Las cosas con Leilani iban muy bien, ser su amigo era sencillo. Bueno, la mayor parte del tiempo era sencillo. Nos habíamos acostumbrado a la presencia constante de uno en la vida del otro. Incluso nuestras familias parecían cómodas con la situación: su mamá me recibía cada sábado con los brazos abiertos y en mi casa parecían no conocer a ningún amigo mío más que a Leilani.
—Es lunes ¿no viene Leilani hoy? —Mi mamá me saludó desde la sala así, pareció darse cuenta y entonces se levantó y me dio un beso en la mejilla. —¿Cómo amaneciste cariño?
Todo esto debería ser un sueño.
—Muy bien y veo que tú también. —Ella sonrió y me hizo un espacio a su lado. —¿Dónde está Hugo? Ya debería estar listo para la escuela.
Busqué por encima del hombro a mi hermano menor y de paso al de en medio consciente de que no iba a encontrarlos por ningún lado porque todo estaba silencioso.
—Se está bañando. No te preocupes que Gerardo lo llevará a clases. —Asentí con lentitud y me senté a su lado. —Tus hermanos son un desastre andante.
Ella se rió y me abrazó mientras tomaba su café con leche con lentitud, probablemente pensando en lo que diría a continuación. Antes de que pudiera ponerse seria decidí hablar yo.
—Leilani vendrá en unos minutos y de aquí nos iremos a la prepa en cuanto llegue.
—No van a estudiar hoy.
—No, hoy hay partido de voleibol y hasta ahora entiendo bien todo lo que estamos viendo. —Mi mamá río una vez más, esta vez de manera menos discreta. —¿Qué ocurre?
—Siempre has sido muy listo cariño. Nunca necesitaste que alguien te ayudara a entender un tema en la escuela y sé que podrías seguir así.
—No te entiendo.
—Leilani es una chica muy dulce, tranquila y muy guapa. —Claro que creía que era una persona dulce y hasta cierto punto así era, pero ella no era como mamá pensaba. —Y creo que te estás dejando llevar por eso.
—¿Por qué es guapa?
—Porque te gusta y tú le gustas a ella.
—¿Qué? No. No. Claro que no. —Puse una distancia entre mi mamá y yo que se sentía como kilómetros entre nosotros y que me dejaban ver su reacción a mi reacción. —¿Por qué lo dices? —Flaqueé.
—Bueno... ¿qué importa? Si no es cierto —El timbre sonó dejándome con la mitad de excusas en la boca y la otra mitad en la cabeza intentando buscar una salida coherente. —Esa debe ser ella, ve a abrir.
Me levanté por mero instinto y le abrí la puerta a una chica preciosa y radiante que estaba usando el uniforme completo del equipo, con un pants azul y su sudadera con estampados dorados y rojos que hacían resaltar el color de su piel. Traía el cabello sujeto en dos trenzas que le llegaban a la cintura y que había amarrado con un listón azul al final. No sé cómo le hacía para todos los días ir con un peinado diferente y verse bien con todos ellos.
—Ho... Le... diablos, —sonó como si estuviera sacando el último aire que me quedaba en los pulmones. Extendí una mano hacia ella. —Leilei ¿nos vamos?
La castaña se rió arrugando la nariz y mordisqueando su labio inferior. Hace unos días el equipo, el entrenador y ahora mi mamá pensando que me gustaba la chica frente a mí. Iba a enloquecer si lo volvía a escuchar pronto y seguro acabaría arruinando todo con ella.
—¿Qué? ¿Tan rápido? —Preguntó con una sonrisa tímida. —Al menos déjame saludar a tu mamá.
Sus brazos me rodearon, torpemente dejé un beso en su frente y claro que podía acostumbrarme a eso. Leilani recorrió mis brazos con sus manos de forma sutil y delicada y después me dio un beso en la mejilla que me hizo olvidar dónde estaba parado.
¿De qué estábamos hablando? Mi mamá, saludar, irnos. Sí.
—Mi mamá no está.
Me sentí un tarado a penas se escaparon las palabras de mis labios. Leilani frunció el ceño, su nariz encogida me juzgó y ella terminó por darme un ligero empujón en el hombro.
—Está atrás de ti.
—Perdón, —no me quedó más remedio que decirlo en una risa incómoda. —Pasa.
Me acerqué a Leilani tomando su mano y alejándola de mi mamá como si se la fuera a robar o si quisiera quedarse con ella evitando que me mire a mí. Me sentía muy torpe y todo era culpa de mi mamá diciendo esas cosas que no debía decir.
