La puerta de mi casa se abrió lentamente, dejando entrar una brisa otoñal que hizo que me estremeciera. Al levantar la mirada, vi a mi madre parada en el umbral, su rostro preocupado y sus ojos llenos de incertidumbre. No había visto a mi madre desde que Kael, mi prometido, desapareció hace meses.
-Ana - comenzó ella con voz temblorosa, -necesitamos hablar sobre Kael. -
Lo último que quería era discutir sobre ese tema, pero sabía que mi madre no se iría hasta que lo hiciéramos. Asentí con resignación y la invité a pasar. Nos sentamos en los viejos sillones de la sala, y el olor a madera antigua de la habitación parecía intensificarse con cada segundo que pasaba.
-¿Alguna novedad? - preguntó mi madre, cruzándose de brazos.
-¿De Kael? Nada - respondí con amargura, sintiendo cómo mi corazón se encogía al pronunciar su nombre.
Mi madre suspiró y me miró fijamente, como si estuviera tratando de leer mi mente. Luego, con un tono más duro del que esperaba, dijo: -Quizás lo mejor que te pudo haber pasado fue que Kael desapareciera. -
-¿Qué dices? - contesté indignada, sintiendo una mezcla de sorpresa y rabia al escuchar esas palabras de mi propia madre.
-Siempre supe que algo andaba mal con ese hombre - continuó mi madre, apretando sus labios con desdén. -No confiaba en alguien que surgió de la nada y se convirtió rápidamente en el centro de tu vida. -
-Kael no era un extraño, madre - le dije, intentando controlar la ira que crecía en mi pecho. -Era mi prometido, y lo amaba. -
-¿Y qué te dejó? - preguntó ella con voz fría, como si estuviera hablando de un objeto sin valor. -Un corazón roto y un montón de preguntas sin respuesta. -
-¡No tienes derecho a hablar así de él!, ¡Nunca te diste la oportunidad de conocerlo! - exclamé, sintiendo las lágrimas asomarse en mis ojos. No podía soportar escuchar esas palabras hirientes de alguien que se suponía debía apoyarme.
-Lo siento, Ana - dijo mi madre, suavizando su tono al ver mi angustia. -Pero es mi deber protegerte, y no confiaba en Kael. Algo me decía que no era bueno para ti. -
-Te equivocas - insistí, limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano. -Kael era un hombre trabajador y responsable. A pesar de las dificultades que enfrentó en su vida, siempre hizo todo lo posible por cuidar de mí y nuestra familia. -
-Quizás sea cierto - admitió mi madre, aunque aún había una sombra de duda en sus ojos. -Pero eso no quita el hecho de que desapareció sin dejar rastro, dejándote aquí, sola y desesperada por respuestas. Además de que nunca quiso hablarte de su pasado -
-Encontraré esas respuestas - prometí, mirando fijamente a mi madre. -No importa lo que tenga que hacer, descubriré qué le pasó a Kael y por qué se fue. -
-Ana, no si quiera lo conocías, debes darte cuenta - repuso mi madre.
-¡Basta, mamá! ¡Ya no quiero escucharte! - grité, desesperada por poner fin a nuestra discusión. -Te pido que te vayas de mi casa. Necesito tiempo para pensar en todo esto. -
-Está bien - contestó mi madre con un suspiro resignado, recogiendo su bolso y dirigiéndose hacia la puerta. Pude ver en su rostro la preocupación y el amor que sentía por mí, pero también una firmeza en sus convicciones.
-Adiós, Ana - me dijo antes de salir por la puerta y cerrarla suavemente detrás de ella. Me quedé parada en medio de la sala, sintiendo cómo el silencio se instalaba a mi alrededor como una espesa niebla. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y las emociones bullían dentro de mí como un volcán a punto de estallar.
-¿Y ahora qué hago? - me pregunté en voz baja, llevándome las manos al rostro y dejando que las lágrimas fluyeran libremente. No podía enfrentar esto sola; necesitaba apoyo, alguien en quien confiar.
Tomé mi celular y marqué el número de mis amigas, quienes siempre habían estado a mi lado en los momentos difíciles. Tan pronto como escuché la voz de Laura al otro lado de la línea, comenzaron a salir las palabras de mi boca como un torrente imparable.
