Acto 1: Capítulo Uno

Los días en aquella isla eran preciosos. Un hermoso y profundo cielo azul acompañaba a ese sereno mar que los rodeaba.

El viento los acompañaba, dejando a su paso un ambiente fresco pero reconfortante.

A lo lejos, podía ver su hogar, el trabajo en su pequeño huerto había comenzado desde temprano. Se detuvo un momento a descansar, recostando sus brazos contra aquella horquilla con la que estaba trabajando. Suspiró con pesadez, sentía el cuerpo cansado y aunque la brisa lo refrescaba, ansiaba poder terminar ya con esa tarea; pero aún quedaba mucho por hacer y más después de aquella tormenta.

Quizás como una especie de consuelo, a lo lejos vio salir a aquella castaña, sostenía en sus manos aquel balde y procedía a colgar la ropa que había estado lavando. No pudo evitar sonreír y sentía como su corazón se relajaba con sólo verla.

Era sin duda una mujer preciosa, alguien con quien se entendía más allá de incluso simples miradas; ella podía leerlo por completo y él a su vez, podía leerla como si fuera su libro favorito.

Ya no recordaba como se habían conocido, si es que alguna vez lo hicieron, pues más parecían haber estado juntos toda la vida.

Pero, dejaría esos pensamientos para después, ahora solamente quería terminar con aquella tarea y disfrutar de la fresca brisa del mar.

—¿Terminaste?.—preguntó aquella voz sorprendiéndolo.

Pronto se encontró a su esposa, ella estaba de pie junto al frondoso árbol del cual él disfrutaba la sombra. Le extendió con cuidado un vaso con agua y agradecido lo tomó bebiendo con calma.

—Es un día precioso—dijo viéndola.—¿Te quedas junto a mí?.

Le indicó tomar asiento junto a él. Únicamente como excusa para tenerla cerca y cuando la castaña tomó asiento bajo el árbol; sintió los brazos de su esposo rodear su cintura y apoyar su mentón en uno de ellos.

—Sabes que no necesitas una excusa para abrazarme.—pronunció divertida por el gesto del joven.

—Lo sé, pero me gusta cuando no esperas mis abrazos—explicó.—Ese pequeño sobresalto que das cuando sientes mis manos rodearte, creo que nunca te dije lo tierno que es.

La brisa sopló como si fuera a llevarse a algún lado la ternura que ambos se profesaban, se sentía tranquilo y podía darse el lujo de relajar su cuerpo. Se sentía tan seguro junto a ella, que todo lo que ocupaba su mente se marchaba dejando una gran paz en su ser; era esa conexión que tenía con su esposa, era lo destinados que estaban el uno al otro.

Una vez leyó, que cuando dos almas destinadas se encuentran, únicamente hay paz entre ellas.

Y entrelazó los dedos de sus manos, como si no quisiera dejarla ir.

Pronto el tiempo pasó cuál viento del norte y mientras aquella olla hervía en el fuego de la cocina, el sonido del cuchillo picando los vegetales era lo que llegaba hasta sus oídos.

—Las plantas han estado dando hermosos frutos—pronunció tomando un tomate en sus manos.—Son frutas grandes.

—Estamos en una buena estación—respondió la castaña.—Además la tierra aquí es excelente para los cultivos.

—Es una bendición—expresó, quizás nunca se había puesto a pensar, pero el lugar donde vivían era simplemente increíble.—El mar también ha sido maravilloso, hay muchos peces.

—Si he visto que has pescado bastante, ¿Tienes pensado algo en especial?.—preguntó mientras colocaba los vegetales en la olla.

—No, pero ahora que lo dices, me gustaría preparar algunas conservas.—expresó viéndola.

—Son muy populares en el mercado.—comentó divertida.

El pelinegro rio, ella tenía razón desde que comenzó a prepararlos y los llevó en sus viajes al mercado, tuvo mucho éxito en la venta.

—Debería preparar más esta vez entonces—respondió.—En unos días iré al mercado, recuerda hacerme una lista de lo que necesitamos reponer.

—Si Cariño.—la oyó decir.

Mientras ella terminaba de cocinar, sacó aquel mantel que cubría la mesa y lo llevó afuera a sacudirlo. Afuera seguía habiendo un hermoso clima, esta vez acompañado de las clásicas nubes que indicaban la llegada del mediodía.

Preparaba la mesa, sintiendo casi añoranza con aquellos platos; aún recordaba lo mucho que trabajaron para comprar esas cosas, sin duda estaba agradecido. Quizás tenían poco, pero mientras se tuvieran el uno al otro; podrían lograr lo que sea.

El almuerzo estuvo delicioso, sin duda ella era muy buena en la cocina y aunque ambos no eran de comer mucho; todo sabía delicioso.

Pasar ese tipo de momentos eran reconfortantes para él, sentía que podía enfrentarse a la mayor tormenta si sabía que ella tomaba su mano.

—Gracias por la comida.—respondió dejando un beso en su mejilla.

Ahora ella se sentaría a coser aquellas ropas, él lavaria los platos; aquello era su rutina, ese momento donde cada quien se centraba en lo suyo y disfrutaban de un momento silencio.

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Comments

Eden Kesay

Eden Kesay

Son re tiernos💖, me encanta 🥰

2024-07-30

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