entiendes y te importa una mierda? Bueno… creo que prefiero quedarme en casa.
—Mamá, espérenme. Me pondré los tenis —¿Qué mierda dije?
—¿Qué dijiste? —Pregunto mamá sorprendida —. Si claro te espero abajo.
No, no ,no. Idiota gordo de mierda. No podía decirle que no ahora. Todo fue en un impulso. Pero bueno. No dicen que las mejoras cosas son las que pasan así , de la nada.
El camino al estadio fue silencioso. Sólo interrumpido por los comentarios de mi madre sobre lo que esperaba del juego. No creo que estar ahí haiga cambiado algo de mi padre. El siempre fue de pocas palabras.
Durante el juego miraba de vez en cuanto a los jugadores, pero mi vista se perdía en las porristas. Como toda buena historia de amor, Elizabeth una de las chicas más bonitas de la escuela, y porrista claro, lanzaba miradas fortuitas hacia John.
John por su parte estaba enfocado por completo en el partido y en sus contrincantes.
Pero entonces en medio del bullicio, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambió. Durante una jugada crucial, en medio de la intensidad del juego, John se vio envuelto en una situación desafortunada. En su afán por alcanzar al portador del balón, se produjo un choque fortuito con un chico del equipo contrario.
Ese chico resultó ser nada más y nada menos que Ricky Rodríguez, conocido por sus admiradores cono La Bestia Rodríguez.
El estadio quedó en silencio por un momento, mientras el chico yacía en el suelo, aturdido y con dolor. Los árbitros rápidamente tomaron medidas, deteniendo el juego y llamando a los entrenadores y al personal médico para atender al jugador herido.
Todas las vistas se dirigieron hacia el Ricky, Voltie para mirar a John, que trataba de acercarse a Ricky pero el resto de jugadores (sobre todo Drew), lo detuvieron en lo que el entrenador se acercaba a él con el teléfono en mano.
Más tarde mi hermano nos contó que John, había tratado de disculparse con el chico, pero tuvieron la sensatez de alejarlo de él. Aunque en mi opinión no debieron de hacer eso, al final del día lo que quieren hacer al integrar a chicos como Ricky es integrarlos a la vida académica al cien porciento, y las caídas, lesiones y golpes son parte de la vida de un jugador de fútbol.
En los días siguientes el entrenador, consternado por lo sucedido, decidió tomar una medida inmediata para salvaguardar la integridad del equipo y la reputación de la escuela. John fue retirado de manera “temporal” del partido y, posteriormente, suspendido del equipo.
Aquella decisión marcó el comienzo de su caída en desgracia. El estatus de estrella y el reconocimiento que había ganado en la escuela se desvanecieron rápidamente. El peso de la culpa y la vergüenza se convirtieron en una carga insoportable para él.
Se convirtió en un chico centrado en sí mismo y dejó de hablar con la gente y empezó a meterse en problemas. Nunca había sido un estudiante modelo, pero por ser un jugador le perdonaban todo. Pero ahora ya no.
Yo suspire mientras todo esto regresaba a mi mente. Carajo. Que cosas trae la vida ¿no? En un momento te pueden amar y al otro odiar.
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