-Ana, cálmate, por favor - me rogó Laura, tratando de entender lo que le decía entre sollozos. -Vamos a reunirnos, ¿sí? Podemos encontrarnos en tu casa en una hora. Todo va a estar bien. -
-Gracias, Laura - respondí, sintiendo cómo un tenue rayo de esperanza se abría paso en mi corazón. -Las espero aquí. -
-Nos vemos pronto - me dijo antes de colgar. Apoyé mi espalda contra la pared y me deslicé hasta sentarme en el suelo, tratando de controlar mis emociones y pensamientos. A pesar del apoyo de mis amigas, no podía evitar preguntarme si alguna vez encontraría a Kael y descubriría la verdad detrás de su desaparición.
-¿En qué me he metido? - murmuré mientras las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas. -Por favor, Kael, necesito saber que estás bien. - Pero en ese momento, lo único que rodeaba mis pensamientos era el vacío y la incertidumbre, preguntándome si acaso mi madre tenía razón al desconfiar de él.
-Sea como sea - me dije, limpiando mis lágrimas y levantándome del suelo, -no me rendiré. Haré todo lo posible por encontrar a Kael y recuperar la vida que solíamos tener juntos. - Y con esa determinación ardiendo en mi pecho, comencé a preparar la casa para recibir a mis amigas, sabiendo que ellas serían mi refugio y mi fuerza en los días oscuros que se avecinaban.
Mis amigas llegaron una hora después, justo como Laura había prometido. Apenas abrí la puerta, las tres se precipitaron dentro de mi casa, envolviéndome en un cálido abrazo grupal. Durante un momento, me sentí protegida y amada en sus brazos, como si juntas pudiéramos enfrentarnos a cualquier desafío que se nos presentara.
-Vamos - dijo Lucía, tomando mi mano con determinación, -Tenemos una idea para ayudarte a encontrar a Kael. -
-¿De verdad? - pregunté con sorpresa, mientras me guiaban fuera de mi casa y hacia un auto estacionado a unos metros de distancia. No estaba segura de qué esperar, pero confiaba en mis amigas y estaba dispuesta a intentar cualquier cosa con tal de descubrir la verdad.
-Conocemos a alguien - explicó Laura mientras conducía por las calles de la ciudad, -Una adivina muy especial. Ella podrá darte algunas respuestas sobre Kael. -
-¿Una adivina? - inquirí, escéptica. -No estoy convencida de que alguien así pueda ayudarme. -
-Confía en nosotras - insistió Carla, apoyando su mano en mi hombro con cariño. -Esta mujer tiene poderes reales y ha ayudado a muchas personas en situaciones similares a la tuya. -
Después de recorrer varios callejones oscuros y empedrados, llegamos al lugar donde se encontraba la adivina. Era una casa antigua y desgastada, con ventanas rotas y enredaderas cubriendo sus paredes. A pesar del aspecto siniestro del lugar, decidí confiar en mis amigas y seguí a Lucía hasta la puerta principal, donde una anciana con aspecto de bruja nos esperaba.
-Adelante - nos dijo con voz ronca, invitándonos a entrar en su morada. El interior estaba repleto de objetos extraños y misteriosos: velas encendidas, espejos empañados, libros antiguos y frascos llenos de ingredientes desconocidos. La anciana tomó asiento en una silla de madera gastada y nos indicó que hiciéramos lo mismo.
-Ana - comenzó, fijando sus ojos penetrantes en los míos, -Sé por qué has venido. Estás buscando a Kael. -
-¿Cómo...? - balbuceé, sorprendida por su conocimiento.
-Lo sé todo - respondió ella con una sonrisa enigmática. -Y aunque no puedo encontrar a Kael por ti, porque no lo conozco, sí conozco una forma de hacerlo. -
-¿De verdad? - pregunté, sintiendo cómo la esperanza comenzaba a crecer dentro de mí.
-Antes de ayudarte - continuó la adivina, -debo advertirte que el camino para encontrar a Kael te llevará a enfrentarte a un pasado que no querrás repetir -.
-Lo intentaré - respondí, convenciendome poco a poco de que era una estafa.
-Entonces - dijo la anciana, levantándose de su silla y caminando hacia un estante lleno de libros, -preparémonos -.
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Comments
Anonymous
Sería terrible q lo volviera a ver ya casado y viviendo su vida como si nada
2024-03-02
0
Ana Lucia Perez
parece bueno
2023-06-22
3