—Eres un amor ¿a qué sí señora? —La castaña saludó a mi mama rápido y regresó volviendo a entrelazar su mano a la mía.
Sus dedos aferrándose a los míos, se sentía como la paz que me llegó el día que escuchamos One Direction en su sala.
—Claro que lo es. De hecho estábamos hablando de ti. —A la vida le gusta burlarse de mí y usa a mi mamá como aliada. La cara de mi amiga se puso sonrojada y estoy seguro de que solo quería saber de qué hablábamos. —De tu partido y que espero que te vaya bien. Ojalá pudiéramos ir a verte.
—Muchas gracias, en realidad no creo que alcance a jugar. Las chicas mayores serán las titulares, es un partido difícil y la entrenadora quiere que haya gente con experiencia.
—De cualquier forma deseo que ganen.
—Es muy lindo de su parte. —Leilani me miró y apretó mi mano. La mirada de mi mamá cayó entre nuestras manos cada vez más aferradas. —Lo siento.
Leilani se disculpó soltándome la mano como si la hubiera quemado y se alejó de mí casi saliendo de la casa.
—Nos vemos luego señora, me dio mucho gusto saludarla. —Leilani salió de mi casa sin saber que hacer o qué decir. —Nos vemos luego Alex.
Se despidió y salió casi corriendo en dirección a la prepa. Tuve que correr para alcanzarla, parecía no recordar que nos íbamos juntos y que iba a acompañarla en su partido.
—¿Qué pasa Leilei? —Quise acercarme y ella retrocedió.
—Nada. —Me habló con la voz seca y siguió el camino a la prepa por su cuenta. —¿Somos amigos?
—Por supuesto. Eres mi mejor amiga Leilei.
Sus trenzas se movieron con suavidad y continuó con una distancia corta entre nosotros, una que nunca había puesto y que no había sentido. Todo el camino estuvo callada y al llegar a la duela solo me vio, apretó los labios y se fue. Quería preguntarle si había sentido lo mismo que yo.
¿Es normal que extrañe tu mano entre la mía? ¿Que disfrute cuando creen que somos novios y que quiera seguir siendo tu amigo? ¿Es normal quererte como te quiero?
—Espera… —la detuve a la mitad de su camino. —Te veré más tarde ¿está bien? Necesito hacer algo. Veré todo el partido, pero debo irme antes de que salgas de los vestidores. Luego te encontraré.
—Okey.
¿Qué rayos había pasado? Nunca un silencio entre nosotros había sido incómodo.
Tal como le había dicho a mi mamá Leilani no tuvo la oportunidad de jugar. Era extraño como no había más gente queriendo ver estos partidos porque ellas eran muy poderosas. La chica más alta del equipo: Astrid Téllez era de otro mundo cada que debía hacer un bloqueo y fue gracias a eso que ganaron. En la banca estaba ella muy seria, no me vió ni una sola vez. Corrí a las canchas para la tonta reunión por la que no podía quedarme y llegué molesto porque no quería quedarme con Leilei así.
—¿Se va a hacer una costumbre entre nosotros que estes distraído y deba preguntarte qué sucede? —Aarón me despertó a la mitad de la cancha con un golpe amistoso en la espalda. —¿Es de nuevo la chica bonita de la que no nos quieres decir su nombre?
—Se llama Leilani. Se supone que somos mejores amigos.
—Tú no quieres ser su mejor amigo.
—Siento que sí, es muy fácil serlo. —Me encogí de hombros. —Nunca había tenido una amiga y se siente muy bien.
—¿Cuál es el problema entonces?
—Tomó mi mano esta mañana, mi mamá nos vio y creo que se asustó de que pensara otra cosa.
—No te compliques tanto las cosas ¿quieres ser solo su amigo? Díselo. ¿Quieres ser algo más? También díselo y si quieres ver cómo se dan las cosas entre ustedes…
—¿También se lo digo?
—Lo entendiste. Es fácil. —Aarón levantó las manos en señal de lo obvio. —Y si ella quiere un basquetbolista que no seas tú… somos muchos que podemos estar en la lista.
—No es divertido.
—Si pudieras ver tu cara pensarías lo contrario. —Apreté los labios y y negué. —Ya vete Navarro.
Salí corriendo al salón donde sabía que la iba a encontrar. Comencé a practicar mis palabras.
“Leilani, no sé qué está pasando, pero esto no es lo que piensas…” ay no. Parece que le puse el cuerno a mi novia.
"Leilani, lo qué pasa entre nosotros es especial ¿por qué no evitamos la etiqueta por el momento e intentamos ser más libres entre nosotros?” Ugh. ¿Podría eso tener sentido? No porque sonaba horrible.
“Leilani, no sé lo que es y tampoco sé cómo me siento. Solo sé que te quiero y eres tan importante para mí que no podría imaginar a mi vida sin tu presencia.” Eso estaba bien.
Entré decidido al salón. Ella estaba en su silla favorita: la tercera de la fila más pegada a la puerta a un lado de la pared. Su mirada me analizó tan pronto me ve en el salón, el brillo que todos los días le veía no estaba y eso bajó mi decisión. Tenía la mirada fija en mi rostro y entre más me acercaba más desaparecía su nariz.
—¿Qué sucede? —Le pregunté incómodo.
—No sé, eso es lo que intento averiguar.
—¿Es algo entre nosotros? —Tenía miedo de preguntar.
—Es algo en ti. —Lo sabía, ella lo sabía.
Me puse nervioso. Su ceño seguía concentrado en mí, su nariz se arrugaba haciéndola lucir mucho más pequeña de lo que era y su pulgar hacia eso con su dedo medio que me indicaba concentración o nervios.
—¡Oh por Dios! ¡Ya se lo que es! —Abrió la boca ofendida y se alejó de mí unos centímetros. —¿Eres sea clase de tipo?
¿Tipo? En la mañana era un amor y de la nada había pasado a ser un "tipo". ¿Cómo pasó eso? ¿Cuando?
Todos mis planes se fueron a la basura porque no sabía que le pasaba a Leilani por la cabeza. No entendía qué había hecho mal, pero era seguro que todo empezó hoy que me tomó la mano. Nunca le había tomado la mano y para mí fue una sensación extraordinaria, quizá para ella había sido lo contrario.
—¿De que estás hablando Leilei? —Una vez más me acerqué a ella.
—Espera... ¿tienes novia y no me habías dicho nada? —Preguntó en voz baja. —Nos conocemos hace meses.
—No, no tengo novia. —¿De dónde había sacado eso? —Te lo habría dicho.
—Entonces sí eres esa clase de tipo.
—¿La clase de la que no entiende de lo que hablas?
—Que grosero.
—Leilei, no hagamos esto. Por favor. Solo dime que fue.
Se acercó y susurró en mi oreja.
—¿Acabas de estar con alguien? —Me giré para verla. No estaba avergonzada de preguntar, sé veía molesta porque no le había dicho nada. El problema era que no había nada que decirle sobre eso. —Tienes esa sonrisa.
—No, no sé de qué hablas. ¿Qué sonrisa?
—Claro. —Respondió más seria.
Se quedó callada y siguió en su libro como si nada hubiera pasado, como si yo no hubiera llegado.
—Quería hablar contigo. Precisamente de eso.
—¿De tu novia? ¿O de lo qué haces cuando dices que tienes asuntos misteriosos para hacer?
—¿Estás celosa?
—Dijiste que éramos amigos. —Respondió evitando el tema.
—Lo somos. Lo seremos siempre.
—¿Y estas bien con eso?
—¿Lo estás tú? —Dependía de su respuesta que mi valentía regresara.
—Es de mala educación responder una pregunta con otra.
—¿Lo estás? —Insistí ignorando su respuesta.
—Por supuesto que sí.
Ahí iba mi oportunidad de pedirle ir tentando nuestra amistad y probablemente era lo mejor. Sabía que éramos mejores amigos y me tocaría estar bien con eso. No había marcha atrás.
—Entonces yo también.
—¿Lo prometes? —Me miró a los ojos suplicando que lo prometiera. Tomé su mano y los nervios y temores desaparecieron.
Su amistad lo valía, cualquier duda que había en mí debía desaparecer porque no iba a renunciar a tomar su mano de esta forma sin entender que pasaba entre los dos. Amigos. ¿Qué podía salir mal?
—Lo prometo.
Su alivio me destrozó el pecho. No me quedaba más que tragarme aquella extraña mezcla de sensaciones indescriptibles y seguir siendo su mejor amigo, era mejor eso que nada.
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Comments
Adriana Araceli González Alonso
ella no quería esa respuesta x k los hombres no entienden 😞😞😞
2023-05-19
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